¿Qué trabajo en tiempos de crisis?

jueves, 15 de abril de 2010
Fátima Martínez


AnalisisDigital.com

“Trabajar es amar, es el núcleo del Amor al Conocimiento, el entusiasmo por darnos a nosotros mismos y a los demás con el fin de perseguir el Bien Común”, reflexiona el filósofo Alejandro Llano

Encuentro Madrid 2010 reunió estos días a grandes pensadores de nuestro tiempo que a modo de píldoras de sabiduría intercalan el conocimiento de la realidad con el sentido más profundo de la cristiandad. El viernes a partir de las 20 horas comenzó una discusión entre filósofos que Almudi.org - a ninguno de los presentes dejó indiferente.

Allí estaban Alejandro Llano, Catedrático de Filosofía de la Universidad de Navarra y el italiano Bernhard Scholz, presidente de la Compañía de Obras para repensar la gran pregunta que a todos nos concierne más que nunca hoy: «¿Qué trabajo en tiempos de crisis?», título de esta mesa redonda

El moderador, Fernando de Haro, director de Informativos de Popular TV, fue el primero en lanzar al ruedo una realidad asoladora convertida en cifras, el 18,8% de la población española en paro. “Estamos en una crisis social grave”, dijo a pesar de que el Gobierno justo ayer aprobara 32 medidas para crear empleo en España. Haro lanzó la primera pregunta referida a la concepción que cada persona tiene del trabajo en particular: “¿Cómo entendemos el trabajo?”

Inmediatamente, el profesor Llano respondía lacónicamente: “En el corazón de la vida económica se encuentra el don de dar porque la mayoría de las cosas que realizamos, las hacemos gratuitamente. Antes damos que recibimos”.

Schloz refrendaba esta idea seguidamente: “Todo es un don, todo parte de un don. La economía está siempre basada entre una relación entre personas, la economía es la expresión de una cultura en la relación entre personas. Si todo está basado a base de contratos, no puede funcionar, la economía vive de relaciones, es un enriquecimiento mutuo en el que cada uno pone en juego su don”.

Sin embargo, qué puede hacer el hombre para no sucumbir a la filosofía de Hobbes en el trabajo, señaló el moderador, cuando aseguraba que “el hombre es un lobo para el hombre”.

Para Scholz, la solución radica en la educación del hombre para evitar convertirnos en meras marionetas del Estado al desvanecerse el ser humano: “Es necesario, por tanto, afrontar el problema desde un punto de vista educativo, trabajar juntos, poniéndose junto a otros porque es un bien para mí y para otros. Si no comienza a prevalecer el instinto, existen marionetas del Estado o del juego económico, pero no existe la persona”.

El trabajo como educación y autorrealización del hombre

En esta dialéctica, defiende Llano la idea de la cooperación, es decir, sustituir la insana competitividad por una cooperación, actuando todos como socios en una sociedad comunitaria. “El concepto de interés general no sustituye, ni le llega a la altura al de Bien Común. Es mucho más profundo el Bien Común que el interés general”, argumentó el catedrático de metafísica.

Pero, sin lugar a dudas, una de las reflexiones más certeras en la que ambos filósofos coincidieron plenamente es la referida al trabajo como educación de uno mismo y autorrealización del ser humano para conocerse a sí mismo, relacionarse con los demás y construir el mundo, al haberles preguntado el moderador si reseñaban que el trabajo es el que educa a uno mismo y el que permite que sea una acción que revierte sobre uno mismo.

“El trabajo revela mi verdad y las personas que están a mi lado. En el sentido cristiano, el trabajo es una forma de darse a sí mismo. El trabajo en sí mismo es una posibilidad de hacerme más a yo mismo. Antes del cristianismo, el trabajo era una maldición, sólo a través del cristianismo el trabajo se concibe como una oportunidad para hacernos a nosotros mismos”, aseguró el Presidente de la Compañía de las Obras.

Llano apuntaba además que “trabajar es amar, en el núcleo está el Amor al conocimiento, a los demás, a la propia naturaleza, el entusiasmo por los demás de la manera que persigamos sea el bien mismo”.

El testimonio cristiano en el trabajo

Haro finalizó recordando la cita de Benedicto XVI en su última encíclica: “La caridad en la Verdad es la principal fuera impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad” para interpelar a los ponentes.

Llano quiso entonces argüir que “Cristo permanece en la Historia, si se vive el cristianismo, si la persona vive el cristianismo”, y que el cristianismo ha de trasladarse a la escena económica igualmente. “El cristianismo no es un refugio sino el reto para superar los problemas. Si el testimonio decae, entonces el cristianismo se convierte en cuestiones para la ética”, añadió y agregó esta excelente perla:

“Parto de la raíz de una relación con Cristo y vivo dentro de la Iglesia que me permite afrontar el problema de las empresas, de los bancos, porque en esa relación se me dice quién soy y cuál es el objetivo de la vida y haciéndolo te realizas. Porque Cristo parece que está fuera del mundo, el reto de los cristianos es hacerlo el centro de la propia vida”.

La coherencia de los sacerdotes

miércoles, 14 de abril de 2010
Ángel Cabrero Ugarte


ReligionConfidencial.com

El problema es de coherencia. Atacan a la Iglesia, pensamos. ¿Los amigos o los enemigos? Quizá no es muy propio hablar de enemigos. Hay una clase de personas que no creen en la Iglesia —por razones diversas que no vamos a analizar ahora— y les parece que las noticias sobre inmoralidades de los sacerdotes justifican su posición; parece lógico. No estamos hablando de gentes de otras religiones, creyentes no católicos. Estamos pensando en los que no creen en nada. Es más, no consideran que se pueda encontrar ninguna verdad. A Almudi.org - Coherenciasabiendas o no, son relativistas. Y les molesta que haya quien maneje el concepto verdad con cierta desenvoltura.

Las acusaciones de pederastia o cualquier otro descubrimiento de inmoralidad entre sacerdotes les dan la razón. Que un cristiano de a pie tenga deslices en su vida no les llama tanto la atención —es el curioso clericalismo persistente entre los no creyentes— pero un clérigo cogido in fraganti es una victoria. Conclusión: los católicos no son coherentes y por lo tanto no son creíbles. Y tienen cierta razón. En lo que se equivocan totalmente es en la generalización. Ellos sólo conocen las realidades religiosas mediáticas, que son las perversas. A cualquier católico normal estas noticias le indignan porque ellos sí que conocen la realidad de la Iglesia y están inmensamente agradecidos a tanto bien como hacen los sacerdotes que ellos conocen.

Pero al agnóstico de turno que tiene mala conciencia, porque es incrédulo sobrevenido, le encanta encontrar pruebas. En la tele decían, con mucho comedimiento, que los obispos están preocupados con la selección de los aspirantes al sacerdocio. Sin duda. Siempre deben tener esa preocupación, porque se juegan la vida espiritual de los fieles. Pero no saben estos no creyentes que eso fue mucho más grave hace 50 años, por ejemplo, que ahora. Ahora ser sacerdote no conlleva prestigio social ni ganancias, y a pesar de todo, aunque parezca extraño, los candidatos son de mucha más categoría, en cuanto a educación y a formación.

El problema que descubren ahora los increyentes es antiguo. Como advertía algún medio recientemente, los delitos han prescrito en muchos casos, porque las víctimas han tardado mucho en atreverse a hablar. Pero les da igual que esté un poco pasado porque lo que les emociona es la incoherencia. Ellos no tienen que ser coherentes porque no tienen verdad, pero creen demostrar la inexistencia de verdades por las incoherencias, y no les falta razón.

Ciertamente los obispos deben estar preocupados por la elección de los seminaristas. Pero quizá debieran estar todavía más preocupados por la formación permanente, por el cuidado habitual de los sacerdotes. ¿Es que es fácil vivir una entrega total a las almas sin un apoyo constante de sus pastores? ¿Es fácil vivir una vida de piedad intensa y seria sin acompañamiento espiritual?

Los que se frotan las manos con estas noticias pueden parecer enemigos pero son amigos. Hacer eco de estas barbaridades debe ayudar a reflexionar sobre los errores graves para evitarlos de una vez por siempre. Que salgan los trapos sucios es el medio de aprender a ser mucho más prudente.

¿Comprenderán los obispos que deben cuidar con esmero a todos los sacerdotes de su diócesis? ¿Cómo puede responsabilizarse un obispo de la atención espiritual de los presbíteros si tiene 800 o 1000 en su diócesis? ¿No serían más asequibles diócesis más pequeñas? Formar no es vigilar para que no hagan maldades o abroncar a uno porque se ha salido del tiesto. Lo que se espera del obispo es amor por cada uno y formación durante todos los años de su sacerdocio. Si no que no se asusten luego.

Sed de cambio

Actualizado 13 abril 2010

A todos los que procuramos hacer de la vida algo significativo, en general la palabra cambio, transformación resuena en nuestro interior con un eco muy particular. Nos recuerda la sed que tenemos de lo auténtico, de una vida enraizada en los valores que no pasan, esos que si los has vivido, son los que darán al final de tu existencia la nota distintiva.

San Juan de la Cruz lo resumió muy bien: «Al final de la vida te examinarán sobre el amor».  Además de hermosa, esta frase es un buen leiv motiv. Vivir con el amor como brújula es un estilo de vida atractivo. Un amor sereno que se concreta en acciones cotidianas, y que puedes ir revisando en el mismo día. ¿Por qué, para qué he hecho esto? ¿He puesto cariño en esta acción? ¿Qué me lleva a actuar? ¿Desde dónde brotan mis acciones? ¿Vivo desde el ser o desde el hacer? ¿Mi hacer va en consonancia con mi ser? Si no es así, ¿qué es lo que me lo impide? ¿Qué puedo poner de mi parte para conseguirlo?
En mi caso, cuando me veo demasiado inmersa en el hacer, las tareas pendientes que no se acaban nunca… hago el parón. ¿Voy a ser más feliz porque en el día de hoy haya hecho diez cosas en lugar de siete? ¿Son todas necesarias? ¿Puedo dejar de hacer algunas y ocupar ese tiempo en algo que me centre como persona, que me ayude al encuentro conmigo misma, a revisar mi leiv motiv, y retomar mis acciones desde mi ser, desde la esencia de lo que soy?

La Madre Teresa, en el tren que la llevaba a Darjeeling, experimentó en carne propia la sed de Jesús. La sed que tiene de nuestro amor, de que vivamos por y para el amor. Fue una llamada luminosa y apremiante que iba a cambiar y gobernar su vida. Responder a la primera no le resultó fácil. «Ve, Jesús, y busca un alma más digna, una más generosa.Tengo mucho miedo.- Ese miedo me muestra cuánto me quiero a mí misma. Tengo miedo del sufrimiento que vendrá – llevando esa vida india, vistiendo como ellos, comiendo como ellos, durmiendo como ellos – viviendo como ellos y no haciendo nunca nada a mi estilo. Cuánta comodidad ha tomado posesión de mi corazón.»

Sin embargo aceptó el reto, y una vez dio el primer paso, el ardor del deseo de cumplir la vocación a la que estaba llamada la consumía: «Estos deseos de saciar el anhelo de Nuestro Señor por las almas (…) van en aumento con cada Misa y Sagrada Comunión. En una palabra, todas mis oraciones y todo el día – están llenos de este deseo.»

Alguien le dijo a la Madre Teresa que ella era «el amor en acción». Ella misma reflexionó que «si no hubiera recogido a esa primera persona que agonizaba en la calle, no podría haber recogido a miles más adelante».

Vale la pena intentar comprender el proceso interior que debió de recorrer para llevar a cabo esa primera acción. Seguro que también a nosotros se nos presentan ocasiones en la vida en las que asumir el reto de llevar a cabo una determinada acción puede decidir nuestro futuro.

Citas extraídas del libro de Joseph Langford El fuego secreto de la Madre Teresa

«Un Papa firme ante los escándalos y manso frente a las calumnias»

QUINTO ANIVERSARIO DEL PONTIFICADO

Diferentes personalidades del mundo de la cultura, la política, la educación, la ciencia o el deporte muestran su apoyo público a Benedicto XVI en el quinto aniversario de su pontificado. Todos coinciden en su altura intelectual y moral, así como su humildad. Las comparaciones con su antecesor, inevitables, no le dejan en mal lugar ni mucho menos.

Actualizado 15 abril 2010

Suso Trillo / Pablo H. Breijo/ C. S. Macías/La Razón

Parece que fue ayer cuando un humo blanco salió desde la chimenea de los tejados vaticanos. Tras ver esa imagen, miles de católicos abarrotaron la plaza de San Pedro y millones de personas de todo el mundo conocieron frente al televisor la cara del sucesor del carismático Juan Pablo II.

Difícil papeleta le había sido encomendada al hasta entonces cardenal Ratzinger. Benedicto XVI cumple ahora cinco años de Pontificado y diferentes personalidades  de nuestro país se han unido para expresarle su apoyo. Todos destacan algo diferente de él, aunque coinciden en que necesita ánimos y apoyo en estos momentos tan difíciles para la Iglesia, como son los casos de pederastia en el clero de Irlanda y Alemania.

Desde aquel 19 de abril de 2005, las comparaciones con su antecesor han sido inevitables. Pese a ello, Benedicto XVI ha conseguido, según muchos de los entrevistados, separarse de la etiqueta –impuesta por algunas personas– de ser un Pontífice de transición en la historia de la Iglesia. Cierto es que siempre estuvo muy vinculado al papado de Juan Pablo II, pero su fuerte personalidad ha hecho que se le reconozca y se le admire, destacándose en él una gran humildad a pesar de su alto nivel intelectual.

Eduardo Hertfelder. Instituto Política Familiar
«Es una bendición para toda la Iglesia en particular y la humanidad en general. Es timón y vigía de la Iglesia. Tiene una gran experiencia que está constatada de fidelidad. El listón que le puso Juan Pablo II era alto, aunque Benedicto XVI lo ha mantenido, pero con otra personalidad».

José Luis Mendoza. Rector de la UCAM
«Es el gran continuador de la obra de Juan Pablo II el Magno. Se trata de un hombre pacificador y conciliador que ha hecho posible el entendimiento con las distintas Iglesias. Ha dado un gran impulso ecuménico y se ha convertido en un gran defensor de los derechos humanos y la paz».

Paloma Lago. Modelo y presentadora
«Juan Pablo II tenía una personalidad arrolladora y recuerdo con qué entusiasmo le esperábamos en 1989 en la JMJ de Santiago. Como cristiana, creo en la figura del Papa, pero con Benedicto XVI no he tenido esa vivencia tan intensa. Ninguna forma es peor o mejor; sólo son diferentes».

Jaime Mayor Oreja. Eurodiputado del PP
«Tenemos un Pontífice excepcional. Sólo un hombre con su fortaleza moral es capaz de no callar ante los ataques contra la Iglesia. Todos pensaron que sería un Pontificado breve, pero está desarrollando una gran tarea. Es capaz de soportar un calvario sin dejar de hacer el diagnóstico preciso».

Eduardo Verástegui. Actor y productor de cine
«Tras cinco años de Pontificado, la Iglesia navega segura en las manos de Pedro, que jamás se doblega ante las olas de la tempestad ni varía su rumbo hacia el puerto seguro que se encuentra en Cristo Jesús. Felicidades, Santo Padre, por estos cinco años; le deseamos que sean muchos más».

Inma Shara. Directora de orquesta
«La experiencia que tuve con Su Santidad ha sido el mejor regalo personal y profesional que he tenido. No hay escenario mejor que el Vaticano, donde una tiene la sensación de abrazar el pasado, presente y futuro en lo que se refiere a cultura y religiosidad».

Alfonso del Corral. Médico deportivo
«Soy admirador de Benedicto XVI. Por lo que de él he leído y he escuchado hablar a conocidos, es una persona de una gran humildad a pesar de la  grandísima categoría intelectual que tiene. Para mí es el Vicario de Cristo en la Tierra sin ninguna duda».

Javier Nieves. Locutor de radio
«Ha sido un Papa que me ha acompañado e invitado a una profunda meditación. Marcaría dos escritos clave: el «Deus Caritas est», en el que acerca la figura de Dios Padre, y el libro Jesús de Nazaret, en el que me acercó profundamente a la figura del Salvador».

Enrique Cornejo. Empresario teatral
«Es un buen Papa en momentos difíciles para nuestra religión. Él es diferente a sus antecesores y no es bueno hacer comparaciones. En los momentos que vivimos es cuando más hace falta la fe y la confianza en su gestión papal. Hay que ayudarle».

María Vallejo-Najera. Escritora
«Le considero un Papa profundamente inteligente, cuya labor es extraordinariamente difícil, pues ha decidido limpiar, purificar y eliminar de la Iglesia católica aquellos elementos que no eran dignos de ella y eso le ennoblece y le enaltece».

Jorge Fernández Díaz. Vicepresidente del Congreso
«Para mí, Benedicto XVI es un Papa que está intentando demostrar a este mundo, racionalista y secularizado, que es posible y hasta necesario convencerse de que es compatible la razón, la ciencia y la religión en esta sociedad postmoderna. Puede y debe abrirse a lo trascencente desde la razón y Benedicto XVI lo hace desde la altura extraordinaria e intelectual que tiene. Y  su condición de extraordinario teólogo, con grandes conocimientos en ámbitos como el cultural, o temas teológicos y religiosos para este mundo postmoderno en el que actualmente la sociedad se encuentra».

Mónica López Barahona. Bioquímica y bioeticista
«He tenido el privilegio de poder saludarle e intercambiar con él breves palabras y doy fe de que el Papa es conmovedoramente humilde. En estos cinco años nos ha regalado tres encíclicas que muestran el rigor y, al tiempo, la cercanía y accesibilidad con la que un buen profesor enseña. Además, es maestro, es el que guía, conduce, con su magisterio y ejemplo. Incansable en su diálogo con las confesiones cristianas y no cristianas. Firme en su acción ante los errores y escándalos en el seno de la Iglesia y manso como Cristo ante las calumnias y difamaciones. ¡Gracias, Santo Padre, por su ejemplo!».

Ricardo de la Cierva. Historiador
“Me parece que Benedicto XVI es el teólogo más importante que hay, además de Papa. Es una persona que está muy por encima de los ataques que desde hace un tiempo ha recibido sin el más mínimo fundamento por parte de aquellas personas que sobre él han levantado cualquier tipo de acusación. Es un hombre que está totalmente seguro de su fe y de su misión, por encima de cualquier tipo de duda, por convicción profunda. He hablado con él en más de una ocasión y sé personalmente que es un hombre de una clarividencia y dedicación realmente ejemplares».

¿Dónde está Dios en nuestras vidas?

Actualizado 14 abril 2010

¡Cómo cuesta ser puntual con Dios y guardar cierta decencia! Tengo que mirar el correo, que no se me pase comprar el pan y llamar a la compañía del gas. Y ahora recuerdo que debo leer esta novela de Vila-Matas o esa otra de Naguib Mahfuz, o quizá escribir sobre la primavera. Vaya, bien, voy, un momento, ya casi está. Te acostumbras a Dios. Acabas dándole poca importancia. Espera unos minutos. Y quizá olvidas ese momento de oración (como suelo), y es que el teléfono no para de sonar. Quizá esta tarde después de comer. O después de la siesta, camino del trabajo, puedo ir hablando con Él. Pero resulta que me encuentro con dos o tres amigos. El mundo es un pañuelo. ¡Cuánto tiempo hacía! Vamos a tomar un café. ¿Y Dios? Mi mujer bien, gracias a Dios. Algo es algo. ¿Qué hace tu padre? Podríamos quedar a comer un día. Esta semana. ¿Mañana? Venga, vale. Invito yo. Adiós. A Dios.

Encontramos hueco para todo. Y nos conformamos con algún pensamiento superfluo. O un buen sentimiento. Dios me quiere mucho y ya sabe que no lo hago a mala idea. Sólo faltaría. Transcurre la jornada. Las cosas de Dios se hacen pesadas. ¡Tanto por hacer! Las cosas de Dios resultan monótonas. Un momento, me llama mi mujer. Las cosas de Dios no urgen tanto como las demás. Igual me acerco a misa de 8. Igual. Puede, no sé. Rezo un misterio del Rosario mientras voy a hacer unas fotocopias. Por mis tres hijos. Jueves. Misterios luminosos. El Bautismo de Jesús en el Jordán. En la cuarta avemaría me despisto en el escaparate de una librería o en las piernas de una fugaz mujer. Un poco más adelante ya he perdido la cuenta. Vuelta a empezar.

Padre nuestro que estás en el cielo… ¿Sí? Un momento Señor, otro más. Es un familiar. La verdad es que ya estoy un poco mejor. Me alegra tu llamada. Lo siento, tengo que hacer unas fotocopias. Ya hablaremos. ¿Y Dios? ¿Y la Virgen? Esta mañana eran las 12:00. Lo he visto muy claro en los dígitos del ordenador. El ángelus. Las 12:00. Estaba escribiendo. Si paro se me va la idea, la inspiración, la musa. Y no he parado. Una completa indelicadeza. Y una bobada. He preferido lo mío a la Mística Rosa. Y me llamo cristiano, y me creo que amo. Soy un ingenuo y un mal hijo. ¿Me fata voluntad y me falta orden? Es muy cómodo ser cristiano a medio gas. ¿Y dónde queda lo de ser santo? Recomenzar, tomarme en serio el amor de Dios, que me está esperando. Volver, reconocer el fiasco. ¿Por dónde empiezo?

Miro el crucifijo sobre mi mesa. Miro a Cristo, ante mí crucificado. Linchado, escarnecido, agonizante. Cada dos por tres repito aquellas palabras del centurión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”. No soy digno, soy un completo fracaso. Había quedado Contigo y no he acudido. Y sigo leyendo los libros, o abro la ventana buscando en la inopia cualquier frenesí. Más o menos poético. Y se me caen de la boca místicos comentarios o sagrados conceptos. Para presumir. ¿Por dónde comienzo? Es tan poco mi amor, es tan escasa mi fe. Te miro en el crucifijo. En su envés leo: “¿Me amas?”. ¿Te amo? ¿Te amo de verdad? Pasan los días y me confieso de mi medianía, de mi indecisión, de mi pereza. Pasan los días y no pongo los medios ni acabo de tomarte en serio. ¡Cómo será mi amor que hasta la oración me aburre! O es que sólo hablo de mí, de mí, de mí. ¿Y Tú? ¿Por dónde comienzo Dios mío? ¿Por cuál de Tus llagas me abismo?

Comienza Tú por mí. En mí. Será lo mejor. Para Ti. Comienza Tú, por favor. Recomiénzame. De cuajo, aunque me duela. Ábreme el alma a Ti. Y así ser más consciente de mí, de los demás, de todo. En Ti, desde Ti. Quítame esta ceguera, aparta de mí esta densa tiniebla. Eres Dios, no permitas que bostece en Tu presencia. No permitas que me aleje ni siquiera una legua camino de los sueños de Emaús. Absuélveme de mi ignominia Dulce Rostro pascual, quítame de encima y de dentro esta lepra de mentiras que me ahoga. Recomienzo de nuevo. Otra vez. Hasta alcanzar la eternidad en Ti de todo lo que veo. Yo Te adoro, Jesús, yo Te adoro. Tú llenas mis manos vacías, Tú guías mis pasos perdidos. Recomienzo. Porque el amor -Tu Amor- no es nunca en balde. Y lo necesito.