La verdadera naturaleza del Camino de Santiago

Verdades olvidadas

La verdadera naturaleza del Camino de Santiago sorprenderá a los amantes del esoterismo

Parecería que está todo dicho sobre la ruta jacobea, pero en una guía sorprendente, José Antonio Ullate redescubre su identidad.

Actualizado 14 mayo 2011

Carmelo López-Arias/ReL

Hasta ahora había tres tipos de guías para hacer el Camino de Santiago. Las más apropiadas inciden en la devoción y la espiritualidad que deben animar al peregrino en su esfuerzo por la santidad. Otras acercan al caminante la impresionante riqueza histórica, monumental y natural que implica el recorrido en cualquiera de sus vías tradicionales (francesa, de la plata, etc.). Por último, están las que quieren ver en él un vademécum de todos los esoterismos, ya sean simbólicos, cosmológicos o telúricos.

Lo que se echaba en falta era una guía que explicara la naturaleza carnal y sobrenatural, la esencia del Camino. Es la que ha escrito José Antonio Ullate Fabo, Guía católica para el Camino de Santiago (Gaudete). Y sorprenderá sobre todo a los partidarios de esas interpretaciones de corte gnóstico, al explicar lo poco que tienen que ver esos fetichismos con la doble realidad, natural y sobrenatural, de la Ruta Jacobea. Pero también a quienes consideran que lo esencial es la búsqueda subjetiva de la transformación interior, aunque sea dentro de los cánones de la más estricta ortodoxia.

A ver y rezar a Santiago

«La esencia del Camino es ir a ver a Santiago y pedir su intercesión», explica Ullate, quien en este libro defiende la santidad objetiva del Camino: «No se trata de una acción neutra que me santificará si yo estoy en una buena disposición subjetiva. Si así fuese, el Apóstol se convertiría en una mera excusa para mi transformación interior. Es al revés: justo porque Santiago es un poderoso intercesor, y justo porque la Providencia decidió que reposara allí, hay que ir allí y no a otro sitio. Sólo entonces, y mediando por supuesto mi buena disposición, tendrá un efecto santificador que es propio y específico».

Es decir, hay que tener clara la contraposición entre la hipótesis moderna de que el Camino es algo neutro que se hace bueno o malo dependiendo de las intenciones, de los aportes subjetivos de cada cual, frente a «la santidad objetiva de la peregrinación, cuya lógica interna santifica, atrae hacia la gracia. El Camino es santo en sí mismo y santifica si no nos resistimos a ello», insiste Ullate.

El autor de esta Guía católica para el Camino de Santiago lo ha hecho en cinco ocasiones, pero no descubrió estas verdades sino mucho tiempo después, con la reflexión posterior. Y, tras siete años dándole vueltas, decidió plasmarlas en unas páginas radicalmente novedosas… aunque no hacen sino recordar algo que estaba muy claro para los antiguos peregrinos, pero que queda hoy muy desdibujado.

«La peregrinación a Santiago, si se la entiende bien, es una práctica muy apropiada para el hombre moderno, porque rompe con nuestra forma mentis habitual y resulta por tanto higienizante», afirma Ullate. El error contemporáneo consiste en separar el orden natural y el orden sobrenatural, tanto para quedarse con los aspectos puramente turísticos, sociales o deportivos del Camino, como para reducirlo a una fórmula pietista en la que todo lo no espiritual debe ser desterrado.

Lo esencial es lo objetivo

Ni una cosa ni otra: «La opulencia de frutos naturales del Camino», explica a preguntas de ReL, y que van «desde la revitalización de los sentidos y la sorpresa ante lo creado a la propensión a la amistad, pasando por el hecho psicológico de que al cambiar de actividad la atención se despeja», no debe ser negada, sino aprovechada, pero para su recto fin, en la perspectiva católica de que el orden natural está ordenado al sobrenatural.

«El Camino tiene una analogía con los sacramentales. Hay sacramentales-cosa y sacramentales-acción. La Ruta sería algo semejante a éstos: su existencia está en el actuarse, pero no es el actuarse lo que santifica, sino el ajustarse a una regla. No es mi intención al hacerlo la que santifica el Camino. La santidad objetiva del Camino es someterme a una regla que no me he dado yo a mí mismo», añade el autor.

Su libro va aplicando esta idea acompañando al peregrino desde que comienza a preparar la marcha, y la apoya con historias (ultreyas) propias, ajenas o tradicionales de sucesos acontecidos a lo largo de los siglos, o en su misma experiencia.

No somos ángeles

Pero ¿no es ésta una disquisición puramente teórica?, le preguntamos. «No, porque si comprendemos que el Camino es una obra externa, corporal, que por sí misma está ordenada a la vida sobrenatural, no nos centraremos tanto en cuestiones importantes, pero accesorias (nuestra santidad, nuestra transformación interior), como en la cuestión principal: ir a Santiago a pedir la intercesión del Apóstol. Haciendo eso, cumplimos el fin de la Iglesia. En todas las acciones de la Iglesia, el medio contiene el fin y contiene la intención. Quien llega a Santiago cumple el fin y, si no ha puesto obstáculos a la gracia, verifica la intención correcta. Llegar a Santiago es lo que santifica».

«No somos ángeles», concluye Ullate: «Dios crea hombres y salva hombres, y los salva al modo humano, y hay que respetar la humildad del medio, ese caminar penitencial, aunque gozoso a la vez. No tengo que levantarme en cada etapa del Camino e intentar verificar si se operan cambios en mí. Sólo tengo que pensar en llegar, y eso será lo que me santificará».

Objetivo: la Puerta Santa

Y es que «hoy tendemos a ver la santidad subjetiva desligada de la santidad objetiva de la Iglesia, cuando todos los santos entendieron siempre que son las obras encarecidas por la santidad institucional de la Iglesia las que nos salvan».

El Camino no era una excepción y así lo entendían los primitivos peregrinos. Esa verdad, tan sencilla, aparece en ocasiones enterrada bajo inmejorables intenciones y cosas «que son todas buenas en sí, como preparar espiritualmente cada jornada, pero que no deben enmascarar la realidad: el fruto sobrenatural se obtiene porque cruzamos la Puerta Santa».

Alexia, una adolescente santa de hoy

Actualizado 16 mayo 2011

Fui a ver la película ALEXIA. Un documental muy bien hecho. Me gustó su forma de presentar una vida santa normal, de los tiempo modernos, pero con los ingredientes de siempre: el amor a Dios y a su Santa Voluntad.  Uno termina de ver la película con la santa envidia de tener el espíritu de aquella chiquilla. Los momentos más duros lo pasó en la Clínica Universitaria de Pamplona. Me trajo bonitos recuerdos de mis años de Capellán de la misma, en la que fui testigo de otros muchos santos de hoy que allí trabajaron, sufrieron o murieron en paz.

Traigo aquí el testimonio del Dr. Aurelio Chamorro, que la trató en su momento en aquella Clínica y hoy es Jefe de Cirujía del Hospital de Caravaca de la Cruz en Murcia. Lo publicó el diario La Verdad de Murcia

-¿Cómo fue su encuentro con Alexia?

-Conocí a Alexia el mismo día de su llegada a Pamplona, en el mes de junio de 1985; me crucé con ella por un pasillo, iba en silla de ruedas y al verla quedé impresionado por su serenidad, por su simpatía. Tenía dificultades de movilidad, una grave enfermedad pero en su cara destacaba una gran sonrisa, ¡estaba contenta! Con Alexia se inició un trato que iba aumentando día tras día.

-Usted colaboró en su tratamiento.

-Al día siguiente de conocerla fui requerido para colocarle un reservorio subcutáneo, que facilitara el acceso a vías venosas y la administración de los fármacos de quimioterapia. Acudí a su habitación para informarle de los pormenores de esa pequeña operación, y desde el principio encontré en ella una madurez impropia de su edad.

-¿Alexia conocía la gravedad de su enfermedad?

-Era plenamente consciente, no la tenían engañada; a pesar de su edad se enfrentaba a todo con una gran madurez. Le dijeron que tenía cáncer de hueso. En un primer momento le dijo a su madre: ´¡mamá, tengo miedo!´, pero lo expresó con tranquilidad, aceptando el sufrimiento y enseguida le recordó a su madre que de pequeña, en la iglesia, le había dicho a Jesús muchas veces: ´que yo haga siempre lo que tú quieras´.

-¿Cómo era la relación de Alexia con sus familiares, con el equipo médico, con las personas de su entorno más próximo en la clínica?

-Era un encanto, jamás la escuché quejarse. Cuando veía a su madre preocupada le decía: ´No te preocupes, yo estoy contenta´, queriendo quitarle el peso que en ese momento podía sentir. Tenía una especial facilidad para interesarse por las cosas de los demás, era muy sensible a sus problemas. Estaba al tanto de la evolución de todos los niños que había en su planta, se interesaba por nosotros, por los médicos. Si se enteraba de una necesidad, de una dificultad, enseguida lo apuntaba para que no se le olvidase rezar por esa intención en sus oraciones; ´no quiero que se me olvide nada´.

-Usted participó en el tribunal eclesiástico que inició la causa del proceso de beatificación, ¿cuál fue su aportación?

-Fui llamado como testigo. Durante los seis meses que Alexia estuvo en la clínica mi relación con ella y con toda su familia había ido creciendo; mis visitas diarias, cada vez que encontraba un hueco en el trabajo, me llevaron a integrarme, como un miembro más, en su familia. De este modo, al tiempo que aumentaba mi cariño hacia ella, me convertía en testigo de su progreso espiritual. Lo más llamativo de todo es que no había nada llamativo; todo a su alrededor era sencillo y normal. No resultaba difícil servir a Alexia porque era muy agradecida y sufrida.

-¿Ha visto la película?

-No, estoy deseando verla; sé que se ha recogido mucha documentación, que se ha hablado con la familia y que no está realizada con fines comerciales. La intención al realizarla es dar a conocer la historia real de Alexia y en esta historia, habrá una parte que también, de alguna manera, es historia mía. Cuando vi la película de Fesser, me dio pena. Entonces se utilizó una historia con mucha carga emocional pero no hubo fidelidad con lo que había ocurrido realmente, no hubo contacto con la familia, ni con otros testigos, de alguna forma se distorsionó la realidad. Yo, que conocí personalmente a Concha, la madre de Alexia, puedo afirmar que la imagen que se da de ella no se corresponde con la realidad. Esta sí que será la verdadera historia de Alexia.

Fuente: http://www.laverdad.es/murcia/v/20110513/cultura/alexia-tenia-gran-sentido-20110513.html

            No tengo nada más que añadir, solo invitar al lector a que vea la película, y que consulte estos vídeos que recogen escenas de su vida:

 www.youtube.com/user/alexiagonzalezbarros

Juan García Inza

La fe movió a los héroes del convento

Daños colaterales del terremoto de Lorca

Dos vecinos de Lorca, Ginés y Tomás, arriesgan sus vidas por salvar el patrimonio del convento de las clarisas

Actualizado 16 mayo 2011

Luis de Vgea/ABC

«Se han quedado enterrados Santa María Magdalena, San Francisco, San José y el Crucificado. Santa Clara se quedó justo encima de los escombros y hemos salvado a Santa Ana, a la Inmaculada, a Santa Teresita y al Corazón de Jesús». La hermana Isabel Teresa da el parte de víctimas del terremoto delante de los restos del convento de las Clarisas de Lorca.

Las monjas presenciaban el miércoles cómo se apuntalaba la iglesia tras el temblor de las cinco cuando la tierra empezó a moverse dos horas después con más fuerza. Todo se vino abajo y algunos ya piensan que fue un milagro que no muriera nadie en el convento. «¡Señor, aquí estamos para sacarte!», dijo Ginés Orenes, un vecino de Lorca que, empujado por la fe e ignorando el peligro, se puso de inmediato a retirar cascotes con ayuda del constructor Pascual Mora. Su objetivo era recuperar el sagrario.

Las hermanas seguían preocupadas, cuenta Orenes. Faltaba la custodia. «Al día siguiente regresé, volví a meterme entre las piedras y la encontré casi intacta». ¿Y la Inmaculada? La imagen de Roque López, conocido discípulo de Salzillo, también seguía sepultada. Para Orenes y Mora era una empresa imposible. «Señor, mándame a tus ángeles que con esto no puedo. Y llegaron los bomberos».

El Vaticano, informado

La hermana Isabel Teresa, que acaricia con cariño los dedos mutilados de Santa Clara, recuerda cómo uno de los bomberos estaba «cagaico» ante el peligro que suponía el rescate de la Inmaculada, pero finalmente la sacaron con algunos rasguños.

Ninguna de las diez clarisas resultó herida, pero el edificio ha sufrido daños irreparables. Las cinco mayores han sido trasladadas al convento hermano de Santomera, también en la región murciana, y el resto se han instalado en un edificio adyacente para convivencias inaugurado dos semanas antes del seísmo. Allí, en una sala habilitada como oratorio ofrece la primera misa dominical tras la tragedia el obispo de Cartagena, José Manuel Lorca, que ya ha informado al Vaticano del desastre que ha supuesto para los templos el seísmo. Hay varias cuentas bancarias abiertas en la página web de la diócesis.

Medio centenar de feligreses, Ginés Orenes y Pascual Mora entre ellos, asisten al acto y comparten bizcocho al final. La Inmaculada, Santa Ana, el sagrario y la custodia están felizmente presentes en la ceremonia. Santa Teresita permanece en la cocina.