«el sexo no es un tabú para nosotros»

¿Cambio de tendencia?

A pesar de la presión social hay jóvenes que afirman: «el sexo no es un tabú para nosotros»

Es silencioso y no provoca muchos titulares, pero el hartazgo entre los jóvenes y el libertinaje sexual de otras décadas parece que ha tocado fondo.

Actualizado 12 febrero 2011

José Antonio Méndez/Alfa y Omega

Los prejuicios que muchas personas tienen sobre los jóvenes que viven un noviazgo cristiano son de lo más variado. Unos creen que ya no existen parejas así; otros, que se saltan la castidad; hay quien cree que les falta vigor sexual; y otros, que son unos mojigatos llenos de miedos. La realidad es muy, muy distinta. Son jóvenes que saben lo que quieren, que se atreven a conocerse en profundidad, que viven su sexualidad con responsabilidad, y que son abiertamente felices, a pesar de las presiones de su entorno. Pasen y lean

Sondeo rápido en Ciudad Universitaria, Madrid: ¿Qué opinas del noviazgo cristiano? Hay que aclarar la pregunta: Sí, eso implica castidad. Responden, sin afán demoscópico, tres chicas y un chico de veintipocos años, y una pareja que ronda los cuarenta. Los más jóvenes creen conocer algunas parejas que viven la castidad, pero no están seguros. Los de más edad piensan que ya no existen. Nadie añade más matices en el noviazgo cristiano que el no mantener relaciones coitales. Los tópicos son comunes, y los exponen con idéntica rotundidad: o son unos mojigatos a los que les han metido miedo al sexo, o les falta vigor sexual, o se saltan la castidad porque, «en realidad, están más salidos que el pico de una mesa».

Es evidente que ninguna de estas personas ha tratado con una pareja de novios cristianos que viva su relación de forma plena. Novios como María y Javi, de 23 y 22 años, o como Ana y Diego, de 18 y 17. Si lo hubieran hecho, se habrían dado cuenta de qué significa vivir un noviazgo cristiano y, quizá, como les pasa a algunos amigos de estas dos parejas, les habría llamado tanto la atención que se plantearían si, en realidad, no es eso lo que buscan para su vida.

Sexo sí, pero no sólo sexo
Pero, vayamos por partes. Sobre todo, porque aunque lo más morboso es el asunto de la castidad, un noviazgo cristiano es muchísimo más, como insisten Ana y Diego. Ellos llevan poco más de un año juntos, y, como otros muchos adolescentes, empezaron a salir cuando él tenía 16 y ella 17 recién cumplidos. A pesar de su juventud, hablan con una claridad meridiana: «Un noviazgo cristiano no es sólo la castidad. Es un proceso para ver si hay amor de verdad, o si sólo hay enamoramiento. Es tener confianza, hablar mucho y de todo; también de Dios», dice Ana. «Es impresionante ver que Dios está en medio de tu noviazgo, porque te ayuda a pensar las cosas, a razonarlas, a hacerte preguntas y a tener un punto de vista moral, sin ser tú la última medida de todo lo que haces. Ser cristiano es relacionarte con Dios, y eso te ayuda a ser mejor persona y a intentar hacer felices a los que tienes al lado. Y eso lo llevas a tu relación. Las decisiones sobre el sexo son algo muy serio, pero no son lo único importante», añade Diego.

Y no les falta razón. De hecho, el psicólogo don Jaime Serrada, de la Fundación Gift and Task, especialista en educación de la afectividad, apunta algunas características del noviazgo cristiano: «Desde luego, la fidelidad, la exclusividad, la castidad, el amor a la Iglesia y la confianza en ella, aunque no siempre entiendas las cosas desde el principio… Otra característica muy importante es que esta etapa está en función de la posterior, el matrimonio, y esto lo hace muy diferente al resto de noviazgos, porque te abre un horizonte y te obliga a plantearte tu futuro junto a esa persona. No es sólo Como nos gustamos mucho y estamos mejor juntos que solos, salimos, sino que se trata de vivir esta etapa como preparación a algo mucho mayor». Y, por supuesto, «poner a Dios en medio de la pareja: rezar juntos, compartir una vida espiritual, buscar respuestas a los interrogantes de hoy, no sólo sociales, sino ¿Qué querrá Dios de nosotros? ¿Qué es lo que deseamos juntos?, etc.» Por si el lector no lo ha deducido de sus palabras, don Jaime (hoy casado, con un hijo y otro de camino) también habla desde la experiencia del que fue su propio noviazgo cristiano…

Un ambiente hipersexualizado
Lo cierto es que, si hoy llama la atención que una pareja viva un noviazgo cristiano, es porque el ambiente bombardea con un modelo de relaciones basadas en el sexo. Un estudio del Ministerio de Interior del Reino Unido, publicado el año pasado (cuando gobernaba el partido laborista, o sea, la izquierda), alertaba de que «la televisión, las películas, la música y los medios escritos presentan a los jóvenes un mensaje hipersexualizado», e «imponen la sexualidad adulta a niños y jóvenes, antes de que sean capaces de afrontarla mental, emocional y físicamente». Las consecuencias son negativas para toda la sociedad: banalizar la sexualidad no es sólo cosa de púberes. En este ambiente, ¿quién elige un noviazgo cristiano?

Ana y Diego reconocen que fue determinante el ejemplo que encontraron en su parroquia -Cristo Sacerdote, en Madrid-: «Nuestros catequistas, Félix y Bea, una pareja joven que se acaba de casar, también nos dieron su testimonio de noviazgo cristiano y me llamó mucho la atención», dice Ana.

Para Diego, «el inicio de mi relación con Dios coincidió con el inicio de mi relación con Ana, y hay muchas cosas que todavía no tengo claras y que me suscitan dudas», pero aun así, «me voy fiando poco a poco del Señor. Quiero a Ana hasta la locura y no veo futuro sin ella, pero reconozco que si tuviera que pasar por otra relación con una chica que no fuera cristiana, echaría de menos esto tan especial: la confianza, el respeto, poner a Dios en medio de todo, tener claro que el sexo no es algo con lo que puedas jugar…»

Ver lo bueno, experimentar lo malo…, y elegir
Lo de ver el ejemplo de otros también fue crucial para María y Javi. Tienen 23 y 22 años, y llevan 5 de relación. Como otras parejas, sus inicios fueron convulsos: «Aunque éramos muy diferentes, yo más bien pijilla y Javi un poco macarra, éramos muy buenos amigos y nos daba miedo estropearlo», dice María. Por eso, buscaron referentes. «Yo había visto el testimonio de muchos jóvenes de Cursillos de Cristiandad, porque mis padres eran presidentes del Movimiento en Madrid. Veía a gente que, al vivir así su noviazgo, aunque lo dejaran después, eran más felices que amigas mías que iban de un chico a otro. Ellos eran fieles, no picoteaban, y supe reconocer que eso era lo que quería para mí».

Para Javi lo determinante fueron las relaciones que había mantenido antes: «Yo me había liado con otras chicas, y con María sabía que tenía que ser diferente, porque la quería de verdad. El uso y disfrute de otras chicas no me había hecho más feliz. Me había aliviado la excitación del momento, sí, pero sabía que eso no me hacía mejor persona; al contrario. Cuando terminaba la excitación, lo último que me apetecía era ponerme tierno o darle un beso a la chica. Con María era distinto, no quería hacer un uso egoísta de ella, sino una entrega total, respetarla y respetarme».

El Bautismo no anula las hormonas
Pero, claro, una cosa es tomar la decisión y otra mantenerla según transcurre el noviazgo. «El Bautismo y tener las cosas claras no te quitan las hormonas. María y yo nos gustamos mucho, y claro que cuesta mantener la castidad. Cada vez quieres más a la otra persona, y por eso cada vez quieres entregarte más», reconoce Javi. «Nuestros gestos sexuales, nuestras muestras de cariño, van creciendo en la medida en que crece la relación. Los dos hemos tenido momentos de decir No hacemos esto, porque si hago esto, no voy a poder darte sólo esto durante mucho tiempo, y voy a querer entregarme a ti del todo», añade María.

Y Javi remata: «Para nosotros, el sexo no es un tabú. Por eso es muy importante hablar las cosas, buscar razones y no excusas, no hacer las cosas porque sí, comunicarnos, ser honesto contigo y con el otro, vencer la barrera del egoísmo, abrir el corazón, aunque eso te haga vulnerable, y saber que cuentas con Dios para entender las cosas y hacerlas tuyas».

¿Qué se puede hacer, hasta dónde se puede llegar?
Su decisión suscita divisiones: «Los chicos flipan, pero suelen decir que, en el fondo, me admiran», dice Javi; «y las chicas intentan convencerme, hasta con detalles escabrosos, de lo bueno que sería acostarme con Javi», cuenta María. Otros les preguntan dónde está la línea, qué se puede hacer y qué no: «Es la pregunta del millón -explica María-, ¡como si hubiera un manual! Nosotros, equivocándonos, hemos sabido atinar. Porque, en el fondo del corazón, sabes que hay cosas que no están bien, que te chirrían. Aunque en ese momento te nuble la excitación, lo reconoces luego y lo hablamos».

Javi y María construyen entre los dos el final de su testimonio, como si fuese una metáfora de su propia vida: «Las relaciones sexuales son algo tan impresionante, tan bonito y tan serio que pueden confundir el discernimiento. Hay noviazgos que se prolongan y relaciones que hacen sufrir mucho, por no tener la cabeza fría. Vivir un noviazgo cristiano es buscar el bien del otro por encima de uno mismo, saber que estás llamado a amar y a ser amado como Dios te ama a ti, y contar con Él. Es no quemar etapas, vivir la sexualidad con naturalidad y sin frivolizar, porque la entrega total viene después del compromiso total. Es tener confianza y saber que te estás preparando para algo impresionante: ser uno con la otra persona. Es flipante, de verdad, vivir así el noviazgo».

¿Y si un cura dice que no pasa nada?
Por desgracia, no es infrecuente que, desde la Iglesia, no siempre se oriente bien a las parejas cristianas, o por falta de formación, o por oscurantismo, o por contemporizar. María, que es profesora, explica que «me da mucha rabia cuando hay curas, o profesores de Religión, como uno que tuve yo, que dicen que no pasa nada. Quien pregunta, busca la autoridad de la Iglesia porque intuye que está llamado a algo grande; no busca una opinión personal de alguien que vive su sexualidad de forma infeliz, o que siente que ha fracasado en ese tema y les roba a otros la posibilidad de vivir lo genial que es un noviazgo cristiano. Tengo amigas que, si no consiguen liarse con un chico o tener novio, se sienten inseguras; pero, después de pasar por varios, o de haberse acostado con su novio y romper, se sienten fatal porque saben que les hubiera gustado esperar, y que alguien les hubiera dicho que se podía y que merecía la pena».

Y añade: «Por eso, dar testimonio y formarse en estos temas para dar razones, no un porque sí, es una responsabilidad muy grande».

Lothar Kreyssig, el único juez que se enfrentó a los nazis

Se opuso al programa «Acción T4» para la «higiene racial»

Lothar Kreyssig, el único juez que se enfrentó a los nazis por oponerse a la «cultura de muerte»

«Las palabras del Fuhrer no establecen determinados derechos» le dijo a un oficial nazi. Se salvó de ser llevado a un campo de concentración.

Actualizado 27 enero 2011

Chuck Colson/Breakpoint.org

Probablemente, usted nunca ha oído hablar sobre el señor Lothar Kreyssig. Yo no sabía de él sino hasta hace poco. Sin embargo, luego de conocer su historia, me di cuenta que el señor Kreyssig fue un héroe de nuestros tiempos: un hombre que, tomándose un riesgo inimaginable, defendió la santidad de la vida humana.

En octubre de 1939, el Tercer Reich estableció lo que vino a conocerse como el programa “Acción T4”. Para poder llevar a cabo lo que los nazis denominarían “la higiene racial”, los burócratas de la Reich, en colaboración con los médicos, estaban autorizados para identificar y matar aquellos a quienes entendían eran “no merecedores de la vida”, o sea, poder institucionalizar los pacientes con “discapacidades severas”.

Claro está, las expresiones como “no merecedores” y hasta “severas” eran subjetivas. En la realidad, eran palabras de licencia para el genocidio. Hitler hizo un llamado para que, por lo menos, 70,000 personas murieran bajo este programa, por lo que los médicos y los oficiales acordaron el modo de poder cumplir con la cuota impuesta por el ‘Fuhrer’.

Temiendo una reacción doméstica e internacional, los nazis intentaron esconder lo que estaba sucediendo: ellos le mintieron a las familias de los pacientes, y en prefiguración a Auschwitz, ellos disfrazaban las cámaras de gas como unas duchas de baño.

Cuando yo pienso en lo que le ha sucedido a estas personas, especialmente a los niños – algunos como mi nieto autista, Max – se me parte el corazón, y me horrorizo.

Los nazis también hicieron grandes esfuerzos para proveer el legalismo necesario para los asesinatos: Hitler, personalmente, ordenó a los jueces alemanes que no se realizaran cargos en contra de los médicos por matar a sus pacientes. Y es aquí donde el señor Kreyssig tiene un rol: él era un juez de mucha estima, en la región de Sajonia, lugar de su procedencia.

Pero él era más que un juez. Kreyssig era un líder en la iglesia confesional, la cual se resistía a los esfuerzos del ‘Reich’ para convertir a las iglesias protestantes en iglesias nazis. Ser miembro de la feligresía confesional, y especialmente del liderato de la iglesia, era ser un blanco fácil de los nazis en cualquier momento.

Mientras más y más certificados de muerte para las personas con discapacidad mental eran enviados a su despacho, el señor Kreyssig se dio cuenta que algo terrible estaba pasando.

Le envió una carta al Ministerio de Justicia en la que protestaba, no sólo el programa “Acción T4”, sino también el trato dado a los prisioneros en los campos de concentración. Además, él radicó cargos por asesinato contra un médico por las muertes de sus pacientes.

Después de haber sido llamado para presentarse ante el Ministro de Justicia, se le dijo que el propio Hitler había implementado el programa. Al serle informado de ello, él respondió de la siguiente manera: “Las palabras del Fuhrer no establecen determinados derechos.”

El valor para decirle que “no” a un oficial de gobierno de la Alemania nazi fue un acto extraordinario. Al señor Kreyssig se le obligó acogerse al retiro. Aunque la Gestapo intentó que fuese enviado a un campo de concentración, el temor de atraer atención hacia el programa T4 fue lo que probablemente salvó la vida del señor Kreyssig.

Él señor Kreyssig pasó el resto del período de la guerra atendiendo su finca, y, por cierto, escondiendo judíos en su propiedad.

El único juez que se enfrentó a los nazis, sobrevivió “la Reich de los 1,000 años”, viviendo unos cuarenta y uno años más de vida. Y pasados veinte años desde su muerte, Alemania le construyó un memorial en honor a su valor y su compasión.

En una cultura donde, como estrategia para poder sobrevivir, se dice que es mejor no quejarse y hacer lo que le pidan a uno, el señor Kreyssig rehusó guardar silencio. Cuando la mayoría de los alemanes protestantes le hicieron modificaciones a su fe para acomodar las exigencias de la Reich, él rehusó conformarse y declaró claramente que existen leyes de mayor envergadura.

Podemos estar agradecidos de que, hoy día, la defensa de la santidad de la vida no requiere de actos valerosos como los del señor Kreyssig. Pero requiere de valentía en sí. Y requiere, además, de conocer al Verbo, de quien obtenemos nuestros derechos.

 

Von Galen, el obispo que le paró los pies a Hitler

Los sermones suscitaron un fenómeno a nivel internacional

Von Galen, el obispo que le paró los pies a Hitler y su programa de exterminio Acción T4

Se opuso a las políticas públicas de la Reich en el área de la educación y en sus ataques a la libertad religiosa.

Actualizado 12 febrero 2011

Chuck Colson/Breakpoint.org

Hace unas semanas, publiqué en ReL la historia de Lothar Kreyssig, el juez alemán protestante que desafió el programa del Tercer Reich para librar a Alemania de lo que se decía eran “vidas no merecedoras de la vida”.

A la vez que Kreyssig era excepcional, él no estaba solo.

Clemens August Graf von Galen fue el Obispo de Muenster. Fue nombrado obispo en 1933, el mismo año que Hitler ascendió al poder. Desde el principio, él les hizo la vida difícil a los oficiales nazis.

Él se opuso a las políticas públicas de la Reich en el área de la educación y en sus ataques a la libertad de religión. Cuando otros se afanaban para evitar provocar a los nazis, von Galen se tiró de frente en su retórica: él escarnecía la ideología nazi y defendía la autoridad del Antiguo Testamento en contra de los ataques de los nazis.

Pero la confrontación más importante de von Galen con el régimen fue en torno al programa Acción T4 (Action T4) – el esfuerzo nazi para eliminar las personas con discapacidades físicas o mentales. Ya para 1941, la persecución nazi en contra de los católicos, lo que incluyó enviar miles de sacerdotes a los campos de concentración, había logrado que los principales prelados alemanes “mantuviesen sus cabezas agachadas”, tal como lo narra el historiador Richard Evans.

Mientras más y más pacientes discapacitados estaban siendo asesinados, lo de mantener la cabeza agachada equivalía ser cómplice con el mal. Más aún, de lo que se dio cuenta von Galen, ello era inútil – porque los nazis iban a perseguir la Iglesia, de todos modos.

Por lo tanto, en julio y en agosto de 1941, él dictó una serie de sermones en que denunció al régimen nazi. Él le dijo al pueblo alemán que, si los discapacitados podían ser matados con impunidad, “entonces el camino está abierto para el asesinato de todos nosotros, cuando estemos viejos y débiles, y por tanto, improductivos.”  Si un régimen puede ignorar el mandamiento en contra del asesinato, entonces puede echar a un lado los otros nueve mandamientos de igual modo.”

Los sermones suscitaron un fenómeno a nivel internacional. Se enviaron copias de los sermones a los soldados alemanes estacionados en las primeras líneas de batallas. Por la radio de la BBC (British Broadcasting Corporation/Corporación de Difusión Mediática Británica), se leyeron extractos de los sermones. El líder local nazi exigió que von Galen fuese ejecutado. La hermana del obispo, una monja, fue arrestada y encerrada en el sótano del convento, de la cual escapó al salir por una ventana.

El propio von Galen anticipaba que sería martirizado. Pero algo extraordinario sucedió: los nazis dieron marcha atrás. Los sermones del obispo había galvanizado al público: las enfermeras y los camilleros comenzaron a obstaculizar el programa. Con esto, Hitler emitió una orden suspendiendo la muerte de los adultos discapacitados por intoxicación de gas.

Mientras que los nazis sí continuaron con la matanza de los discapacitados, especialmente de los niños, ellos mataron a menos personas, y se esforzaron por ocultarla. Como narra Evans, de no ser por las acciones de von Galen, los nazis hubiesen continuado en su ansia, sin límite, de librar la sociedad alemana “de aquellos que continuaban siendo una carga para la misma.”

Von Galen le sobrevivió al Tercer Reich, pero no por mucho tiempo. Poco después de que fue nombrado Cardenal en 1946, él murió debido a una infección de un apéndice. Pero no fue olvidado. En 2005, él fue beatificado por la Iglesia Católica. En términos católicos, eso lo convierte en “Beato Clemens von Galen.” Pero somos nosotros quienes hemos sido bendecidos por los ejemplos dados por él y por Lothar Kreyssig. Ellos defendieron la vida bajo circunstancias que se nos hace imposible imaginar, y obligaron a una dictadura demoniaca a que retrocediera.

Imagínense lo que nosotros podríamos lograr hoy día, con esa clase de compromiso y valentía.