Mensaje de Nuestro Señor a Joseph Melvin

Jesús le habló con estas palabras:

«Cuando estaba en la tierra, hablaba con frecuencia sobre la unidad de todos los que creían en Mí. San Pablo también escribió mucho acerca de preservar la unidad en un vínculo de paz. Estáis todos llamados a seguirme. Recordad que sólo hay un Salvador, una fe, un bautismo y un Dios que es el Padre de todos.

Es muy triste que hoy muchos profesen su fe en Mí pero que no haya unidad entre ellos. Se han dividido en cientos y cientos de iglesias y también están divididos en cuanto a lo que creen. Os traje una fe pero hoy hay cientos de creencias diferentes. ¿Por qué os habéis dejado dominar por el maligno? Os exhorto a todos a la unidad entre vosotros con una iglesia, una fe y una esperanza. Dejad de mostrarme como si Yo, vuestro Salvador, fuera mentiroso. Arrepentíos de vuestros pecados horribles y uníos bajo el Papa de Roma como el líder nombrado por Mí para guiaros. Él es el centro de unidad para todos vosotros.

Cuando la unidad vuelva entre todos Mis seguidores, habrá una gran reanimación alrededor del mundo. Muchos que están alejados de Mí regresarán a la fe y serán miembros activos de Mi Iglesia. Esto me dará mucha alegría y seréis todos bendecidos como Mi familia.»

Padre Melvin

Padre Melvin Doucette, (M. Afr.) / 1704 Palmer Road, RR 2, Tignish, PE (Prince Edward Island) C0B 2B0 / CANADA Tel.: 001-902-882-2004 / Email: melvin.doucette@pei.sympatico.ca

Y tú, ¿a quien te quieres parecer?

Reina del Cielo

Y tú, ¿a quien te quieres parecer? Acaso a ese cantante popular, o a algún jugador de fútbol afamado, o a esos personajes que se ven en las publicidades disfrutando en fiestas con gente sonriente y copas en sus manos. Me dirás que no, que te sientes cómodo pareciéndote a nadie en particular. Sin embargo, ¿qué comportamientos imitas, que cosas buscas con esfuerzo y anhelo?

Quizás la manera más efectiva de comprender a quien queremos parecernos consiste en descubrir aquellas cosas que nos incomodan, que nos hacen sentirnos cómo fuera de lugar. Por ejemplo, cuando nos ponemos en la necesidad de decir algo o emitir una opinión que contradice lo que se considera normal, ante quienes nos rodean. En esos momentos pensamos que quizás los demás van a rebatir nuestras opiniones, ¿y entonces que haremos? ¿Nos atreveremos a presentar ideas que no son vistas en televisión, calificadas como lo bueno y deseable? ¿Toleraremos el ser rechazados y mirados como quizás fuera de época y hasta un poco intolerantes?

También podemos meditar en aquellas actitudes que tomamos y generan, de inmediato, la visión de que somos modernos y acoplados a las tendencias más recientes. Allí no hay ningún problema, nos movemos como pez en el agua, podemos dialogar y ser vistos con aceptación y hasta con algo de envidia, si es que además podemos presumir un poco de cultura, conocimientos, o hasta lucir exitosos y ganadores.

La cuestión es saber que el heroísmo consiste en ser capaces de enfrentar la incomprensión y el rechazo, si es que de defender cosas buenas se trata. Las más de las veces, deberás vencer la descalificación y ese rubor que se asomará a tus mejillas cuando tus palabras sean silenciosamente calificadas de ridículas. Quizás no se te diga la palabra, pero la mirada será más clara que un torrente de risotadas o de comentarios con sorna y abierto tono de burla.

Es que, acaso, ¿quieres imitar a Aquel que caminaba  por las calles serpenteantes de Jerusalén cubierto de Sangre, escupido, insultado, arrastrando a duras penas un pedazo de Madera que le lastimaba el hombro? Ese Hombre debajo del Madero, ¡es Dios! Eso si que es difícil, imitar al más maravilloso Hombre que jamás pisara esta tierra. Y sin embargo, El no proyectaba una imagen de ganador, de exitoso, ni llevaba en Su Mano una copa de champagne. Todo lo contrario, resistía toda la incomprensión que el mundo es capaz de presentar.

Día a día se nos presentan oportunidades de imitar a Aquel que nos invita a dar testimonio de fortaleza, a diferenciarnos de un mundo que a cada instante derrapa hacia profundidades in imaginadas apenas algunas décadas atrás. Por supuesto que nos sentimos cómodos en el refugio cobarde de dejar que el mundo nos hierva en esa sopa que son los medios de comunicación modernos. En esa postura amorfa de mirar para donde soplan los vientos de la sociedad, y soplar con todas las ganas en esa misma dirección para, simplemente, ser aceptado y valorado.

El heroísmo de estos tiempos es el salirse de esa sopa con un grito, con una exclamación que proclama a los cuatro vientos: ¡a mi no me pondrán en su bolsa de gatos! Somos, por algo, discípulos del que enfrentó a absolutamente todo el que se puso delante Suyo con un corazón contaminado de errores, malas intenciones  y materialismos diversos. Y lo hizo con Amor, con todo el Amor del que un Dios hecho Criatura es capaz.

No, no podemos buscar el disfraz de “normales” como forma de transitar de modo confortable una vida que fue hecha para el heroísmo. Jesús, nuestro Manso Jesús, nos llama una vez más a ser valientes testigos de Su Amor, de Su Justicia. Nada ni nadie puede torcer nuestro destino de Reino, porque el paso por este torbellino que llamamos vida no puede terminar en una pregunta sin respuesta: “Y tú, ¿qué hiciste con la única oportunidad que te di, la de demostrarme con valor y constancia de cuanto eres capaz, a la luz de Mi Palabra?”

Hoy, mañana y siempre, tienes que parecerte a El, porque es aquí y ahora cuando se define si el reloj de tu historia particular marca horas gloriosas, u horas de conformidad y silencios cómplices. Como Jesús, ¡sé héroe en el amor!

Pionero de la ayuda a niños Down

lunes, 02 de agosto de 2010
Francesc Torrebadella


La Vanguardia (Entrevista de Víctor M. Almela)

Almudi.org - Tengo 81 años. Nací en Almacelles y vivo en Barcelona. He sido impresor desde los 14 años hasta jubilarme. Soy viudo, hemos tenido cuatro hijos: el mayor, Marcel-li, síndrome de Down, ha muerto hace poco a los 50 años. Soy apolítico y católico.

¿Cuándo nació su hijo?

Marcel-li nació el 2 de junio de 1959. Murió el pasado año, con 50 años. Cuando tenía tres meses, el médico pronosticó que viviría diez años. Mi mujer rompió a llorar…

¿Qué tenía Marcel-li?

«Mongolismo». Hoy, síndrome de Down. Al médico le costó decírnoslo. En aquel tiempo, los padres los ocultaban…

¿Cómo se lo tomaron ustedes?

Recuerdo que al salir de la consulta le dije a mi mujer: «Si a un niño le mimas, se atonta». Y decidimos darle una educación exigente.

¿En qué sentido?

No fuimos consentidores: si Marcel-li quería algo, tenía que pedirlo, y nombrar cada cosa por su nombre. ¡Acabó expresándose muy bien! Si se comportaba mal, le reñíamos. Si había que castigarle, lo hacíamos. ¡Como a cualquier otro niño! Como a los otros tres hijos que después tuvimos.

¿Recibían ayuda de alguien?

No. ¡Era como si esos chicos no existieran! Yo salía a la calle buscando a otros niños como el mío, por compartir impresiones con los padres y aprender: ¡no vi ni uno! Hasta 1962 no encontré a una familia, que tenía a su hijo Down escondido en casa…

¿Y qué hizo?

Desde los 14 años yo había tenido que ponerme a trabajar, no tenía estudios…, pero seguí mi intuición: había que darles a esos chicos la mejor formación, me moví para conseguir ayudas que permitieran escolarizarlos.

Mientras, en casa, ¿qué hacían?

Su madre y yo pactamos que, si uno le reñía, el otro callaría aunque discrepase: ¡que el niño no se refugiase en un protector!

¿Marcel-li sabía que era distinto?

Tenía 4 años y estaba viendo la tele, y vino y me dijo: «Padre, en la tele han hablado de los subnormales. ¿Yo lo soy?». «Sí», le dije.

¿Y cómo se lo tomó?

Con naturalidad y tranquilidad: sabía que no era como los demás niños, pero él nunca se había sentido tratado como un bicho raro. ¡Se sentía aceptado tal como era!

Usted sí sacaba a su hijo a la calle, ¿no?

Sí: a misa, a pasear, a comprar, al canódromo Meridiana, al lado de casa…: allí hizo amigos que acabaron dándole trabajo en las oficinas… ¡Fue muy querido! Casi era el jefe.

¿Pudo ir al colegio, finalmente?

No existían colegios especializados para Down de familias pobres, y logré que el montepío de mi empresa, Fabra y Coats, ayudase a escolarizar a hijos Down de obreros. Otros montepíos nos imitaron luego…

Fue usted pionero.

Era 1964 no había ayudas, y me animé a crear la Obra Social d´Ajuda al Subnormal (OSAS), para ayudar a familias como la mía.

¿Al «subnormal»?

Así se decía. La palabra disgustó luego a padres —se usaba como insulto— y la cambiamos por disminuido psíquico. Buscamos donaciones privadas, hicimos un colegio…

¡Bravo!

Primero fueron seis alumnos de seis añitos, Marcel.li entre ellos. No sabíamos nada de educación especial, fuimos aprendiendo juntos… En 1966 eran 22 alumnos. En 1973, ¡100 alumnos! Hoy atendemos a más de 400 deficientes psíquicos al año, desde la estimulación precoz hasta talleres de adultos.

¿Y este local en el que estamos?

Es el taller de OSAS: aquí trabajan 140 personas deficientes de 18 a 48 años. Marcel-li era una autoridad aquí. Preparan canastillas para maternidad, llenan cajas, trabajos varios… ¡Y cobran! Estimula su autoestima. Yo preparo los 140 sobres con los sueldos.

¿Cómo era un día de Marcel-li?

Se levantaba como yo, se hacía la cama, se aseaba, desayunaba, venía aquí, trabajaba…

¿Tuvo novia?

Sí, Montserrat: iban siempre de la mano, y hablaron de casarse. No me habría importado… Pero no era fácil, hubiesen necesitado ayuda doméstica…

¿Cómo era Marcel-li?

Sensato, extravertido, muy culé, muy educado: desde niño ayudaba a las señoras cargadas con la compra, abría puertas… Siempre decía: «Amar es ayudar a todos sin esperar nada a cambio». Fue un ejemplo para todos. Fue mi maestro.

¿Qué quiere decir?

¡Gracias a él soy quien soy! Para ayudarle, tuve que espabilar. Y así aprendí materias que no sabía, y me enseñó que nadie es más que nadie, y gracias a él ayudé a otras familias, lo que era otro modo de ayudarle…

¿Cómo hubiese sido su vida sin él?

Más pobre, más plana, más insustancial, menos intensa, menos interesante. Mi vida hace 50 años era muy poca cosa…, ¡y hoy vivo entre cientos de amigos, es muy plena!

¿Todo gracias a Marcel-li?

Conocí a familias que no se atrevían a llevar a su hijo Down a catequesis, a clase, a talleres, a la calle… Y las convencí de que se animaran a sacarlos. Y hoy están encantadas: nos reunimos, nos reímos… Formamos una gran familia de familias, todos amigos y animosos, ¡como a Marcel-li le gustaba!

Si su mujer y usted hubiesen podido abortar hace 50 años…

Yo creo que no lo habríamos hecho. Hoy, seguro que no: hoy sabemos lo cariñosas que son estas criaturas, son un regalo de amor… Dicen a sus madres lo que otros hijos callan: «Qué bien te queda este peinado nuevo», «qué guapa estás hoy»… Otro de mis hijos y su esposa adoptaron a Jordi, otro niño Down, mi querido nieto…

Maestro de vida

Hace 40 años, de niño, en misa, en la parroquia de Vivendes del Congrés, yo veía en el banco de al lado a un niño distinto. Sus padres no se avergonzaban de él.

Hoy he sabido de aquel niño: se llamaba Marcel-li, y ha muerto hace poco. Su padre me habla de él con admiración: era «un buen hombre, un gran señor… y mi maestro de vida».

Se fotografía —con una foto de Marcel-li— junto a su nieto adoptivo (también Down), la novia de Marcel-li y otros amigos del centro OSAS del Congrés.

Su consejo para tratar a estos chicos: «Darles libertad, responsabilidad, consideración y cariño». Es uno de esos hombres buenos con los que a veces te cruzas por la vida.

¡Necio!

Actualizado 31 julio 2010

¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma

Angel David Martín Rubio

Jesús aprovecha la ocasión que nos presenta el Evangelio de la Misa de este Domingo para dar una enseñanza (XVIII del Tiempo Ordinario; Lc 12, 13-21):

Todo lo que precede nos enseña a sufrir por confesar al Señor, o por el menosprecio de la muerte, o por la esperanza del premio, o por la amenaza del castigo eterno, del que nunca se obtiene el perdón. Y como la avaricia suele tentar con frecuencia la virtud, nos da un precepto y un ejemplo para combatir esta pasión” (San Agustín). Hay que vivir alerta y guardarse de la avaricia, porque aunque alguien tenga abundancia de bienes, su vida no depende de aquello que posee.

Y para que quedara bien clara su doctrina expuso una parábola. La de un hombre rico que se olvidó de la inseguridad de la existencia aquí en la tierra y su brevedad. La necedad de este hombre consistió en haber puesto su esperanza, su fin último y la garantía de su seguridad en algo tan frágil y pasajero como los bienes de la tierra, por abundantes que sean. “Desaparece aquella misma noche el que se prometía vivir mucho tiempo; de modo que el que había previsto una larga vida para él, amontonando medios de subsistencia, no vio el día siguiente de aquel en que vivía” (San Gregorio, moralium 22, 12, super Iob 31,24).

La salvación es un misterio. Cristo no quiso contestar cuando le preguntaron si se condenan o se salvan muchos (cfr. Lc 13, 22-30). Una cosa sin embargo queda como verdadera: hay condenados y hay elegidos. El infierno es una verdadera posibilidad real para cada uno de los hombres que vivimos en la tierra.

El Vaticano II se olvidó del infierno casi totalmente, no se menciona nunca con su término léxico propio, y tan sólo una vez tangencialmente con la perífrasis “fuego eterno”. El propio Pablo VI —con su estilo tan característico de lamentar los efectos sin afrontar las causas— denunciaba que las palabras sobre el paraíso y sobre el infierno ya no se escuchan (Audiencia, 28 de abril 1971).

Desaparecido de la enseñanza, el infierno se ha esfumado de los contenidos objeto de la fe: o bien se niega su esencia (la eternidad) o aparece reducido a un mito alusivo a la pena inmanente: “ No creo en el infierno y, si existe, está aquí”. Frases como ésta reflejan la mentalidad hoy dominante.

La infinidad de la sanción ultraterrena es en último análisis la traducción más allá del tiempo de la infinidad axiológica de la vida del espíritu”. Se trata de mantener la diferencia entre las cosas y de proclamar que no pueden ser abolidas por obra del tiempo. El infierno es la conservación de las esencias. Lo único aniquilable es la culpa, anulada por obra de la misericordia divina mediante el perdón; pero previo arrepentimiento del hombre, y no sin él. (Cfr. Romano Amerio, Iota Unum, Salamanca, 1994, 470-471).

Juicio final (Hans Memling, 1470)

No hay ningún fundamento en la divina Revelación para presuponer una especie de automatismo de la salvación. Todo difunto, en grado mayor o menor, ha sido ciertamente pecador en su vida terrena y, al morir, es objeto del juicio de Dios. Por ello, con respecto al destino concreto después de la muerte de cada hombre nos encontramos con un verdadero misterio que hay que respetar y que nos sobrecoge.

Por el contrario, en la mentalidad postconciliar y en la ruptura litúrgica a ella asociada, la idea de la muerte unida a un juicio y discriminación desaparece detrás de la idea de salvación eterna. Se escamotea la suerte incierta que sigue a la muerta y se la presenta como el paso que nos introduce inmediatamente en la gloria de Cristo. El automatismo de la salvación queda, más que sugerido, afirmado explícitamente con fórmulas como ésta: «Hoy, tu familia, reunida en la escucha de tu Palabra y en la comunión del pan único y partido, celebra el memorial del Señor resucitado, mientras espera el domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso» (Prefacio X Dominical).

Como explica el teólogo antes citado: “De ahí el carácter llamado pascual de la nueva liturgia de difuntos, el canto del alleluia, la expulsión del “Dies irae”, o la sustitución de los ornamentos negros por otros violetas o rosáceos.

Toda esta variación no se realiza como una preocupación por iluminar mejor un aspecto dado de una verdad compleja, sino como el sentido auténtico y finalmente recobrado de la muerte cristiana. Tampoco falta la habitual denigración del pasado histórico de la Iglesia, pues no se contenta con colorear la esperanza (no suficientemente celebrada en la concepción judicial) y llega a afirmarse que contemplar la muerte cristiana como un juicio y por consiguiente con sentimientos de temor “es un cristianismo bien lánguido” […].

Se establece así una ilegítima identidad entre dos conceptos: la resurrección por la que reciben la vida los cuerpos (que es universal sin consideración del mérito moral) y la resurrección por la cual las almas fieles reciben la vida eterna. La primera resurrección no está causada por un juicio de méritos, pero la segunda sí, y tiene como alternativa la segunda muerte (no mencionada aquí de ninguna manera).


Sí se cita de pasada la necesidad de la purificación para las almas que se salvan, y se expone una amorfa teoría del Purgatorio, sin usar en ningún momento el término usado por la Iglesia: pero no se menciona la alternativa de la perdición eterna. En fin, los cuatro novísimos parecen reducidos a dos: muerte y paraíso. La religión tiene sin embargo miles de ejemplos de muerte lúcida en la cual no exulta una insensata esperanza, ni inquieta o perturba el fin una desconfianza injuriosa para Dios
” (ob.cit., 458-459)

Está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio” (Hb 9, 27). El cristiano debe ser consciente de la brevedad de esta vida terrena, de la que sabe que es única. Precisamente por ello no puede dejarla pasar inútilmente, sino que ha de tener en ella aquel comportamiento santo que corresponde a su ser de cristiano y que le es posible con el auxilio de la gracia. La misma realidad del pecado que ha existido y existe en su vida, exige que el cristiano, mirando al futuro, reaccione para recuperar el tiempo ya perdido.

A veces se puede pensar que es suficiente dejar el negocio de la salvación para los últimos momentos cuando ya se vea la muerte cercana pero ¿quién nos asegura que Dios aguardará a que nos parezca bien dedicarle nuestra atención? ¿No podría retirarnos su gracia? ¿Estará entonces la puerta abierta? Es preciso estar vigilante, sin distraerse ni dormirse un momento; vivir siempre en estado de gracia para que la muerte no nos sorprenda recordando la advertencia del mismo Cristo: “Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre” (Lc 12,40)

Ejemplo de santidad de Ignacio de Loyola

Obispo afirma vigencia de ejemplo de santidad de Ignacio de Loyola

SAN SEBASTIÁN, 01 Ago. 10 / 08:43 pm (ACI)

El Obispo de San Sebastián, Mons. Ignacio Munilla, afirmó que el testimonio dejado por San Ignacio de Loyola sigue vigente y llamó a los fieles a buscar la santidad, porque al final de la vida, todo lo que no sea respuesta fiel a la llamada de Dios, «habrá sido inútil y baldío, y no dejará ninguna huella beneficiosa para la posteridad».

«El modelo de San Ignacio es verdaderamente necesario para la vida de la Iglesia Católica de nuestros días. Más aún, me atrevería a decir que es indispensable, para que no sucumbamos a la tentación del relativismoMisa por la fiesta del fundador de la Compañía de Jesús. reinante y de nuestra propia subjetividad. El carisma ignaciano nos preserva de la tentación de crear un dios a nuestra medida, así como una religión a la carta», afirmó durante la

El Prelado dijo que la Iglesia sigue proponiendo su vida como modelo; pues «el Señor lo ha elegido como un instrumento suyo, para ayudarnos a descubrir y a discernir la voluntad de Dios en nuestra vida; para que ‘acertemos’ a dar con ese camino concreto que Dios tiene pensado para cada uno de nosotros, y que será el que nos lleve a la santidad».

Tras recordar la conversión de San Ignacio, Mons. Munilla dijo que su vida y espiritualidad introducen a los fieles «en una verdadera escuela de discernimiento: no es lo mismo desear que querer, no es lo mismo soñar que discernir, no es lo mismo ilusionarse que perseverar, no es lo mismo hablar que hacer, no es lo mismo querer que poner los medios; en definitiva, no podemos dar por buenas nuestras sensibilidades e ideologías, sin cuestionarnos antes si se adecuan al querer de Dios».

El Obispo de San Sebastián afirmó que con su testimonio, San Ignacio enseñó que «lo verdaderamente importante es la santidad, la búsqueda de Dios, el deseo de cumplir su voluntad… Hoy en día, bajo el influjo de una mentalidad practicista, tendemos a pensar que la santidad no es rentable y que no tiene futuro. Sin embargo, la realidad es bien distinta».

Dios y la Play Station

lunes, 02 de agosto de 2010
Tomás Cuesta


ABC

Al no estar protegido por ningún copyright (¿quién se acuerda, hoy por hoy, del segundo mandamiento?) el nombre de Dios no es que se tome en vano, es que se toma, a veces, por el pito del sereno. Ahí tienen, por ejemplo, lo de «la máquina de Dios», un tubo de ensayo gigantesco en el que los científicos pretenden reeditar el Génesis.

Tomás CuestaO lo de la «la partícula de Dios» —tan jaleada en los corrillos de internet en las últimas fechas— que sería algo así como el abracadabra del Big Bang, el preparados–listos–ya del universo. Total, que mucha investigación, mucho empirismo, mucha modernidad y mucho cuento, para acabar, a la postre, donde siempre. En el fumadero en el que se despacha el genuino opio del pueblo.

Porque, si fuese cierto eso de que el Altísimo se ha convertido en un liliputiense, ¿a qué diablos viene el enfermizo empeño por revestirse con sus galas y usurpar sus señas? Si la física hace servir la metafísica a guisa de cachava o andaderas, ¿habrá que suponer que el ser humano necesita creer hasta cuando descree? Lo que resulta obvio, le pese a quien le pese, es que, sin el concurso de la divinidad, no hay quien venda una escoba a cuenta de los fabulosos éxitos de la teología experimental y del creacionismo de probeta.

Que un sofisticadísimo artilugio denominado LHC termine siendo el «Deus ex machina» que nos permita enjalbegar el corazón de las tinieblas, es, sin lugar a dudas, una buena noticia, un verdadero «tour de force» de la sapiencia. Lo malo es obcecarse en mezclar churras con merinas y confundir las nalgas con las témporas.

El sueño de la razón engendra monstruos que no cesan de alumbrar estupideces. La última —«last but not least», naturalmente— es que, a partir de ahora, tendremos que sustituir el Libro por un libreto a tono con los nuevos tiempos. «En el principio era el Bosón de Higgs», vayan tomando nota y advertidos quedan. Cosa distinta es que el oscurantismo, la reacción y el beaterio se nieguen a apearse de las viejas palabras y del dogmatismo añejo: «En el principio era el Verbo».

Dios no juega a los dados —aseguraba el señor Einstein—, mas, a lo que parece, son legión los que tratan de hacerle morder el polvo jugando a la Play Station. El hombre que puso el infinito en solfa y que (dicho a lo bruto, o, al menos, a voleo) supo meter al cosmos en vereda, se refería al Creador con bastante frecuencia.

Y, aunque no fuera amigo de sinagogas ni de iglesias, siempre lo hizo con respeto. Daba el perfil de aquel «ateo virtuoso» que, a la manera de Spinoza, rastrea en lo fugaz la huella de lo eterno. Que paladea sin reservas la belleza del mundo y se ríe sin freno con los cortes de mangas del sastre de Samuel Beckett:

— El cliente: Dios ha hecho el mundo en seis días y usted…, usted no es capaz de hacerme un pantalón en seis meses.

— El sastre: Pero señor, mire el mundo, mire su pantalón y admire la diferencia.

Lo cual, que el señor Einstein —que era un genio risueño— se partía de risa; reía a calzón quitado y a pernera suelta. Y seguro que al Señor también le cayó en gracia un chiste tan ingenuo, a la par que tan serio. «La máquina de Dios», por contra, es una memez obscena y «la partícula de ídem» bordea lo siniestro. Al cabo, antes de preguntar si existe Dios, tendríamos que preguntarnos si nos lo merecemos.

El «Balón de Oro» y la Madre Teresa

EL «COLCHONERO» EN LA INDIA

Para el «charrúa» no todo es fútbol. Tras visitar la casa de las Misioneras de la Caridad ha expresado su admiración por el trabajo que allí realizan las hijas de la Madre Teresa.

Actualizado 2 agosto 2010

R.R./ReL

El «colchonero» y «Balón de Oro» de la Copa Mundial Sudáfrica 2010, Diego Forlán, recorrió este domingo las instalaciones de la casa de la Madre Teresa de Calcuta, en el marco de su visita a India para participar del rodaje de un programa de televisión.

«Estoy de visita en la casa de la Madre Teresa de Calcuta, admirable lo que se hace ahí !!!», publicó el delantero de la selección uruguaya en su sitio en la red social Twitter al reseñar su visita a las casa de las Misioneras de la Caridad.

Monjas de clausura reciben amenazas de muerte

PIDEN REFORZAR LA SEGURIDAD DEL CONVENTO

Las monjas de clausura francesas que firmaron un contrato para un disco reciben amenazas de muerte

Las benedictinas fueron amenazadas luego de ganar un contrato para grabar cantos gregorianos con Universal Music Group.

Actualizado 2 agosto 2010

Reuters

Las oraciones de las religiosas del convento Abbaye de Notre-Dame de l´Annonciation, cerca de Aviñón, fueron respondidas la semana pasada al vencer a otras 70 órdenes religiosas de Norteamérica y África para lograr un trato con Universal Music.

Las hermanas, cuyo álbum será lanzado en noviembre, cargaron un video de sus cantos gregorianos en Internet, pero el martes se percataron de una serie de amenazas de muerte que estaban escritas debajo de las imágenes, informó La Provence en su sitio web. «Eran amenazas escritas en inglés diciendo que esas monjas debían ser asesinadas», reportó el periódico, citando a una persona cercana al asunto.

El diario dijo que las monjas informaron a la Policía y pidieron mayor vigilancia para el convento.

«EN PRIMERA LÍNEA DE LA FE»

EL PROYECTO «EN PRIMERA LÍNEA DE LA FE»

Misas, rosarios y música en MP3 para los 330 mil soldados católicos americanos en Irak y Afganistán

Podrán escuchar al arzobispo Fulton Sheen, cartas de niños a los soldados, historias acerca de la fe en la vida militar, homilías y música.

Actualizado 2 agosto 2010

Gilberto Pérez/ReL

Después de un año de preparativos y coordinaciones, un envío de mil reproductores MP3 está listo para ser enviado a las tropas norteamericanas que actualmente están en servicio en Irak y Afganistán. Pero no son simples reproductores de música.

Como informa la agencia Rome Reports, en el interior de cada unidad hay cargadas siete horas de contenido católico. Así los soldados podrán rezar el rosario, seguir la misa o escuchar una presentación del famoso arzobispo norteamericano Fulton Sheen.

En los reproductores MP3 también se incluyen cartas de niños a los soldados, historias acerca de la fe en la vida militar, homilías y música.

El proyecto «En primera línea de la fe» es el que esta iniciativa de asistencia espiritual y apoyo a los uniformados. También colaboran con los capellanes militares para ayudarles a visitar soldados en las zonas de batalla.

La archidiócesis militar distribuirá los reproductores MP3 a través de sus 281 capellanes y sacerdotes. Pero esto puede llevar algún tiempo, porque sus visitas son poco frecuentes.

Comprar y enviar los MP3 cuesta unos 18 euros. En el ejército norteamericano hay 330.000 católicos. El objetivo de «En primera línea de la fe» es que cada uno de ellos pueda recibir uno de éstos MP3.