El derecho a elegir colegio

El derecho a la educación sólo se satisface cuando los poderes públicos aseguran la escolarización de todos y cuando respetan la libertad de creación y de dirección de centros privados.

El derecho a la educación tiene dos vertientes inseparables: es un derecho-prestación, que legitima para recibir enseñanza, y es un derecho-libertad, que obliga a respetar la libertad de los padres.

El derecho a la educación sólo se satisface plenamente cuando se cubren esas dos vertientes: cuando los poderes públicos aseguran la escolarización de todos y cuando respetan la libertad de creación y de dirección de centros privados –dotados por su titular de un carácter propio– y el derecho de los padres a elegir escuela para sus hijos, de acuerdo con sus convicciones o preferencias morales, religiosas, filosóficas y pedagógicas. Por tanto, la educación es un derecho que debe ser garantizado por las autoridades y que exige una oferta escolar plural. Mientras más variadas sean las escuelas, más se perfecciona el derecho a elegir y más se promueve el pluralismo ideológico de la sociedad.

El Estado y sus autoridades educativas tienen,entre otros, la obligación de determinar los niveles de la educación obligatoria, dotándolos de los contenidos básicos para el desarrollo personal y para la integración social y laboral. Pero no tienen el derecho a educar a los ciudadanos,ni a promover una determinada ideólogía, porque ese derecho corresponde a los padres. Nadie puede imponer a las familias la escuela pública o la privada; una enseñanza laicista o fundada en valores religiosos; escuela mixta o diferenciada; porque los padres son los titulares del derecho a elegir el centro que consideren idóneo para la educación de sus hijos; y también son los padres quienes deben decidir si desean que sus hijos reciban enseñanza religiosa en la escuela.

La importancia del derecho a la educación lleva a destinar una parte de los impuestos de los ciudadanos a financiar la enseñanza, en beneficio de las familias con hijos en edad escolar. No es aceptable argumentar que, si los padres desean para sus hijos un centro privado deben pagarlo, porque el dinero público no debe destinarse a proyectos privados. En realidad, propiamente no existe el dinero público, sino fondos procedentes de los impuestos que pagan los ciudadanos y que garantizan el derecho a la educación, a la sanidad, a las pensiones….

Los centros públicos o privados no son más que el medio necesario para satisfacer ese derecho y la asignación de esos fondos públicos está plenamente justificada por las opciones libres de los padres, no por la titularidad pública o privada del centro al que acuden sus hijos. El Estado no es el propietario de esos fondos,si no un mero administrador de los mismos que debe utilizar con criterios de neutralidad y no ideológicos.

Fernando Villar

Libertad, educación y oportunidades

Ya hace muchos años que oí hablar sobre una economía con rostro humano y, aunque no sea experto me asomo a los diarios económicos para ver cómo los que más saben de números son capaces de conseguir ese necesario equilibrio. Creo que es muy posible y creo que es muy urgente. Y existen los mimbres necesarios, todos ustedes conocerán personas de referencia para ello.

De los que suelo leer, se me ocurre, a bote pronto, hablarles del profesor Rafael Pampillón que, con una singular clarividencia sobre los diversos afanes e inquietudes que nos ocupan a todos, nos recuerda en un magistral artículo que “nadie es más bueno que otro por disfrutar de más bienes físicos como tener más propiedades, hartura de comida, salud, paz o libertad, ni nadie es más malo que otro por no tenerlos y padecer hambre, enfermedad, guerra o cautiverio. En cambio los bienes morales son patrimonio de los virtuosos y la ausencia de esos bienes morales…”

No puedo estar más de acuerdo con él, no hay otra manera mejor de estar en el mundo que la de buscar el bien moral, propio y de los demás. Pero ¿qué nos ocurre cuando la doblez, el sectarismo, la avaricia o la envidia campan a sus anchas por los territorios del pensar y el hacer de tanta gente?

La rapidez de los cambios es el gran signo de los tiempos y para encajarlos es preciso ampliar la densidad cultural de nuestro país. ¡Y fortalecer la educación, claro! A ver si los políticos se convierten por fin en seres “raciocinantes” que no pongan trabas a las reformas necesarias.

Reconozcámonos todos del mismo riñón, concretemos a diario esas ansias de perpetuación y de conquista que late en el corazón de hombres y mujeres. Veinte de cada cien personas que podrían trabajar y no lo pueden hacer necesitan respuestas, tienen un derecho básico por el que no estamos luchando lo suficiente.

Es verdad que intento últimamente ser más comprensivo que crítico, pero qué sano será siempre el sarcasmo como crítica al poder. O evidenciar, aunque nos dé vergüenza ajena, las corruptelas y chalaneos que nos asfixian. Que nadie rompa el factor confianza, tan distintivo de nuestra transición a la democracia, tan necesario para un buen desarrollo personal y colectivo. Pero que tampoco nadie convierta nuestro país en su cortijo.

Por cierto, el último criterio moral sobre lo que cada uno hace no lo dicta ni el alcalde, ni el presidente de ningún gobierno o comunidad autónoma. Además, no olvidemos que quien no distingue entre poder y moralidad es claramente un totalitario.

En fin, no nos engañemos, somos la gente de la calle quienes, sobre todo en lo que toca a educación y familia, hemos de hacer ver de manera práctica el nexo entre verdad y libertad. Y necesitamos cierta tensión sobre las autoridades, para garantizar la posibilidad de un juicio moral sobre las decisiones políticas.

Por eso, después de leerlo con detalle, qué difícil es para los amantes de la libertad estar de acuerdo con el Pacto Educativo propuesto por el ministro Sr. Gabilondo. Y lo grave es que ese estancamiento legislativo, como en lo del Estatut, o la necesaria reforma laboral, hace perder fuerzas a un Estado de Derecho que tiembla, sin poder ofrecer lo más básico a sus ciudadanos: libertad y oportunidades.

Emili Avilés Cutillas
Profesor especialista en Pedagogía Terapéutica y Educación Familiar

Madurar a la fuerza

Cuando los hijos se quedan en América: madurar a la fuerza

Si emigra el padre, la familia se mantiene mejor que si falta la madre; los expertos piden mantener el máximo contacto.

Con motivo del Día del Trabajo y la celebración del Día de la Madre, la ONG Entreculturas (www.entreculturas.org) , ligada a los jesuitas, ha presentado en Madrid el Informe “Madurar sin padres”, que aborda las consecuencias en los niños bolivianos de que sus padres les dejen para emigrar a Europa. El informe se ha elaborado en base a 291 estudiantes de 35 escuelas de Fe y Alegría Bolivia, movimiento relacionado con Entreculturas.
Cristina Manzanedo, responsable del informe, ha destacado “el aumento de la vulnerabilidad de los niños y niñas, ya que dentro de los hogares de acogida, los hay que sí proporcionan estabilidad familiar pero los hay que no”.
Cuando el padre es quien emigra y la madre se queda, los hogares permanecen estables. En cambio, cuando la madre emigra y los hijos se quedan con el padre, “muchas veces no es capaz de asumir el rol de madre y padre y tiene que pedir ayuda a familiares”.
La segunda consecuencia más destacada es la maduración de los niños a marchas forzadas. “Muchas veces tiene que asumir responsabilidades domésticas y familiares, adquieren una mayor autónoma y una mayor madurez de efectos no unívocos”, afirma Manzanedo.La emigración de los padres no afecta mucho al rendimiento escolar de los niños: «el rendimiento de las niñas con padres emigrados es incluso superior a la media del curso», según los datos del informe. Además, «el primer y segundo año de la emigración de los padres el rendimiento escolar disminuye, pero después recuperan su nivel”.

El estudio pide que los padres e hijos se mantengan comunicados a pesar de la distancia, y que se anime a un reparto más equitativo de las tareas dentro del nuevo hogar en el que falta un miembro.


Leonor Lucila Fernández, boliviana, madre de dos hijas de 22 y 9 años y un hijo de 15, explicó su vivencia: “Llevo ya casi seis años en España sin ver a mis hijos, es una realidad muy dura tanto para los padres como para los hijos”. Leonor también ha contado cual ha sido el proceso vivido por sus hijos: “Maduran muy rápido, te dan conversación de persona adulta. La niña mayor se hace cargo de los otros dos, es quien lleva la carga familiar, y el niño a veces hace de padre con la pequeña de nueve años”.Según el informe, la manera de adaptarse a la situación es más sencilla cuando los padres, a pesar de la distancia, también colaboran en ese proceso de readaptación de sus hijos.

La tecnología ayuda mucho a los padres y madres inmigrantes, tienes más tiempo para hablar, ves cómo evolucionan físicamente, es más económico y puedes hablar todos los días con ellos”, ha asegurado Leonor.

Cocina para evangelizar

EL PADRE LEO O LA CATEQUESIS DE LOS FOGONES

Bailaba «break dance», es cinturón negro de Tae Kwon Do y cocina para evangelizar


Iba para periodista y sabe hacer llaves marciales que pueden doler mucho, pero Leo Patalinghug acabó siendo sacerdote y evangelizando a través de sus recetas de cocina. En EEUU tiene su propio programa de televisión, ensoñación jocosa de sus compañeros de seminario que se hizo realidad, una web de éxito, un libro publicado y otro en camino.

Actualizado 30 abril 2010

Nicolás de Cárdenas/ReL

Pocas veces la frase de santa Teresa de Ávila sobre la presencia de Dios entre fogones y pucheros tuvo tanto sentido como en el caso del padre Leo Patalinghug, un sacedote de origen filipino y criado en Baltimore (EEUU) que ha aprovechado su habilidad y afición al mundo culinario para evangelizar.

El padre Leo, como prefiere que le llamen, tiene su propio -y exitoso- programa de televisión, una web con decenas de miles de vistas mensuales y un libro titulado «La Gracia antes de las comidas. Recetas para la vida famiilar», fruto de su experiencia evangelizadora entre los fogones. Ya está preparando el segundo, que será publicado este verano.

Bailarín, cinturón negro, sacerdote…

Antes de responder a la vocación sagrada del sacerdocio, Leo se divertía bailando uno de los ritmos más urbanos de las últimas décadas, el «break dance», donde destacaba por su elasticidad; también disfrutaba cantando y se entrenaba en la disciplina marcial del Tae Kwon Do, en la que alcanzó el cinturón negro (máximo nivel) e incluso ganó algunos campeonatos.

En aquellos tiempos encaminaba sus estudios al ámbito de las leyes, la política y el periodismo, pero algo en su vida le hacía sentir que no terminaba de sentirse a gusto del todo. La llamada de Dios al sacerdocio estaba empezando a llamar a su puerta con insistencia. Hasta que dijo sí.

Estudiando ya para ser sacerdote, Leo fue enviado por su obispo al Colegio Norteamericano en Roma, donde su pasión por la cocina terminó de despertar. Entre los tiempos de estudio y de rezo, Leo encontraba momentos para confraternizar con cocineros de los restaurantes del barrio romano en el que vivía. Él les transmitía sus conocimientos de cocina filipina, y ellos, le trasladaban sus especialidades.

Hasta la cocina

El padre Leo fue ordenado en 1999 y, poco después, se encontró al frente de su primera parroquia. Como aún es costumbre en muchos lugares, unos parroquianos le invitaron a cenar a su casa. Lo que probablemente iba a ser una invitación llena de formalidades alrededor de unos platos cocinados con cariño para el nuevo párroco, se convirtió en un nuevo modo de evangelizar: «Sin previo aviso, sorprendí a la familia anunciándoles que me iba meter en su cocina y, con su ayuda, cocinaría para ellos», asegura el padre Leo en su pagina web.

Los demás sacerdotes de la diócesis bromeaban continuamente con la posibilidad de que el padre Leo acabara teniendo su propio programa de televisión… y la chanza acabó convirtiéndose en realidad.

Algunos años después, uno de sus parroquianos, propietario de una productora de televisión, convencido de que la idea era buena, le propuso al sacerdote la aventura. Tardó un año en convencerlo, pero no se equivocó. ahora es toda una estrella y acude invitado con frecuencia a diversas cadenas de televisión norteamericanas.

Fajitas fusión

El sacerdote es alter Christus. Y si Jesús predicó el Reino de Dios hablando de un grano de mostaza o de unas gavillas de trigo y cizaña, y habló de la vid y los sarmientos para catequizar sobre la naturaleza de la Iglesia, el padre Leo hace uso de sal, pimienta, azúcar, salsa picante, pimientos verdes y rojos, cebolla, carne mechada y otros ingredientes.

Así lo hizo en un reciente encuentro juvenil donde presentó sus afamadas «fajitas fusión», cocinadas con esos ingredientes. «»Fusión» significa diferentes ingredientes juntos», les decía el padre Leo mientras ponía a macerar la carne mechada. «en cierto modo, la Igñesia católica es como la cocina de fusión. «Católico» significa universal y todos somos personas diferentes que se unen».

Pero va más allá de ser él quien evangelice mientras cocina. La idea de enseñar a los niños recetas está también en que valoren más la comida como un don de Dios, y que compartan con sus padre en la mesa algo más que los alimentos. Diversos estudios señalan que cuando las famlias comen juntas cuatro o cinco veces a la semana, se producen menos problemas relacionados con el consumo de drogas o la experiencia sexual prematura.

Miedo a bendecir la mesa

Otra de los objetivos de este particular apostolado está en que la gente pierda el «miedo» a bendecir la mesa, no sólo en lugares públicos, sino también entre amigos y en las mismas familias. El padre Leo considera que «la gente tiene miedo de que el mundo sepa que ama a Dios y eso está muy mal» porque al dar gracias por los alimentos también reconocemos que Dios está sentado a a la mesa.

Esta es su propuesta: «Padre amado, te damos gracias por la familia reunida alrededor de la mesa, los amigos a los que extiendes tu bondad, el alimento que nutre nuestro cuerpo y la fe que fortalece nuestras almas. Te pedimos que nos mantengas siempre atentos en estas bendiciones, para que este alimento nos inspire a llevarlas a aquellos que viven sin familia, sin amigos, sin comida y sin fe. Te pedimos todo esto por Cristo nuestro Señor. Amén».