Los milagros que no valen para la canonización

Actualizado 29 abril 2011

Por qué los milagros en vida de Juan Pablo II no servirán para su canonización

En un esclarecedor artículo Diana R. García B. aclara que los milagros en vida de Juan Pablo II, que fueron muchos, no valen para la canonización. Es a partir de la Beatificación cuando se abre un proceso nuevo, que requiere nuevas pruebas. Los milagros son los testimonios del mismo Dios a favor de un siervo muerto en olor de santidad.

Miles de milagros han sido informados al Vaticano 

Que Juan Pablo II vivió en la Tierra una vida de santidad, no nos cabe duda alguna. La vida del Papa se ha desarrollado ante los ojos de todos: «todo el mundo ha visto cómo ha muerto, todos somos testigos de sus virtudes heroicas», ha expresado el secretario de la Congregación para las Causas de los Santos, monseñor Edward Nowak. En palabras del cardenal portugués José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos, «con Karol Wojtyla la santidad se ha hecho universal» .

Durante la Misa exequial de Juan Pablo II decenas de peregrinos exhibieron grandes mantas en las que se leía: «Santo súbito», que significa «santo ya» o «santo de inmediato». Al terminar la homilía del cardenal Ratzinger, miles de fieles de todas las naciones comenzaron a corear durante largos minutos: «Santo, santo, santo». Este acontecimiento tiene gran relevancia, pues si bien la Iglesia no es una democracia —es el Señor es el que decide, no nosotros—, bien podría decirse que una canonización es el proceso «más democrático» que Dios se ha inventado.

Santo es todo aquel que ha llegado al Cielo, pero no a todos los santos se les conoce ni se les llega a iniciar un proceso para determinar sus virtudes heroicas. Para iniciar una canonización —en sentido literal canonizar significa incluir un nombre en el canon o lista de los santos— es indispensable que sean los fieles, y no las autoridades eclesiásticas, los que sean movidos por Dios para considerar que una persona fallecida es santa, y que respalden dicha reputación de santidad demostrándole veneración mediante oraciones, uso de reliquias, solicitud de favores divinos por su intercesión, etc.

Sin embargo, la simple aclamación popular no es suficiente para declarar santo a alguien. Hoy se necesita que hayan transcurrido cinco años de la muerte de la persona antes de que sus virtudes o martirio puedan discutirse de manera oficial en la Iglesia. Tal vez parezca mucho tiempo; pero hasta 1917 el derecho canónico exigía que pasaran por lo menos cincuenta años. Lo que se pretendía entonces y lo que se pretende ahora es asegurar que la reputación de santidad de que goza un candidato es duradera y no llamarada de petate.

Refiriéndose a la percepción general que se tiene sobre Juan Pablo II, el director de la publicación Palabra, José Miguel Pero-Sanz, dice: «Cuando la Iglesia, desde la cabeza hasta el último fiel sostiene que alguien es santo, eso es asistido por el Espíritu Santo». Pero no todos piensan igual. Juan María Laboa, jesuita y profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas, teme que las peticiones de los fieles para canonizar al recién fallecido pontífice hayan sido fruto del «ambiente sentimental y entusiasta» del momento. Sin embargo, hay que considerar que este presbítero tiene una visión muy peculiar del asunto al considerar que ser santo o beato «no tiene tanta importancia». Y tiene razón en cuanto a que los santos no tienen ninguna necesidad de ser venerados; como dijera san Pablo, ellos han corrido ya la carrera y ganado la corona. Pero los que sí tenemos necesidad de los santos como intercesores y, sobre todo, como modelos de vida cristiana, somos los que aún peregrinamos en el mundo.

Por eso para Juan Pablo II declarar santo o beato a un cristiano no era una bagatela; esto se lee en el número 37 de la Tertio millennio adveniente: «En estos años se han multiplicado las canonizaciones y beatificaciones. Ellas manifiestan la vitalidad de las Iglesias locales, mucho más numerosas hoy que en los primeros siglos y en el primer milenio»; son «demostración de la omnipotente presencia del Redentor mediante frutos de fe, esperanza y caridad en hombres y mujeres de tantas lenguas y razas, que han seguido a Cristo en las distintas formas de la vocación cristiana».

Para que alguien sea declarado beato se requiere la realización de un milagro mediante su intercesión, y otro más antes de ser declarado santo. Un milagro, subraya el cardenal José Saraiva Martins, «es el sello con el que Dios garantiza que una persona está con Dios y que Dios está con esa persona, en comunión». Monseñor Di Ruberto, subsecretario de la Congregación para las Causas de los Santos, agrega que «es de importancia capital conservar la necesidad de los milagros en las causas de canonización porque constituyen una confirmación divina de la santidad de la persona invocada, al margen de posibles errores humanos», y es que «nosotros podemos equivocarnos, engañarnos; los milagros, en cambio, sólo Dios puede realizarlos, y Dios no engaña».

La lista de milagros atribuidos a Juan Pablo II es muy extensa. No cientos sino miles de ellos fueron informados a la Santa Sede inmediatamente después de que falleciera el Papa, y las nunciaturas apostólicas —la de México, por ejemplo— tienen en sus libros de visitas una buena cantidad de testimonios. Sin embargo, se trata básicamente de curaciones sobrenaturales ocurridas en vida del pontífice. Al respecto advierte Darío Chimeno, director de la revista Mundo Cristiano: «Los milagros en vida no sirven para nada», sólo para ratificar su fama de santidad. Y es que una canonización es un ejercicio estrictamente póstumo. La buena noticia es que la cuantificación de los milagros tras la muerte de Juan Pablo II comenzaron la misma noche de su fallecimiento; ahora sólo falta estudiarlos.

Además, con la dispensa de Benedicto XVI, ya no será necesario esperar hasta el 2010 para comenzar el proceso de Juan Pablo II. Monseñor Nowak se siente optimista, y no descarta la posibilidad de que en unos seis meses, durante el Sínodo de los Obispos de octubre, Juan Pablo II puede ser proclamado santo.

Algunos milagros papales «inservibles» 

* El cardenal Francesco Marchisano, días después de la muerte de Juan Pablo II, testimonió: «Yo había sido operado de las carótidas y, por un error de los médicos, la cuerda vocal derecha había quedado paralizada, obligándome a hablar casi imperceptiblemente. El Papa me acarició el lugar de la garganta donde había sido operado, diciéndome que había rezado por mí. Después de algún tiempo volví a hablar regularmente».

* El secretario personal de Juan Pablo II, Estanislao Dziwisz, contó hace tres años que en 1998 un conocido suyo le pidió que permitiera a un amigo estadounidense muy rico y enfermo de cáncer asistir a la Misa del Papa en Castelgandolfo. El hombre se acercó a comulgar durante la Eucaristía. Dziwisz sólo después supo que el hombre ni siquiera era cristiano, sino judío. «Me llamaron algunas semanas más tarde para decirme que el tumor cerebral había desaparecido en unas horas», aseguró don Estanislao.

* En Colombia, la religiosa Ofelia Trespalacios, de 90 años, afirmó que hace 20 se curó de una enfermedad dolorosa e incurable en el oído que le afectaba el equilibrio. Se encontró con el pontífice en el Vaticano en 1985, en una audiencia que le ofreció a las religiosas de su comunidad. «Le dije: ´Santísimo Padre, quiero una bendición para que se me quite la enfermedad´. Me dijo que rezara, me dio la bendición y luego me tapó la cara con su mano. Desde entonces no volví a sufrir nada».

* En Irlanda, en setiembre de 1979, Bernhard y Mary Mulligan tuvieron una hija a la que un doctor había desahuciado. «Los riñones de su hija no funcionan. Ella morirá». La madre llevó a su hija hasta donde iba a pasar el Papa, quien sostuvo a la niña en alto. Al poco tiempo la pequeña sanó.

* Desde que nació y hasta los dos años de edad, la hoy adolescente Angélica María Bedoya padecía hidrocefalia y se encontraba en estado muy grave. Durante la visita del Papa a Paraguay, el entonces obispo de la diócesis de Caacupé, monseñor Demetrio Aquino (ya fallecido), la llevó ante el pontífice en la sacristía, antes de la Misa, y el Papa «tocó la cabeza de la niña y cerró los ojos para rezar por ella». La niña se curó.

* En 1980 Juan Pablo II saludaba a los niños, como era su costumbre. Stefanía Mosca tenía 10 años y sufría de autismo, por lo cual no hablaba y solía negarse a recibir alimentos. El Papa le dio un beso a la pequeña, que rápidamente se curó.

* Un terremoto ocurrido en 1980 provocó un accidente que dejó parapléjico, en silla de ruedas, a Emilio Ceconni. En 1984 el Papa posó las manos sobre la cabeza del joven que, pocos días más tarde, recuperó la movilidad total de sus piernas.

* Ese mismo año el Papa visitó Puerto Rico. Allí estaba Lucía, que a los 17 años sufría de ceguera. El Papa posó sus manos, y cuando la joven regresó a su casa, recobró la vista.

Fuente:
www.mariologia.org/vidasejemplaresmarianasjuanpabloii155.htm

Consulta:
www.youtube.com/watch

El apóstol de la Divina Misericordia

La fecha de su beatificación recoge su legado espiritual

La elección para la fecha de la beatificación de Juan Pablo II, el 1 de mayo, que en este año coincide con el domingo de la Divina Misericordia, no es una casualidad.

Actualizado 1 mayo 2011

 Jesús Colina/Zenit

La elección de Benedicto XVI para la fecha de la beatificación de Juan Pablo II, el 1 de mayo, que en este año coincide con el domingo de la Divina Misericordia, no es una casualidad.

En varias ocasiones, pero en particular en los funerales de Karol Wojtyla, el cardenal Joseph Ratzinger ha mostrado cómo la herencia más original de ese papa a la Iglesia fue precisamente su contribución a la comprensión del mal provocado por el ser humano a la luz del límite que pone la Divina Misericordia.

El entonces decano del colegio cardenalicio, ante el cuerpo de Juan Pablo II, explicaba este legado así: «Cristo, sufriendo por todos nosotros, ha conferido un nuevo sentido al sufrimiento; lo ha introducido en una nueva dimensión, en un nuevo orden: el del amor… Es el sufrimiento que quema y consume el mal con la llama del amor, y obtiene también del pecado un multiforme florecimiento de bien» (Cf. Homilía del cardenal Joseph Ratzinger en las exequias de Juan Pablo II).

El misterio del mal ético

Karol Wojtyla sufrió los dos totalitarismos del siglo XX, el comunismo y el nazismo, y se preguntaba cómo fue posible que Dios permitiera dramas tan terribles.

Muchos han utilizado estos males como razones para negar la existencia de Dios, o incluso para afirmar que Dios no es bueno. Juan Pablo II, en cambio, se valió de ellos para reflexionar sobre lo que Dios enseña, al permitir que sucedan tragedias, a causa de la libre cooperación de los hombres.

Y encontró la respuesta a la cuestión del mal ético en la perspectiva de la Divina Misericordia, la enseñanza de la religiosa y mística polaca santa Faustina Kowalska (1905-1938).

San Agustín explica que Dios nunca permite el mal: Él no lo causa; lo permite. El mal no es una cosa. Al crear al ser humano con libertad, Dios aceptó la existencia del mal. ¿Hubiera sido mejor que Dios no creara al hombre? ¿Habría sido mejor no crearlo libre? No. Pero, entonces -se preguntaba el joven polaco-, ¿cuál es el límite del mal para que no tenga la última palabra?

Juan Pablo II comprendió que los límites del mal los delimita la Divina Misericordia. Esto no implica que todo el mundo se salve automáticamente por la Divina Misericordia, disculpando así todo pecado, sino que Di os perdonará a todo pecador que acepte ser perdonado. Por eso, el perdón, la superación del mal, pasa por el arrepentimiento.

Y si el perdón constituye el límite al mal (¡cuántas lecciones se podrían sacar de esta verdad para superar los conflictos armados!), la libertad condiciona, en cierto modo, a la Divina Misericordia. Dios, en efecto, arriesgó mucho al crear al hombre libre. Arriesgó que rechace su amor y que sea capaz, negando en realidad la verdad más honda de su libertad, de matar y pisotear a su hermano. Y pagó el precio más terrible, el sacrificio de su único Hijo. Somos el riesgo de Dios. Pero un riesgo que se supera con el poder infinito de la Divina Misericordia.

Su mensaje póstumo

Juan Pablo II había preparado una alocución para el Domingo de la Divina Misericordia, que no pudo pronunciar, pues la vvíspera fue llamado a la Casa del Padre.

Sin embargo, quiso que ese texto se leyera y publicara como su mensaje póstumo: «A la Humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece, como don, su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Misericordia divina!» (Cf. Regina Cæli, 3 de abril de 2005).

Como recuerdo perenne de este mensaje, Juan Pablo II introdujo en el calendario litúrgico la solemnidad de la Divina Misericordia, una semana tras el domingo de Pascua.

Por este motivo, el monseñor Guido Marini, maestro de las Celebraciones Litúrgic as Pontificias, ha anunciado que la beatificación de Juan Pablo II comenzará en la plaza de san Pedro del Vaticano con una novedad.

Los centenares de miles de peregrinos se prepararán a la celebración recitando, en diferentes idiomas, la coronilla de la Divina Misericordia, práctica de devoción que promovió sor Faustina.

La imagen de Divina Misericordia, traída de la Iglesia del Espíritu Santo en Sassia, muy cerca del Vaticano estará presente en la parte elevada de plaza, frente a la Basílica hasta el comienzo de la Santa Misa.

Homilía de Benedicto XVI en la misa de beatificación de JPII

«¡El día esperado ha llegado, y pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato!»

Las miradas del mundo se dirigen en la Plaza de San Pedro en el Vaticano para presenciar la magnífica celebración de la beatificación del papa polaco.

Actualizado 1 mayo 2011

ReL

Los fervorosos aplausos de los asistentes a la ceremonia de beatificación de Karol Wojtyla no se dejaron esperar: «Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato».

Así lo dijo el Papa Benedicto XVI al inicio de su homilía en la misa de beatificación de Juan Pablo II tras la lectura del Evangelio según san Juan que narra la Resurrección de Jesús, el texto que corresponde a la fiesta del día, Segundo Domingo de Pascua.

«Queridos hermanos y hermanas. Hace seis años nos encontrábamos en esta Plaza para celebrar los funerales del Papa Juan Pablo II. El dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento. Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él. Por eso, he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato».

El Papa se dirigió en su homilía a los peregrinos y telespectadores: «Deseo dirigir un cordial saludo a todos los que, en número tan grande, desde todo el mundo,habéis venido a Roma, para esta feliz circunstancia, a los señores cardenales, a los patriarcas de las Iglesias católicas orientales, hermanos en el episcopado y el sacerdocio, delegaciones oficiales, embajadores y autoridades, personas consagradas y fieles laicos, y lo extiendo a todos los que se unen a nosotros a través de la radio y la televisión».

Durante su homilía, el Pontófice señaló que «éste es el segundo domingo de Pascua, que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia. Por eso se eligió este día para la celebración de hoy, porque mi Predecesor, gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta. Además, hoy es el primer día del mes de mayo, el mes de María; y es también la memoria de san José obrero. Estos elementos contribuyen a enriquecer nuestra oración, nos ayudan a nosotros que todavía peregrinamos en el tiempo y el espacio. En cambio, qué diferente es la fiesta en el Cielo entre los ángeles y santos. Y, sin embargo, hay un solo Dios, y un Cristo Señor que, como un puente une la tierra y el cielo, y nosotros nos sentimos en este momento más cerca que nunca, como participando de la Liturgia celestial».

El Papa expresó su alegría porque la beatificación tuviera lugar en el primer día dle mes mariano: «La bienaventuranza de la fe tiene su modelo en María, y todos nos alegramos de que la beatificación de Juan Pablo II tenga lugar en el primer día del mes mariano, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro. María no aparece en las narraciones de la resurrección de Cristo, pero su presencia está como oculta en todas partes: ella es la Madre a la que Jesús confió cada uno de los discípulos y toda la comunidad».

El Santo Padre resaltó que Juan Pablo II recordó la llamada de todos los cristianos a la santidad: «Queridos hermanos y hermanas, hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado,recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad».

Júbilo en la Iglesia y el mundo entero

Un millón de peregrinos asisten a la ceremonia

Júbilo en la Iglesia y el mundo entero: ¡El Papa Juan Pablo II es proclamado beato!

Millones de personas han celebrado la beatificación de Karol Wojtila durante una misa solemne presidida por Benedicto XVi en la plaza de San Pedro.

Actualizado 1 mayo 2011

ReL

El millón de peregrinos que están concentrados en las calles de Roma y la Plaza de San Pedro y los millones que en el mundo entero siguen a través de los medios de comunicación la ceremonia que convierte a Juan Pablo II en el décimo papa beato proclamado por la Iglesia Católica han estallado en júbilo al ver y escuchar de boca del Papa Benedicto XVI la proclamación del papa polaco como nuevo beato.

El cardenal Agostino Vallini, vicario del obispo de la diócesis de Roma, solicitó de manera solemne en latín al Santo Padre la inclusión de Karol Wojtyla en el libro de los beatos de la Iglesia católica. Tras la lectura de una breve y emotiva biografía de Karol Wojtyla, el Papa Benedicto XVI manifestó en nombre de toda la Iglesia, la aceptación de tal solicitud. Las vivas, aplausos y lágrimas de los peregrinos se desataron en la plaza de San Pedro

Inmediatamente se descubrió el tapiz con una imagen del nuevo beato mientras se cantaba el himno del beato en latín, inspirado en las primeras palabras de Juan Pablo II en la homilía de inicio de su Pontificado: «No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo». Así ha comenzado el culto público. Los peregrinos exaltan de júbilo en la Plaza de San Pedro, en el Circo Máximo y en todas las plazas de Roma, donde hay pantallas gigantes para la beatificación más multitudinaria de la historia.

Posteriormente la hermana Marie Simon-Pierre, religiosa francesa de las Maternidades Católicas, sanada milagrosamente de la enfermedad de parkinson por intercesión de Juan Pablo II, y sor Tobiana Sobotka, la religiosa y enfermera que atendió al Papa durante tres décadas y dirigió la administración de su apartamento en el Vaticano, llevaron la reliquia de Juan Pablo II al Papa Benedicto XVI, que la bendijo, y después al altar. Sor Tobiana fue la persona que escuchó sus últimas palabras el 2 de abril de 2005: «Dejadme ir a la casa del Padre».

El relicario tiene forma de ramas de olivo y contiene un frasco con sangre de Juan Pablo II -una probeta de hospital- extraida pocos días antes de su muerte para estudiar la posibilidad de una transfusión que nunca llegó a realizarse. Se mantiene líquida debido al anticoagulante usado en el momento de la extracción.

Después de que dos niñas depositaran flores blancas y amarillas ante la reliquia de Juan Pablo II, el cardenal vicario de Roma agradeció a Benedicto XVI la beatificación.

Después de la ceremonia de beatificación los peregrinos podrán venerar los restos de Juan Pablo II y no se cerrará la basílica de San Pedro «hasta que no haya pasado el último peregrino», según confirmó el padre Federico Lombardi.

Recorriendo los senderos de Karol Wojtyla

La ciudad polaca de Cracovia también se prepara para la beatificación de Juan Pablo II

Son 37 los lugares designados por el ayuntamiento que conducen al peregrino y al visitante a la presencia de Wojtyla en la ciudad.

Actualizado 29 abril 2011

 Chiara Santomiero/Zenit

Son 37 los lugares designados por el ayuntamiento de Cracovia como pertenecientes al recorrido “Recorriendo los senderos de Juan Pablo II”, que conducen al peregrino y al visitante a la presencia de Wojtyla en la ciudad como “estudiante de filología polaca, obrero, actor, poeta seminarista, joven sacerdote, profesor universitario, obispo, metropolita, cardenal y cabeza de la Iglesia católica”.

La imagen de Juan Pablo II se puede encontrar por todas las partes de la ciudad. En las camisetas, en los souvenires religiosos y hasta en las cajas de cerillas que se venden en los puestos de las calles.

En el palacio arzobispal se destaca la ventana por la qu e se asomaba a saludar a los fieles: delante en el otro lado de la calle Franciszkańska, una alfombra de luces coloradas señala la espera de los polacos por una beatyfikacja de la que no han dudado nunca. Sonríe desde el altar monumental de la basílica Mariacka – en la plaza central de la ciudad -, donde desde el 1952 al 1957 Wojtyla desarrolló el oficio de padre espiritual.

“Existía quien – escribe en sus memorias Wanda Póltawska tras el primer encuentro con él en esta iglesia, evento del que surgirá una amistad espiritual que duró toda la vida – que las funciones sacerdotales las llevaba a cabo como está escrito en el Evangelio: estaba dispuesto a acompañar no sólo cinco pasos, sino los que fuesen necesarios, y que no le era indiferente lo que le sucedía al penitente, al alma que se le confiaba a él.

En San Florián, la parroquia dond e Wojtyla a partir de 1949 fue vicario y comenzó a “inventar” la pastoral juvenil que le llevó en sus años como pontífice a crear la Jornada Mundial de la Juventud, su imagen se coloca bajo la del soldado romano santo, martirizado por la fe cristiana. Después de la veneración del Santísimo Sacramento, muchos se detienen a rezar ante la sonrisa joven y la mirada que bendice del Papa tras el cual se asoma la imagen de Nuestra Señora de Czestochowa.

En la cripta de la catedral de San Estanilao, en el interior del castillo de Wawel, Wojtyla celebró su primera misa el 2 de noviembre de 1946. A menudo iba a rezar allí durante su etapa de obispo, y volvió como pontífice, en señal de agradecimiento, con ocasión de sus 50 años como sacerdote. En este lugar están enterrados los héroes de la historia nacional polaca, desde el rey Sobieski que derrot&oa cute; a los otomanos ante los muros de Viena en 1683 al mariscal Pilsudski que en 1918 se convirtió en el presidente de la nueva República de Polonia después de dos siglos en los que el país había desaparecido del mapa cartográfico europeo, también el presidente Lech Kaczynski, muerto en el accidente aéreo de Smolensk, que el año pasado diezmó el gobierno polaco.

“El obispo Wojtyla – cuenta monseñor Zdzislaw Sochacki, párroco de la catedral – decía a menudo que no se podía entrar en esta cripta sin sentir conmoción, porque se trataba de un sitio extraordinario para la historia de Polonia y de todos los polacos”. “Juan Pablo II -prosigue Sochacki – se identificaba con la historia de su patria, él se sentía parte de esta historia y muchas veces afirmó que estaba presente con el pensamiento en este lugar”. Un senti miento de unidad nacional que no estaba separada de la identidad cristiana.

“Su ministerio de pastor en Cracovia – afirma Sochacki – tuvo como característica principal el servicio a la unidad, el ser pastor para todos”. También su pontificado “sirvió a la unidad, a cimentar la identidad nacional”. No por nada “su enseñanza cuando venía a Polonia era construir juntos la unidad”. Su beatificación, desde esta perspectiva, “será de nuevo un estímulo para releer su historia y su incesante trabajo por la unidad de la nación polaca teniendo como fin el bien común”. La expectativa de la gente se concretiza, según Sochacki, “en el redescubrimiento del valor del Evangelio en la vida de cada uno y para volver al decálogo que Juan Pablo II repetía a menudo en sus viajes a Polonia, que es necesario para restablecer un orden moral en l a sociedad”.

El mismo orden moral, para la defensa de la paz y de los humildes, “por el que dio la vida el obispo santo Estanislao, en torno a cuyo féretro en la catedral, Wojtyla reunía a la gente para rezar, como si fuera un altar de la patria”. Junto al altar se colocó un cirio ofrecido por Juan Pablo II en una peregrinación, encima de un pedestal regalado los obispos alemanes “otro signo de reconciliación de la historia nacional querido por Wojtyla”.

“Antes de que me vaya de aquí -dijo Juan Pablo II al final de su viaje a Cracovia en 1979 – os pido que queráis todavía acoger con amor, con esperanza y fe, este inmenso patrimonio espiritual con nombre ´Polonia´ (…). En la esperanza de que no dejéis nunca de creer, que no os abatáis ni desaniméis, en la esperanza de que no cortéis las raíces de las que crecemos”.

Pronto en la catedral de Wavel habrá una capilla dedicada al futuro beato: “a través de su intercesión – concluye Sochacki – los polacos sabrán no perder nunca el sentido de su unidad nacional”.

La «mirada dulce» antes de morir de JPII

El último día de Juan Pablo II contado por Rita Megliorini

La enfermera que atendió JPII recuerda su «mirada dulce» antes de morir que la tocó para siempre

«No pensaba que me reconociera. Me miró. No con una mirada interrogativa que usaba siempre cuando quería saber inmediatamente cómo andaba su salud».

Actualizado 30 abril 2011

Efe

El Papa fue internado en el hospital Gemelli en enero de 2005 y falleció el 2 de abril de 2005 a las 21.37 horas (19.37 GMT) en su apartamento privado del Vaticano a causa de un colapso circulatorio tras una larga agonía.

Aquel 2 de abril la llamaron del Vaticano por la mañana.»Corrí porque tenía miedo de no llegar a tiempo. Sin embargo, él me esperaba», afirmó Megliorini en rueda de prensa.

«Buenos días, Santidad, hoy hay sol», le dijo al papa, porque la noticia de los días soleados «le alegraba siempre», refirió.

«No pensaba que me reconociera. Me miró. No con una mirada interrogativa que usaba siempre cuando quería saber inmediatamente cómo andaba su salud», comentó la enfermera Rita Megliorini.»Era una mirada dulce, que me ha dejado tocada», subrayó.

«Sentí la necesidad de apoyar la cabeza sobre su mano, me permití el lujo de abrazarlo».
Luego, escuchó al gentío en la plaza de San Pedro y dijo al secretario del papa, Stanislao Dziwisz: «Pero toda esta gente canta». Y él, llevándola a la ventana, le explicó: «Cuando un padre muere, quiere tener a todos los hijos cerca», relató la enfermera.

«Después de la misa, el papa estaba todavía consciente. Se apagó lentamente. Primero no sentimos más la respiración, pero en el monitor su corazón latía. Poco después dejó de hacerlo», narró la enfermera.

Para Megliorini, en aquella estancia «no había dimensión ni del tiempo ni del espacio» y su relación con el enfermo «fue el regalo más grande» que le pudo dar Dios.

Recordó que cuando Juan Pablo II estaba internado en el hospital, ella le abría las persianas hacia las tres o cuatro de la mañana, que era cuando él comenzaba sus rezos.

«Buenos días, Santidad, hay sol», le decía todos los días, después se arrodillaba ante el enfermo y él la bendecía y le acariciaba la cara.»Después de aquello yo me convertía en enfermera inflexible y él en enfermo también inflexible».

Según esta enfermera, Juan Pablo II estaba al corriente de todo lo que tenía relación con su salud, quería saber las novedades y si no entendía la «miraba inquisitivamente para que se lo explicara».

Durante su estancia en el hospital la enfermera contaba al Papa que en el departamento de reanimación había enfermos que sufrían y le pedía que él se pusiera en contacto con Dios para que mitigara sus dolores. Él rezaba «y su vecindad con los otros enfermos no la abandonó jamás», reiteró.

La enfermera Rita Megliorin afirmó que el rezo público de El Ángelus desde la ventana de sus aposentos privados suponía un esfuerzo terrible para el papa, pero él se sentía «como un padre» que no podía vivir sin sus hijos que aguardaban en la plaza.

Juan Pablo II, Beato

Benedicto XVI ha pronunciado en latín ls palabras que le han elevado a los altares: los fieles le festejarán cada 22 de octubre.

REDACCIÓN HO.-  «Nosotros, acogiendo el deseo de nuestro hermano Agostino Cardenal Vallini, nuestro vicario general para la diócesis de Roma, de muchos otros hermanos en el Episcopado y de muchos fieles, después de haber recibido el parecer de la congregación de la causa de los Santos, con nuestra autoridad apostólica, concedemos que el venerable siervo de Dios, Juan Pablo II, Papa, de ahora en adelante sea llamado beato y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y según las reglas establecidas por el derecho, todos los años el 22 de octubre«. Con estas palabras pronunciados en latín Benedicto XVI ha elevado a los altares a su inmediato antecesor.

El Cardenal Vallini ha iniciado la homilía de beatificación con una breve biografía de Juan Pablo II para después descubrir el tapiz con la imagen de Karol Wojtyla.

La Plaza de San Pedro, en el Vaticano, se ha llenado de peregrinos venidos de todos los rincones del mundo para asistir a la ceremonia de beatificación. El acceso a la plaza se ha abierto a las 5.30 de la mañana, y los más madrugadores fueron acogidos por voluntarios, que les ofrecieron agua, zumo de naranja, bollos y fruta.

Algunas personas, decididas a hacerse con un buen sitio desde el que seguir la ceremonia de beatificación, han optado por dormir directamente en tiendas de campaña en los aledaños. Aunque dormir, no han dormido mucho. Sobre todo han cantado al son de la guitarra, han rezado, han recordado la figura de Juan Pablo II… «Venimos de Canadá», nos decía anoche un grupo de acampados. «De Filipinas», revelaba otro. «De España». «De Argentina». «De Portugal».

La Plaza de San Pedro ha sido habilitada para poder acoger a 80.000 personas: 800 en los puestos reservados para las autoridades civiles (donde se sentarán los príncipes de Asturias, los representantes de otras cuatro casas reales reinantes y los 16 jefes de Estado que asistirán a la ceremonia) 800 para las autoridades religiosas (incluido todo el colegio de cardenales), 6.000 asientos para los peregrinos y espacio para 40.000 personas en pie.

Pero se espera que la Plaza ha desbordado de gente: la Policía romana ha confirmado las previsiones del Ayuntamiento de Roma, más de un millón de personas han acudido a la ceremonia, mientras que el Vaticano prefiere no hacer previsiones. Los que no entren en la plaza podrán seguir la ceremonia desde las pantallas gigantes que se colocarán en la Via de la Conzilizacione, la gran avenida construida por Mussolini que lleva a la Plaza de San Pedro.

La ceremonia de beatificación de Juan Pablo II estará presidida por Benedicto XVI. Se trata de la primera ocasión en más de 1.000 años que un Papa es beatificado por su inmediato sucesor. Aunque Ratzinger estableció, al poco de ser elegido Pontífice, que sólo celebraría canonizaciones, ha decidido hacer una excepción con su predecesor, al que proclamará beato vistiendo su casulla y su mitra.

La ceremonia de beatificación comenzará a las 9.55 horas. Y estará precedida de una hora de preparación en la que se rezará, se leerán pasajes de la Biblia y se entonaran himnos y cantos.

El rito de beatificación será el tradicional dentro de la Iglesia: se leerá una pequeña biografía del Juan Pablo II y posteriormente el vicario de Roma, el cardenal Agostino Vallini, solicitará al Papa que le haga beato. Benedicto XVI responderá pronunciando en latín la formula de la beatificación. En ese momento, será descubierto un tapiz con la imagen de Karol Wotjyla, tomada de una fotografía de Juan Pablo II realizada en 1995. Un total de 500 sacerdotes repartirán la comunión ente los asistentes a la Plaza de San pedro, y otros 300 harán lo propio en la Via della Conziliazione.

Posteriormente será posible venerar los restos del nuevo beato. La gente que así lo desee podrá entrar en la Basílica de San Pedro. Allí, en la capilla de san Sebastián (situado junto a la famosa Piedad de Miguel Ángel) se colocará el triple féretro con los restos del nuevo beato Karol Wojtyla.

Karol Wojtyla, el décimo Papa beato

Beatificación de Juan Pablo II

Karol Wojtyla, el décimo Papa beato y el primero beatificado por su inmediato sucesor

Conozca a los otro nueve: vidas de sacrificio, caridad o incluso guerra. La beatificación de algunos de ellos tardó siglos.

Actualizado 30 abril 2011

Israel Viana/ABC

Juan Pablo II será mañana en el décimo Pontífice beato proclamado por la Iglesia Católica. El décimo de los 265 Papas que ha habido a lo largo de la historia, y el primero, además, en ser beatificado por su inmediato sucesor: Benedicto XVI. Nunca un Papa había recibido esta condición tan pronto como Karol Wojtyla, quien, seis años después de su muerte, accede a este estadio sagrado en el camino de su canonización. Estos fueron sus beatos predecesores por orden cronológico:

Victor III (1086 al 1087)
Dauferio de Fausi era el hijo único de una familia noble de Benevento empeñada en casarle, y de la que tuvo que huir en varias ocasiones para poder dedicarse a la Iglesia en libertad. Él insistía en que su «nobleza de alma era mayor que la de su nacimiento». Su familia finalmente aceptó con la condición y comenzó una peregrinación de años que llamó la atención del mismísimo Papa León IX, quien, en 1054, lo hizo ir a Roma.

Dirigió sabiamente el monasterio de Monte Cassino durante 30 años y se convirtió en fiel consejero del Papa Gregorio VII. Se dice que fue este quien le designó como sucesor en el lecho de su muerte, aunque el intentó retrasar su nombramiento y llegó a huir cuando este se produjo. Finalmente, su papado duró apenas uno meses, sin que hayan quedado rastros de milagros ni en vida ni tras su muerte, a pesar de los cual, León XIII propuso su beatificación.

Urbano II (1088-1099)
Fue el sucesor de Victor III, un italiano llamado Odón de Chantillon, el siguiente beato. También de ascendencia noble, su Papado estuvo marcado, además de por establecer la Curia Romana (órganos de gobierno del Vaticano) tal y como funcionan en la actualidad, por los conflictos de poder y por impulsar la Primera Cruzada en Oriente Próximo. Fue allí, en la toma de Jerusalén, donde murió con 57 años.

Aunque existen indicios del culto a la figura de Urbano II desde poco después de su muerte, en 1099, su beatificación no fue propuesta formalmente hasta que el arzobispo de Reims presentó la causa correspondiente en 1878. El 14 de julio de 1881, el Papa León XIII dio su aprobación a la propuesta y beatificó a Urbano II.

Eugenio III (1145-1153)
El italiano Bernardo Paganelli fue el papa número 167 de la Iglesia desde que fue elegido, el 15 de febrero de 1145, cuando era abad del monasterio cisterciense de Tre Fontane y, por tanto, ajeno al colegio cardenalicio.

Su papado, caracterizado por los enfrentamientos con el Senado romano, que le exigía la renuncia al poder temporal, y por sus sucesivas huida de Roma, estuvo marcado por la Segunda Cruzada. Murió cuatro años después de terminada esta, pero no fue beatificado hasta 1872, con el papa Pío IX.

Gregorio X (1271-1276)
En el papado de Teobaldo Visconti abundan los ejemplos de caridad, humildad y fervor religioso con los que rápido conquistó la simpatía del pueblo cristiano. Diariamente, cuentan, lavaba los pies de algunos pobres, repartía abundantes limosnas entre los más necesitados y llevaba una vida austera, no tomando alimento más que una vez al día y entregándose a la oración todo el tiempo posible. 

Durante su Pontificado, sin embargo, también tuvo tiempo para participar en la última cruzada. Su principal iniciativa, sin embargo, fue la convocatoria del XIV Concilio Ecuménico, celebrada en 1274 en Lyon, en la que logró la reconciliación con la Iglesia Ortodoxa y creó medidas para terminar con los abusos en la iglesia. No volvió a ver Roma, pues murió cuando regresaba de Lyon.

Inocencio V (1276)
Este religioso francés, Pierre de Tarentaise, fue el primer papa dominico, aunque su Papado duró tan solo seis meses, antes de ser envenenado por los herejes. Tiempo le dio a desarrollar una política pacifista, buscando la reconciliación entre güelfos y gibelinos en Italia, restaurando la paz entre Pisa y Lucca y mediando entre Rodolfo de Habsburgo y Carlos de Anjou.

Se le recuerda, demás, porque, tras ser elegido Papa, siguió vistiendo el hábito blanco de la orden de predicadores de la que procedía. Desde entonces, el papa siempre lleva sotana blanca.

Benedicto XI (1303-1304)
Nicolás Boccasini también tuvo un Papado muy corto y también murió envenenado, por orden de Guillermo de Nogaret.

Fue mucho más pacífico que su antecesor, Bonifacio VIII, iniciando la abolición de la excomunión dictada contra Felipe el Hermoso de Francia, pero no fue beatificado hasta abril de 1736, por iniciativa de Clemente XII, y su nombre fue introducido en el martirologio romano por disposición del Papa Benedicto XIV en 1748 Su día festividad se celebra el 7 de julio.

Urbano V (1362-1370)
Guillaume de Grimoard fue el Pontífice número 200 de la Iglesia y su principal objetivo fue volver a asentar la sede de la institución en Roma, condición que había perdido en 1309, después de que Clemente V la estableciera en Avignon.

Logró ubicarse de nuevo en lo que hoy es el Vaticano, dedicándose después a reconstruir la ciudad. Pero se le recuerda principalmente por ser considerado el primer papa humanista de la historia, ya que fundó las universidades de Cracovia y Viena. Como el resto de Papas, no fue declarado beato hasta siglos después: en 1870, por Pío IX.

Inocencio XI (1676-1689)
El Pontificado de Benedetto Odescalchi se caracterizó por los esfuerzos para bajar los gastos de la Curia, lo que le llevó a vivir de manera austera y a intentar que cundiera el ejemplo en otros cardenales. Pocos años después, logró que los ingresos superaron a los gastos.

Su proceso de beatificación duró, al contrario que el de Juan Pablo II, siglos: se inició en 1714, pero Francia lo suspendió en 1744, retomándose en el siglo XX debido a nuevos hallazgos sobre su persona. Fue Pío XII quien lo beatificó el 7 de octubre de 1956, en una celebración que ABC cubrió ampliamente.

Juan XXIII (1958-1973)
El italiano Angelo Giuseppe Roncalli, conocido como el «Papa Bueno», fue beatificado precisamente por Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro en el año 2000, con un milagro «tan espectacular», decía ABC, que la Iglesia lo aprobó en tan solo un mes.

La hermana Caterina Capitani, desahuciada en su leche de muerte y con la tumba ya preparada a causa de una perforación gástrica con fístula, puso una imagen de Juan XXIII cerca de la herida y este se le apareció diciéndole, según relata ella misma: «No tengas miedo, se ha acabado todo. Estás curada completamente».

La primera beatificación en 3D

Facebook, Twitter, YouTube…

La de Juan Pablo II será la primera beatificación en 3D y con mayor cobertura on line de la historia

La fama del Papa y las nuevas tecnologías para difundir un evento han hecho que ninguna otra beatificación suscitara tanto interés.

Actualizado 29 abril 2011

Jorge E. Mújica

Ninguna otra beatificación había suscitado tanto interés. Posiblemente porque ningún otro candidato gozaba de tanta fama y quizá también porque no se contaba con la facilidad para difundir un evento de esta magnitud usando otros canales de comunicación distintos a la tevé o a la radio tradicionales.

Internet y sus redes sociales, Facebook, Twitter y YouTube, especialmente, se han convertido en vehículos propagadores de lo que se puede llamar uno de los «eventos católicos» de 2011: la beatificación de Juan Pablo II.

Beatificación histórica no sólo por la persona reconocida como venerable; la solemne ceremonia será grabada por primera vez en la historia de la Santa Sede en 3D gracias a SONY y al Centro Televisivo Vaticano. Ciertamente no es todo.

La agencia televisiva RomeReports ofrecerá una cobertura del evento en sus acostumbrados clips mientras que la agencia H2ONews brindará cobertura en vivo que se podrá seguir en su portal institucional en varios idiomas (http://www.h2onews.org/. De hecho también brinda la posibilidad de que cualquier portal, blog o canal de televisión en internet solicite un código de inserción para retransmitir en vivo el evento). Por último, Pope2You.net ofrecerá una cobertura en vivo tanto de la vigilia del sábado 30 de abril como de la beatificación del 1 de mayo en la página dispuesta para este fin (véase este enlace).

En internet PopularTV (http://www.populartv.net/. A partir de las horas señaladas ir a la pestaña superior «emisión en directo») transmitirá la vigilia el sábado a partir de las 19:30; el domingo a partir de las 8:30 de la mañana la ceremonia de beatificación.

En las redes sociales hay un perfil de Twitter que está reportando todo lo que sucede alrededor de la beatificación (http://twitter.com/bJPII o @bJPII) y también son útiles los hashtags en español y en inglés #BeatificacionJPII y #BeatificationJPII).