¿Qué sería del hombre en un mundo sin Dios?

El 29 de octubre de 1945 Jean-Paul Sartre pronunció una conferencia que luego se publicaría con el título El existencialismo es un humanismo. Es difícil encontrar un título más falso.

Cuenta Sartre que un alumno le pidió consejo: si ir a la guerra a vengar la muerte de su único hermano, o marchar a casa para ayudar a su madre viuda. Varias páginas de argumentos muy intelectuales desembocan en esto: estás en la soledad más completa, respondió el maestro.

«Si Dios no existe, todo está permitido», dijo Dostoievski. Y Sartre se empeña exactamente en lo contrario. Como si no pasara nada en el mundo si Dios desaparece. La misma moral burguesa, la misma conciencia del deber, la misma angustia por acertar con lo correcto, pero si Dios no existe somos los seres más miserables. Cargados con una conciencia absurda.

Tiene uno la tentación, muchas veces al día, de exclamar, casi como Obélix, que «están locos estos humanos». Hemos vaciado los templos, no sólo porque poca gente va a las iglesias, sino también porque hemos echado a Dios de ellos. Y pretendemos que todo sigue igual.

Sólo volveremos a ser humanos cuando, conscientes y alegres en nuestra esencial limitación, levantemos los ojos para dar culto a Dios.

San Pío de Pieltracina, un santo milagrero.

Actualizado 5 noviembre 2010

El tema de los milagros, siempre ha despertado interés en paganos y creyentes. Aunque bien es verdad, que por diferentes razones. El periodista e investigador histórico, José María Zavala ha escrito un maravilloso e interesante libro, sobre este tema. Concretamente en referencia a San Pío Pieltrecina, del cual supongo que los lectores de ReL tendrán ya noticias, pues a pesar de su reciente aparición, no ha pasado este desapercibido, por el interés que ha suscitado, sobre todo para aquellos que viven pendientes de todo lo que se refiere al amor del Señor.

Francesco Forgione, más conocido como el Padre Pío, era un fraile capuchino, hijo predilecto del Señor, y también hijo espiritual, de otro gran predilecto del Señor, llamado San  Francisco de Asís. Ante esta afirmación puede ser que alguno se pregunte, pero… entonces era, o no era franciscano. Pues sí y no, me explico: En el siglo XVI, surgió en las cuatro órdenes mendicantes y también en otras varias, un fuerte deseo de renovación de alguno de sus los miembros que deseaban volver a la antigua disciplina, ya que para ellos, la actual se encontraba relajada. Y en la Orden de los frailes menores, creada por San Francisco de Asís, se inició este movimiento de reforma en 1528, por Fray Mateo de Bascio y por los hermanos Ludovico di Fossombrone y Rafaele di Fossombrone, en compañía de otros franciscanos. Y así nacieron los frailes Capuchinos. Orden de frailes menores Capuchinos OFM Cap. Este hecho fue frecuente en aquella época y así nacieron los Agustinos Recoletos, llamados así por haberse recortado la capilla, o los Carmelitas descalzos creados por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. El movimiento de reforma se extendió a casi todas las órdenes religiosas, salvo la excepción de los Cartujos de San Bruno, que orgullosamente pusieron en su lema: “Nunca nos reformamos, porque nunca nos deformamos”.

Sobre el libro que por su interés comentamos, se pofría pensar, en razón del subtítulo que dice “Los milagros desconocidos del santo de los estigmas”, que es un catálogo de los milagros que en vida, realizó el P. Pio de Pieltracina, pero este libro es bastante más que todo eso, porque el autor José María Zavala, ha tenido la habilidad de ponernos de relieve las profundidades espirituales del P. Pio, por medio del relato de algunos de los diversos milagros que este santo realizó en vida, al tiempo que ha sabido mover al lector a reflexionar y profundizar en los misterios, que en el orden del espíritu rodean a nuestras almas.

Como escritor en temas de orden espiritual, y si no los soy, al menos, pretendo y trabajo para serlo, sirviendo así al Señor, aprecio mucho esa cualidad que pocos libros de carácter espiritual tienen; que es, la de compaginar la aridez de los temas del espíritu, con el necesario alivio que le dan al lector, las referencias a temas más humanos y menos sobrenaturales. Seamos realistas, un grueso tratado de algún tema del espíritu, enfocado dura y puramente, solo desde el ángulo espiritual, generalmente, si se carece de experiencia, para el lector es un ladrillo indigerible.

Y José María Zavala,  quizás por sus conocimientos de las ciencias de la información, unido al hecho de ser un investigador de la historia, ha tenido la virtud, de que sin perder un ápice la espiritualidad que emana de la obra y milagros del P. Pío, ha logrado hacernos un relato extenso de su vida a través de sus innumerables milagros.

En los dos mil años de existencia de la Iglesia, ha habido una serie de Santos que se han caracterizado por el asombro que producían, entre sus fieles y seguidores, la cantidad de milagros de ellos se generaban. Así tenemos por ejemplo a San Antonio de Padua, pero en el caso que nos ocupa rebasa todos los límites inimaginables en cuanto a su acción taumatúrgica. Muchos de estos prodigios, con un realismo notable son narrados en este libro de Jose María Zabala, en forma tal que el lector se encuentra inmerso en los hechos que se narran.

El padre Pío dedicaba la mayor parte de sus energías a intensas oraciones, a oficiar misas y, sobre todo, a escuchar confesiones. Como San Juan Bautista María Vianney, el célebre cura de Ars, el padre Pío tenía fama de poseer el don de leer los pensamientos, es decir, la capacidad de ver el interior de las almas ajenas y conocer sus pecados sin escuchar ni una palabra del penitente. Al mismo paso que su reputación, crecían también las colas delante de su confesionario, hasta tal punto que, durante un tiempo, sus hermanos capuchinos expendieron billetes de entrada, para quienes querían gozar del privilegio de confesarse con él. A veces, cuando un pecador no podía ir a verlo, él mismo acudía al pecador, aunque, según dicen, no por los procedimientos corrientes. Sin salir de su cuarto, el fraile aparecía, en lugares tan alejados como Roma, para escuchar una confesión o consolar a un enfermo. En otras palabras, poseía el poder de la bilocación, la capacidad de estar presente en dos lugares distintos al mismo tiempo.

Pero había más. Cuando murió, sus hermanos de la orden le atribuían más de mil curaciones milagrosas, de ellas varias de las más interesantes y llamativas son narradas en este libro. Sus profecías fueron menos frecuentes, aunque no menos impresionantes en sus aciertos. Se dice que una de éstas la pronunció tras escuchar la confesión de un sacerdote polaco recién ordenado, que llegó desde Roma para verlo. «Un día serás papa», le vaticinó al joven Karol Wojtyla en 1947.

En resumen, padre Pío ostentaba todos los dones carismáticos y los poderes taumatúrgicos que, en la tradición popular, distinguen al místico de un santo común y corriente, aunque lo normal es que la persona que haya alcanzado la vía contemplativa, incluso en su más alto nivel, carezca de carismas taumatúrgicos. Era, y sigue siendo, el hombre santo más popular de Italia después del mismo San Francisco de Asís. Pero la devoción hacia él no se limita a Italia o a los italianos. El convento capuchino en San Giovanni Rotondo, ciudad situada en la cumbre de una colina, donde está enterrado el padre Pío, es un imán poderoso que atrae a los peregrinos y, a la vez, es sede de un culto de difusión mundial. Más de doscientas mil personas integran la red mundial de los Grupos de Oración del padre Pío. Libros, folletos, cintas de vídeo y dvds, circulan por muchas partes de Italia y fuera de Italia.

El padre Pío durante su vida conoció a seis papas, y varios de ellos reconocieron personalmente en algún momento su santidad. Juan Pablo II le manifestó una particular devoción. Siendo arzobispo de Cracovia, escribió en 1962 al fraile capuchino, rogándole que rezara por una mujer polaca que había sobrevivido a un campo de concentración nazi, pero que se estaba muriendo de cáncer. El padre Pío hizo lo que se le pedía y, al cabo de menos de una semana, el arzobispo le volvió a escribir para informado de que la mujer estaba curada. En 1972, el arzobispo Wojtyla se sumó a los demás miembros de la jerarquía polaca en la firma de una carta con una solicitud de apoyo para la causa de padre Pío. Siendo ya papa, en 1987, peregrinó a San Giovanni Rotondo, donde ofició la misa ante la tumba del fraile. Aunque este último gesto era un acto de homenaje personal más que oficial, la visita del papa fue ampliamente interpretada por los devotos de padre Pío como señal de que su viaje hacia la santidad oficial sería breve.

San Pio de Pieltrecina, fue canonizado el 16 de julio del 2002. Y fue precisamente canonizado por Juan Pablo II, ese joven sacerdote al que él mismo en 1947, cincuenta y cinco años antes, le profetizó que sería papa.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

María Simma y las almas del Purgatorio (2)

Actualizado 4 noviembre 2010


Las almas del Purgatorio hablan con frecuencia con María sobre ese gran deseo, de esa sed que tienen de Dios, y cómo ese deseo es para ellas profundamente doloroso; es, sin duda, una verdadera agonía. En la práctica el Purgatorio es una gran crisis, una crisis que nace de la falta de Dios.

Sobre esto he querido que María nos precisara un punto fundamental:

– María, ¿las almas del Purgatorio prueban alegría y esperanza en medio de sus sufrimientos?

– Sí, ningún alma quisiera volver del Purgatorio a la tierra, porque ellas ya tienen un conocimiento de Dios infinitamente superior al nuestro, y no podrían nunca más decidirse a regresar a las tinieblas de este mundo. He aquí, entonces, la gran diferencia entre los sufrimientos del Purgatorio y los de la tierra: en el Purgatorio, aunque sea terrible el dolor del alma, la certeza que se tiene de vivir con Dios es tan fuerte e indestructible que el gozo de esta certeza supera aun el dolor; y por nada del mundo esas almas quisieran volver a vivir sobre la tierra donde, al fin de cuentas, nunca se tiene seguridad de nada.

– María, ¿ahora podrías decirnos si es Dios quien envía un alma al Purgatorio, o si, en cambio, es el alma misma quien decide de ir allí?

– Es el alma misma quien quiere ir al Purgatorio para purificarse, antes de entrar en el Paraíso. Pero aquí es preciso decir también que el alma, cuando está en el Purgatorio, adhiere perfectamente a la voluntad de Dios;por ejemplo, se complace del bien y desea nuestro bien; experimenta tanto amor por Dios, y también por quienes aún estamos en la tierra. Estas almas están perfectamente unidas al Espíritu de Dios o, si quieren, a la Luz de Dios.

– María, ¿en el momento de la muerte, se ve a Dios en plena luz, o en manera confusa?.

– En manera aún confusa; con todo, hay una claridad tal, que basta, ciertamente, para tener nostalgia.

¡Es verdad!. Es una luz resplandeciente, en relación a las tinieblas de la tierra; pero todavía es nada con respecto a la Luz que el alma conocerá en el Cielo. Del resto, a tal propósito, podemos hacer una confrontación con las experiencias de las que se habla en el libro «La vida más allá de la vida»: muchísimas de esas personas que, de un estado de pre-muerte (por coma, paro cardíaco, etc.), han entrevisto algo del más allá, quedaron tan fascinadas de esa luz, que para ellas ha sido una verdadera agonía retornar a la común existencia sobre la tierra, después de aquella experiencia.

– María, ¿puedes decirme cuál es el papel de la Virgen con respecto a las almas del Purgatorio?

– Sí, viene frecuentemente para consolarlas y decirles que han hecho bien tantas cosas, y les da coraje.

– ¿Hay días especiales en los cuales ella las libera?

– Si, sobre todo el día de Navidad, el día de Todos los Santos, el Viernes Santo; las libera también el día de su Asunción y en el de la Ascensión de Jesús.

– Pero, María, ¿por qué se va al Purgatorio? ¿Cuáles son los pecados que conducen con frecuencia a las almas al Purgatorio?

– Son los pecados contra la caridad, contra el amor hacia el prójimo, la dureza del corazón, la hostilidad, la calumnia; sí, todas estas cosas. Sé que la maldición y la calumnia se cuentan entre las culpas más graves que necesitan una larga purificación.

María, al respecto, nos ofrece un ejemplo que la ha impactado mucho, y es un testimonio que quiero contarles. Se trata de un hombre y de una mujer; de ellos se le pidió se informase si estaban en el Purgatorio. Con gran asombro de quienes se lo habían pedido, la mujer ya estaba en el Paraíso y el hombre en el Purgatorio. Pero en realidad esa mujer había muerto después de un aborto, mientras que el hombre iba con frecuencia a la iglesia y llevaba una vida, aparentemente, bastante digna y piadosa. Entonces María se informa nuevamente, pensando que podría haberse equivocado. Pero no, era tal cual: en realidad los dos murieron contemporáneamente, pero la mujer se había arrepentido sinceramente de lo que había hecho, y había sido muy humilde; en cambio el hombre, aunque religioso, juzgaba todo y a todos, siempre se lamentaba, hablaba mal de la gente, y criticaba. Por eso su purgatorio era muy largo. Y María concluyó: «Nunca se debe juzgar según las apariencias».

Otros pecados contra la caridad son, por cierto, todos nuestros repudios hacia algunas personas que no amamos, nuestro rechazo en hacer las paces, en perdonar, y todos los rencores que encerramos en el corazón. Al respecto María nos reveló un testimonio que nos hace reflexionar. Es la historia de una persona que ella conocía muy bien. Esta persona había muerto. Era una mujer y se encontraba en el Purgatorio, padeciendo sufrimientos atroces. Y cuando esa alma visitó a María, ella le preguntó el porqué; y el porqué era que ella tenía una amiga, sí, una amiga con la cual surgió una enemistad muy grande; y esa enemistad había sido causada por ella misma y, a pesar de todo, había conservado su rencor por años y años; y cuando su amiga, en varias circunstancias, había venido a pedirle de hacer las paces, de reconciliarse, ella la rechazaba; y cuando cayó gravemente enferma, había continuado a tener cerrado su corazón, a rechazar la paz que se le proponía; y hasta en el lecho de muerte, aquella amiga había venido a suplicarle de hacer las paces; pero aún en su lecho de muerte ella había rechazado reconciliarse. Por ese motivo se encontraba aún en un purgatorio muy doloroso, y por eso había venido a pedir ayuda a María.

Este testimonio sobre la gravedad de conservar el rencor es muy significativo. Por lo que se refiere a las palabras, nunca se dirá bastante acerca de cómo una palabra de crítica, una palabra malévola pueda realmente matar, y también cómo una buena palabra pueda curar.

– Entonces, María, ¿puedes decirnos quienes son los que tienen mayores posibilidades de ir directamente al Paraíso?

– Son aquellos que tienen un corazón bueno, un corazón bueno hacia todos. La caridad cubre una multitud de pecados.

Sí, es San Pablo quien nos lo dice.

– Y ¿cuáles son los medios que podemos emplear sobre la tierra para evitar el Purgatorio e ir derecho al Paraíso?

– Debemos hacer mucho por las almas del Purgatorio, porque son ellas quienes, a su vez, nos ayudan. Hay que tener mucha humildad: ésta es el arma más grande contra el Maligno. La humildad elimina el mal.

A este punto no resisto al deseo de referir un bellísimo testimonio del Padre Berlioux (que ha escrito un hermoso libro sobre las almas del Purgatorio), con relación a la ayuda ofrecida por estas almas a aquellos que las ayudan con oraciones y sufragios:

«Se cuenta que una persona muy amiga de las almas del Purgatorio había consagrado toda su vida a sufragar por ellas. Habiendo llegado la hora de su muerte, fue asaltada con furor por el demonio que la veía a punto de escapársele. Parecía que el abismo entero, confederado contra ella, la rodease con sus cohortes infernales. La moribunda luchaba desde hacía tiempo entre los esfuerzos más penosos, cuando todo de un golpe vio entrar en su casa una multitud de personajes desconocidos, pero resplandecientes de belleza, que pusieron en fuga al demonio y, acercándose a su lecho, le dirigieron palabras de aliento y de consolación totalmente celestiales. Emitiendo entonces un profundo suspiro, y llena de alegría, gritó: ¿quiénes son ustedes? ¿quiénes son los que me hacen tanto bien?. Aquellos buenos visitantes respondieron: «Nosotros somos habitantes del Cielo, que tu ayuda ha encaminado a la felicidad, y, como reconocimiento, venimos a ayudarte para que cruces el umbral de la eternidad y te libres de este lugar de angustia y te introduzcas en las alegrías de la Ciudad Santa».

Con estas palabras una sonrisa iluminó el rostro de la moribunda. Sus ojos se cerraron y ella se durmió en la paz del Señor. Su alma, pura como una paloma, presentándose al Señor de los Señores, encontró tantos protectores y abogados entre las almas que ella había liberado; y reconocida digna de la gloria, entró allí triunfalmente, en medio de los aplausos y las bendiciones de quienes había liberado del Purgatorio».

¡Ojalá que también nosotros, un día, podamos tener la misma suerte!. Entonces hay que decir que las almas, sí, las almas liberadas por nuestra plegaria, son sumamente agradecidas. Les aconsejo, pues, que hagan la experiencia; las almas nos ayudan, conocen nuestras necesidades y nos obtienen muchas gracias.

– Entonces María, ahora pienso en el buen ladrón, en aquel que estaba crucificado junto a Jesús, y me gustaría saber que hizo para que Jesús le prometiese que, ese mismo día, estaría con él en el Paraíso.

– El aceptó humildemente su sufrimiento diciendo que era algo justo. Alentó al otro ladrón a aceptar también él su condición. El tenía el temor de Dios, es decir, era humilde.

Otro hermoso ejemplo, que nos contara María Simma, demuestra cómo un gesto de bondad puede rescatar, en poquísimo tiempo, una vida de pecado. Escuchémoslo narrado con sus mismas palabras:

«Conocía a un joven de unos veinte años. Vivía en un pueblo vecino al mío. Este pueblo había sido duramente golpeado y destruido por una serie de aludes que mataron un gran número de habitantes. Era en el ano 1954. Una noche ese joven se hallaba en la casa de sus padres. Imprevistamente un terrible alud se abate precipitando cerca de su casa. El oye gritos desgarradores, gritos lastimeros que invocan: «¡Ayúdennos! ¡Sálvennos! ¡Vengan a socorrernos!… ¡Somos arrollados por los aludes!… «. De inmediato el joven se levantó y se precipitó para socorrer a esas personas. Pero su madre, que había oído los gritos, le impidió pasar, cerró la puerta y dijo: «¡No, otros deben socorrerlos, nosotros no!. Afuera es demasiado peligroso. No quiero que haya un muerto más»: Pero él, puesto que había sido impactado por esos gritos y quería verdaderamente socorrer a esa gente, empuja a su madre y dice: «¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!´: y salió. Pero también él, a lo largo del trayecto, fue embestido por un alud y murió…

Dos días después de su muerte, él vino a visitarme de noche y me dijo: «Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del Purgatorio». Yo fui a dar cuenta de ello a su familia y a sus amigos. Ellos quedaron muy sorprendidos al oír que, solamente con tres misas, se libraría del Purgatorio. Alguno de sus amigos agregó «Yo no hubiera querido estar en su lugar en la hora de la muerte. ¡Si hubiesen visto todas las fechorías que cometió!… «. Pero ese joven, con posterioridad, me declaró: «Yo he cumplido un acto de amor puro poniendo a riesgo mi vida y donándola por aquellas personas; y es gracias a esto que el Señor me ha acogido tan rápidamente en Su Cielo. Es verdad, la caridad cubre una multitud de pecados».

En este episodio se ve cómo un solo acto de amor desinteresado ha sido suficiente para purificar a ese joven de una vida de fechorías; y el Señor ha aprovechado de ese instante de amor para llamarlo a sí. María, en efecto, ha dicho que este joven quizás nunca hubiese tenido en su vida la ocasión de realizar un acto de amor tan fuerte, y quizás se hubiese convertido en un hombre malvado. El Señor, en Su Misericordia, lo ha llamado a sí justo en el mejor momento, en el momento más puro a causa de ese acto de amor.

«Los deseos humanos»

Juan del Carmelo aborda en su libro los deseos humanos y sus fantasías cuando son irrealizables

Los lectores de ReL conocen la profundidad espiritualidad de Juan del Carmelo y sus «glosas», que nunca pierden actualidad.

Actualizado 5 noviembre 2010

ReL

Juan del Carmelo ha escrito un nuevo libro que lleva por título «Los deseos humanos» (Editorial Dagosola). En este libro, que hace el número 15 como autor de espiritualidad, aborda el difícil mundo de los deseos.

Juan del Carmelo señala para ReL que «cuando los deseos humanos tienen posibilidad de ser realizados, estos son el motor que genera el acto o los actos de los hombres para poder llegar a materializar lo deseado. Pero cuando resulta que el hombre ve la imposibilidad, por la razón que sea, de que él pueda llegar a materializar su deseo o sus deseos, estos irrealizables deseos generan en él sueños y fantasías con las que calmar los irrealizables deseos. Solo un deseo es plenamente realizable, el de entregarse sin reparo alguno al Señor».

Para aquellos lectores que ya hayan leído alguna obra del autor o su conocida trilogía espiritual, encontrarán en este libro, más ampliamente tratadas cuestiones que ya se apuntaban en libros anteriores.

¿Quién es Juan del Carmelo?
Juan del Carmelo en contra de los que se pueda pensar, es solamente un seglar, que a finales de la década de los años ochenta, se sintió llamado por el Señor. A partir de ese momento comenzó a efectuar, una serie de retiros sucesivos en diversos Monasterios de diversas órdenes religiosas, Cistercienses, Trapenses, Benedictinos y Jerónimos, así como también, en los dos Desiertos carmelitanos que hay en España, y vinculándose con carácter espiritual al Carmelo Teresiano.

También en varias ocasiones ha viajado a Tierra Santa, buscando en aquellas tierras, la soledad y el silencio, y llevando vida eremítica en dependencias y eremitorios de los PP. Franciscanos. Todo lo anterior, le ha permitido leer un sin fin de libros de carácter espiritual, y acopiar bastante material bibliográfico, sobre la base del cual se ha confeccionado este libro.

La profundidad y conocimiento que el autor tiene del desarrollo de la vida espiritual, le ha permitido dar a este libros y a todos los que componen su obra, una gran intensidad en sus apreciaciones y pensamientos de carácter espiritual, apoyándose en la doctrina de los grandes pensadores de la Iglesia, lo que le lleva al lector a un mayor acercamiento a Dios.

Dagosola
Si quiere tener más información puede escribir al autor a: juandelcarmelo@Yahoo.es o bien a la editorial para solicitar un ejemplar a dagosolasl@yahoo.es

Puede comprar también estos títulos entrando en Google con el título del libro y la cifra de su Isbn suprimiendo los guiones entre las cifras. Le aparecerá «Readontime», y le atenderá remitiéndoselo a su domicilio.

El resto de la bibliografía de Juan del Carmelo se compone de los siguientes libros:

BUSCAR A DIOS.- Isbn 9788496088047

AMAR A DIOS.- Isbn 9788496471009

ENTREGARSE A DIOS.- Isbn 9788460975946

DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- Isbn 9788460999850

CONVERSACIONES CON MI ÁNGEL.- Isbn 9788461179190

LA HUELLA DE DIOS.- Isbn 9788461164523

DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ.- Isbn 9788461154913

CONOCIMIENTO DE DIOS.- Isbn 9788461179107

MILAGROS EN LA EUCARISTÍA.- Isbn 9788461179107

EN LAS MANOS DE DIOS.- Isbn 9788461231331

RELACIONARSE CON DIOS.- Isbn 9788461220588

SANTIDAD EN EL PONTIFICADO.- Isbn 9788461266357

MOSAICO ESPIRITUA.- Isbn 9788461220595

GLOSAS DE AMOR (I Parte).- Isbn 9788461361243

Premio millonario a obras de caridad

Donan un premio millonario a obras de caridad

El diario británico Daily Mail se ha hecho eco de una noticia sorprendente. De esas que a uno le devuelven la fe en el ser humano. Así comienza esta noticia que leo en el Mundo.

Una pareja canadiense ganó, en un sorteo a principios de año, 11,2 millones de dólares en la lotería de su país y han decidido invertir todo el montante del premio en obras de caridad destinadas a hospitales, beneficencia y algunos de sus amigos.

Allen y Violet Large, ambos de septuagenarios, han declarado que su buena fortuna en realidad ha supuesto «un quebradero de cabeza», así que decidieron no gastarlo a lo loco ni despilfarrarlo en cosas absurdas.

Partiendo de esta premisa, estos ungidos por el azar de la lotería se hicieron a la idea que era mejor dar que recibir y se han desprendido de todo el importe del premio.

Toda una vida juntos

Esta pareja ejemplar se casó hace 36 años. Cuando se jubilaron (él trabajó como soldador y ella en varias firmas de ropa y cosméticos), en 1983, se trasladaron de Ontario a Lower Truro una pequeña localidad de Nueva Escocia en busca de una vida más tranquila.

«Siempre hemos sido una familia acomodada, no millonarios, pero vivimos bien», ha dicho Allen para justificar su falta de ambición económica.

En el momento en el que se conoció la noticia de su premio, la pareja pasaba por el mal trago de que Violet estuviera inmersa en una agresiva terapia contra el cáncer.

«El dinero que ganamos no representa nada; nos tenemos el uno al otro», apostilla Allen en el diario canadiense Toronto Star, muy contento por la recuperación de Violet, que ha sido sometida a una operación para aniquilar su tumor y que ha celebrado el fin de la quimioterapia hace una semana.

Un premio muy repartido

Entre los beneficiarios de la generosidad de este matrimonio, que primero se ocupó de ayudar a algunos de sus familiares cercanos, se encuentran los hospitales de Truro y Halifax (ambos en Nueva Escocia, Canadá). Estos centros dedicarán el dinero a mejorar sus programas de diabetes, Alzheimer y cáncer.

El cuerpo de bomberos local, algunas iglesias y cementerios, Cruz Roja y el Ejército de Salvación han sido otras de las numerosas instituciones que han recibido este premio ‘de rebote’.

«Es algo que nos hace sentir muy bien; sobre todo porque se van a poder hacer muchas cosas fantásticas con ese dinero», ha dicho Violet, que insiste en que «somos personas muy afortunadas y no tenemos ni quejas ni reclamaciones que hacerle a la vida».