Joven judía conversa conmueve al mundo

Joni Seith

Una joven judía conversa conmueve al mundo: soy feliz en medio de una terrible enfermedad

Ha hecho del «todo es gracia» paulino el lema de su vida hasta el límite de afirmar que su enfermedad degenerativa de los huesos también lo es.

Actualizado 21 diciembre 2010

Gilberto Pérez/ReL

A veces podríamos pensar que la felicidad empieza allí donde termina el sufrimiento. Y así postergamos para un mañana que probablemente nunca llegará nuestra decisión de amar y ser felices. Pero Joni Seith, una joven judía conversa al catolicismo, ha descubierto esa paradoja de la vida cristiana: el valor salvífico y redentor del dolor, y su sufrimiento, una penosa enfermedad degenerativa del sistema óseo, se ha convertido para ella una «gracia» que testimonia al mundo entero.

Buscar a Cristo con los cinco sentidos

Nacida en una familia en la que el judaísmo era más cultural que religioso, de pequeña participaba con agrado de las diversas tradiciones hebreas. Sin embargo, entrada a la adolescencia, lleva una vida «bastante mundana» pues, «¿Quién necesita la religión o a Dios?».

Unas extrañas pesadillas, su desencanto de la vida que llevaba, la depresión unidas al testimonio de fe y paz con el que su abuela dejó este mundo hacen que Joni se fuera «de compras por las iglesias” de diferentes denominaciones para encontrarse con el Mesías.

«Finalmente entré en una iglesia católica para ver lo que tenía que ofrecer. Llegué durante su celebración y de inmediato me sentí cómoda. Entonces sucedió algo que cambió mi vida para siempre. Campanas sonaron y el celebrante tomó en sus manos un círculo blanco. Mientras mantenía el misterioso disco en alto para que todos lo vieran, mis ojos se abrieron. Vi la Verdad por primera vez. «¡Señor mío y Dios mío!» proclamé con todo mi ser, y lloraba. Estaba en casa. Inmediatamente fui a ver a mis padres y les dije que me convertía al catolicismo».

Tras recibir el bautismo y contraer matrimonio que la bendijo con cuatro hijos, Joni comienza a experimentar la crudeza de su enfermedad. «La endometriosis se hizo tan debilitante que tuvieron que hacerme una histerectomía completa a la edad de treinta y dos años. Allí los doctores descubrieron que mi densidad ósea era la de una mujer de ochenta años de edad. A partir de ese momento, mi cuerpo parecía desmoronarse».

La perspectiva de llevar una vida marcada por el sufrimiento era algo que Joni no aceptaba. Y el padecimeinto comenzó a agravarse. «Fui diagnosticada con fibromialgia». Pese a la terapia «me encontré sin siquiera poder levantarme del sofá.

Posteriormente, los médicos le diagnosticaron una rara enfermedad genética del tejido conectivo llamada síndrome de Ehlers Danlos. El músculo y los tejidos conectivos unidos a la base de su columna vertebral se habían soltado de los huesos de la espalda inferior.

La Gracia vino

«Todo lo que podía hacer era rezar. Y Dios me respondió. Mientras estaba acostada en el sofá, sentí desesperación. Pero Dios me permitió ver la desesperación a través de los ojos de una persona con fe. Aprendí en un instante lo que la fe era, y la fe en Dios hace la diferencia en la vida de las personas.

«La Gracia vino. La gracia de creer en Aquel que me amó más que nadie me amaba. La gracia de aceptar que mi enfermedad se permanecería hasta que Él creyera que estaba lista para sanarme. La gracia de confiar en Él, que sabía mejor que nadie cómo quería usarme para su bien. Y Él me regaba con su paz. Con este nuevo conocimiento acepté mi deterioro de salud. A pesar de que la enfermedad causó estragos en mi cuerpo, no robó mi paz. El dolor no disminuyó pero ahora tenía la oportunidad de llevarlo mejor. Dios me enseñó «qué ofrecer». Había escuchado la expresión, pero ahora Él quería que yo la viviera».

Camisetas con mensajes católicos

Así, y a pesar de que estaba destinada a estar postrada en un sofá, Joni se sintió que podría pintar camisetas con mensajes católicos desde el sofá. Su fe, su esfuerzo y el apoyo de su esposo y de unos amigos hicieron que naciera su hoy próspero negocio.

Mientras tanto, su salud siguió disminuyendo. Ahora tenía la densidad ósea de una mujer de noventa años. Su pie se rompió mientras salía de la iglesia. Se rompió el esternón mientras estaba durmiendo. «Había confiado en Dios antes, pero ahora había llegado el momento de confiar realmente en Él».

Posteriormente se dedicó a escribir un libro sobre la vida de los santos para niños. «¡Él no iba a dejar que perdiera la cabeza como estaba perdiendo mi cuerpo! Cuanto peor me sentía, más me inspiraba lo que iba a dibujar y escribir. Dios me dio el regalo de mis obras de arte y nuestro negocio de camisetas para mantenerme cuerda».

Las «muertes misericordiosas», robo de una bendición

La experiencia de Joni la lleva a rechazar la eutanasia. «A través de estos desafíos, Dios me dio una conciencia de lo que las llamadas «muertes misericordiosas» están robando a los enfermos y a los ancianos. La mentalidad de la «cultura de la muerte» está tratando de romper la relación íntima con Jesucristo, del sacrificio de amor que Él espera de aquellos que sufren. Este mundo quiere robar nuestra paz, nuestra alegría y la unión de nuestros sufrimientos con Él. Este mundo quiere robar nuestra oportunidad de amar como Jesús ama».

«Pero gracias a Dios, Jesús me guardó de que el mundo me robe esa bendición. Él me enseñó lo que significa «qué ofrecer». Todo lo que necesitamos hacer es pedirle que derrame su gracia sobre nuestros hermanos y hermanas para ofrecer nuestro dolor y enfermedades, nuestras decepciones así como nuestras alegrías por el bien de los demás. Dios nos ama tanto que Él nos quiere introducir en el sacrificio amoroso de su cruz, el instrumento de su amor y gracia, su paz y vida en nosotros -el misterio de su Sacratísimo Corazón. Es una gran lección que aprender».

Lea aquí el testimonio completo de Joni.

Beatificación de un matrimonio con veintiún hijos

Bajo la dirección espiritual de San Pío de Pietrelcina

La diócesis de Roma abre el proceso para beatificar a un matrimonio con veintiún hijos

Se trata de Settimio Manelli (1886-1978) y su esposa Licia Gualandris (1907-2004), modelo de matrimonio fecundo, confiado en la Providencia, generoso y espiritual.

Actualizado 22 diciembre 2010

Pablo J. Ginés/La Razón

Hoy pocos consejeros de pareja apostarían por esta unión, pero San Pío de Pietrelcina, el franciscano de San Giovanni Rotondo famoso por sus milagros y estigmas, los conoció en 1924: ella era una chica de 17 años; él, un profesor de secundaria de 38 años, que había luchado en la Primera Guerra Mundial y había llegado a ser capitán. ¿Podía funcionar este noviazgo? El Padre Pío les profetizó que tendrían más de 20 hijos. Se casaron en 1926 y tuvieron 21 hijos, aunque cinco murieron en abortos naturales y otros tres en su infancia.

Los años de la Segunda Guerra Mundial y de la postguerra fueron muy duros, pero los comerciantes les daban créditos, y la Divina Providencia les ayudaba día a día. «Si no, no se explica», dice su hijo Stefano. «Papá y mamá nos invitaban siempre a confiar en la Providencia, a esperar su llegada a casa, como si fuese una persona», explica en «La Reppublica». Stefano tiene un recuerdo de cuando él tenía 10 años: «papá llegó a casa y mamá le dijo tímidamente, casi en un susurro: “¿sabes que estoy embarazada de nuevo?” Y él: “¿Ves? Otra llama que Dios ha encendido”».

Recuerda también que hacia finales de la guerra, su padre salió a buscar algo de comer para su numerosa familia, sin poder conseguir nada. Cuando volvía triste a casa, salieron sus hijos muy alegres a recibirle: habían recibido un paquete de ayuda alimentaria de los Aliados.

Dicen los sociólogos que las madres jóvenes y con muchos hijos corren riesgo de no poder darles una buena formación. Pero Licia, de quien se recuerda su «sonrisa constante, oración incesante y caridad sobrenatural», pudo ver a ocho de sus hijos obtener una licenciatura y a los trece establecerse bien en la vida. Su hijo Pío, por ejemplo, le dio nueve nietos: de ellos, siete entraron en vida religiosa en los Franciscanos de la Inmaculada, la orden fundada en 1970 por Stefano y que ha logrado una increíble expansión mundial con casi mil seguidores entre monjes, monjas, novicios y novicias. Es uno de los fenómenos vocacionales más asombrosos de los últimos años.

Espiritualidad franciscana

La fuente de toda esta fecundidad hay que buscarla en la espiritualidad franciscana que aprendieron del Padre Pío, a quien visitaban a menudo y que los consideraba como de su familia. Cuando recibía la noticia de que los Manelli daban a luz otro hijo, comunicaba su alegría a todo el convento. Ambos esposos entraron en la rama laica de los franciscanos, como terciarios.

Stefano afirma en el digital «Tgcom» que «mis padres discutían, como es normal, pero nunca los vi pelearse. Probablemente tenían el sistema nervioso más fuerte de Europa». Hoy, entre hijos, nietos y bisnietos, tienen más de 200 descendientes, y querrían asistir a la beatificación.

En el Cielo, tomados de la mano

Matrimonios, en el santoral, hay unos cuantos, como es el caso de San Isidro, patrón de Madrid, y su esposa, Santa María de la Cabeza. Lo novedoso es que lleguen juntos a los altares, compartiendo proceso canónico y hasta milagro. Sólo hay dos casos. En octubre de 2001, Juan Pablo II beatificaba al matrimonio de Luigi Beltrame y María Corsini, de Roma, con cuatro hijos. Dos de ellos, ancianos sacerdotes, concelebraron la misa de beatificación. Por su intercesión conjunta se curó  el joven Gilberto Rossi de alteraciones óseas. En octubre de 2008 fueron beatificados Louis Martin y Zélie Guérin, los padres de Santa Teresita de Lisieux. Se les atribuye la curación en 2002 del bebé Pietro Schiliro.