Combaten el sida con cine

De la mano de Loyola Productions, Incorporated

Los jesuitas de Zambia combaten el sida con cine

Producirán 20 historias narradas por estudiantes de las escuelas de la Compañía de Jesús en África.

Actualizado 9 agosto 2011

Jorge Enrique Mújica/ReL

¿Puede el cine ayudar a combatir el sida? Los jesuitas de Lusaka, en Zambia, quieren mostrar que es posible y para ello producirán 20 historias narradas por estudiantes de las escuelas de la Compañía de Jesús en África. La iniciativa se enmarca en el contexto de un concurso titulado «Películas de jóvenes por la vida y el amor contra el SIDA» y que se desarrolló el curso escolar pasado.

Según informaciones de L´Osservatore Romano (cf. 16.07.11, p. 7) el objetivo de ese concurso y de la producción de los 20 cortometrajes ganadores  es ofrecer a los jóvenes africanos de los centros educativos participantes «la posibilidad de entender y describir lo que esa pandemia significa en su vida y en la de sus amigos, de sus familias y comunidades».

Para el concurso «Películas de jóvenes por la vida y el amor contra el SIDA» se presentaron más de 50 proyectos.

Loyola Productions, Incorporated (LPI) es una productora sin fines lucrativos de la Compañía de Jesús. Además de producir programas y series de televisión, impulsa premiaciones de documentales, cortometrajes y películas que reflejan el empeño de los jesuitas en el campo de la justicia social y de la educación. Se puede visitar su portal y conocer parte de su trabajo en http://www.loyolaproductions.com.

Los últimos momentos de Sor Lucía de Fátima

Actualizado 8 agosto 2011

Los últimos momentos de sor Lucía (de Fátima) narrados por su superiora del Carmelo

Sor María Celina de Jesús Crucificado, del convento de Coimbra

    En el Carmelo de Coimbra (Portugal) sor Lucía siempre ocupó la misma celda, y «desde allí voló al cielo», escribió en su memoria su superiora, sor María Celina de Jesús Crucificado.

  Los numerosos invitados que acudieron en su día a la presentación del libro «L´ultima veggente di Fatima – I miei colloqui con Suor Lucia» («La última vidente de Fátima – Mis conversaciones con sor Lucía») –del cardenal Tarcisio Bertone, con el periodista Giuseppe De Carli; editado por RAI Eri – Rizzoli– pudieron presenciar, en exclusiva, la proyección de un video-reportaje sobre el convento de Coimbra donde vivió la religiosa.

 

   Ingresó en él en 1941. Desde 1950 pasó a formar parte establemente de la comunidad, habiendo profesado el 13 de mayo del año anterior. Tomó el nombre de Sor María de Jesús y del Corazón Inmaculado. En la clausura se ocupó de distintos encargos.

   Realizado por Elena Balestri y De Carli, el reportaje televisivo va mostrando los escenarios que tantas veces recorrieron los ojos de la vidente de Fátima, y relata que amaba rezar el rosario, y que trabajó hasta que los dedos, deformados por la artrosis, se lo hicieron posible.

   Para millones de devotos de Fátima, los lugares donde Sor Lucía pasó casi 57 años «son misteriosos; en televisión –comentan los realizadores– vimos a la vidente de Fátima con ocasión de las peregrinaciones de los Papas, Pablo VI y Juan Pablo II, y su última aparición es de octubre de 2000, mientras reza desde el coro del convento una decena del Rosario en conexión con la Plaza de San Pedro».

   De ahí el carácter ciertamente excepcional de la filmación que, «gracias a la Santa Sede, realizó un equipo en el convento de Coimbra», observan.

   El convento, el claustro, el jardín, la imagen de la Virgen a cuyos pies se sentaba, un pasillo al que se asoma la celda de Sor Lucía. El espectador puede contemplar estos lugares. La comunidad religiosa ha decidido dejar la celda de Sor Lucía abierta, como si estuviera presente. En la puerta cuelga la inscripción: «Corazón inmaculado de María. Mi corazón inmaculado será tu refugio».

   En el interior de la estancia se conserva el lecho donde murió, con una fotografía que la muestra abrazada a la superiora. Sostiene en su mano el mensaje de Juan Pablo II de consuelo y de cercanía espiritual en su enfermedad; también se ve un corderito de peluche, regalo de un sacerdote italiano.

   Completan la celda imágenes de los tres pastorcillos y de la Virgen, una butaca, la silla de ruedas, un sencillísimo escritorio con los diccionarios que consultaba a diario mientras escribía, un rosario, un altavoz gracias al cual seguía la misa y los momentos de oración comunitaria.

   Superiora de Sor Lucía durante seis años –la última por orden de tiempo–, Sor María Celina recibió al equipo televisivo, junto a Sor María del Carmen, hermana de comunidad de la vidente de Fátima durante 52 años. De hecho ésta acompañó a Sor Lucía a Fátima el 13 de febrero de 2000 por la beatificación de sus primos Jacinta y Francisco, una celebración que presidió Juan Pablo II.

   De las conversaciones con las dos religiosas anfitrionas se desprende, en el reportaje, la vida de recogimiento de Sor Lucía, de soledad y silencio, apartada de la curiosidad de la gente: «en el exterior, como todas, en el interior como ninguna».

   «Cuando ingresé, tardé ocho días en reconocer a Sor Lucía» –recuerda Sor María del Carmen–; «una hermana me dijo: «Madre, ¿si te llevara un trozo de pan que comer por la noche?». Y me dije que con seguridad no podía ser aquella. En cambio lo era».

   Recuerdan los realizadores en el reportaje que uno de los últimos pensamientos de Sor Lucía fue para el Santo Padre, que en Roma estaba internado en el Policlínico Gemelli; la vidente ofreció sus sufrimientos por él.

   Ofrecemos la traducción del diálogo mantenido en el reportaje con la superiora de sor Lucía.

–¿Vio más veces a la Virgen María sor Lucía?

Sor María Celina: No hablaba fácilmente de esto. En los últimos años, en cambio, relataba la extraordinaria experiencia de 1917. Pero no decía «yo», sino «los pastorcillos»: se refería siempre a ellos. La imagen de Nuestra Señora no era como ella la deseaba. A veces le parecía fea, no se correspondía a la precisión de su recuerdo, no era la que el artista había plasmado a partir de su descripción. Es un poco lo que le ocurrió a santa Bernadette.

–Y a quien hablaba de un cuarto secreto, de un secreto no desvelado, ¿qué le respondía sor Lucía? 

Sor María Celina: Que nunca están satisfechos; que cumplan lo que pidió la Virgen, que es lo más importante. Cuando alguno observaba: «sor Lucía, dicen que existe otro secreto…», ella miraba irónicamente. «Si existe –rebatía– que me lo cuenten. Yo no conozco otros».

–¿Cómo era Sor Lucía como religiosa?

Sor María Celina: Era una persona que emanaba alegría. Viví con ella 28 años y noté que era una persona que cuanto más avanzaba en edad más reencontraba una infancia evangélica. Parecía de nuevo la niña que en la Cueva de Iría había tenido las apariciones. Cuanto más pesado se hacía el cuerpo, más ligero se hacía el espíritu.

–¿Se apagó poco a poco, casi dulcemente? 

Sor María Celina: Cuando tuvo necesidad de ayuda, pusimos su cama en el centro de la celda y todas nosotras alrededor, junto al obispo de Leiría-Fátima. Yo estaba de rodillas junto a ella. Sor Lucía miró a todas y al final me miró a mí la última. Fue una mirada larga, pero había en sus ojos una luz profunda que llevo en mi alma.

–¿La siente aún cercana? 

Sor María Celina: Le rezo siempre y sé que ella ruega por nosotros. Hay cosas que no necesitan palabras: basta un gesto, un pensamiento. Antes Sor Lucía tenía problemas de oído. Ahora ya no. Ahora entiende todo hasta sin palabras.

 www.youtube.com/watch

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com

Obligada a prostituirse

Lek, una adolescente que fue vendida para prostituirse y que ahora es monja católica

Lek acababa de cumplir catorce años cuando llegaron a su casa las «señoras pescadoras» de Bangkok. Hablaron con su padre y llegaron a un acuerdo: le darían mil dólares para que Lek les acompañase hasta la capital donde le enseñarían un «oficio».

Actualizado 9 agosto 2011

Mónica Vázquez/ReL

Era un buen pacto para una familia que vive en una de las zonas más pobres de Tailandia. Pero cuando llegó a Bangkok se dio cuenta de que no existía ese trabajo. Sola en una ciudad de 8 millones de habitantes, sin conocer el idioma, pues hablaba un dialecto, y con su familia a miles de kilómetros, Lek era obligada a prostituirse.

Pero Lek no se resignó a su destino. Su hermana, que se encontraba en el centro de formación profesional católico «Baan Marina», dirigido por las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y María, se convirtió en su única posibilidad de salvación. No sin dificultades, se puso en contacto con ella, quien contó a las hermanas su situación.

La única manera de salir de la prostitución pasaba por devolver la cantidad que habían dado por ella a su familia, más los gastos que había ocasionado por el alquiler de la habitación donde dormía y otras cantidades en concepto de manutención. Una «deuda» imposible de satisfacer con su escaso «salario» como prostituta.

Las Misioneras lograron pagar esa cantidad y consiguieron la libertad para Lek, que ingresó en la casa de «Baan Marina», donde, ahora sí, podría aprender un oficio, en este caso de modista. Con ella hicieron una pequeña excepción, pues todavía no había cumplido los quince años que las hermanas piden para el resto de la chicas.

Descubrir la vocación

Los seis años que Lek pasó en el centro le sirvieron para aprender corte y confección, pero también recibió una formación integral en otros aspectos como los derechos humanos, la autoestima o los primeros auxilios. Pero lo que más cambió su vida fue el conocer una fe distinta a la budista que ella profesaba.

Una fe en Cristo, que había movido a las hermanas a ayudarla a ella y a otras muchas chicas .Le llamó la atención el trabajo y la dedicación de las Misioneras y decidió bautizarse. Durante un tiempo colaboró con las hermanas como profesora y también como catequista de otras chicas que se convertían al catolicismo. Pero su inquietud fue más lejos,y le llevó a conocer diferentes órdenes religiosas católicas hasta que encontró la que más encajaba con su carisma.

Hoy, más de veinte años después de aquella experiencia de infierno en Bangkok, es feliz en esta orden, que las Misioneras no han querido revelar para preservar su intimidad. No guarda rencor a su familia, sabe que, como ella, fueron engañados. Reza por ellos. El caso de Lek es uno de los más llamativos porque reúne una buena parte de los problemas que en estos momentos sufren las mujeres tailandesas. A la lacra de la prostitución, que afecta a más de 50.000 niñas menores de 15 años, se suma el fantasma del sida, la principal causa de mortalidad en el país, y el consumo y tráfico de drogas.

La labor de «Baan Marina»

La promoción de las jóvenes más desfavorecidas que evite historias como la de Lek, llevó hace treinta y ocho años a la creación del hogar «Baan Marina» (casa de María) en la ciudad de Chiang Mai, al norte de Tailandia. Más de dos mil jóvenes, provenientes de ambientes rurales y pobres, han obtenido formación y empleo como modistas gracias a la labor de las Misioneras de Sagrado Corazón de Jesús y María que regentan este centro.

«Estamos realizando una verdadera promoción integral y de evangelización de todas estas jóvenes que pertenecen a distintas creencias religiosas», comenta una de las religiosas. En la primera fase del proyecto, que dura dos años, las jóvenes reciben formación académica correspondiente a la enseñanza primaria tailandesa y además se les da una formación específica en patronaje y confección, para que al finalizar sus estudios puedan ser contratadas por las empresas textiles de la ciudad o crear ellas mismas cooperativas.

En la segunda fase, las jóvenes obtienen un trabajo en una de estas empresas, donde adquieren experiencia laboral. Durante este tiempo siguen vinculadas con «Baan Marina» que les asesora jurídicamente y evita cualquier abuso por parte de los empresarios, más comunes en su caso por ser mujeres y pertenecientes a minorías étnicas.