Vuelvo de Medjugorje

Actualizado 10 julio 2011

En mi post anterior deje que me marchaba a Medjugorje, y que contaría como ido todo por allí. También dije a mis lectores que rezaría por ello. Y lo he cumplido. Y debo decir que la nueva experiencia ha sido muy positiva.

Hace ya nueve años que visito aquel lugar mariano de la antigua Yugoslavia, en Bosnia-Herzegovina. Hace treinta años que el día 24 de Junio, fiesta de San Juan Bautista, allí ocurrió algo sobrenatural. Un grupo de seis niños y  niñas normales de aquel pueblecito escondido entre montañas, dijeron que se les había aparecido la Virgen en un montículo cerca de sus casas.   Nadie los creía, pero la Virgen los citaba para el día siguiente. Los niños, entre expectantes y temerosos, acudieron a la cita. Y la Virgen María los fue instruyendo en el amor a Dios y en la necesidad de orar por la Iglesia y el mundo. Aquel fenómeno trascendió, y la gente acudía en masa al monte de las apariciones. Todo ello suponía un peligro serio debido a que el régimen político de Yugoslavia era comunista y ateo militante. Empezó para los niños un verdadero calvario por la intervención de la policía y del ejército. Pero ellos seguían diciendo con toda firmeza que la Virgen se les aparecía cada día.

El párroco, P. Jozo, estaba muy preocupado. El pueblo y la Parroquia corrían serio peligro. El no sabía si los niños decían o no la verdad, pero los defendía. Pidió una señal a la Virgen para saber a qué atenerse. Y un día, estando rezando con la gente el Rosario en la iglesia parroquial, la Virgen se apareció en el presbiterio. Desde entonces el P. Jozo se convirtió en el mayor defensor de la verdad de los niños y de los mensajes que la Virgen les estaba transmitiendo.  Esto le costó dieciocho meses de cárcel.

A los niños los sometieron a toda clase de pruebas psicológicas y médicas. Los niños estaban sanos y nada hacía sospechar que sus afirmaciones eran cuentos y fábulas infantiles. La Virgen María acompañó todo su proceso de educación en la fe visida desde el corazón, con signos físicos y espirituales que nadie se explica. Un sacerdote español que regenta una parroquia cerca de Roma fue a Medjugorje y compró una imagen de la Virgen. La pudo en una hornacina en el atrio de la Iglesia protegida con un cristal, y a los pocos días aquella imagen comenzó a llorar lágrimas de sangre. Intervino el Obispo que la hizo encerrar en una caja fuerte. A los tres días abrió la caja en presencia de sus colaboradores y la imagen seguía llorando sangre. El fenómeno trascendió llegando hasta el Vaticano. Y así muchos casos inexplicables, como curaciones de enfermos incurables, fenómenos naturales inexplicables y, sobre todo, miles de conversiones de gente de todo el mundo. De esto soy testigo yo.

La Iglesia es muy prudente y no se define sobre el particular. El Papa Juan Pablo II dijo el Medjugorje era el confesionario del mundo, y que si él no fuera Papa iría allí a confesar. Benedicto XVI anima a que vayan los fieles acompañados de sacerdotes. Y ha nombrado una importante Comisión de teólogos, juristas y expertos en estos temas para que estudien el caso y, en su día, den su autorizada opinión. Todo hace pensar que hasta que no cesen las apariciones y los mensajes por que lo decida la Virgen o porque mueran los videntes, la Iglesia no emitirá su juicio sobre el caso. Hay que tener en cuenta que la Iglesia no canoniza a nadie mientras viva, sino una vez muerto y comprobado que nada dijo ni hizo contra la fe cristiana. 

En estos días he participado en el Retiro mundial de sacerdotes sobre el tema “El sacerdote y el Sacramento de la Confesión”. Lo dirigió un profesor de la Universidad católica del Zagreb. Muy positivo. Estábamos cuatrocientos sacerdotes. El grupo de cuarenta laicos que me acompañaban tuvieron su programa especial. Y sobre todo destacaría alas horas de oración, de adoración, de celebración eucarística y de convivencia que hizo posible que todos descubrieran la importancia de vivir el amor a Dios y al prójimo con todo el corazón.

Yo no me defino sobre la autenticidad de lo que allí ocurre. Someto mi juicio al dictamen de la Jerarquía, pero todo hace pensar que allí la Virgen está llevando un “plan pastoral” muy serio para millones de personas, y con frutos abundantes. ¿Qué es lo que la Virgen sugiere para nuestra vida espiritual? Cinco cosas muy sencillas: oración, confesión, eucaristía, lectura de la Palabra de Dios, y ayuno.  Todo muy normal, pero hay que hacerlo con corazón y constancia.  Que Ella nos siga ayudando, que falta nos hace.

Estoy seguro que la Virgen se está manifestando en otras partes del mundo, entre ellas España. Hay que aprovechar lo que nos ofrece para nuestro bien, y que cada uno ponga los medios para enriquecerse espiritualmente y hacer el bien a todos.

Juan García Inza

«Jesús, mi médico, me curó»

Lleva 16 años sin probar el alcohol

Era alcohólico, perdió a su familia y trabajo, enfermó gravemente y «Jesús, mi médico, me curó»

Cayó en un gran pozo del que humanamente era difícil salir y Dios lo rescató con todo su poder.

Actualizado 9 julio 2011

ReL

ReL publica el testimonio sobrecogecor de José Antonio, natural de Barcelona, en dónde cuenta una vida plagada de dificultades provocadas, en gran parte, por su adicción al alcohol. Éste testimonio fue ofrecido en un grupo de la Renovación Carismática Católica.

Adicto al alcohol

«Tenía un buen empleo, una familia y no me daba cuenta de que cada día necesitaba beber más para desarrollar mi trabajo. Lo que empezó como eso que llaman “bebida social”, terminó haciéndome esclavo de la barra de los bares. Me parecía que si dejaba de beber sería incapaz de hacer las cosas más sencillas, que la vida no tendría ningún sentido y que aquello de tomar copas era parte consustancial a mi existencia.

Un infierno en el hogar

»La convivencia matrimonial se fue deteriorando, no en un día, si no a lo largo de interminables meses; la falta de respeto a la vida familiar, mis continuas discusiones y mis borracheras hacían de mi hogar un verdadero infierno.

»Trabajaba como jefe de área en una multinacional y mi tarea consistía en hacer visitas en el ámbito de gerencia. Naturalmente mis jefes se dieron cuenta de mi progresiva dependencia a la bebida y no tuvieron más remedio que cesarme en el puesto de trabajo. Yo, como casi todos los que beben en demasía, no me enteraba de la triste impresión que producía en los demás.

Al poco tiempo me abandonó mi esposa

»Durante un año estuve dando tumbos, emborrachándome de buena mañana y llegando a la noche en condiciones deplorables. Mi única ilusión era conseguir una botella de vino. La meta más importante de mi vida era conservar la borrachera y vivir entre los vapores del alcohol. Si alguien dice que la bebida ahoga las penas yo puedo asegúrale que no es así. Las penas y los problemas flotan en cualquier copa de vino.

Un pozo cada vez más hondo

Poco a poco fui perdiendo a los amigos. El desmoronamiento en el que estaba inmerso me hacía imposible el conseguir algún empleo. Es más, tampoco lo buscaba. La bebida tiene una tremenda capacidad para ocultarte el porvenir. Si hoy has conseguido tu ración diaria de copas el mañana no existe. Ante este engaño te despreocupas de las cosas más necesarias.

Sin luz, agua y teléfono

Un buen día me cortaron la luz por falta de pago. Al cabo de poco tiempo, el agua. Más adelante se llevaron el teléfono. Debía ya unos cuantos recibos del alquiler. A todo esto mi familia no sabía nada de mi situación y yo, por un falso orgullo mal entendido, no les pedí ayuda.

En mi casa andaba con velas y por la noche bajaba hasta la calle para llenar un par de cubos de agua en una fuente pública. Me acostaba pensando de dónde sacaría cien pesetas para conseguir un litro de vino peleón… Esa era la meta de mi vida, ninguna otra.

En un pozo muy hondo

Había perdido la familia, el trabajo, las relaciones sociales y el respeto a mí mismo. Y tengo que decir que no pisaba una iglesia desde hacía más de veinte años. Una noche llegué borracho a mi casa, como de costumbre. Encendí una de las velas y mirando a mí alrededor me di cuenta, por primera vez en muchos meses, de mi lamentable estado. Aquel día estaba desesperado. Tenía un crucifijo en mi habitación, lo miré y aquella noche me arrodillé y llorando le dije: “¡Si tú no me sacas de este pozo yo no puedo salir!”

Jesús te ama

Unos días más tarde, mientras estaba en un bar de mi barrio, se acercó una mujer a la que conocía vagamente. Yo seguía tomando mis copas y ella, después de hablar de otras cosas, me dijo: “Jesús te ama”. Naturalmente me la tomé a broma. “¿Cómo puede Jesús quererme a mí, con la vida que llevo y riéndome de todas esas cosas de iglesia?”. Y pedí otra copa.

Conocer un grupo de oración

Nos fuimos viendo, ella hablándome de Dios y yo siguiendo con la bebida. Un día me habló de un grupo de oración, en una iglesia cercana; me invitó a conocerlo. Me negué en redondo. Pero otro día y algunos más, insistió. Al fin, para quitármela de encima y no parecer un maleducado, acudí a aquel grupo de oración de la Renovación Carismática Católica.

¿Están locos?

La primera impresión que saqué es que todas aquellas personas estaban locas. Levantaban las manos, cantaban. Pero algo había allí. La oración era sencilla pero directa. Parecía que el Señor estuviera sentado, acompañándoles, en cualquiera de aquellos bancos. Volví otras veces. En uno de aquellos días, intuyendo mi situación, se presentó en mi casa aquella mujer que me había invitado al grupo. Me traía comida. Naturalmente yo no había contado a nadie mi situación personal, pero no era difícil entenderla.

Conseguí un empleo

Empecé a trabajar en algunos empleos de corta duración y todavía seguía bebiendo. Algunos meses más tarde uno de los hermanos del grupo me proporcionó un empleo estable en un parking. En el grupo yo no abría la boca, no cantaba y me sentaba lo más cerca posible de la puerta…

No me había perdonado

Un día me confesé, después de tantos años. Pero no podía comulgar, no me había perdonado a mí mismo. Más tarde ya lo hice. Volví poco a poco a la iglesia, participaba un poco más en el grupo y mi vida iba normalizándose.

Volver poco a poco a la normalidad

Recuperé la luz, el agua, el teléfono y hasta me compré un coche de segunda mano… Pero todavía tenía el hombre viejo en mí. No había dejado totalmente el alcohol. Llevaba dos años trabajando cuando un día caí al suelo y no podía levantarme. Aquello pasó, pero unos días más tarde sucedió lo mismo. Me llevaron al hospital y después de una noche de exploraciones me dijo el médico de guardia: “Tienes un agujero en el pulmón como un puño, el hígado hecho polvo y una polineuritis”. Y se quedó tan tranquilo. Tenía, pues, una tuberculosis y todo lo demás. Cuando todo parecía que iba viento en popa llegaba la enfermedad. Estuve ingresado en el hospital en situación verdaderamente grave.

Pues, bien, le doy gracias a Dios por ello, porque me sirvió de palanca para dejar definitivamente la bebida y para ver la vida bajo otro prisma. Estuve casi siete meses sin poder andar, sentado en un sillón, viendo cambiar el color de las hojas de los árboles.

Gracias a la oración de los hermanos mi curación fue, según los médicos del hospital que me trataban, espectacular. La tuberculosis quedó completamente curada, la polineuritis ha desaparecido, ando perfectamente, y en los controles hepáticos todo es normal.

Siendo importante la curación física creo que lo más importante ha sido mi sanación espiritual, porque ésta trae como consecuencia la otra. Todavía me queda mucho camino por recorrer, pero después de mi experiencia del poder salvador de Jesús el camino se hace más fácil.

Dejé el alcohol

Hace ya dieciséis años que no pruebo ni una sola gota de alcohol. Y no es mérito propio. El Señor quiso que pudiera entrar en todos los bares del mundo sin que me apeteciera tomar una sola copa. Y sigo en el Grupo de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de Barcelona, en el Santuario del mismo nombre, y veo que el Señor actúa en nuestras vidas diariamente, en las pequeñas cosas, como un amigo al que siempre se puede acudir.

Jesús es mi médico

Éste es mi testimonio, para mayor gloria de Dios. El Señor está vivo entre nosotros y a Él le debo que me sacara del pozo en el que había caído. Y animo a los que tengan problemas con la bebida a que acudan al médico que puede curarles: Jesús.

Testimonios de Medjourge

Testimonio de Nikola Djukic

Mi nombre es Nikola Djukic. Soy serbio, tengo 31 años y tantos de ellos, vividos en las tinieblas. Sin embargo, hoy puedo afirmar que tuve la suerte de ser drogadicto. Y digo suerte, porque Dios se valió de esta oscuridad, para acercarse a mí cuando ya nadie más lo hizo.

Crecí en una familia donde nunca me faltó de nada. De nada salvo Dios.

Mis padres eran jóvenes, por lo que yo pasaba mucho tiempo con mis abuelos. Es así como yo, a diferencia de aquéllos chicos de mi generación, obtuve un nivel más holgado de “libertad”.

Como chico avispado, supe sacar siempre provecho de esta situación y de esta manera, adelantar el momento de comenzar a salir a la calle, de volver tarde a casa, de entrar en las discotecas, de conocer la vida de la noche.

Al principio, esto me gustaba mucho. Este estilo de vida me hacía sentir diferente al resto. Tenía 14 años y dentro de mí, como todos los niños, tenía miedos e inseguridades. La diferencia era, que todo ello lo escondía detrás de máscaras que me hacían aparentar ser otro. La primera vez que probé la droga, todos esos miedos, desaparecieron y yo era el “hombre” que anhelaba ser. Pensaba que había encontrado la solución a todos mis problemas, pero la droga es la mejor artimaña del Diablo, y como artimaña, te tima haciéndote creer que vuelas cuando lo único que haces es caer: crees que eres dueño de una libertad, cuando lo que sucede es que poco a poco te convierte en más esclavo de un “polvo” que acaba controlando tu vida.

Yo por este polvo, estaba dispuesto a todo: engañar, robar, mentir, traicionar.. y tantas otras veces, en las que sin querer, acababa debiendo hacerlo. Porque mi vida dependía de la heroína. Único pensamiento con el que acostaba, era cómo conseguir al día siguiente droga. Y con igual pensamiento me levantaba.

Pasaron los años. Probé a salir de esta esclavitud por mí mismo, con ayuda de mis padres, de mis amigos.. Pero no lo conseguí, porque siempre que dejaba la droga, quedaba un gran vacío dentro de mí. Un vacío que no conseguía rellenar con otras cosas, como el deporte, el trabajo.. Porque este tipo de vacío dejado por la droga, no se rellena con otra cosa que no sea más potente. Y no hay “droga” más potente que Jesús. Él es el único que puede rellenar el vacío después de la heroína y cocaína.

Cada vez que recaía, mi agonía era mayor y después de tantos engaños a mis padres y a mis amigos, quedé finalmente solo.

No tenía ganas de vivir. Mi vida había perdido todo sentido. El único sentido de vida era el de vivir para la droga. Así, comencé a tener incluso problemas con la policía y con la gente que había engañado por dinero.

Debía escapar.

A través de un amigo, oí de una comunidad en un pequeño pueblo de Bosnia-Herzegovina, llamado Medjugorje. Lo único que me dijo fue: la comunidad se llama Cenáculo y en ella te acogerán. Sin pagar nada, podrás estar cuanto quieras, comerás y te darán de vestir. A cambio sólo tendrás que trabajar un poco.

Lo que me dijo, bastó para convencerme. Y así, emprendí el viaje desde Serbia a Medjugorje, pensando encontrar un lugar donde esconderme durante un tiempo, hasta que las aguas se calmaran.

Al llegar a Medjugorje, vi gente de todas los países. No entendía nada. Me preguntaba: “Pero ¿qué sucede aquí?”. Ya en la Comunidad, los responsables me informaron de que podía quedarme, pero que existían algunas reglas a respetar: “Aquí no se fuma, no se bebe, no tendrás teléfono, no hay periódicos, no hay televisión, ni radio, ni chicas.” – “Pero ¿Qué es lo que hay entonces?” (les dije). Como respuesta, una sonrisa y un: “Tienes a la Gospa (Virgen)”

Dentro de mí, pensé: “Éstos, no están bien de la cabeza, qué tendrá que ver Jesús y la Virgen con los drogadictos”. Gracias a Dios, no tenía elección: no podía regresar a Serbia. Acepté, dejando claro de antemano que sólo estaría un mes.

La vida en la Comunidad no era nada fácil. Para empezar, nada más llegar me dieron un “Ángel de la Guarda”, que era un chico más veterano en la Comunidad y que tendría la responsabilidad de guiarme en el manejo de este nuevo estilo de vida. Era una chico, que se pasaba las 24 horas conmigo. Lo primero que le comenté fue que al respecto de rezar: a mí no me interesaba nada. No quería rezar. Él me respondió que no había ningún problema. Por las mañanas al levantarnos, mientras los demás fueran a la capilla a rezar, yo y mi ángel, iríamos a trabajar directamente.

Como mi entrada en la Comunidad, fue en el inicio del invierno, el tiempo por entonces era muy frío. Así que tras mis primeros quince minutos de trabajo, le rogué a mi ángel ir a la capilla a rezar, pues así al menos estaríamos bajo techo. Éste fue mi primer encuentro con Dios en la capilla, con la oración. No porque quisiera, sino por frío.

Así, poco a poco, comencé a entrar en la vida comunitaria, apreciando los valores de la vida que antes no valoraba: amistad verdadera, sinceridad, verdad y sobretodo el perdón.

Si cuando llegué, los chicos de la Comunidad, me parecían salidos de un psiquiátrico, al finalizar el día, no podía negar que tras toda una jornada de trabajo intenso, no había ni uno solo de ellos que no sonriera, que no reflejara con su mirada una felicidad para entonces inexplicable para mí.

Decidí quedarme en la Comunidad. Comencé a rezar y lo más fascinante de todo era que Dios me escuchaba. Hasta hoy, todo aquello que le he pedido con pureza de corazón, Él me lo ha dado.

Después de tantos años de tristeza, también yo comencé a sonreír, a apreciar el don que es la vida y la oportunidad que Dios me ha regalado.

A día de hoy sólo puedo dar las gracias, porque Dios a través de la Virgen y de la Comunidad Cenáculo, me ha dado la vida que siempre había anhelado.

Estuve más de cinco años en la Comunidad, donde conocí a mi mujer, Irene, dando testimonio para un grupo de españoles, de entre los cuales estaba ella.

Hoy vivimos en las Islas Canarias, lejos físicamente de Medjugorje, pero ello no quita para que sigamos viviendo “Medjugorje”.