El paso a la fe católica de Alec Guinness

LA APASIONANTE VIDA ESPIRITUAL DEL ACTOR

Alec Guinness: el paso a la fe católica del viejo maestro Jedi


Hasta ahora era desconocido para el gran público la conversión al catolicismo de Alec Guinness, el famoso actor que dio vida al maestro Jedi en «La Guerra de las Galaxias», o su conocido papel en «El puente sobre el Río Kwai», así como su intensa vida de piedad.

Actualizado 16 mayo 2010

Pablo J. Ginés/Forum Libertas

En 2005 apareció en inglés la biografía oficial del actor británico Alec Guinness, fallecido el año 2000. Guinness fue ídolo de toda una generación por su papel del maestro jedi Obi Wan Kenobi en La Guerra de las Galaxias, pero antes ya se había hecho un enorme prestigio en el mundo del cine, con un Óscar en 1957 por su papel en El puente sobre el Río Kwai. El biógrafo, Piers Paul Read, presta en esta obra ( Alec Guinnes: the authorized biography ), una atención especial a la fe católica del actor, la fe de un converso en la que siempre encontró consuelo y crecimiento.

Hijo de madre soltera y bebedora
La infancia de Guinness no fue fácil: nació en Londres en 1914, nunca supo quién fue su padre y vivía en pensiones con una madre que apenas se preocupaba de él. “Mi madre era una puta”, diría con dureza Guinness a John le Carré. “Se acostó con toda la tripulación del yate de Lord Moyne en la Regata Cowes y cuando dio a luz llamó Guinness al bastardo pero mi padre fue probablemente el maldito cocinero”.

Era bebedora y robaba cosas. Como reacción a esta infancia, cuando años después Guinness triunfe, desarrollará un cierto dandismo, un puntillismo famoso en círculos artísticos y un gusto por los trajes elegantes y las compras exquisitas.

Controlar la homosexualidad mediante la oración
En su época de estudiante Guinness conoció los ambientes turbios de la homosexualidad e incluso experimentó inclinaciones en este sentido, aunque parece ser que las resistió. El biógrafo recoge su amistad con el director Peter Glenville, un católico convencido, que sin embargo mantuvo una relación homosexual de por vida a la vez que reconocía la necesidad de confesarlo, arrepentirse y seguir la enseñanza de la Iglesia. Guinness escribió que este tipo de pasiones “podían controlarse, si no curarse, mediante la oración, el arrepentimiento y la Gracia de Dios”.

Comienza su carrera de actor
Tras la escuela, trabajó un año en una firma publicitaria y después empezó a formarse como actor. En 1934 John Gielgud puso en marcha su exitosa carrera con el papel de Osric en Hamlet.

El catolicismo, “regimiento de élite”
Durante la Segunda Guerra Mundial Guinness adoptó el anglocatolicismo, la rama ritualmente más parecido al catolicismo de la Iglesia Anglicana. En aquella época, los anglicanos no ordenaban mujeres ni casaban homosexuales y la doctrina era muy cercana a la católica. Según escribió, la religión anglicana era “un baluarte psicológico contra las incertidumbres de la guerra y el miedo al futuro y me mantuvo por el buen camino”. Incluso, después de casarse, jugó un tiempo con la idea de hacerse sacerdote anglicano. Pero ya entonces, en los años de la guerra, siendo oficial en la Royal Navy, consideraba que el catolicismo era “el regimiento de élite” del que pensaba que no podía permitirse sus “caros uniformes”.

Un pacto con Dios
A los cuarenta años Guinness escribe en su diario: “mi alma, mi cuerpo, mi cerebro languidecen necesitando religión. El mundo es demasiado inhóspito e inexpresivo sin un sentido de adoración”. Cuando su hijo Matthew cayó enfermo de poliomelitis, Guinness hizo el pacto con Dios de convertirse si el chico se recobraba: Matthew se curó y Guinness se convirtió. Así lo explica en su autobiografía Blessings in Disguise (1985), aunque Piers Paul Read y otros señalan que fue en realidad un paso más en un deseo lento pero tenaz de vivir y crecer en fe.

Devorará a Newman, Chesterton, Belloc…

A partir de ese momento, Guinness devorará las obras espirituales del cardenal Newman, de Chesterton, de Hilaire Belloc, de Knox, de Carlos de Foucauld y de santa Teresa de Ávila. En uno de sus diarios apunta un pasaje de las Revelaciones del Amor Divino, una de las visiones de la beata medieval Juliana de Norwich: Vi una cosa pequeñita en la palma de mi mano, del tamaño de una avellana, redonda como una bolita. Pensé, ¿qué será esto? Y se me respondió: “esto es todo lo que ha sido hecho”. Me maravilló como podía mantenerse y no caer en la inexistencia por su pequeñez. Se me respondió: “se mantiene, y se mantendrá siempre, porque Dios lo ama”.

A Guinness le cautivó esta visión y en su caja de maquillaje llevaba siempre una avellana, que era lo primero que sacaba y ponía en la mesa del camerino al llegar a un teatro.

Un actor contra los pecados de la lengua
También era un lector devoto de san Francisco de Sales, patrón de escritores y periodistas. Guinness tenía una innegable capacidad para hacer daño a la gente con comentarios hirientes, y debía inspirarse en las palabras de este santo en su lucha desigual por no decir más mofas y ofensas, “el peor pecado de la lengua que podemos cometer contra nuestro hermano”, según el santo obispo de Ginebra. Guinness lo veía como un santo práctico, con métodos aplicables. “Voy y vengo y vuelvo a empezar en mi vida religiosa, pero se profundiza, creo, y rezo y confío”, diría a un amigo esos días.

Una caricia de Dios
También creía que Dios permitía que cada hombre y mujer, alguna vez, recibieran “de acuerdo a su capacidad, un destello de Su promesa a ellos, una impresión de lo que la eternidad podría significar, un destello de su adopción como Hijos de Dios y al retirarse este destello, darse cuenta de lo que significa la Caída del Hombre. Se nos deja con una sensación exultante y al mismo tiempo, junto con su felicidad, una tristeza que es difícil que volvamos a encontrar en esta vida. Es una zanahoria dorada ante unos burros… que podrían ser dioses”.

Destello de eternidad

Párrafos como este, que podemos encontrar en otros grandes cristianos ingleses de esos años, como C.S.Lewis o J.R.R.Tolkien acercan la experiencia mística, el “destello de eternidad”, a los hombres. No es extraño que estos artistas hayan llegado a tantos lectores y espectadores.

Consciente de sus fallos
Guinness era muy consciente de sus pecados y fallos, “dolorosos, cuando no ridículos o aburridamente repetitivos”. Fue consciente de sus fallos y de hecho la mayoría de sus papeles en cine o teatro trataban el tema del fracaso, fuese como soldado o espía, oficinista o vendendor, científico o noble en desgracia. En su vida espiritual, su reconocimiento de esta debilidad y su dependencia de los sacramentos fortaleció su fe.

Una mujer de bandera
Guinness fue amigo de sus amigos, generoso y fiel a su esposa. Sin embargo, siempre se mostró desdeñoso e hiriente con cosas que eran valiosas para ella, sus libros infantiles, sus ilustraciones, su cocina. Su esposa Merula veía estos fallos como resultado de su dandismo compulsivo y los perdonaba. “Según unos cuantos de sus amigos más cercanos, mientras Alec mantenía su viejo y difícil yo, era Merula quien ganaba en sabiduría y bondad, adquiriendo el genio de la santidad que había eludido a Alec”, escribe en esta biografía Piers Paul Read.

Un palmarés impresionante
“Con todas las contradicciones de su maquillaje, siempre hubo un núcleo de verdad allí en el medio que fue lo que reconocí cuando nos enamoramos por primera vez. Supe que siempre podría confiar en él”, escribió Merula tras la muerte de su esposo, una de las figuras públicas más conocidas del catolicismo público inglés en el arte del s.XX. En su palmarés quedaba el Oscar de 1957 al mejor actor y un Globo de Oro por El puente sobre el río Kwai; el premio honorífico de la Academia en 1980 por su contribución cine; sus nominaciones al Oscar como actor principal por The Lavender Hill Mob en 1951, y también las nominaciones como actor de reparto por La guerra de las galaxias en 1977 y Little Dorrit en 1988.

El viejo maestro Obi Wan Kenobi parece fracasar cuando muere.

Pío XII tuvo soldados con pistolas apuntándole al pecho

REVELA EL CARDENAL FIORENZO ANGELINI

Pío XII tuvo «soldados con pistolas apuntándole al pecho a punto de matarlo»

El purpurado italiano de 94 años, el ultimo colaborador vivo de Eugenio Pacelli, asegura que el Papa deberia no solo ser beatificado sino tambien santificado.

Actualizado 16 mayo 2010

R.R./ReL

En un documental emitido por Intereconomía TV sobre los trabajos de Eugenio Pacelli, nuncio en Alemania primero y Papa  Pío XII despues, durante la Segunda Guerra Mundial, se recoge el testimonio de su último colaborador vivo, el cardenal Fiorenzo Angelini, el del vaticanista Andrea Tornielli y el de Serge Klarsfeld, presidente de la Asociación de Hijos de Deportados Judíos de Francia. La sentencia es unanime: adelante con la beatificacion.

El primero en intervenir en el reportaje es Andrea Tornielli, autor de una densa biografía de Pío XII. Tornielli muestra documentos que atestiguan la intensa actividad que desplegó el Papa durante el conflicto en favor de todo tipo de víctimas, especialmente de los judíos, informa La Gaceta.

Habla del rabino jefe de Roma, Israel Zolli, quien se convirtió al catolicismo al final de la guerra y cuyo padrino de bautizo fue el propio Papa, del que adoptó nombre civil, Eugenio. También explica cómo en Holanda el enfrentamiento de los obispos con el ocupante nazi desembocó en una persecución masiva de judíos convertidos a la fe católica. Eso ayuda a comprender por qué el Papa optó por una cierta prudencia verbal que no era incompatible con su dura condena de fondo.

El Papa de Hitler
A Tornielli le sucede Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano, y autor de la introducción del libro «En defensa de Pío XII» un compendio de los artículos sobre la figura del Papa Pacelli. Vian se detiene en la obra teatral «El Vicario» –que ha originado la campaña contra el Papa– y en desentrañar los errores contenidos en la obra de John Cornwall, «El Papa de Hitler».

No solo beato…santo!
Esclarecedor es el testimonio del cardenal Fiorenzo Angelini, de noventa y cuatro años, último colaborador vivo de Pío XII. Angelini opina sobre la estrategia diplomática de Pío XII: «Había sido nuncio apostólico en Alemania, había tenido soldados con pistolas apuntándole al pecho a punto de matarlo, era un hombre que afirmaba: «Me inclino, pero no me doblo». Sabía bien que, si hubiese pisado el acelerador contra Hitler, no habría conseguido nada bueno, sino una destrucción tremenda sobre el pueblo en aquel momento».

Ésta es la conclusión de la última persona viva que lo trató de cerca: «Pío XII no debe ser sólo beatificado, sino santificado. Pero, aun sin ser santificado, sigue siendo un ejemplo para todos».

No politizar una beatificacion
El sacerdote jesuita alemán Peter Gumpel, de ochenta y seis años, relator de la causa de beatificación, explica, durante unas extensas declaraciones, que una beatificación no es una valoración política o histórica de la trayectoria de un personaje, sino que se trata de un proceso en el que sólo se evalúan sus virtudes cristianas.

Apoyo de una victima del nazismo
Otro apoyo de peso a la causa de beatificación de Pío XII es el de Serge Klarsfeld, presidente de la Asociación de Hijos de Deportados Judíos de Francia, quien, en una entrevista concedida al semanario Le Point, sorprendió al apoyar la causa de beatificación de Pío XII.

Ante las cámaras de Intereconomía TV, se ratificó en sus opiniones. «Según los criterios de la Iglesia, creo que pueden mirar a Pío XII como un Papa que ha resistido al movimiento nazi. Además, es cierto que ocupó una parte importante en la redacción de la encíclica que condenó el nazismo», explica. Y añade: «Pío XII no era antisemita. Se condujo de una forma honorable y en ese difícil período. Se preocupó, ante todo, por los católicos, incluso con calor humano, con carisma, sin egoísmo particular». Lo dice un representante de las víctimas del nazismo.