Encontré la felicidad en un cursillo de cristiandad

Ocho personas explican cómo les cambió la vida

«Tras la muerte de mi hijo, encontré la felicidad en un cursillo de cristiandad»

Miles de personas encuentran en los cursillos de cristiandad el consuelo que andaban buscando. Ocho personas, que asistieron a uno de estos cursos, cuenta su experiencia. Si en algo coinciden los testimonios de los entrevistados es que el que decide pasar por esta experiencia cristiana, no queda jamás inmune.

Actualizado 10 agosto 2011

I.Velázquez/Pedro I. Pérez /ReL

Muchas veces, ante un duro golpe en nuestras vidas, reaccionamos con el dolor de la desesperación. Algunos tienen la suerte de encontrar ese consuelo que tanto anhelan. Es el caso del matrimonio formado por Juan de Pazos y su mujer Pilar que, tras ver truncadas sus vidas por la repentina muerte de su hijo, encontraron el consuelo en un cursillo de cristiandad. Y no sólo el consuelo; hallaron de nuevo la felicidad. «Nosotros somos un matrimonio marinero, con todo lo implica: 40 años de convivencia, 6 hijos y más de 16 traslados. Cuando mi hijo Juancho falleció, mi familia se desmoronó. Pero el Señor, que siempre provee, nos regaló un cursillo de cristiandad. Desde entonces, hay un antes y un después en nuestras vidas. Hoy Jesucristo es el origen de nuestra felicidad», explican. 

Alumbrar el túnel 

Para Cristina Delgado, una estudiante, el cursillo sirvió para alumbrar el túnel en el que estaba metida tras la muerte de su padre. «No sabía por qué luchar ni adónde ir y entonces encontré el sentido de mi vida: Dios. Luchar por ser mejor cristiana cada día, por llenar de amor y paz mi casa. El cursillo fue alegría, esperanza. Dios contaba conmigo, a pesar de estar rodeada de un mundo donde Dios no está de moda. Dios me quería para ser su testigo por el mundo. Desde entonces, mi vida ha cambiado y nunca me he sentido más feliz», afirma. 

El caso de Fernanda Tamayo es diferente. Ecuatoriana, llegó a España hace dos años en busca de ilusiones y sueños. Sin embargo, la realidad fue bien distinta. Se dio cuenta de que estaba en un país extraño y de que se encontraba sola. «Entonces comprendí que la ilusión que me había traído aquí se había convertido en mi gran dolor: no podía perdonarme haberme separado de mi hijo. Me sentía fracasada como persona, como mujer y como madre. 

Cuando fui a mi cursillo, no tenía ni la más mínima idea de lo que iba a representar en mi vida. Jesús me abrió sus brazos para consolarme, me dio su amor por medio de la gente que formaba parte de esa comunidad. Hoy, mis problemas no han terminado, pero ahora es distinto, porque gracias a Él, he recuperado la fe, la ilusión y la esperanza. Cristo ha hecho conmigo un verdadero milagro», subraya Fernanda Tamayo. 

A veces ni siquiera hace falta motivo para ansiar la plenitud. «Estaba terminando mi carrera de Arquitectura y lo tenía todo: una vida organizada y un proyecto de futuro al que hacer frente», explica Fernando Muga Gómez. de 38 años. «Pensé que lo tenía todo, sin embargo, a raíz de asistir a un cursillo de cristiandad, me di cuenta de que había dejado al margen una pieza fundamental de mí mismo: mi alma. Fue hace diez años y esos tres días cambiaron mi vida. Fui consciente del vacío que producía aquella ausencia en el momento en que me encontré con el que, hoy en día, se ha convertido en el centro de mi vida: Jesucristo. Esa experiencia me descubrió el desconocimiento que tenía acerca de lo que representa ser cristiano y la cantidad de prejuicios, frutos de la ignorancia, que tenía hacia la Iglesia». 

Cambio radical de vida

A otros, los cursillos de cristiandad les cambian de forma radical su manera de vivir. Es el caso de Patricia, de Pedro y de Jordi, que tras pasar por esa experiencia, optaron por adquirir un compromiso mayor con su fe. Patricia, una enfermera de 33 años, realizó su primer cursillo hace quince años. «En esos tres días, Cristo vino a mi encuentro y me invitó a seguirle. Desde entonces, el Señor ha sido mi camino, mi verdad y mi vida», comenta. Tal es así, que tras acudir una temporada a la República Dominicana a colaborar con una misión, decidió consagrar su vida al Señor y tomar los hábitos. 

Del cuartel a la sacristía 

Pedro Ignacio Pérez Lozano, presbítero, inició su primer cursillo hace 18 años. Entonces era militar destinado en la base aérea de Jerez de la Frontera: «En el cursillo me presentaron a un Cristo vivo; encontré una Iglesia viva, donde me vi seducido por los testimonios valientes que me contaron allí. Acepté unirme a ellos y finalmente me ordené sacerdote. Sé que los cursillos están dirigidos a la evangelización del hombre de hoy, y lo sé porque lo he comprobado en mi propio cuerpo».Jordi Girau Reverter, responsable del Movimiento de Cursillos en la archidiócesis de Madrid, vivió una similar experiencia. «Yo me reencontré a Jesús en mayo del 68, cuando acudí a un cursillo de cristiandad. 

Desde que nací, mi familia me educó en la fe. Sin embargo, con el tiempo, mi fe se había perdido. El cursillo me presentó a Jesús de manera nueva». En 1980 se ordenó sacerdote. El Movimiento de Cursillos nació en Mallorca como resultado de la espiritualidad que se vivió en la peregrinación a Santiago en la segunda mitad de la década de los 40. De esa espiritualidad peregrinante nacieron los Cursillos de Cristiandad. 

En su página web oficial está toda la información sobre este movimiento. La sede del secretariado nacional está en Madrid, en la Calle Magallanes, 25, 4º, 28015 – MADRID (ESPAÑA). Tlf: 914476595.

Foco de atracción para jóvenes

Foco de atracción para jóvenes extranjeros de la JMJ

Un itinerario muy especial: en España se pueden venerar al menos tres reliquias de la Pasión

Valencia, Oviedo y Liébana, en Cantabria: supone un importante rodeo hasta llegar a Madrid, pero queda tiempo y vale la pena.

Actualizado 12 agosto 2011

Sara Martín/ReL

Tal y como recordó Juan Pablo II, no tratándose de una cuestión de fe, la Iglesia catolica carece de competencia para determinar si son reliquias auténticas de Jesucristo, sino que es la ciencia la que ha de investigarlo. Y por el momento, lo está haciendo.

Santo Grial, sin discusión 

Es posiblemente la reliquia que ha conseguido un respaldo mayor de la ciencia. «Quien diga que no es el cáliz de la Última Cena se las vería negras para demostrarlo, porque ya no hay discusión: arqueológicamente pudo estar perfectamente en la mesa de la Última Cena», asegura Jorge Manuel Domínguez, vicepresidente del Centro Español de Sindonología (CES), asociación de carácter civil que ha fomentado la investigación para desvelar «los múltiples interrogantes» que plantean las reliquias históricas.

El Santo Grial que se conserva en la catedral de Valencia se compone de tres piezas, de las cuales sólo la superior sería la datada en el tiempo de Jesucristo. Es una copa de ágata pulida con mirra para hacerla impermeable y conseguir que perdurara durante generaciones. Existen otras dos similares y de la misma época conservadas en el Museo Británico. Se sabe que era el cáliz que usaban los Papas en los primeros siglos del cristianismo, y que san Lorenzo lo ocultó en Huesca hasta que, durante la invasión musulmana, se escondió en el monte Pano, donde más tarde se fundaría el monasterio de San Juan de la Peña. Allí la presencia del Santo Cáliz está ya documentada.

El Sudario de la catedral de Oviedo cumple la historia 

«Es una tela sucia, manchada y arrugada. A simple vista, nadie la llevaría a una catedral. Pero si está en un templo, será por algo», explica en tono de humor Domínguez. Lo primero que señala el vicepresidente del CES es que el sudario no es la Sábana Santa, como muchos piensan: «Es un pañuelo que se ponía en la cabeza a los ajusticiados en la cruz, era obligatorio entre los hebreos si el rostro estaba deformado. Así se evitaba que el líquido del edema pulmonar saliera por la nariz. Además, el sudario tiene mirra y aloe, que es una costumbre funeraria judía», explica. El Evangelio hace una correcta distinción entre el sudario que cubre la cabeza y el lienzo que envuelve el cuerpo.

El CES ha trabajado con el Instituto Nacional de Toxicología, la cátedra de Medicina Legal de Valencia y la de la Universidad Complutense. Y las manchas, según los forenses, desvelan muchas cosas: sintéticamente, el sudario refleja a una persona que murió con los brazos extendidos y en posición vertical, a la que posteriormente se traslado hasta colocarla en decúbito supino. «Por tanto, concluye el vicepresidente del CES, nos indica algo compatible con lo que ya se pensaba: la historia de Jesucristo».

Además, sus sorprendentes coincidencias con la Síndone de Turín refuerzan su veracidad «mucho más allá de lo que sería casualidad». De hecho, los experimentos realizados en la universidad Complutense han permitido elaborar una pormenorizada teoría.

La Cruz, por todo el mundo 

La primera referencia documental de la Santa Cruz se tiene en el año 347, mencionada por san Cirilo de Jerusalén. Se sabe que fue encontrada durante los trabajos de construcción de la Basílica del Santo Sepulcro; por tanto la reliquia fue hallada entre los años 325 y 345.

Después, fue transportada desde Jerusalén hasta Roma por santa Elena, madre del emperador Constantino, donde se dividió en varias partes. Una de ellas se conserva en el monasterio de santo Toribio de Liébana (Cantabria) al menos desde el año 1316. Es el mayor trozo que se conserva en la actualidad en España, seguido del de Caravaca, en Murcia, destruido en parte durante la Guerra Civil.

Una familia de doce hijos y… siete de ellos, religiosos

Un libro cuenta su historia

Juan y Áurea, origen de una familia riojana de doce hijos y… siete de ellos, religiosos

Cuatro hijas de la Caridad, una concepcionista franciscana, dos jesuitas… y todo con un origen: la forma en que vivían su matrimonio.

Actualizado 12 agosto 2011

Isis Barajas/ReL

Este matrimonio riojano formaron una familia cimentada en los valores cristianos. Sus hijos han recuperado su legado en el libro «Juan y Áurea, un testimonio fecundo» (Ediciones Scire), coordinado por uno de ellos, José Martínez de Toda. «Mi padre decía que los hermanos éramos diversos como los dedos de la mano. Somos doce, más que los dedos de la mano, y esto ha llevado a la diversidad de carismas, pero todos con una gran fe y práctica religiosa », explica José. 

Tanto es así que la mayoría de los hermanos optaron por la vida consagrada. Cristina, Ángela, Andrea y Carmen son ahora Hijas de la Caridad; Silvina, Concepcionista Franciscana; mientras que Valentín y José eligieron la Compañía de Jesús. Para todos ellos fue determinante «la vida ejemplar y cristiana » de sus padres a la hora de discernir sus vocaciones. Juan y Áurea eran personas «sencillas, comunes y corrientes como los demás ». Su excepcionalidad radicaba en su fe robusta, su devoción a la Eucaristía, sobre todo a través de la Adoración Nocturna -una organización instituida por Hermann Cohen en Francia (1848)y su vinculación permanente a la vida parroquial y sus diversas actividades. Una fe sin ñoñerías. 

¿Cómo se vivía la fe en la familia?
En cambio, su testimonio de fe se vivía principalmente en casa. Así lo recuerda Carmen: «Son inolvidables para mí no sólo el rezo del rosario por la noche todos alrededor de la mesa, el ejemplo de la comunión diaria, la visita al sagrario de la parroquia o las oraciones que de forma espontánea rezaba mi madre… sino toda su vida. Ellos convencían ». 

Por su parte, Feli, la más pequeña, señala que transmitieron la fe a través «del amor que se tenían el uno al otro y el que nos demostraban a nosotros ». De hecho, Carmen asegura que la fe de Juan y Áurea «no era nada ñoña ni acaramelada, sino que era vivida desde lo cotidiano, en la enorme responsabilidad de tener que sacar adelante una familia numerosa en tiempo de escasez y con los coletazos de la Guerra Civil». 

Un testimonio sobre el valor de las cosas realmente importantes en la vida.

Juan y Áurea tuvieron que educar a sus hijos en una época especialmente dura en la historia de España. «El Gobierno exigía una especie de – contribución- a los labradores en la penuria de la posguerra y Juan y Áurea ya tenían 12 hijos en 1941. ¿Cómo alimentar aquella familia numerosa? », se relata en el libro. Para evitar las confiscaciones, escondían el trigo y la harina entre las paredes de la casa o en el palomar y cocinaban el pan por la noche para que, con la oscuridad, se disimulara el humo. Pero, a pesar de todas estas adversidades, Ángel, padre de cuatro hijos, asegura que todos «los problemas se minimizaban gracias a la fe que tenían ». La influencia que ejercieron Juan y Áurea en la vocación de sus hijos fue siempre indirecta, ya que nunca empujaron a ninguno de ellos a ser sacerdotes o religiosas. «Los padres en esto siempre respetaron la última decisión de sus hijos y nunca se opusieron a ella. Pero con frecuencia manifestaron su satisfacción por tener siete hijos religiosos y cuatro de ellos misioneros », explica Cristina en el libro. Los hijos que no siguieron la vida religiosa se casaron y formaron una familia siguiendo el ejemplo de sus padres. «Entre los hermanos seglares hemos tenido el ejemplo de nuestra hermana mayor, Paulina, que estuvo 18 años junto al marido enfermo e inválido en el lecho de su casa; Crispín, juez de paz en Badarán; Juan, que llevó el ser sordomudo con serenidad y alegría; Ángel, alcalde por dos períodos lectivos, y Feli, feliz madre de familia », describe José. Ahora, «la apoteosis familiar se da cuando nos reunimos en Badarán en verano. Es una vuelta a las raíces », reconoce José.

Posibilidad de ganar indulgencias en la JMJ

El Papa ha concedido la posibilidad de ganar indulgencias a aquellos que participen en la JMJ

Benedicto XVI ha concedido indulgencias para quienes participen en la Jornada Mundial de la Juventud, y cumplan con los requisitos requeridos. En concreto: 

•    Se concede la indulgencia plenaria a los fieles que participarán devotamente en cualquier ceremonia sagrada o práctica devota que se celebre en Madrid durante la XXVI Jornada Mundial de la Juventud y en su conclusión solemne, con tal de que, confesados y verdaderamente arrepentidos, reciban la santa Comunión y recen con devoción según las intenciones de Su Santidad.

•    Se concede la indulgencia parcial a los fieles, dondequiera que se encuentren durante la mencionada Jornada Mundial, si al menos con ánimo contrito, elevan sus súplicas a Dios Espíritu Santo, para que impulse a los jóvenes a la caridad y les dé la fuerza de anunciar el Evangelio con su propia vida.

¿Qué son las indulgencias? (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1471 y siguientes)

•    La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos. 
•    Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos las indulgencias. 
•    Para entender esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia: 
o    El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la ‘pena eterna’ del pecado’
o    Por otra parte, todo pecado, incluso venial entraña apego desordenado y necesita purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la ‘pena temporal’ del pecado.

Condiciones para ganar las Indulgencias

•    Ser bautizado
•    Estar en estado de gracia
•    Tener la intención de obtener la Indulgencia

Cumplir con las demás condiciones que la Iglesia ha determinado para la Indulgencia que se desee obtener:

para Indulgencia Plenaria: estando arrepentido de los pecados, realizar la acción requerida para dicha Indulgencia (en este caso referida a la participación en la JMJ) y, además, hacer una confesión sacramental, recibir la sagrada comunión y rezar por las intenciones del Papa (un Padre Nuestro y un Ave María, por ejemplo). Finalmente, hay que estar libre de todo apego de pecado, incluyendo los pecados veniales.

para Indulgencia Parcial: estando arrepentido de los pecados y realizar la acción requerida para dicha Indulgencia (en este caso referida a la participación en la JMJ)