Mi querido Frankie

Pequeña gran película. De elaborada sencillez. Con pocos elementos, suministrados en las dosis precisas, se construye un arranque intrigante que engancha al espectador. ¿Por qué esa mujer joven, con su hijo sordomudo de 10 años Frankie y su madre, huye de pueblo en pueblo? ¿Para qué esas visitas a la oficina de correos? ¿Qué busca la abuela en los anuncios por palabras del periódico?

Pero no, no es éste un film de suspense, sino más bien un drama doméstico con toques de comedia, en la línea de Billy Elliott o Los chicos del coro, que llega directo al corazón. Pronto sabemos de la ausencia del padre de familia, marino mercante, a quien Frankie escribe cartas con frecuencia. Y en torno a ese alejamiento, al que supuestamente obliga el trabajo, una madre sobreprotectora ha construido un escenario de falsedades que está a punto de venirse abajo. Pues Frankie ha sabido que el barco de su padre atracará dentro de pocos días justo en el pueblo al que acaban de mudarse. Con un esquema de simulación parecido al de la reciente Good Bye, Lenin!, la ‘bola de nieve’ del fingimiento engorda, y vemos que las buenas intenciones no compensan el alejamiento de la realidad. Ya se sabe, sólo la verdad nos hace libres.

Con una puesta en escena sin complicaciones, la desconocida Shona Auerbach lleva a buen puerto la película. Las cartas de Frankie dan voz a su sordomudez, su presencia en off no cansa. Y sus silencios son más elocuentes que cualquier parrafada, nos recuerdan que hubo un tiempo en que el cine carecía de voz. Los personajes están mimados, la directora se toma su tiempo para que conozcamos sus inseguridades y temores (la madre, la abuela), su buen corazón (la amiga del bar, el desconocido marino) e incluso su crueldad (el compañero de clase). Poner el acento en las notas disonantes (la figura del padre, el desenlace que multiplica por dos el juego de las simulaciones) se me antoja injusto en un inspirado film, que rebosa humanidad por todos sus poros. J.M.A.

Directora: Shona Auerbach. Intérpretes: Emily Mortimer (Lizzie), Jack McElhone (Frankie), Gerard Butler (Padre ficticio), Mary Riggans (Nell), Sharon Small (Marie), Sean Brown (Ricky Monroe). País: Reino Unido. Año: 2004. Producción: Caroline Wood, para Pathé, Scorpio, Sigma, Scottish Screen y UK Film Council. Guión: Andrea Gibb. Música: Alex Heffes. Fotografía: Shona Auerbach. Dirección artística: JenniferKernke. Montaje: Oral Norrie Ottey. Estreno en Madrid: 15-IV-05. Distribuidora cine y vídeo: Buena Vista. Duración: 105 minutos. Género: Drama. Público adecuado: Jóvenes. Contenidos especiales: —.

«Queremos aprender»

jueves, 09 de septiembre de 2010
Alejandro Navas


Scriptor.org

Alejandro Navas cuenta hoy (también aquí) cómo, bajo el lema «Queremos aprender», una parte de la ciudadanía del Land de Hamburgo, capitaneada por el abogado Walter Scheuerl, ha conseguido convocar y ganar un referendum vinculante para lograr una exigencia de mayor calidad en la enseñanza primaria.

Almudi.org - Walter ScheuerlMientras tanto los políticos, presuntos profesionales de la cosa pública, estaban quizá sumidos en cábalas más o menos internas a su clase política, ajenos a la ciudadanía.

Puede leerse el breve relato de este asunto, que sin duda termina haciendo pensar en lo que sucede y puede suceder en otras latitudes:

El 25 de agosto, Ole von Beust era sustituido como alcalde de la ciudad y presidente del Land de Hamburgo. Se le consideraba el alcalde más popular y querido de la historia reciente de la ciudad, pero no le quedaba otra opción después de que el pueblo rechazara en referéndum el pasado 18 de julio la política educativa de su gobierno.

Esa reforma educativa, que era el núcleo del acuerdo de la primera coalición entre democristianos y verdes al frente de un Land alemán, se proponía prolongar un año la enseñanza primaria, manteniendo básicamente los contenidos anteriores. La oposición, formada por socialistas e izquierdistas, estaba de acuerdo con esa medida.

Inicialmente la ciudadanía, sumida en su proverbial pasividad, no pareció acusar recibo de esa iniciativa, hasta que el abogado Walter Scheuerl se encargó de movilizar a los potenciales descontentos.

Muchos padres resultaron estar en contra de esa disminución de la exigencia docente, que se iba a traducir en una peor preparación de sus hijos, y bajo el lema “queremos aprender” se puso en marcha una movilización cada vez más numerosa. De entrada, la clase política no dio importancia a ese movimiento, al que miraba con displicencia, hasta que se vio literalmente arrollada.

Curiosamente, los verdes habían impuesto poco antes que el Senado reconociera carácter vinculante a los referendos populares, y a una consulta de esta índole recurrieron los hamburgueses descontentos con esa reforma. El gobierno, en apariencia tan amigo de la democracia directa, empezó a asustarse y procuró poner todo tipo de obstáculos, algunos incluso ilegales, al desarrollo de la campaña previa a la votación.

La fecha se fijó, de intento, en julio, en plenas vacaciones escolares. Como es propio de este tipo de consultas, el porcentaje de votantes no fue elevado —el 39 %—, pero la iniciativa popular se impuso con claridad. La crisis de gobierno estaba servida: el presidente reaccionó con gallardía, aunque no así la consejera de Educación, la verde Christa Goetsch, que en unas primeras declaraciones calificó la jornada electoral como «un día de mierda» y se ha negado a dimitir.

Nos cabe sacar provechosas conclusiones de este episodio. Por ejemplo, que un pacto educativo entre todas las fuerzas políticas presentes en un parlamento no asegura la calidad de la enseñanza, sino que puede llevar a su deterioro. Hace falta antes un pacto social más amplio, que incluya a padres y docentes. Los padres, titulares de la educación de sus hijos, no deberían abdicar de su responsabilidad y dejar asunto tan importante en las manos oportunistas de los partidos.

En Hamburgo supieron reaccionar a tiempo, gracias al empeño y a la tenacidad del citado Walter Scheuerl: una sola persona puede hacer mucho si defiende una causa razonable y se compromete hasta el final.

La clase política —y también algunos de los medios de comunicación más influyentes— intentaron descalificar la protesta como una maniobra de los sectores adinerados para defender sus privilegios educativos, pero los análisis posteriores han mostrado que se trató de un movimiento genuinamente transversal: la preocupación por la educación de los hijos no es patrimonio exclusivo de los ricos.

Contemplo con cierta envidia lo sucedido en Hamburgo, y no me alegro tan sólo por ese triunfo de la gente de a pie sobre la denostada clase política. La educación alemana se encuentra en una indudable crisis, como ponen de manifiesto los diversos informes comparativos entre países, y esa situación ha originado una intensa discusión, tanto en el ámbito regional como en el federal.

En España nos encontramos en condiciones aún más calamitosas, según esos mismos informes y como resulta evidente para cualquier que conozca las circunstancias de ambos países, pero aquí el diálogo auténtico brilla por su ausencia.

En momentos especialmente señalados, como los debates sobre el estado de la Nación, gobierno y oposición invocan de modo rutinario la necesidad de ese pacto de Estado, que a continuación se sumerge en el olvido hasta una próxima ocasión. Pero ni siquiera un acuerdo entre todos los partidos garantizará lo mejor para nuestros escolares, como enseña el caso de Hamburgo. Mientras tanto, ¿dónde están los Walter Scheuerl capaces de movilizar a nuestra ciudadanía?

Educación afectiva y sexual

Pautas que nos pueden ayudar en la educación afectiva y sexual

Muchas veces, y a pesar de asumir de buen grado la responsabilidad de preparar a nuestros hijos para ser capaces de amar y de ser amados, somos conscientes de que no estamos suficientemente preparados para afrontar esta tarea. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo hablar con nuestros hijos del arte de un amor auténtico? ¿Cuándo es el momento oportuno para resolver sus inquietudes? ¿En qué objetivos vamos a centrar nuestras propuestas educativas para promover lo que realmente es eficaz: la espera, el respeto del otro, la madurez, el amor verdadero,….? ¿Cómo ayudarles a prevenir todas “aquellas situaciones que puedan perjudicar su desarrollo personal”?

Al fin y al cabo, en el tema de la educación de la sexualidad, como sucede cuando se aprende a leer, escribir, o incluso comer, se necesita un cierto entrenamiento gradual e integral. Si no educamos nuestras emociones y sentimientos, nuestros deseos y apetencias. Si no educamos nuestra capacidad de amar, nuestro carácter, nuestras miradas o gestos, en una relación de libertad, respeto, autodominio y entrega, estaremos reduciendo nuestro cuerpo y el de los demás, la grandeza de la sexualidad, y nuestra capacidad de amar, a un mero trámite en el que los instintos gobiernan nuestro corazón, en lugar de ser al contrario. E incluso, confundiremos conceptos tan necesarios en el tema que nos ocupa como son la atracción, el enamoramiento y el amor.

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Métodos naturales en la paternidad responsable

15 razones para usar los métodos naturales en la paternidad responsable

Juanjo Romero

Evelyn y John Billings

La cuestión central no es el método, es el fin: apertura a la vida. Pero los medios también son importantes. Quizá sea útil dedicar algún tiempo a explicar en qué consisten, soy consciente de que hay mucha desinformación. Me apunto el tema. Los últimos avances técnicos y científicos ayudan a que los «métodos naturales» sean más exitosos, y, recordémoslo, sirven también para aumentar las posibilidades del embarazo.

Es el típico asunto que saca de sus casillas a defensores obstinados y contumaces de píldoras, DIUs gomas y abortos, qué se le va a hacer. Y, sí, abortos, que en muchos casos es un anticonceptivo más, el último, el de la «interrupción» que no puede ser reanudada cuando todo lo demás ha fallado.

Pero el uso de anticonceptivos no sólo tiene una dimensión teológica y moral, también la tiene social y humana, o quizá, precisamente porque tiene una trascendencia moral la tiene social, los «diez mandamientos» sirven de salvaguarda de nosotros mismos.

Hay quien lo vio muy claro, proféticamente diáfano, como Pablo VI en la Humanae Vitae, que se ha constituido el mayor signo de contradicción del cristiano en la sociedad moderna; o quien ha sido valiente con su propia experiencia y reconoce los estragos que produce en las familias y en el alma, como Raquel Welch.

Como todavía habrá escépticos, aporto datos de un estudio curioso, Divorce Rate Comparisons Between Couples Using Natural Family Planning & Artificial Birth Control, de esos a los que los estadounidenses son tan aficionados (y tienen tantos medios y datos, todo hay que decirlo).

Los autores, Physicians for life han correlacionado un montón de variables con aquellas parejas que usan métodos anticonceptivos artificiales y los que no.

Como viene a decir Mattew Warner en su blog: no voy a distinguir causas y efectos, todos están mezclados (algo así como no sé qué es antes, la gallina o el huevo). Comparto sus claras conclusiones, los matrimonios que usan métodos naturales:

  • son mejores, más fuertes y estables.
  • tienen más sexo
  • su vida es más feliz y satisfactoria
  • proporcionan a los hijos la madre y el padre que se merecen
  • no matan a sus bebés

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¿Hay homofobia en la Iglesia Católica?

InfoCatolica

La pregunta correcta sería si es homofobia que se considere pecado el acto homosexual. Al respecto hay que hacer una distinción. La Iglesia condena los actos, no las personas.

Pedro María Reyes Vizcaíno

La homofobia es definida por la Real Academia Española de la Lengua como la aversión obsesiva hacia las personas homosexuales. Si examinamos el cuerpo doctrinal de la Iglesia Católica encontramos que en la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la atención pastoral a las personas homosexuales de 1 de octubre de 1986 se indica: “Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen” (n. 10). Por lo tanto, podemos concluir fácilmente que la Iglesia no es homofóbica porque no se encuentran elementos de odio hacia los homosexuales.

Pero el caso es que esta respuesta aún no es satisfactoria porque a pesar de la claridad del la doctrina de la Iglesia una de las acusaciones que algunos siguen lanzando contra la Iglesia es que es homofóbica.

Quienes hacen esta afirmación basan sus acusaciones en que los actos homosexuales en la doctrina católica son considerados pecado. Por lo tanto, la pregunta correcta sería si es homofobia que se considere pecado el acto homosexual.

Al respecto hay que hacer una distinción. La Iglesia condena los actos, no las personas. En realidad esta cuestión se ha de enmarcar dentro del papel que se otorga a la sexualidad en la doctrina de la Iglesia. En efecto, para la Iglesia Católica la sexualidad tiene una función unitiva de las personas y se ha de relacionar necesariamente con la función procreadora, que es su finalidad natural. Según el Catecismo de la Iglesia Católica la doctrina sobre la sexualidad “está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (n. 2366, citando la Encíclica Casti Connubii de Pío XI)

Por ello la Iglesia considera pecado todo acto que separe en la sexualidad ambos aspectos, el unitivo y el procreador. Entre ellos se incluyen los actos homosexuales, pero no solo estos actos. También están condenados los actos individuales (la masturbación) o los adulterios, pues separan en la sexualidad la procreación y la unión de las personas. Dejando aparte las razones naturales que también se aducen para condenar estas conductas, no se entiende que los homosexuales se sientan discriminados por la Iglesia y no se sientan discriminados quienes practican la masturbación o el adulterio, por poner unos ejemplos.

Acusar a la Iglesia Católica de homofóbica porque considera pecado los actos homosexuales encierra una intromisión en la autonomía de una confesión religiosa y por ello es una discriminación hacia la Iglesia Católica, pues se pretende dictarle cuál debe ser su cuerpo doctrinal y moral. Una persona con tendencias homosexuales no está obligada a ser católica, pero si decide vivir su fe como católico lo hace sabiendo que los actos que pudiera realizar siguiendo esa tendencia serían considerados pecado en su religión, al menos en cuanto al hecho objetivo.

Otras religiones consideran pecado el consumo de carne de cerdo o la bebida de productos alcohólicos y nadie las considera discriminatorias por ello. Quienes aprecian el vino o el jamón ibérico, si quieren seguir consumiendo su producto preferido sin cargo de conciencia, lo que deben hacer es no convertirse en musulmanes. Pero nunca se ha oído decir que los gourmets hayan pedido que el Islam modifique el Corán. No se entiende por qué los homosexuales piden que la Iglesia cambie su postura. Como ya hemos indicado, estamos dejando aparte las razones naturales que se aducen para condenar los actos homosexuales.

Por lo tanto, a la Iglesia Católica no se le puede acusar de homofobia. La doctrina católica sobre la homosexualidad no supone una discriminación de las personas, puesto que el derecho a la igualdad de los homosexuales, en la doctrina católica, está garantizado. Son los actos homosexuales los que se rechazan al considerarlos pecado, lo cual entra dentro de la legítima autonomía de la Iglesia Católica. Los homosexuales a los que no les guste esta doctrina lo que pueden hacer es vivir indiferentes frente a la Iglesia Católica, pero pretender que la Iglesia cambie su doctrina en este punto es una intromisión intolerable.

Pedro María Reyes Vizcaíno, sacerdote
Editor de iuscanonicum.org

Luteranos tantean unirse al catolicismo

PODRÍAN TENER ORDINARIATOS, COMO LOS ANGLOCATÓLICOS

Grupos luteranos de Estados Unidos tantean unirse al catolicismo

A medida que las iglesias protestantes aceptan el aborto o las prácticas homosexuales,muchos de sus fieles miran hacia Roma como una opción cercana .

Actualizado 16 julio 2010

ReL

Un grupo luterano de Estados Unidos llamado Iglesia Católica Angloluterana ha iniciado los contactos con la Congregación para la Doctrina de la Fe para ingresar en la Iglesia católica en grupo, según informa el diácono Keith Fournier en el digital norteamericano «Catholic Online».

La Iglesia Católica Angloluterana cuenta con una veintena de comunidades en América del Norte.

Combinan elementos propios del anglicanismo, otros de tradición luterana y aceptan el Catecismo de la Iglesia católica, así como el documento conjunto de 1999 sobre la doctrina de la justificación que firmaron católicos y luteranos, superando un debate que separaba a ambas tradiciones desde el siglo XVI.

Parece probable que este grupo pueda acogerse a la oferta de Benedicto XVI para los grupos de tradición anglicana que quieran ingresar en la Iglesia católica manteniendo sus tradiciones y liturgia, organizándose en ordinariatos, bajo la autoridad de un ordinario (que puede –o no– ser un obispo) que responda ante Doctrina de la Fe. Podrían abrir paso a otros grupos luteranos.

El pasado 17 de noviembre, Dwight Longenecker, antiguo pastor anglicano, hoy sacerdote católico, ya anunciaba que muchos luteranos, baptistas, metodistas y evangélicos admiran la liturgia y espiritualidad católica, al Papa y los santos, y que pueden encontrar más fácil aceptar el catolicismo a través de un «entorno anglicano» como el de los ordinariatos anglocatólicos. Hay analistas que señalan la posibilidad de que aparezca un ordinariato similar entre los luteranos de Suecia, los más parecidos a los anglicanos, con una Iglesia estatal nacional, litúrgica y jerárquica en las formas, aunque muy liberal en doctrina y costumbres.

En todo el mundo, a medida que las iglesias protestantes van aceptando el aborto o las prácticas homosexuales, muchos de sus fieles consideran Roma como una opción cada vez más cercana.