La web del Vaticano se actualiza

WWW.VATICAN.VA

La web del Vaticano se actualiza y promete gratas sorpresas

Es el portal católico más visitado a nivel mundial y puede jactarse de ser, además, el oficial de la Iglesia católica

Actualizado 13 agosto 2010

Jorge E. Mújica/ReL

Es el portal católico más visitado a nivel mundial y puede jactarse de ser, además, el oficial de la Iglesia católica. Lo llaman la «voz virtual de los Papas», «la imagen misionera del Papa», y sus orígenes se remontan a la mundialización misma de la world wide web, allá por 1995 (si bien quedó formalmente establecido en la pascua de 1997), cuando una monja polaca propuso a Juan Pablo II usar las nuevas tecnologías como areópagos modernos. Gracias a www.vatican.va la voz del Papa y la imagen auténtica de la Iglesia llegan a los confines del mundo.

A www.vatican.va «nosotros lo consideramos una especie de ventana virtual del Papa en la red, como esa ventana desde la que reza el Ángelus, la cual permite al Pontífice asomarse a Internet», dijo el sacerdote argentino Lucio Adrián Ruíz, responsable del servicio de internet de la gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, en una entrevista concedida al diario L´Osservatore Romano (cf. Un clic per entrare nella casa del Papa, 11.08.2010).

Novedades
Pero la entrevista a monseñor Ruiz ha ofrecido mucho más que datos de carácter histórico: también ha trazado las próximas novedades que presentará el famoso web site del Vaticano. ¿Cuáles? Lo reveló el entrevistado: «Estamos estudiando una actualización no sólo gráfica sino también estructural que permita aprovechar el contenido, sobre todo la presencia virtual del Papa, de una mejor manera en Internet».

La tarea no es fácil pues www.vatican.va contiene más de medio millón de páginas dentro. Pero la necesidad es apremiante: el portal recibe más de tres millones de hits diarios, especialmente de Estados Unidos, Italia, España, Alemania, Brasil, Corea del Sur, México, Canadá, Francis y China. ¿Más novedades? «Estamos por ampliar la sección de los Papas, incluyendo a todos los sucesores de san Pedro, tratando de poner los documentos principales de cada uno, de modo que se puede tener el magisterio pontificio on line», mencionó el responsable de servicio de Internet del Vaticano al rotativo de la Santa Sede.

En ruso y árabe
Ciertamente no es todo, también están previstas la inclusión de las intervenciones ligadas a la actividad diplomática del Vaticano, la creación de una página que recoge todos los videos del Papa actualmente presentes en el portal, el lanzamiento del portal con versiones en ruso y árabe, la implementación de un nuevo servicio estadístico para conocer con mayor exactitud los datos relacionados con la web misma y la puesta en marcha de un portal independiente para L´Osservatore Romano y otros diversos organismos de la Santa Sede.

En la entrevista a monseñor Lucio Ruiz hay otros dos puntos interesantes: los ataques por parte de hackers y el equipo de trabajo que apoya en todas estas áreas de la comunicación digital. Sobre lo primero responde que «Hay siempre buenas relaciones con la INTERPOL, la Policía de las telecomunicaciones y la inteligencia italiana, que nos ayudan en nuestro atento análisis cotidiano y en la protección de nuestros sistemas».  Y sobre la oficina que lidera refiere: «Esta realidad, institucionalmente depende de la dirección de telecomunicaciones del Estado de la Ciudad del Vaticano, que reagrupa los diversos servicios de telecomunicación con la intención de ofrecer un servicio eficaz y eficiente en este ámbito».

Organización
¿Cómo se organizan? Responde el sacerdote argentino: «Somos veintiún personas en una estructura doble […]: el staff técnico y el documental-gráfico. El primero atiende los aspectos técnicos para dos finalidades: dar acceso a internet y ofrecer los servicios de internet: el segundo coordina y agrega los contenidos que proviene de la Santa Sede y del Estado de Ciudad del Vaticano y tienen como destinatario al sitio».

En los últimos mensajes del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales se ha insistido en el uso de estos medios para acercarse a las almas. La presencia del Vaticano en internet y sus proyectos son una esperanzador consuelo.

Yo te enseñaré el camino del cielo

Escrito por Redactora

sábado, 14 de agosto de 2010

Homilía en la fiesta de la Asunción de María,

Catedral de Sigüenza, 15 de agosto de 2010

Novena de la Virgen de la Mayor

Jesús de las Heras Muela

En el año 1818, un sacerdote de la diócesis de Lyon es destinado a una pequeña aldea, llamada Ars. El sacerdote  había sido hasta entonces coadjutor de la parroquia de Ecully y se llama Juan María Bautista Vianney. La aldea de Ars, ala que era destinado, distaba 35 kilómetros de Lyon.

. El padre Vianney se encaminaba  hacia Ars. Al acercarse a la aldea de su destino, era tanta la niebla que el buen cura perdió la orientación. Estando extraviado por aquellos campos, tuvo la fortuna de encontrarse con unos niños pastores que están cuidando sus ovejas. Se acerca a ellos para preguntarles el camino de Ars. Uno de los chavales, llamado Antonio Grive, se lo indica. Amiguito ‑dijo el sacerdote Vianney‑, tú me has mostrado el camino de Ars; yo te mostraré el camino del cielo. Después el joven pastor le dijo al sacerdote que el lugar donde se hallaba era justo el límite de la parroquia, e inmediatamente el joven sacerdote se puso de rodillas  para rezar.

Pasados los años, aquel humilde cura transformará la parroquia de Ars –“Ars ya no es Ars”- y las vidas de sus habitantes y las de cientos de miles de personas. Aquel cura, aquel humilde cura francés, sabía que el sacerdote era el amor del Corazón de Cristo y durante el cerca de medio siglo que atendió aquella pequeña parroquia se esforzó a repartir, a manos llenas, el amor, a través de una vida heroica de oración y de penitencia y mediante un admirable ejercicio de caridad y de fidelidad al ministerio –singularmente el ministerio del sacramento de la Confesión- que le había sido confiado.

La misión del sacerdote es enseñar el camino del cielo

¿Qué es ser sacerdote, cuáles son su identidad y su misión? ¿Cómo ser sacerdote hoy día en medio de un mundo magnífico y atormentado, convulso y fragmentado, donde tantas veces las sociedades tradicionalmente creyentes y religiosas se han instalando en la llamada apostasía religiosa y viven  -o quieren vivir- como si Dios no existiera? El sacerdote, amor del Corazón de Cristo, es quien debe mostrar el camino del cielo. Pero como nadie da lo que no tiene, el sacerdote ha de estar primero repleto de razones y de esperanzas “del cielo”, esto es, ha de ser él en primer lugar testigo del Dios al que sirve y al que anuncia y quien “habita” en el cielo que es nuestra heredad y vocación, en el cielo que no puede esperar.

Aquel humilde y humanamente insignificante cura rural francés mostró el camino del cielo, mostró el camino de Dios, porque Dios habita en él y en sus esfuerzos y virtudes. Este 14 de agosto la Iglesia ha celebrado memoria obligatoria de otro extraordinario sacerdotes, en este caso, polaco y prácticamente coetáneo nuestro. Se trata del fraile franciscano conventual Maximiliano María Kolbe, el mártir de la caridad en Auschwitz, en 1941. Son muchos quienes recuerdan aquel gesto sublime suyo en la celda de la muerte cuando se ofreció a la cámara de gas para salvar la vida de un padre de familia, quien, por cierto, en 1982 asistió a su canonización. Aquel gesto tan heroico como crudo y duro del padre Kolbe se abrió de par en par las puertas del cielo. Pero él, mártir de Cristo, como tantos y tantos miles de mártires de toda la historia del cristianismo, no solo recibieron la siempre inmerecida gracia del martirio, sino que además se preparó –siquiera misteriosamente a ella- a través de toda una vida de pequeños y cotidianos heroísmos, en mayor o en menor medida significativos e importantes a los ojos de los demás. Dicho de otra manera: la letal cámara de gas del campo del horror y del exterminio infame de Auschwitz fue, sí, el camino del cielo para el padre Kolbe. Sí, pero no solo este fue su sendero hacia a Dios: lo había sido durante años su vida de fraile, de misionero, de periodista, de predicador, de confesor, del ardiente devoto y difusor de la Inmaculada.

La fiesta de la Asunción es la fiesta del cielo

La liturgia de la Iglesia, en este luminosísimo día de la Asunción de María, es también eco en sus oraciones, en sus lecturas bíblicas y en el conjunto de ambiente vital y celebrativo, de que el cielo es, como dije, antes la vocación, la heredad y el destino de todos y cada uno de los hombres y mujeres, de todos y cada uno de nosotros. Porque, en la fiesta grande de la Asunción, lo que celebramos es precisamente esto: el triunfo definitivo de María se convierte en figura y primicia de toda la Iglesia que un día será también glorificada. Porque María, en y con su Asunción, es consuelo y esperanza del pueblo de Dios todavía peregrino.

La Asunción, hermanos, la fiesta que hoy florece y estalla en todos los rincones de nuestros pueblos y ciudades, en todos los rincones de nuestras propias vidas, es la fiesta del cielo, de un cielo que no puede esperar tampoco para nosotros, pero de un cielo que solo se gana en la tierra y para él necesitamos hombres como los sacerdotes y testigos e intercesores como María que nos muestren su camino, el camino de cielo.

Y a la luz de la liturgia de esta fiesta de la Asunción de María y a través, entonces, del ministerio de la Palabra confiado como un tesoro y como un servicio sagrado a los sacerdotes, he aquí algunas de las etapas de este camino del cielo.

La primera de ellas surge fácilmente reconocible en la lectura del Evangelio de la  víspera de la fiesta de la Asunción: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”.  En la Palabra de Dios está contenido el camino del cielo. Sin embargo, ¿cuántas veces nuestros oídos y nuestros corazones se endurecen mientras esta es proclamada, cuántas veces acudimos a ella, rezamos con ella, nos nutrimos de ella? ¿Cuántas veces la Palabra de Dios viene a nuestros corazones para hallar respuesta y luz a los distintos envites y circunstancias de la vida? Palabras no faltan en nuestras vidas. Todo lo contrario: hasta sobran y además a través de todos los medios. No sabemos estar callados, no sabemos valorar ni escuchar el silencio. Hacemos de la palabra hasta ruido atronador, pero nos negamos a escuchar la Palabra con mayúscula.

María, testigo y maestra del camino del cielo

El primer camino del cielo, la primera misión del sacerdote es servir, testimoniar y vivir en, de y para la Palabra de Dios. El primer servicio de María y por ello su primer mérito para ser asunta en cuerpo y alma a los cielos fue escuchar y cumplir la Palabra de Dios. Y solo así fue posible que Palabra tomara carne y habitará y floreciera en sus mismísimas y virginales entrañas maternas.

La escucha de la Palabra de Dios -y, por supuesto, la gracia del Altísimo- hizo de María Santísima mujer de oración y de acción, bien acompasadas ambas realidades capitales para la existencia cristiana, capitales para seguir el camino del cielo. En el Evangelio del día de la fiesta de Asunción  -el conocido relato lucano- de la Visitación a su prima Santa Isabel- nos muestra otras, al menos, tres virtudes esenciales, tres medios infalibles para proseguir en el camino del cielo. “¡Dichosa tú que has creído –le dijo su anciana y gestante prima Isabel- porque te ha dicho el Señor se cumplirá!”.  La fe es la brújula del camino del cielo, es su luz en medio de las nieblas y de las oscuridades: no permite verlo todo, pero sí nos alumbra según avanzamos, según seguimos recorriendo el camino.

El sacerdote es una de esas brújulas necesarias para orientarnos en el camino del cielo. Como nos recuerdan las dos epístolas de las dos Liturgias de la Palabra de la fiesta de la Asunción -la de la misa de la víspera y la de la misa de la fiesta- el hombre de todas las épocas y de todas las culturas se hallan y se enfrenta a lo largo al dilema y la drama de su desaparición física, de su corruptibilidad. Y ninguna respuesta humana ha sido, es y será jamás capaz de responder a este enigma, a este misterio, a este desgarro, a esta tragedia. ¿Vivir para morir? ¡No! La muerte ha sido absorbida en la victoria de Jesucristo, el Hijo de María. Nuestro destino no es la corrupción. No es la materia. Ni procedemos de la nada ni nos encaminamos a la nada. Procedemos de Dios y a El nos encaminamos. Y la muerte -el gran enemigo, el gran dragón rojo de siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas- es vencido en Jesucristo, que se hizo muerte y resurrección por nosotros. Y es que el amor es siempre más fuerte y más fecundo y definitivo que la muerte. Ese amor, que en el relato evangélico de la Visitación, se convierte también en ejercicio de servicialidad y caridad, otro de los infalibles caminos de cielo.

Por pura gracia y privilegio y en razón de la Encarnación y de su papel en la Redención, Dios no quiso que sufriera la corrupción del sepulcro la mujer que por obra del Espíritu Santo concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo suyo e Hijo de Dios y Señor nuestro. Pero sí la desaparición física, al igual que en otros momentos el dolor y la pena.

¿No pensáis que nuestro mundo, en exceso alocado, materialista, inmanentista, necesita saber para que vive, saber para que sufre, saber para que muere, saber para que y a qué espera? ¿No será esta una de las permanentes lecciones de María y uno también de los permanentes y pacientes servicios del sacerdote?

No hemos sido creados ni de la nada ni para la nada: somos ciudadanos del cielo, somos herederos de la eternidad, somos moradores de la casa del Padre. Llevamos en el alma, impreso a fuego, el anhelo irrefrenable de la felicidad y de la eternidad,  que, en esta vida apenas intuimos, atisbamos y balbuceamos. Y quien que haber un “lugar”, un “tiempo”, un estadio para saborear y ver cara a cara y para siempre esta felicidad. Esto es el cielo.

Un cielo que no puede esperar y que solo ganamos en la tierra. Con la escucha de la Palabra, con la fe, con el ejercicio de la caridad y con la práctica de las virtudes que, como en el caso de María, nos hacen merecedores de este cielo: el espíritu de oración y de alabanza, la humildad y la misericordia y la servicialidad y el amor.

María, en su vida y en su Asunción, nos enseña el camino del cielo. El sacerdote ha de enseñarnos el camino de cielo. Y esto –el descrito en esta homilía- es el camino del cielo: Jesucristo, camino, verdad y vida, el hijo de María, el sacerdote por excelencia.