El Vía Crucis 2010 del Coliseo Romano

Escrito por Ecclesia Digital    viernes, 02 de abril de 2010

Presidido por el Papa Benedicto XVI y con meditaciones escritas por el cardenal Camilo Ruini, vicario general emérito de la diócesis de Roma

Cuando el Apóstol Felipe dijo a Jesús: «Señor, muéstranos al Padre», él respondió: «Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces…? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14, 8-9). Esta noche, mientras acompañamos en nuestro corazón a Jesús, que camina bajo el peso de la cruz, no nos olvidemos de estas palabras suyas. También cuando lleva la cruz y cuando muere en ella, Jesús sigue siendo el Hijo de Dios Padre, una misma cosa con él.

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A la hora nona

2 DE ABRIL – VIERNES SANTO

Mater Dei – 02/04/2010

El viernes santo es, propiamente, el primer día en que comienza a celebrarse el misterio pascual de Cristo. Destaca la ausencia de una liturgia eucarística, porque todo el Triduo Pascual forma una unidad cuya única Eucaristía es la que se celebrará en la noche de Pascua, durante la Vigilia Pascual. Dado que la obra del Espíritu se realiza y celebra íntimamente asociada a la obra de Cristo, a la mayor humillación de la Cruz se corresponde también la mayor presencia silenciosa y escondida del Espíritu, que la liturgia expresa a través del silencio.

Silencio ha de ser también el clima del alma que acompaña, junto a María al pie de la Cruz, las lágrimas y los dolores de esta Madre entrañable. Besa esos pies traspasados de Cristo que se posaron tantas veces sobre la tierra salida de sus manos. Contempla los ojos cerrados de Aquel cuya mirada enamora las almas. Escucha el silencio mudo de esos labios que tanto hablaron a los hombres de las cosas del Reino. Acércate a ese corazón parado y quieto que tanto amor al Padre y a los hombres custodia dentro. Toca esa llaga del costado de la que brota a borbotones tanta gracia del Espíritu. Abraza, como María en su seno, ese cuerpo entregado que yace tantas veces en el regazo del altar haciéndose alimento de tu vida. Has de contemplar mucho la Cruz y encontrar en ella el centro de tu vida, si quieres entrar en lo más íntimo del misterio de Dios.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

materdei@archimadrid.es

Cuenta con nosotros, con nuestra oración, tú estás siempre presente en ella.

JESÚS, MI MEJOR AMIGO

Actualizado 22 marzo 2010

Sor Emmanuel: Jesús, mi mejor amigo (2)


Esa tarde, le entregué mi vida a Dios:

Señor, hoy mi plan era morir. Pero tú has tomado sobre ti mi muerte y me has dado tu vida. Entonces Señor, esta vida que me queda por vivir sobre la tierra, es enteramente tuya. ¡Tómala!

Durante la misa, ¡reía de alegría! Al final, el animador del grupo pro­puso que algunos avanzaran para recibir la efusión del Espíritu Santo. Un pequeño grupito imponía las manos y oraba por cada uno en particular. No podía dejar de repetirle aJesús que mi vida era suya y, bajo las manos ben­decidoras de estos maravillosos hermanos, abrí mi corazón al Espíritu Santo. Me tocó entonces en un punto neurálgico, el de mi ceguera espiritual, y recibí una luz penetrante, clara como el cristal: la voluntad de Dios es vida, mi propia voluntad puede generar la muerte. ¡Era clarísimo, irre­batible!

Si anteriormente desconfiaba de la voluntad de Dios y me mantenía a distancia como si se tratara de una avalancha de desgracias, en ese momento era todo lo opuesto, la amaba, la buscaba con todo mi ser ¡por­que era vida! Esa noche se apoderó de mí un temor, el temor de no hacer la voluntad de Dios. El Espíritu Santo me había hecho acceder a sus teso­ros, a sus siete dones, en particular al denominado «temor de Dios». ¡Temor de disgustar a quien uno ama!

Esa noche, dormí como bebé recién nacido sobre el corazón de su madre, y a partir de la mañana siguiente una vida totalmente nueva comenzó para mí. ¡Estaba tan feliz que saltaba de alegría en el asiento de mi ciclomotor aun en pleno París! Jesús se había convertido en mi mejor amigo, lo consultaba en todo momento, ante la menor decisión a tomar y él me guiaba.

UNA BUENA LIMPIEZA INTERIOR

Iba a menudo a casa de Andrée T. que ejercía en aquel entonces un minis­terio de liberación y de evangelización en ciertos barrios pobres de París, especialmente entre las prostitutas. Junto con Paul, su marido, pertenecía a una asamblea pentecostal muy activa, y a ambos les gustaba venir a des­lizarse en medio de los católicos con el verdadero propósito de «unidad en Cristo». Vivían en un hogar muy pobre. Andrée apenas conseguía moverse en la cocina. Pero para mí, [era mi pequeño rincón del Paraíso! Conocía tan bien su Biblia, que en cada situación evocaba un versículo: «Cristo ha dicho … , Pablo ha dicho … , Moisés ha dicho … » y nos sacaba sus hilachitas de luz a chorro continuo. Nutría entonces mi alma y mi corazón con ese fuego y yo salía de allí con tanta alegría como para levantar montañas.

Muy pronto después de mi ´liberación´ ella me explicó -a su mane­ra- lo que realmente debía haberme ocurrido con ese astrólogo en la India, pues sus conocimientos me habían sorprendido. ¿Cómo había podi­do leer mi vida pasada sobre un viejo libro? ¿Cómo podía haber tenido el libro de mi vida en su biblioteca?

Te dejaste engañar por el Enemigo -me dijo Andrée-. Te mintió todo el tiempo y ¡tú no lo podías comprender porque no conoces bien la Palabra de Dios! ¡Sin embargo, Dios ha advertido a su pueblo sobre esto!

Entonces me hizo comprender el famoso capítulo 18 del Deuterono­mio sobre los profetas que yo leía por primera vez en mi vida católica (jamás lo he oído citar en una iglesia).

Cuántos jóvenes van a ver adivinos, astrólogos y se vuelven obse­sivos, depresivos, suicidas! El libro que tenía era tan sólo un soporte a su adivinación.» Recibía la información de Satanás y simulaba leer. ¡No me digas que te vas a tragar que un hindú haya escrito tu vida en sánscrito hace más de 1.000 años! Pero Satanás conoce tu pasado, él también es un ángel (caído). No conoce tu futuro, pero es inteligente y puede suponer algunas cosas en función de tu pasado y de tu presente. Lo que te dijo es mentira.´ Su palabra es una palabra de muerte que conduce a la muerte. Su plan con­sistía en matarte por dentro… Alaba el santo nombre de Jesús y ponte bajo su preciosa sangre. El Enemigo huirá.

Con Andrée, mis descubrimientos sobre el poder de Cristo y sobre la demonología eran en cierta manera empíricos. Leía el Evangelio y la vida de los santos de una manera completamente nueva, pues ahora podía tocar y reconocer estas realidades en mi vida cotidiana. Jesús era ahora alguien vivo!

Desde el día siguiente de mi liberación, hablé con Andrée y Paul sobre mi hermano Bruno quien, también él, sufría angustias mortales como consecuencia de muchas tonterías y extravíos de parte suya…

Fuimos alcanzados por la misericordia. Habiendo gustado del fruto amargo de las tinieblas, habiendo maldecido el día de nuestro nacimiento y rozado la muerte de cerca, hoy damos gracias a aquel que, derramando su Sangre en la Cruz nos hizo pasar de la muerte a la vida.

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Y Sor Emmanuel sigue corriendo el mundo para hablar de Dios y de la Virgen. Ella es un milagro viviente, ya que encontró la Vida, cuando pensaba que ya merecía la penar seguir viviendo. La seguiremos teniendo en cuenta.

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com


He confesado al diablo

Actualizado 28 marzo 2010

Estamos en el Año Sacerdotal en honor del Santo Cura de Ars. El próximo Jueves Santo celebraremos el día de la Institución del Sacerdocio Católico. Con este motivo ofrecemos en el Blog una interesante aportación.

La Página W. Catholic.net tuvo la feliz idea de lanzar un concurso sobre “Anécdotas Sacerdotales”, dirigido en exclusiva a sacerdotes de todo el mundo. El resultado ha sido magnífico. Han participado en él sacerdotes de 78 países, que han aportado 820 anécdotas.

Tras una concienzuda deliberación de los 20 miembros del Jurado Internacional, fue seleccionada una de las anécdotas como la más original e interesante. La escribió el padre Manuel Julián Zapata, sacerdote de la Diócesis de Cartago en Colombia. Reproducimos a continuación lo que cuenta este sacerdote en su colaboración:

Anécdota Ganadora

HE CONFESADO AL DIABLO


De lo que viví antes de confesarlo, recuerdo lo siguiente…

Como párroco de un pequeño pueblo, frecuentemente, cada domingo, salía por las calles y aprovechaba para saludar a la gente, dejándoles una catequesis escrita, especialmente a aquellos que por diversas razones no acudían al templo.

En aquella parroquia dedicada a San José, muchos tenían una costumbre que cumplían sin falta cada domingo, como si fuera un deber. Esto era tomarse “unas frías” -así llamaban ellos a la cerveza-. Por tanto, era fácil saber dónde encontrar este tipo de “fieles”, y entre ellos estaba también él.

Cierto día, al terminar mi recorrido, se acerca una señora para preguntarme si había reconocido al “diablo”. Según ella, yo lo había saludado y él había recibido uno de los mensajes que yo repartía. Yo no había visto al “diablo”, o por lo menos no recuerdo haber visto a ninguna ni a ninguno que se le pareciera.

En otra ocasión necesitaba ir al pueblo vecino para ayudar a un hermano sacerdote, pero el coche de la parroquia se había averiado y por ello necesitaba a alguien que me transportara.

Vaya sorpresa cuando, al preguntar a algunas personas quién podría ayudarme con este servicio, inmediatamente un niño me dijo: «Padre, si gusta llamo al “diablo” para que se lo lleve». No se imaginan lo que pensé en aquel momento. Parecía una broma, pero luego acepté la propuesta y ese día lo vi por primera vez…

Por un buen rato guardé silencio, pues era la primera vez que hacía un viaje así. Además pensé: ¿de qué puedo hablar con el diablo? Al poco tiempo le hablé, pero parecía más una entrevista que un diálogo. Ese día, antes de terminar el viaje y sin decir nada, dejé en su coche un escapulario de la Virgen del Carmen.

En adelante lo veía por todas partes; ya lo reconocía y, aunque siempre lo invitaba a la misa, él siempre me decía: “ahora no, algún día lo haré, tengo mis razones”.

El tiempo pasó, y cierto día un niño que esperaba en la puerta del templo me dijo que alguien me necesitaba urgentemente y que no quería irse sin antes hablar conmigo. El niño me explicó que se trataba de un enfermo grave. Entonces, rápidamente busqué todo lo necesario para la visita.

Cuán asombrado quedé cuando, al llegar a aquel lugar, descubrí que el enfermo grave que hacía varios días esperaba al sacerdote era Ramón, aquel a quien llamaban “el diablo”; un hombre del campo que había vivido situaciones humanas muy difíciles. No recordaba cuándo ni por qué le habían empezado a decir así, pero él se había acostumbrado. Ahora, postrado en una cama, padecía de un cáncer terrible y se acercaba a su final.

Recuerdo muy bien lo que él me dijo aquel día: «Padre, ¿me recuerda? Soy aquel que llaman “el diablo”, ¡pero mi alma no se la dejo a él; le pertenece a Dios!  Por favor, ¿me puede confesar?»

Fue un momento muy especial, pero aún más cuando vi lo que apretaba en sus manos mientras lo confesaba: un escapulario; precisamente aquel que yo le había dejado en su coche. Ahora él lo portaba en su viaje a la eternidad. Luego, en aquella casa también pude ver una hoja sobre la confesión, una de aquellas que yo mismo le había dado un domingo al mediodía.

Qué grande y misterioso es Dios. Obra en silencio y con sencillez, pero además nos permite compartir con todos el don que nos ha dado.

Y ese día todo el pueblo lo comentaba (y también yo lo pensaba): ¡he confesado al diablo!
Manuel Julián  Quinceno Zapata
Colombia
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A propósito de esta anécdota recuerdo un artículo que publiqué en la revista «Mundo Cristiano» que titulé: Yo he estado en Los Infiernos. Y efectivamente, yo estuve un día en Los Infiernos. Se trata de una pedanía del Campo de Cartagena (Murcia-España), cercana a mi pueblo que se llama LOS INFIERNOS. Es curioso, pero allí vive un grupo de familias que, de por vida, han tenido que decir siempre que viven en los Infiernos, aunque estén en la gloria por la paz que allí se respira. Son ironías de la vida.

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com

¡El grito del Copón!

Actualizado 31 marzo 2010

Sor Emmanuel

Olvidamos demasiado que, en la Eucaristía, Jesús es más humano que cualquiera de nosotros; lo experimenta todo con una sensibilidad que nos causaría vértigo. Él es todo corazón, toda expectativa de amor y más vul­nerable que un recién nacido. Cuando comulgamos, sabemos lo que expe­rimentamos. ¿Pero, qué sabemos de lo que Jesús experimenta en nosotros?

Una noche en que había prolongado el tiempo de mi adoración en la capilla de mi comunidad, me dirijo hacia el sagrario para cerrarlo y apagar las velas que lo rodean. En Francia, los miembros de la Comunidad de las Bienaventuranzas tienen la posibilidad de exponer el Santísimo Sacramen­to sin tocado, abriendo la puertecita del sagrario donde reina una pequeña custodia. Un foco ilumina la hostia, mientras que las otras luces están apa­gadas, lo que permite concentrar la atención en el cuerpo de Jesús.

Encontrándome sola en la capilla, me tomo el tiempo para cumplir con mis pequeñas tareas de sacristana alrededor de Jesús mientras le hablo. ¡¿No soy acaso su esposa?! Estoy por lo tanto muy cerca de él y, llave en mano, me dispongo a encerrado hasta la mañana siguiente. Sin embargo, el corazón se me estrecha: tantos cristianos soñarían con poder adorado aunque fuera por una hora, aun en medio de la noche, ¡y he aquí que yo le cierro la puerta! En ese momento un detalle me salta a los ojos: la cera de la vela se ha derretido sobre el borde de madera de la puerta y debería lim­piada. Comienzo a quitar toda marca de cera, cuando me sorprende una especie de grito. No proviene de la custodia, sino del copón ubicado al fondo del sagrario, que contiene muchas hostias. Es un grito inaudible a mis oídos de carne, pero justamente por ello resuena con mayor intensidad en mi corazón, ¡pues nuestros corazones poseen antenas, y muy poderosas!

Jesús quiere decirme algo. Él vive realmente en cada una de las hos­tias, y sin embargo no hay trescientos treinta y siete Jesús en el copón. Jesús es uno, pero multiplicado.´

Es como si cada hostia se pusiera a hablar, describiéndome el momen­to crucial que se prepara a vivir en los días venideros. Me parecía que cada hostia sabía a qué alma, a qué persona estaba destinada. Cada hostia vivirá una aventura amorosa única, ¡y la amplitud de las posibilidades es vertigi­nosa! Ciertas hostias caerán en corazones que serán un Cielo para ellas; para otras será como un descenso a los infiernos. El grito que resuena en mi corazón es en realidad un grito de angustia.

Muchas hostias están en agonía; saben que serán recibidas en mora­das inmundas donde reinan esos pecados que engendran la muerte. Perma­nezco clavada en el suelo, petrificada… Esas hostias sienten repulsión de ser consumidas.´ Jesús pide socorro! Grito silencioso, como el de un niño­ embrión que siente que lo van a matar y se acurruca instintivamente en el seno de su madre, cuando se aproxima el instrumento que lo extraerá con violencia. Grito silencioso del inocente que no posee en su pequeño cuer­po ningún medio para defenderse, si la que lo lleva en su seno no lo ama. Grito silencioso de Dios, que ha querido depositar su pequeño cuerpo inmóvil, más ligero que un grano de trigo, entre las manos de los hombres, por su cuenta y riesgo.

Cada hostia conoce también el día y la hora cuando entrará en el cora­zón que la consumirá. Estoy fascinada por la conciencia de Jesús: lo cono­ce todo, lo ve todo, lo prevé todo, iY se deja conducir como un cordero! Felizmente, la mayoría de las hostias se regocijan por anticipado de poder unirse con su destinatario.´

Aquella noche, cuando cierro el sagrario, intento captar el mensaje que Jesús me ha dado, un mensaje que no ha terminado de agotar su conte­nido, pues sólo en el cara a cara del Cielo, comprenderé plenamente su cla­mor. Por el momento, una cosa está clara: Jesús me invita a adorarlo en espí­ritu no sólo en todos los sagrarios del mundo,» sino también en el corazón de todos aquellos que comulgan, tanto los buenos como los malos, a fin de que allí donde revive su condenación a muerte, Jesús reciba también una pequeña visita de amor, un humilde gesto de atención que lo consuele.

HOSTIAS ROBADAS

La Madre Yvonne-Aimée es una gran mística francesa, muerta en 1951 a los 49 años. Poseía numerosos carismas. Entre otros, solía ocurrirle que Cristo la previniera cuando ciertas hostias eran profanadas. Hoy, ciertas personas sostienen que la presencia real no existe fuera de la celebración de la misa. Esto es un gran error. He aquí la carta que la Madre Yvonne­Aimée escribió desde París al padre Crété, el 31 de marzo de 1923:

«Padre, le escribo teniendo a Jesús conmigo. Anoche, mi Bienamado me dijo que fuera a buscarlo a casa de una persona que desde el sábado con­servaba una hostia que había recibido indignarnente en el comulgatorio. Apenas la había recibido, aquella pobre alma la había retirado de su boca y la había puesto en su pañuelo para llevada a su casa con el fin de ultra­jada. Entonces le pedí a Jesús que me concediera esa alma, y le hablé del caso a mis amigas de la calle Monsieur (París), para que también oraran por: esta pobre extraviada.

Aquella noche, obedeciendo a la orden del muy dulce Señor Jesús, fui a casa de esta persona de buena posición. Ella misma me vino a abrir. Le dije inmediatamente que venía a buscar la hostia. Ella palideció notable­mente, indicándome que la siguiera. Me condujo a su salón privado, abrió una cajita que se encontraba sobre la mesa … ¡la hostia estaba allí!

La tomé y, siguiendo la inspiración del Maestro, le hablé a esta pobre mujer, que derramó lágrimas de sincero arrepentimiento.

Regresé al Hogar con mi querido tesoro sobre mi corazón. Era la una y media de la madrugada. Por todo el camino, mi Bienamado me hablaba. «Consérvame», me decía, «hasta que te diga qué hacer y te haga conocer mi volun­tad». (El padre espiritual de Yvonne le pidió que consumiera la hostia que llevaba con ella y ¡que procediera siempre así en situaciones similares!)

Yvonne continúa su carta:

«Esta tarde, Jesús me dijo nuevamente, que por la noche iría a sustraerle de otra casa en la cual había sido ultrajado. ¡Oh, pobre Jesús, que­rido Bienamado, tan mal amado!»

En rescates ulteriores, Yvonne regresó a veces herida con la Eucaris­tía que había arrancado a unos profanadores que la habían golpeado.

Yvonne sufría muy cruelmente por las almas que profanaban las hos­tias y pedía al Señor por su conversión. A menudo, la noche siguiente a la recuperación de las hostias, Jesús la asociaba a su agonía, como para repa­rar por los sacrilegios. Estos acontecimientos ocurrían cuando Yvonne­Aimée aún no era religiosa. Tenía tan sólo unos veinte años. Más tarde, entraría en el convento de las Agustinas en Malestroit, Bretaña.
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Tomado del libro «El niño escondido de Medjugorje» (Págs. 272-275)

Primera película dramática de Hannah Montana

«LA ÚLTIMA CANCIÓN»

La crítica cristiana lanza su valoración sobre la primera película dramática de Hannah Montana


A punto de cumplir los dieciocho años y de abandonar la serie de televisión que la ha hecho célebre, Miley Cyrus vuelve a la pantalla grande en una historia que consideran con valores positivos para los adolescentes.

Actualizado 1 abril 2010

E.R./ReL

La última canción [The last song] se estrena en España el 16 de abril, pero ya puede verse en Estados Unidos desde este miércoles. Es la primera incursión de Miley Cyrus, la célebre Hannah Montana, en un papel nítidamente dramático. A punto de abandonar la serie, este nuevo giro a su carrera no la aparta de su carrera musical, en la que está cada vez más centrada.

La crítica cristiana norteamericana no ha recibido mal The last song. El film está basado en una novela de Nicholas Sparks, un autor superventas que ya ha llevado al cine varias de sus obras, como Mensaje en una botella (protagonizada por Kevin Costner) o El diario de Noah, ambas también de éxito en nuestro país.

Sparks se ha confesado siempre cristiano, intentando dejar en sus novelas los principios en los que cree. En el caso de La última canción, las primeras reseñas, tanto por parte católica como por las confesiones protestantes evangelistas, ven en la película una aproximación al mundo adolescente distinta a las más corrientes en el cine actual.

«Los personajes buscan el sentido de la vida más en el corazón que en la libido», sintetiza el baptista Phil Boatwright. Por parte católica, Joseph McAleer, de Catholic News Service, afirma que «moralmente hay poco que objetar y mucho que celebrar» en la película, como la fuerza vital del amor, el perdón y la redención.

En La última canción, Miley Cyrus interpreta a una joven que no pudo superar el divorcio de sus padres. Cuando su madre le obliga, contra su voluntad, a pasar un verano con su padre (un hombre que siempre ha frecuentado la iglesia), la adolescente rebelde que es conocerá el amor de otro joven y muchas sensaciones, sentimientos y valores que hasta ahora le habían permanecido escondidos.

McAleer cita que la película ha sido recomendada para adolescentes por la oficina cinematográfica de la Conferencia Episcopal norteamericana, y considerada por otras asociaciones como útil para la labor educativa de los padres.

Lo que el “Times” no cuenta

El Papa y los abusos en EE.UU.: lo que el “Times” no cuenta


El New York Times ha publicado que en 1998 la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el Card. Ratzinger, impidió que se procesara a un sacerdote acusado de abusar de niños sordos. Pero no cuenta la historia completa, que lleva a conclusiones diferentes.

Firmado por Rafael Serrano
Fecha: 28 Marzo 2010

El artículo de Laurie Goodstein en el New York Times sostiene que en 1996 el Card. Joseph Ratzinger, a la sazón prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), desoyó las peticiones del arzobispo de Milwaukee, Mons. Rembert Weakland, para que se abriera un proceso contra un sacerdote culpable de abusos de menores. Goodstein se basa en documentos eclesiásticos “recientemente sacados a la luz” en el curso de un pleito civil iniciado contra la archidiócesis por cinco de las víctimas. Los abogados de los querellantes facilitaron los documentos.

El artículo del «New York Times» que acusa al Card. Ratzinger de parar un proceso contra un sacerdote culpable de abusos se apoya en una exposición selectiva de los hechos

Según Goodstein, los hechos se sucedieron así:

— El sacerdote acusado, Lawrence Murphy, trabajó de 1950 a 1974 en un colegio para niños sordos, St. John’s School, de la que en 1963 fue nombrado director. Allí abusó de muchos alumnos, hasta 200 quizá.

— Pese a las denuncias que empezaron a llegar, los superiores nunca juzgaron ni castigaron a Murphy, sino que en 1974 lo apartaron de St. John’s y lo trasladaron a la diócesis de Superior, donde transcurrió sus 24 años de vida restantes “trabajando libremente con niños” en parroquias, escuelas y un centro de reclusión para delincuentes juveniles.

— La archidiócesis no informó nunca a las autoridades civiles. Pero la policía y los fiscales, a su vez, no hicieron caso de las denuncias presentadas por las víctimas.

— Como en 1993 llegaron más denuncias a la archidiócesis sobre abusos anteriores a 1974, Mons. Weakland hizo que una trabajadora social, especialista en paidófilos, examinara a Murphy. La conclusión de tres días de entrevistas fue que Murphy había reconocido los hechos, que probablemente había tenido contactos con unos 200 chicos y que no mostraba arrepentimiento.

— Mons. Weakland, sin embargo, no intentó que Murphy fuera excluido del ministerio sacerdotal hasta 1996. Ese año, escribió dos cartas sobre el caso al Card. Ratzinger, que no contestó. Al cabo de ocho meses, el secretario de la Congregación, Tarcisio Bertone –actualmente cardenal secretario de Estado– indicó al que abriera un proceso canónico contra Murphy.

— Murphy escribió al Card. Ratzinger en enero de 1998 para solicitar que se abandonara el proceso abierto contra él. Alegaba que su edad era avanzada y su salud frágil, y que las normas canónicas fijaban el plazo de un mes desde la comisión del delito para iniciar un proceso.

— Tras esta apelación de Murphy al Card. Ratzinger, Mons. Bertone “detuvo” el proceso.

— En mayo de 1998 hubo una reunión en el Vaticano, en la que Mons. Weakland –según él mismo dijo luego a la periodista– no logró convencer a Mons. Bertone y otros miembros de la Congregación de que permitieran el proceso para apartar al Murphy del sacerdocio. Murphy murió de causas naturales en agosto siguiente.

El «Times» no dice que el obispo de Milwaue consultó a la Congregación sobre otro caso igual, que terminó excluyendo al acusado del estado clerical

Relato selectivo

Goodstein sostiene que el prefecto y la Congregación primero dieron largas, luego pusieron trabas y finalmente impidieron el proceso contra Murphy. Sin embargo, el examen de los mismos documentos publicados permite descubrir que esa tesis se apoya en una exposición selectiva de los hechos.

Goodstein no explica por qué llegó el caso Murphy a la Santa Sede. Weakland se dirigió a Ratzinger cuando supo que algunos de los delitos denunciados eran de solicitación, o sea, cometidos en el confesonario. De ahí concluyó que caían bajo la jurisdicción de la CDF y hacía falta autorización para proseguir.

Cualquiera que fuera la razón de que Ratzinger o la CDF no contestaran pronto, esto no impidió la apertura del proceso penal contra Murphy, cosa que tampoco menciona Goodstein. Su relato salta de la carta a Ratzinger en julio de 1996 a la respuesta de Bertone en marzo de 1997 con las instrucciones para abrir el proceso. La documentación muestra que Weakland ya lo había iniciado el 22-11-1996.

Al confirmar la autorización para procesar a Murphy por solicitación, Bertone señaló además a Weakland que las normas procesales vigentes que debía seguir eran las de una instrucción de 1962 sobre el modo de investigar y juzgar tales delitos. Por eso se abandona el proceso original y se comienza otro conforme al procedimiento específico.

Después el tribunal se percata de que, según la instrucción de 1962, el obispo competente para juzgar el caso es el de la diócesis donde vive el acusado, en este caso la de Superior. Esto obliga a cerrar el proceso en Milwaukee y pedir a Mons. Fliss que abra otro, cosa que hace el 14-12-1997.

La apertura sucesiva de dos procesos inválidos antes de iniciar el tercero y definitivo ocasionó demoras, pero no fueron culpa de la CDF.

Datos silenciados

Tampoco se concluyó el proceso en Superior, según Goodstein porque la CDF admitió los argumentos de Murphy en su carta a Ratzinger del 12-01-1998. “El cardenal Bertone –se lee al principio del artículo– detuvo el proceso después de que Fr. Murphy escribiera personalmente al cardenal Ratzinger alegando que no debería ser llevado a juicio porque ya se había arrepentido y su salud era mala, y porque el caso había prescrito”. Hacia el final, Goodstein insiste: “El intento de expulsar a Fr. Murphy tuvo un súbito fin después de que el sacerdote apelara al cardenal Ratzinger”.

Aquí es donde las omisiones de Goodstein operan la mayor tergiversación. Primero, el final no fue precisamente “súbito”, pues los cargos no fueron retirados hasta siete meses después de la carta de Murphy y a los cuatro desde que Bertone informara a Fliss de las alegaciones del acusado para que las tuviera en cuenta. Tampoco dice Goodstein que el 19-08-1998, cuando Weakland comunicó a la CDF que abandonaba el caso, añadió que comenzaría inmediatamente un proceso administrativo para declarar a Murphy incapaz de ejercer el ministerio.

Es cierto que en su carta a Fliss (6-04-1998) Bertone puso en duda que conviniera proseguir la causa penal contra Murphy, y recomendó emplear primero medidas pastorales; y en la posterior reunión en el Vaticano con él, con Weakland y otros (30-05-1998), insistió en lo mismo. Pero Goodstein silencia datos cruciales.

Otro caso igual

No dice que en la carta a Ratzinger del 17-07-1996, Weakland consultó a la vez sobre otro caso antiguo de sacerdote acusado de abuso de menores y solicitación. La respuesta de Bertone (24-03-1997) se refiere a los dos casos y autoriza la apertura de los dos procesos. El del otro sacerdote se concluyó con la condena y la exclusión del estado clerical (está pendiente la apelación).

La tesis expresada en el titular del artículo, “el Vaticano rehusó expulsar a un sacerdote de EE.UU. que abusó de niños” (para evitar un escándalo que dañara el buen nombre de la Iglesia, según la interpretación de Goodstein), suscita dudas si resulta que en un caso simultáneo y paralelo la misma CDF no puso reparo alguno. ¿A qué se debe la diferencia?

Como se puede leer en los documentos, el segundo acusado había confesado sus delitos ante tres testigos, no víctimas, que así lo declararon bajo juramento. Respecto a Murphy, solo había un informe manuscrito de la trabajadora social que lo entrevistó; pero él mismo negó siempre los hechos, tanto en la fase de investigación como en sus declaraciones una vez citado a juicio.

Por eso, en la reunión del 30-05-1998, Bertone y otros de la CDF sostuvieron que no había base suficiente para un proceso penal. El largo tiempo transcurrido, 24 años, sin nuevas denuncias dificultaba mucho probar la solicitación en un juicio, a falta de confesión de parte. Y si no había indicios de abusos desde 1974, Bertone no veía utilidad en las acciones penales contra un acusado que parecía próximo a morir.

La recomendación de Bertone fue prohibir a Murphy todo ministerio con sordos y conminarle a manifestar arrepentimiento, advirtiéndole que si no lo hacía, se le impondrían sanciones más graves, incluso la exclusión del estado clerical en último caso.

Bertone no andaba descaminado. Como se comprobó antes de que pasaran tres meses, el proceso no se habría podido concluir: Murphy murió el 21-08-1998.

Sin Ratzinger no habría historia

Lo más censurable del modo como se manejó el caso Murphy es que ante las primeras denuncias no hubiera reacción eficaz por parte de las autoridades eclesiásticas. Tampoco intervinieron las civiles, que desestimaron las acusaciones dos veces, en 1973 y 1974, porque los hechos habían prescrito. Algo hizo la diócesis, al apartar a Murphy de St. John’s. Pero ni la diócesis ni la policía investigaron más para averiguar si Murphy había cometido abusos más recientes o si seguía siendo un peligro para los menores. Tuvieron que pasar casi veinte años hasta que nuevas denuncias sobre la época de Murphy en St. John’s urgieran a intentar esclarecer los hechos.

Esto no se acaba de descubrir. Buena parte de los documentos obtenidos por Goodstein, aunque ella no lo consigna, habían sido hecho públicos el año pasado por la organización de víctimas que ha puesto una demanda civil a la diócesis. Lo que parece revelar Goodstein por primera vez es la correspondencia entre los obispos y el Vaticano. Ahí se ve que la notificación a la CDF llegó al final, casi veinticinco años después de las primeras denuncias y cuando empezaba a verse próxima la muerte de Murphy. La intervención del dicasterio, en el curso del último año y medio, no habría podido suplir lo que no se hizo en las dos décadas anteriores.

Pero al frente de la CDF estaba el actual Papa, y eso es lo que proporciona la historia a la periodista. Goodstein habría podido titular: “El Vaticano autorizó la expulsión de un sacerdote de EE.UU. que abusó de niños”, en referencia al otro acusado de Milwaukee. El interés de Goodstein, sin embargo, parece ser relacionar a Benedicto XVI con algún pasado caso de abusos mal llevado, como en el de Múnich. Lo hace con una presentación selectiva de datos que equivale a desinformación.

Lourdes

Director: Jessica Hausner

Guión: Jessica Hausner. Intérpretes: Sylvie Testud, Léa Seydoux, Bruno Todeschini, Elina Löwensohn, Gerhard Liebmann. 99 min. Jóvenes-adultos.

Firmado por José María Aresté

Fecha: 30 Marzo 2010

Esta pequeña gran película narra con honestidad y hondura las vicisitudes de un grupo de peregrinos que acuden a Lourdes. La actitud que proponen el sacerdote, las enfermeras cuidadoras, los voluntarios de la Orden de Malta, es aceptar las dolencias que Dios permite, pedir sobre todo la salud del alma, aunque albergando también la esperanza del milagro de la curación.

Con rigor casi documental y sin sombra de cinismo, vemos a personas normales y corrientes, con rasgos de generosidad y paciencia, pero también con las miserias comunes a todo ser humano. Destaca Christine, joven con esclerosis, postrada en la silla de ruedas, sonriente y resignada a su suerte, que como dice al sacerdote, se observa desde fuera. Pero hay toda una galería de seres humanos, atrapados tal vez en la rutina de las peregrinaciones.

La guionista y directora austriaca Jessica Hausner cuenta su historia sin aspavientos ni histerismos, con respeto al hecho religioso –llama la atención la pausa casi reverencial con que se detiene en ceremonias como la bendición con el Santísimo y la procesión de las antorchas, o en las visitas a la gruta de las apariciones–, y sin intención de persuadir o imponer un punto de vista.

Aunque abierta a múltiples lecturas, presenta en pantalla con naturalidad el presunto milagro. Y éste obliga a las preguntas habituales –cuya respuesta desde la fe no consuela del todo– acerca del sentido del dolor, del modo en unos sufren y otros sanan, en lo que se diría capricho de Dios. No se entiende la lógica divina, el modo en que “reparte” lo que toca a cada ser humano, su estruendoso silencio; e incluso el escándalo que sigue al milagro, las reacciones encontradas de los testigos, de alegrarse pero no del todo. La felicidad perfecta no existe: es una idea recurrente en el film.

Las interpretaciones, como corresponde, son muy naturales, destacando la de Sylvie Testud, una composición de Christine muy medida, con encanto. El film se ha rodado en las auténticas localizaciones, y ello intensifica el realismo de la historia que se nos propone, el acercamiento al misterio.

Dos millones de personas para ver la Sábana Santa

Dos millones de personas harán cola para ver la Sábana Santa


Para la próxima exposición de la Sábana Santa de Turín se han recibido ya más de un millón de peticiones

Firmado por Rocio Franch
Fecha: 31 Marzo 2010

Roma. La Sábana Santa no puede recibir más visitas. Durante la próxima exposición, del 10 de abril al 23 de mayo, al lienzo de Turín se acercarán más de dos millones de peregrinos, incluido el Papa Benedicto XVI el 2 de mayo. Todo está preparado, pero los organizadores han visto superadas sus expectativas. Las reservas para verla llegan a más de un millón, venidas de todos los puntos del planeta.

Ante la masiva acogida, se han alargado los tiempos de visita y los viernes la catedral quedará abierta al público hasta las diez de la noche. Se ha pedido a los seminarios y colegios romanos que envíen confesores que hablen diferentes idiomas, porque no hay suficientes para acoger a todos. Se ha preparado, en colaboración con la región y el ayuntamiento de Turín, un recorrido por toda la ciudad, entre turístico y espiritual, que termina en la Sábana Santa. Es el encuentro cara a cara con el rostro del crucificado.

El lienzo aparece hacia 1300, traído por Geoffroy de Charny, quien lo deposita en la capilla de Lirey. De allí es trasladado, en 1418, a Chambéry, a causa del recrudecimiento de la Guerra de los Cien Años, y custodiado en la Sainté-Chapellle du Saint-Suaire. La Sábana Santa, de 4,41 metros de largo y 1,13 de ancho, sufre el 4 de diciembre de 1532 un incendio que destruye la capilla y pone en peligro su conservación. En 1534, las monjas clarisas repararon como pudieron el frágil lienzo, que quedó, a pesar de los esfuerzos de las pacientes religiosas, con las marcas de la tragedia: dos líneas horizontales que lo recorren entero.

En 1578 el lienzo se traslada de forma definitiva a la catedral de Turín, donde actualmente se conserva. En 1997, hubo un nuevo incendio en la Capilla de la Sábana, del cual se salvó providencialmente gracias a su traslado a la Capilla del Coro, por unos trabajos de restauración.

Esta es la primera vez que la Sábana Santa se expone desde que en el año 2002 la Prof. Flury-Lemberg y sus colaboradoras pudieron restaurar el lienzo que las clarisas habían intentado reparar con pequeños “remiendos”. Gracias a este proceso, se han podido realizar estudios con escáner, controles fotográficos con rayos X y fluorescentes, exámenes de todo tipo… La imagen ha sido estudiada y analizada con las más avanzadas técnicas. Esto ha creado una nueva ciencia, la “sindologia”, que estudia el lienzo desde el punto de vista médico, fisiológico, polínico, etc. Los resultados han sido entregados al Custodio Pontificio de la Sábana y será la Santa Sede quien decida cuándo podrán usarse en ulteriores investigaciones.

Como decía Juan Pablo II en 1998, en su peregrinación a Turín, la Sábana es una “provocación a la inteligencia”, un desafío para continuar investigando y “encontrar respuestas adecuadas a los interrogantes relacionados con este lienzo”. Muchos han señalado que podría ser una pintura realizada por un “copista” medieval. Pero como destaca Andrea Tornielli en su libro Sindone, inchiesta sul mistero (Ed. Griaudi), el falsario de la Sábana Santa tendría que haber sido una especie de superman, ya que existen demasiadas coincidencias entre la imagen del lienzo y la época y la imagen del Cristo evangélico, como la señal de la moneda de los tiempos de Poncio Pilato en el ojo izquierdo.

Sin embargo, para los dos millones de personas que visitarán la Sábana no es decisivo saber si es Cristo o simplemente un hombre torturado, aunque pocos creen que sea una copia. El peregrino busca en el rostro del lienzo algo que el mundo actual no consigue dar: respuestas al dolor y al sufrimiento humano. El dolor es incomprensible. No es “razonable” ni se adapta a los “cánones” de belleza y éxito que ha establecido la sociedad occidental como normas de felicidad. Se intenta ocultar, eliminar o directamente ignorar. Pero acaba reapareciendo.

Ante la Sábana Santa de Turín, la humanidad se siente interpelada por el misterio, reconociendo lo que va más allá de la razón. Muchos peregrinos afirman sentirse observados y escrutados por el hombre del lienzo. Y es entonces cuando la soledad humana se encuentra con el rostro sereno del hombre descrito en la profecía de Isaías (53, 3): “Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta”.

Diez mil jóvenes hacen promesa de castidad

Diez mil jóvenes en Ecuador hacen promesa de castidad


QUITO, 01 Abr. 10 / 12:15 am (ACI)

En el Día del Niño por Nacer, las Arquidiócesis de Quito y Cuenca (Ecuador) reunieron a 10 mil jóvenes que se comprometieron a permanecer castos hasta el matrimonio y, una vez contraído, ser fieles hasta la muerte, en una fiesta juvenil en que celebraron la vida y aceptaron el desafío de defenderla desde su concepción hasta la muerte natural.

Según señala Amparo Medina, miembro de Acción Provida (Filial de Vida Humana Internacional), institución organizadora del evento, los miles de jóvenes congregados en el parque El Arbolito (Quito) participaron de un show artístico y escucharon los testimonios «sobre la verdad del negocio de muerte, de la anticoncepción y del aborto, sobre la mentira del preservativo y las consecuencias de una vida en la anticoncepción».

«Los jóvenes pudieron escuchar testimonios de mujeres que en las puertas de un abortuario con la ayuda de voluntarias de Provida, pudieron ver qué es un aborto, recibir ayuda y decirle Sí a la Vida. Los gritos de emoción de los chicos al ver a los bebitos y a sus felices madres, fue un sí a la vida«, agrega.

Tras las diferentes presentaciones, los miles de jóvenes realizaron su consagración a vivir castamente hasta el matrimonio y, una vez contraído, permanecer fieles hasta la muerte.

«Volveremos a repetir estos eventos, por la vida de nuestros hijos y de nuestras familias. Por un Ecuador libre del imperio de la muerte, de la anticoncepción y del aborto», concluye la nota.