“Emociona redescubrir la fe”

martes, 07 de diciembre de 2010
Peter Seewald


Alfa y Omega (Entrevista de Ricardo Benjumea)

Volvió a la Iglesia, tras comprobar que allí estaban las respuestas a las preguntas que rondaban su cabeza, y no encontraba en las ideologías. Conocer al cardenal Ratzinger marcó su vida. Este verano, volvió a entrevistarle, convertido ahora en Papa. De aquellas seis mañanas en Castelgandolfo, nace ‘Luz del mundo’, editado en España por Herder

Afrontó su primer encuentro con el cardenal Ratzinger con cierta pereza. Sin embargo, de ahí nació el libro La sal de la tierra, que le impulsó a regresar a la Iglesia…

No fue pereza. Aunque estuviera alejado de la Iglesia, veía a Joseph Ratzinger como un pensador muy original, bien informado, con gran sentido poético y gran capacidad de iluminar las cosas con una luz nueva. En cuanto a mi conversión, fue un proceso de casi 25 años. La razón fundamental fue la confrontación con los problemas de nuestro tiempo, tras comprender que una sociedad se derrumba si se separa de sus raíces. En esa situación, fue importante para mí encontrarme con alguien capaz de dar una respuesta tan inteligente y comprehensiva a los grandes problemas, y en particular, a las preguntas religiosas del hombre moderno.

¿Espera que experimente esa sacudida algún lector de ‘Luz del mundo’?

Absolutamente. Pero esto ya lo percibí con La sal de la tierra. Quedaron al descubierto muchas muestras del gran pensador y del hombre piadoso que es Joseph Ratzinger. Las cuestiones que se plantea y las respuestas que da son de enorme importancia e incidencia en la vida de cada uno; tiene una gran comprensión analítica de este tiempo.

Pese a su timidez, uno extrae la conclusión de que al Papa le gusta recurrir a la ironía e incluso a cierta provocación intelectual a su interlocutor…

Sí, esto le gusta. Él siempre busca el diálogo, la comunicación abierta. No le gusta que se esconda nada debajo de la alfombra o se deje a un lado.

La presentación del libro en el Vaticano contó con monseñor Fisichella, el Presidente del nuevo Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. ¿Qué significado atribuye a esto?

Creo que el gran atractivo de este libro es, por un lado, el amplio espectro de temas que aborda, no sólo de actualidad, sino también problemáticas nucleares que afectan al hombre moderno, y esto hace que se dirija a un público muy amplio. El texto es muy comprensible, y puede interesar a personas fuera de la Iglesia, pero creo que va a interesar, sobre todo, a los creyentes. Veo el libro como un ejemplo de la nueva evangelización, y de la disposición de la Iglesia a confrontarse abiertamente con todo tipo de asuntos. Creo que es una bella coincidencia histórica que se publique en el momento en que se impulsa con nuevas fuerzas la nueva evangelización, y creo que la utilidad que puede esperarse de Luz del mundo va en esa línea. Benedicto XVI nos ofrece la ocasión de volver a conocer los fundamentos de la fe y del pensamiento católico. En Europa, la fe se oscurece; muchas personas están en la Iglesia, y no saben qué significa eso. Pero también es emocionante volver a recibir esta enseñanza, y replantearnos qué concepción del cristianismo debemos transmitir al mundo.

El Papa no da Europa por perdida.

Sí, cree en Europa. Aunque veamos una caída dramática de la fe cristiana en Europa, este continente es de una importancia decisiva para la Iglesia. Es interesante ver qué misiones han planteado a Europa Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ambos son luchadores por la libertad, cada uno a su manera. La lucha de Wojtyla estaba marcada por el comunismo; Benedicto XVI defiende los valores fundamentales que sostienen la vida del hombre y la libertad religiosa, en una situación en que la cristiandad se ha visto empujada a una actitud defensiva, caracterizada casi como una fuerza enemiga del progreso.

¿Con qué ánimo habla el Papa de estos temas?

Me ha impresionado su optimismo. Ve con gran precisión los signos de los tiempos, dice con claridad que no podemos seguir como hasta ahora, sin poner en peligro la vida en el planeta y el desarrollo de la Humanidad. Pero no es enemigo de la modernidad. Dice que debemos valorar lo que hay de bueno en ella, tanto como percibir dónde están sus peligros. Y nos anima a volver a aprender el significado de la palabra libertad, que no puede ser —como la experiencia demuestra— hacer todo lo que es posible hacer, sino que tiene que vincularse al concepto de bien.

Usted consiguió que el Papa grabara un mensaje para el contestador automático, de parte de sus hijos.

(Ríe) Es una historia muy bonita. El Papa tiene gran sentido del humor, uno ríe mucho con él. Le pedí que grabara el mensaje, y accedió de inmediato.

Pero también responde al estereotipo de rigidez alemana, al menos en la puntualidad. Intentó usted sin éxito prolongar la entrevista…

(Ríe) ¡No hubo manera! El Papa sabe medir perfectamente sus fuerzas y organiza muy bien su tiempo. Si hay una hora pactada, es una hora. Además, en la entrevista me delató una de las cuatro grabadoras que llevé, por precaución: la cinta saltó justo a la hora. El Papa se interrumpió y dijo: Hoy nos hemos ganado el almuerzo.

«Medjugorje es la realización de Fátima»

Actualizado 6 diciembre 2010

Juan Pablo II: «Medjugorje es la realización de Fátima»

La verdad es que leí tanto en su día sobre Juan Pablo II, que cuando salió el libro Por qué es santo, firmado por el postulador de su causa de beatificación, Slawomir Oder, directamente pasé del tema. Digamos que sentí que nada más podía aportarme la vida de JP2, por todo lo que ya sabía. Sin embargo, el polaco tenía una sorpresa para mí, y para toda la Iglesia, sobre la presencia de la Virgen María entre nosotros, en nuestro tiempo, durante toda nuestra generación, de una forma mística y asombrosa: Medjugorje.

Como ya sabéis, el cardenal Ruini, Vicario Emérito de Su Santidad para la Diócesis de Roma, es quien preside la Comisión Internacional de Investigación sobre Medjugorje. Éste cardenal Ruini, uno de los más allegados a JP2, eligió al sacerdote polaco Slawomir Oder como postulador de la causa de beatificación del anterior Papa.

Slawomir Oder es sacerdote diocesano y presidente del Tribunal de Apelación de la Oficina Legal del Vicariato de Roma, y en el año 2010 publicó el libro del que os he dicho que yo directamente pasé, Por qué es santo.

En el prólogo de dicho libro se explica que Oder, como es lógico, se ha convertido en el “depositario de las noticias, sacrificios, y anécdotas que debidamente unidos, conforman la imagen inédita del candidato [Juan Panlo II]”.

Pues bien. En el Capítulo III de dicha obra, titulado “El místico”, Oder empieza a describir la profunda devoción que Juan Pablo II tenía a la Virgen Santísima. Para describir esta devoción, Oder no ha escogido la advocación de Guadalupe, primer destino escogido por este Papa peregrino y Mariano; tampoco ha escogido la de Lourdes, Santuario que visitó en algunas ocasiones; ni siquiera la de Fátima, a quien él siempre reconoció que le salvó la vida en el atentado del 13 de mayo de 1981. No; Slawomir Oder ha escogido nada más y nada menos que Medjugorje, destacando que el Papa relacionaba el atentado con las apariciones de la Reina de la Paz en Medjugorje, lugar de realización de Fátima. ¿Sorprendidos? Bien. Vamos al tema.

En dicho capítulo III, nos encontramos con un epígrafe titulado: “Si no fuese Papa estaría confesando en Medjugorje”. Os copio el texto íntegro:

“Su devoción por María se incrementó vivamente cuando se aclaró que el tercer secreto de Fátima hacía alusión al atentado de 1981. Muchos testigos de su entorno confirmaron que el Papa relacionaba éste dramático suceso con las apariciones de la Reina de la Paz en Medjugorje, en la ex Yugoslavia, que habían empezado a producirse en junio de ese mismo año. Una ulterior confirmación de éste vínculo fue, para los creyentes, el mensaje que dirigió [La virgen María] a los fieles marianos el 25 de agosto de 1994, durante los días en que se preparaba el viaje pastoral del Papa a Croacia, previsto para los días 10 y 11 de septiembre: “Queridos hijos, hoy me uno a vosotros en la oración de una manera especial, rogando por el don de la presencia de mi amado hijo en vuestra patria. Rezar, hijos míos, por la salud de mi hijo predilecto, que sufre, pero al que yo he elegido para estos tiempos”.

Si bien jamás adoptaba una posición oficial cuando se producían dichas apariciones, el Papa no ocultaba en privado su convicción. A monseñor Murilo Sebastiao Ramos Krieger, arzobispo de Florianópolis (Brasil), que estaba a punto de viajar por cuarta vez al santuario de la Reina de la Paz, le confirmó: “Si no fuese Papa estaría confesando en Medjugorje”. Un deseo que corrobora el testimonio del cardenal Frantisek Tomasek, arzobispo emérito de Praga, quien le oyó decir que, de no haber sido Papa, le habría gustado ir a Medjugorje para ayudar a los peregrinos.

Aún más elocuentes son, a éste propósito, las palabras que escribió el obispo de San Ángel (EEUU), monseñor Michale David Pfeifer, en su carta pastoral de 5 de agosto de 1988 a la diócesis: “Durante mi visita ad limina con los obispos de Texas, pregunté al Santo Padre qué opinaba de Medjugorje en el curso de una conversación privada. El Papa habló favorablemente y dijo: “Afirmar que en Medjugorje no ocurre nada significa negar el testimonio viviente y orante de los miles de personas que han estado allí”.

Al 26 de marzo de 1984 se remonta, en cambio, un episodio que recordó el arzobispo eslovaco Pavel Hnilica, uno de los prelados más próximos al Pontífice. Una vez que fue a comer con Juan Pablo II para ponerlo al día de una misión secreta que debía desempeñar en Moscú –celebrar clandestinamente la Misa entre las murallas del Kremlin- éste le preguntó: “¿Después fuiste a Medjugorje, Pavel?”. Cuando le dijo que no lo había hecho, dado que ciertas autoridades vaticanas le habían manifestado su desaprobación, el Papa le pidió: “Ve de incógnito y vuelve para contarme lo que has visto”. Después lo llevó a su biblioteca privada y le enseñó un libro del padre René Laurentin en el que figuraban varios mensajes de la Reina de la Paz mientras le comentaba: “Medjugorje es la continuación de Fátima, es la realización de Fátima”.

Tras la muerte de Juan Pablo II, sus amigos Marek y Zofia Skwarnicki pusieron a disposición las cartas que éste les había remitido y en las que abundan las referencias a Medjugorje. El 28 de mayo de 1992 el Pontífice escribió a los cónyuges: “Agradezco a Zofia todo lo concerniente a Medjugorje. Yo también visito a diario este lugar cuando rezo: me uno a todos los que allí oran y reciben desde allí la llamada a la oración. Hoy comprendemos mejor esta llamada”.

El texto es del libro Por qué es santo, de Slawomir Oder, editado en España por Ediciones B.

Sin entrar en detalles, pero barajando ciertas informaciones, acontecimientos como la publicación de este libro o el saludo del Benedicto XVI a los peregrinos de la parroquia de Medjugorje, y algunas intuiciones que no sé si son mías o no, me atrevo a opinar que pronto, muy pronto, Roma nos va a sorprender con una información acerca de la bondad del fenómeno de Medjugorje. En cualquier caso, esto es tan solo una opinión formada desde la distancia y la ignorancia de un periodista. Ahora bien, sean los que sean los tiempos y discusiones que hay en Roma al respecto, Medjugorje está ahí. Y está ahí ahora. Sucede ahora. No sabemos si mañana. No cuando Roma diga algo o no diga nada, si no ya.

En Medjugorje se hace una llamada fortísima a la oración, y en Medjugorje, con apariciones o sin ellas, existe una realidad que te motiva a esa oración. No sé si será el aire, el agua, la luz, la comida o la presencia del Espíritu Santo y de Su Esposa, pero eso es así. No es ni discutible ni opinable. Es un hecho. De cada uno de nosotros depende el estar allí o el no estar. Juan Pablo II quiso y no pudo. Aunque solo fuese por él, por ofrecérselo, yo iría. Nada malo puede suceder de una peregrinación a este lugar bendecido en el que los corazones se enamoran de la Iglesia de Jesucristo para convertir hacia ella toda la vida.

 

Incansable misionero jesuita Padre Tarín

El 12 de diciembre

Se cumplen cien años del fallecimiento del incansable misionero jesuita Padre Tarín

El centenario de la muerte del Padre Tarín supone un gran recordatorio para todos los jesuitas y para el pueblo sevillano.

Actualizado 7 diciembre 2010

Miriam Arribas/La Razón

Este año –exactamente el próximo 12 de diciembre– se cumplirán cien años de la muerte del jesuita Francisco de Paula Tarín Arnau, nacido en Godelleta (Valencia) en 1847 y fallecido en Sevilla en 1910.

El centenario de la muerte del Padre Tarín supone un gran recordatorio para todos los jesuitas y para el pueblo sevillano.

El Padre Tarín fue considerando santo por el pueblo sevillano incluso antes de su muerte. Su historia, todavía viva del querido jesuita, se basa en una vida dedicada a ser un misionero incansable. Todos sus años de vida los pasó recorriendo kilómetros y kilómetros al servicio de los más necesitados. Cada misión era un continuo trajín que se repartia entre enfermos, pobres y afectados por epidemias.  Tal era el ritmo frenético de servidumbre al pueblo, que los jesuitas que alguna vez le acompañaban, no podían seguir su camino incansable, Nunca cedió en su propósito de decir «no puedo» y de no tener consideraciones con su cuerpo. Así llevó, como dice la lápida de su sepulcro, «por toda Andalucía y más allá de ella» la voz del ejemplo de su devoción a la Eucaristía, de su amor al Sagrado Corazón, y de su deseo de acercar a todos a Jesucristo.

Una vida dedicada a los pobres Tarín dedicó toda su vida a los más necesitados del barrio de San Roque, en Sevilla. Cuidó de la asistencia de enfermos y moribundos valiéndose de la colaboración de las Conferencias de San Vicente. Cuando Tarín murió, llevaba ya contabilizados 1.325 enfermos a los que había acompañado. Se recuerda su humildad y su delicadeza con los jesuitas y el continuo flujo de lismonas que recibía y que luego repartía con los más pobres.

El pueblo lo proclamó santo

Cuenta su biógrafo, José María Javierre, que nada más conocerse la noticia de su muerte, las gentes comenzaron a ir a la Iglesia del Sagrado Corazón, donde estaba expuesto su cuerpo. Más que un entierro, parecía una procesión, ya que llevaron su cuerpo descubierto hasta el cementerio entre gritos que lo procalmaban santo, padre de los pobres…

El Padre Tarín fue declarado Venerable por Juan Pablo II en enero de 1987, aunque ya había sido declarado santo por el pueblo sevillano antes de morir.

Pensamiento de san Josemaría Escrivá sobre la santidad

«Vida cotidiana y santidad en las enseñanazas de Josemaría»

Presentan el pensamiento de san Josemaría Escrivá sobre la santidad y la vida en tres volúmenes

Una frase que condensa su pensamiento: la santificación en la vida cotidiana, en el trabajo propio de cada uno. Para esto se requiere cultivar el trato con Dios.

Actualizado 7 diciembre 2010

Carmen Elena Villa/Zenit

“Os pido sencillamente que toquéis el cielo con la cabeza: tenéis derecho porque sois hijos de Dios”, decía san Josemaría Escrivá de Balaguer. “Pero que vuestros pies, que vuestras plantas estén bien seguras en la tierra, para glorificar al Señor Creador Nuestro, con el mundo y con la tierra y con la labor humana”, advertía el fundador del Opus Dei.

Una frase que condensa su pensamiento: la santificación en la vida cotidiana, en el trabajo propio de cada uno. Para esto se requiere cultivar el trato con Dios. “San Josemaría decía que así como en una casa no puede haber calefacción sin caldera, no puede haber santidad sin momentos fuertes de oración mental”, comenta Javier López en diálogo con ZENIT.

Los sacerdotes Javier López, de Madrid y Ernst Burkhart de Viena realizaron durante 10 años un trabajo de investigación sobre los principales escritos del santo para condensarlos en tres volúmenes y presentar por primera vez una recopilación sistemática de teología espiritual con numerosos textos inéditos. Se trata del libro “Vida cotidiana y santidad en las enseñazas de san Josemaría”, del que acaba de aparecer el primer volumen de 624 páginas.

Ambos presbíteros pertenecen a la prelatura del Opus Dei y son profesores de teología espiritual en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma. Conocieron san Josemaría en los años 60 y residieron con él en la década de los 70.

Santidad para todos

Para el profesor Ernst Burkhart, el mensaje del santo Escrivá “vale para todo el mundo” por esta razón “no hemos querido incluir en los títulos del libro la palabra Opus Dei, para que la gente comprenda la universalidad del mensaje”, según indicó a ZENIT.

Como ha escrito el Papa Benedicto XVI, “san Josemaría recibió luces divinas para predicar la llamada universal a la santidad” (Exortación apostolica Verbum Domini, 48). “Especialmente el libro se dirige a los fieles laicos y a los sacerdotes seculares para impulsarles a la santidad en la vida cotidiana”, comenta el sacerdote vienés.

Para exponer su pensamiento “nos hemos centrado en tres puntos de su mensaje: el primero es que el eje central de la santidad en medio del mundo es la santificación del trabajo profesional; el segundo es que la filiación divina, saberse hijos de Dios, es el fundamento de la vida cristiana; y el tercero es que el cristiano ha de aspirar al ideal de ser contemplativo en los quehaceres de su vida ordinaria”.

El profesor Javier López destaca que la actualidad del mensaje de san Josemaría es compatible con su continuidad respecto a la tradición de la Iglesia: “Aprecia a los grandes maestros de vida cristiana, tiene cariño por santa Teresa de Jesús, san Bernardo de Claraval, santa Catalina de Siena y otros doctores de la Iglesia.  Entre los autores que cita con más frecuencia destacan san Agustín y Santo Tomás de Aquino”.

“Su aporte lo vemos como una verdadera manifestación del Espíritu Santo”, agrega Javier López. “Creemos que la novedad de su enseñanza está en la espiritualidad laical”, afirma.

Para san Josemaría siempre fue muy claro que no puede haber santos de segunda categoría. “Hay bastantes fieles de la prelatura, de diversos estados de vida camino a los altares. Además del sucesor de san Josemaría monseñor Alvaro del Portillo, hay, entre otros, un ingeniero suizo, un médico guatemalteco, un matrimonio español, una empleada del hogar, Dora del Hoyo, quienes murieron con fama de santidad.

Libertad de los hijos de Dios

Un tema fundamental en el pensamiento de san Josemaría es el de la libertad. En el segundo volumen de este compendio se le dedica un amplio espacio. Se tratan puntos como gracia y libertad en la vida espiritual; voluntad, razón y sentimientos en el ejercicio de la libertad; el respeto a la persona y a su libertad; los compromisos cristianos  como cauce de libertad.

El profesor Burkhart destaca la importancia de la libertad en “las opciones temp orales, en todo lo que es opinable en temas económicos o políticos e incluso en las cuestiones teológicas”. Dice que para san Josemaría la libertad  “debe ser fomentada y valorada y que no se puede imponer la uniformidad incolora. Es algo muy típico de su pensamiento”.

Santidad

Para el profesor Burkhart de 65 años, cobra un valor agregado en esta investigación, el haber conocido personalmente al santo Escrivá de Balaguer:  “Cuando le escuchaba me resultaba fácil hacer oración”, dice.
Y destaca algunas de sus virtudes: “Era muy humano, divertido, cariñoso y preocupado por todos nosotros”. Celebraba la misa con una gran intensidad”.

“Recuerdo una vez que Ernst tocaba el violín durante una tertulia. Al terminar, san Josemaría le preguntó cuántos años llevaba practicando y él contestó que unos veinte, a diario. Entonces comentó que así había que hacer en la vida cristiana: insistir un día y otro, con la ayuda divina, para afinar en los detalles y parecerse cada vez más a Jesucristo”  concluye Javier López.

Así, san Josemaría estaba convencido de que “ninguna persona es un verso suelto”, sino que todos hacemos parte “de un mismo poema que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad”, como dice en uno de sus escritos presentados en este libro.