De la conversión a la santidad

San Agustín: de la conversión a la santidad

La productora italiana Lux Vide presenta su nuevo trabajo sobre el santo de Hipona

ROMA, domingo 31 de enero de 2010 (ZENIT.org).- “Todos estamos en nuestro derecho de pedir una televisión mejor y tenemos el deber de hacerlo”, afirmó el director de la actividad productiva de Lux Vide al presentar un avance de la nueva película televisiva “San Agustín”, el pasado 15 de enero en Roma.

Esa frase pronunciada por Luca Bernabei sintetiza el sentido del trabajo que su empresa está llevando a cabo con valentía pero también con éxito de público, desde el año 1992.

La película será emitida en dos partes en la televisión pública italiana RAI, en horario de máxima audiencia, hoy domingo 31 de enero y mañana lunes 1 de febrero.

El film, dirigido por Christian Duguay, es una coproducción italiana, polaca y alemana.

La presentación del avance tuvo lugar en la prestigiosa sala del ICEF (Iniciativas Culturales, Educativas y Familiares) de Roma.

“Se debe producir espectáculo -indicó- teniendo en cuenta que al otro lado de la pantalla siempre hay personas”.

Por eso, Lux Vide quiere en primer lugar proporcionar contenidos pensados para ofrecer un trabajo de valores que enriquezca, además de divertir y divulgar.

La audiencia que han conseguido series de éxito, que van de la “Biblia” a “Don Mateo”, y películas como “Enrico Mattei”, “Juan XXIII”, ”Guerra y paz” y ”Padre Pío”, le dan la razón.

El mismo Papa Benedicto XVI había pedido que se produjera esta película sobre san Agustín, infatigable buscador de un sentido para su vida y su historia.

Su pensamiento es el hilo conductor de toda la película: la biografía es de esas “impactantes”: hay un antes y un después.

En el joven y brillante abogado Agustín se ve la misma insatisfacción que todavía hoy hace inquietas a muchas personas, incluso personas de éxito.

Muestra la misma curiosidad intelectual de las personas de cultura y de los jóvenes de hoy que se plantean todavía las mismas preguntas: “¿por qué me ha creado Dios?”, “¿por qué existe el mal?”, “¿qué hay después de la muerte?”.

El santo está interpretado por Alessandro Preziosi, que, curiosamente, ha ejercido como abogado antes de convertirse en actor y ha dado un perfil convincente del gradual pero inexorable acercamiento a la luz de la Fe.

La madre es Mónica Guerritore, sufriente pero combativa; San Ambrosio transmite la gracia para la conversión, y Andrea Giordana, autoritario y firme en su misión, obligado a hacer de contrapunto del poder imperial, se sentía desplazado por el prestigio que el irreprensible obispo había adquirido a los ojos del pueblo.

La reconstrucción, muy cuidada, de los episodios históricos y de los ambientes contribuye a ofrecer un producto de alta calidad, tanto en los aspectos de espectáculo como en los de contenido.

La película empieza en Hipona (actual Túnez) con el obispo Agustín que acoge a los prófugos huidos de Roma, conquistada y saqueada por los visigodos.

La mente del espectador no puede dejar de trasladarse a la realidad actual, que lleva el flujo de desesperados en busca de esperanza desde las costas africanas a las de Europa.

Toda la película se desarrolla en una atmósfera creada por un paralelo entre la ansiedad, el malestar y la desorientación por el fin de un mundo, y los sentimientos que impregnan hoy los países occidentales: ahora como entonces.

Las escenas finales, en cambio, presentan el nacimiento, de la fusión entre bárbaros y cristianos, de una nueva “ciudad terrena”, distinta, inesperada y destinada a vivir en la espera de la “Ciudad de Dios”.


[Por Roberta Favorini, traducción del italiano por Patricia Navas]

“Santidad y croquetas”

80 Años de las Mujeres en el Opus Dei

Por Adelaida Sagarra Gamazo.

Profesora Titular de Historia de América de la Universidad de Burgos.

Medianoche en el París-Lisboa. Tres mujeres y un hombre en el mismo compartimento. Nosotras hablamos; el empresario portugués lleva los cascos puestos. La chica rubia de melena larga que va a ver a su novio me pregunta si creo en la energía positiva. No; creer, creer…yo creo en Jesucristo. ¡Ay! ¿tú eres del Opus? pues sí, sí lo soy, después de una larga historia. Aclaro, además, que hay millones de personas que creen en Jesucristo y no son del Opus Dei. La señora escucha atenta, y el hombre se pronuncia: “muito interesante”. Aquella noche mi relato fue largo. Hoy atrapo en estas líneas una historia más corta y más importante: sólo duró un segundo. Fue el 14 de febrero de 1930, mientras Josemaría Escrivá celebraba Misa, y supo que Dios quería mujeres en el Opus Dei. Días antes había escrito, pensando que estos eran los planes del Cielo, “¡no habrá mujeres ni de broma!”. Pero como la Obra no es de diseño propio, desde aquel martes 2 de octubre de 1928 él trabajaba según comprendía la voluntad de Dios. Cuando supo que Él contaba con nosotras -¡menos mal!- su libertad rendida se puso con fe rápida a disposición del proyecto divino. Habría mujeres entre aquella gente corriente llamada a santificar su trabajo y recordárselo a otros, a transformar el mundo desde dentro, disfrutando, sufriendo, viviendo cristianamente, arraigados en las encrucijadas de la libertad, donde a diario se producen en el milímetro de la decisión personal los cambios kilométricos de la Historia. Tiene que haber mujeres: buscó y encontró. Agosto de 1942, Madrid, calle Jorge Manrique, primer y único centro de mujeres del Opus Dei en el mundo. Sin problemas de espacio: son el 100% y se llaman Lola, Encarnita y Nisa. Por esos mismos nombres Dios las llamó a esta vocación de la normalidad. Josemaría Escrivá les habla de los proyectos apostólicos universales que Dios quiere que saquen adelante. Acometieron con fe rápida. Otra vez la historia corta: basta un segundo para la confianza. Y aquello se fue haciendo realidad. Otras y otras y otras vinimos después ¿Mujeres increíbles? No, de carne y hueso. Conscientes, eso sí, de la llamada de Dios a un amor personal en medio del mundo a través del matrimonio y la familia o directamente. Con esa fortaleza enérgica que no cede ante lo insoportable; con esa vulnerabilidad que se rompe ante una tontería…Unas veces con ternura infinita y otras con crueldad felina. Con un corazón que cuida y sirve. Con una inteligencia en la que se resuelven muchas cosas a la vez: santidad y croquetas. Con luz y sombra, santificamos el trabajo, cuidamos de los nuestros –el servicio es una actitud, no una serie de tareas- disfrutamos de la vida lo más posible, sufrimos con sentido redentor, ofrecemos la Verdad sobre el Hombre a través de la amistad profunda. Aprendemos a reír y llorar con sencillez. Y sobre todo a no tomarnos demasiado en serio la propia capacidad: el Opus es Dei. Somos miles, unidas por encima del tiempo y del espacio, unidas –repito- pero no uniformes. Somos distintas en el color de la piel, la textura del alma, el trabajo, las aficiones, las circunstancias, la cultura, la situación y sus soluciones. Todo gracias al profundo amor a la libertad personal que en el Opus Dei se vive. Así, como Dios es Familia, luchamos por hacer de la Iglesia y de la Obra una Familia también. Y luego por “hogarizar” la Humanidad, que es el primer paso para su divinización: santidad y croquetas. Muchas mujeres de los cinco continentes viven este mismo espíritu sin pertenecer al Opus Dei: tú puedes ser una de nosotras o ser una de éstas. Si quieres, claro. Piensa que la historia del Hijo pródigo habría sido distinta si su madre hubiera estados en casa. Piensa también que la Madre de Dios, Santa María, sí estuvo en el Calvario. Contempla y saborea que su Hijo, en el momento sublime de la Cruz, lleno de sabiduría, amor, y con la infinita elegancia que Dios tiene, la llamó “Mujer”. En ella, Dios te llama. ¿No es para dar gracias a la vida?

¿Se sufre físicamente en el infierno?

Es de fe que la pena de daño y la pena de sentido son realmente distintas y no se puede reducir la pena de sentido a la mera aflicción psicológica producida por la privación de la vista de Dios

El castigo infligido a las creaturas o pena de sentido

No sólo es un dogma de fe definida la existencia y eternidad del infierno, tal como fue declarada por el Concilio IV de Letrán: “…para que reciban según sus obras, ya hayan sido buenas o malas, los unos con el diablo pena perpetua, y los otros con Cristo gloria sempiterna” (13); es también de fe definida que los condenados padecen pena de daño, como se enseña en la constitución “Benedictus Deus:” “…según común ordenación de Dios, las almas de los que mueren en pecado mortal actual en seguida después de su muerte descienden a los infiernos, donde son atormentadas con penas infernales” (14), es también de fe definida la existencia y eternidad de la pena de sentido, como se enseña en el Símbolo “Quicumque”: “…y los que hicieron bien, irán a la vida eterna; los que hicieron mal, irán al fuego eterno. Ésta es la fe católica: a no ser que uno la crea fiel y firmemente, no podrá salvarse” (15).

En el Concilio Vaticano II, en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, 48, se enseña la necesidad de una constante vigilancia, para que “no como a siervos malos y perezosos (cf. Mt 25, 26) se nos mande apartarnos al fuego eterno (cf. Mt 25, 41), a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes (Mt 22, 13 y 25, 30). Estas palabras se introdujeron en el texto para afirmar “la pena eterna del infierno”. En efecto, dice la Comisión teológica: “Se introdujeron en el texto las palabras de nuestro Señor acerca de la pena eterna del infierno, como fue pedido explícitamente por muchos Padres” (16). (Más adelante indicaremos porqué las explicaciones de la Comisión teológica constituyen la explicación oficial del texto). Asimismo, donde se habla de “la resurrección de vida” y de “la resurrección de condenación”, en el mismo número, estas palabras se conciben como complemento de las otras palabras referidas al infierno que citamos anteriormente. Dice la Comisión teológica: “tomando razón de la precedente enmienda, por la lógica interna de la exposición y para más satisfacer los deseos de los Padres, se introdujeron las palabras acerca de la resurrección de vida o de juicio” (17).

La principal pena de sentido es el fuego, de ahí que diga el rico epulón: “estoy atormentado por estas llamas” (Lc 16, 24). Como lo afirman los Santos Padres y Doctores, y autores eclesiásticos antiguos, por ejemplo:

* San Ignacio de Antioquía: “No erréis, hermanos míos: los perturbadores de las familias no heredarán el reino de Dios. Si, pues, aquellos que han obrado estas cosas según la carne, están muertos, ¿cuánto más si alguno corrompe, con prava doctrina, la fe de Dios, por la que Jesucristo fue crucificado? Ese tal, estando manchado, irá al fuego inextinguible; de modo semejante, el que le presta oído” (18).

* El autor del “Martirio de San Policarpo”: “Y atendiendo a la gracia de Cristo, [los mártires] despreciaban los tormentos mundanos, liberándose, con la duración de una hora, de la pena eterna. Les parecía frío el fuego de los crueles verdugos. Porque tenían ante los ojos el huir de aquel que es eterno y nunca se extinguirá” (19).

* El autor de la llamada 2da. carta a los Corintios: “Y los incrédulos verán la gloria de él y su fuerza y se admirarán viendo el dominio del mundo en Jesús, diciendo: Ay de nosotros, porque tú eras y ni lo supimos ni lo creímos ni obedecimos a los presbíteros, que nos predicaban de nuestra salvación; y el gusano de ellos no morirá y el fuego de ellos no se extinguirá, y serán un espectáculo para toda carne…[los justos] verán cómo son castigados con terribles tormentos y fuego inextinguible, los que erraron y negaron a Jesús con palabras y obras darán gloria a su Dios” (20).

* San Justino: “…en ningún modo puede suceder que a Dios se le oculte el maligno, o el avaro, o el insidioso, o el dotado de virtud, y que cada uno va o a la pena eterna o a la salvación eterna según los méritos de sus acciones. Porque si estas cosas fuesen conocidas por todos los hombres, nadie elegiría el vicio para un breve tiempo, sabiendo que iría a la condenación eterna del fuego; sino que se contendría totalmente y se adornaría de virtud, ya para conseguir los bienes que están prometidos por Dios, ya para huir los suplicios” (21).

* San Ireneo: “la pena de aquellos que no creen al Verbo de Dios, y desprecian su venida, y vuelven atrás, ha sido ampliada; haciéndose no sólo temporal, sino eterna. Porque a todos aquellos a los que diga el Señor: Apartaos de mí, malditos, al fuego perpetuo, esos serán siempre condenados” (22).

* Discurso a Diogneto: Los mártires se admirarán al ver el castigo de “la muerte verdadera, que es reservada para aquellos que serán condenados al fuego eterno, que será suplicio hasta el fin para los que le son entregados” (23).

* Tertuliano habla de: “fuego continuo” (24), “fuego eterno” (25), “fuego perpetuo” (26), “fuego eterno de la gehenna para la pena eterna” (27).

* San Cipriano: “La gehenna siempre ardiente quemará a los que le son entregados, y una pena voraz con llamas vivaces; ni hay posibilidad de que los tormentos tengan alguna vez descanso o fin. Las almas con sus cuerpos serán conservadas para infinitos tormentos de dolor … Creerán tarde en la pena eterna los que no quisieron creer en la vida eterna” (28).

* San Agustín: “será un fuego corpóreo” (29).

* San Juan Crisóstomo dice que todos los padecimientos de esta vida, por grandes que se los suponga, son pálida imagen de las torturas del infierno y ni llegan a ser sombra de aquellos suplicios (30).

* San Gregorio Magno: “No dudo en afirmar… es corpóreo” (31).

* Santo Tomás de Aquino: “Es preciso decir que el fuego que atormentará a los cuerpos de los condenados es corpóreo” (32).

* Santa Catalina de Siena: “Hija, la lengua no es capaz de hablar sobre estas infelices almas y sus penas… El primero es verse privados de mí, lo cual les es tan doloroso, que, si le fuera posible, antes que estar libres de las penas y no verme, elegirían el fuego y atroces tormentos con tal de verme… El cuarto tormento es el fuego, que arde y nunca se acaba. El alma, por su propio ser, no se puede consumir, por no ser algo material, sino incorpórea. Pero yo, por justicia divina, he permitido que la queme sufriendo, que la aflija y no la consuma. La quema y hace sufrir con penas grandísimas, de modos diversos según la diversidad de los pecados, a unos más y a otros menos en conformidad con la gravedad de la culpa” (33).

* Santa Teresa de Jesús: “…como del dibujo a la verdad, el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá” (34).

* San Alfonso de Ligorio: “Como el pez en el agua se halla rodeado de agua por todas partes, así el condenado se halla por completo sumido en el fuego” (35).

* San Juan Bosco cuenta un sueño que tuvo del infierno donde fue obligado a poner su mano en la pared y dice que al día siguiente “observé que la mano estaba efectivamente hinchada; y la impresión imaginaria de aquel fuego tuvo tal fuerza, que poco después la piel de la palma de la mano se desprendió y cambió” (36).

* La Virgen de Fátima el 13 de julio de 1917, en su tercera aparición, según contó Lucía: “…abrió de nuevo sus manos. El haz de luz que de ellas salía parecía penetrar la tierra, y vimos como un mar de fuego, y mezclados en el fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes negras o bronceadas, con forma humana, que se movían en el fuego llevadas por las llamas, que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos lados, así como caen las chispas en los incendios, sin peso ni equilibrio, entre gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor… Aterrados, levantamos la mirada hacia Nuestra Señora, quien nos dijo con bondad y tristeza: -Han visto el infierno a donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Cuando recen el Rosario, digan después de cada misterio: -¡Oh Jesús mío! perdónanos nuestras culpas, presérvanos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia” (37).

Pablo VI en el “Credo del Pueblo de Dios” afirma que los que hayan rechazado hasta el final el amor y la piedad de Dios: “serán destinados al fuego que nunca cesará” (38).

Por último, por el modo de hablar de los documentos y del magisterio ordinario, que así se ha expresado durante tantos siglos, es de fe que la pena de daño y la pena de sentido son realmente distintas y no se puede reducir la pena de sentido a la mera aflicción psicológica producida por la privación de la vista de Dios (39).

Frente a esta nube de testigos, ¿se puede, cuerdamente, dudar de la realidad de este “lugar de castigo” (cf. Lc 16, 28)? ¿No sería más cuerdo vivir de manera de no ir a él?

Por tanto, teniendo en cuenta el sentir moralmente unánime de los Santos Padres y teólogos, el magisterio ordinario de la Iglesia, etc., afirmamos con ellos que el fuego del infierno no es metafórico (no existe tan sólo en la mente de los condenados (40)), sino verdadero, real, corpóreo (en cuanto es un agente material, que existe en su objetiva realidad y que atormenta a los réprobos). Así como afirmamos su corporeidad, afirmamos que no conocemos su materialidad porque es un fuego especial, sui generis, ya que tiene propiedades diferentes al fuego de la tierra. Es un fuego no extinguible, sino inextinguible (no necesita de combustible para ser alimentado); no temporal, sino eterno; no para confort de los cuerpos, sino para castigo de las almas y de los cuerpos; y que atormenta a los réprobos sin destruirlos. Es un fuego que sin matar, abrasa; sin consumir, quema; sin alumbrar, arde; y que, a pesar de sus llamas, envuelve a los condenados en opacas tinieblas y noches sempiternas.

Ni la más escabrosa y estrafalaria descripción de las penas de sentido, ni siquiera la más truculenta y grotesca, podrán llegar a mostrar con fidelidad, lo que esas penas son. Los que se horrorizan de esas pinturas o de esas descripciones, más bien deberían apartarse de sus pecados que les impiden ver, con toda su hondura, al fin al que se encaminan por propia culpa.

Por eso, teniendo en cuenta la importancia de la pena de daño sobre la pena de sentido, decía San Juan Crisóstomo: “Hay muchos hombres que, juzgando absurdamente, desean ante todo evitar el fuego del infierno; pero yo creo que incomparablemente mayor que la pena del fuego será la pena de haber perdido para siempre aquella gloria; ni creo que sean más dignos de llorarse los tormentos del infierno que la pérdida del reino de los cielos; pues este tormento es el más acerbísimo de todos” (41). En otro lugar dice: “La pena del fuego del infierno es ciertamente intolerable. Pero, aunque imaginemos mil infiernos de fuego, nada habríamos adelantado para comprender lo que significa haber perdido la bienaventuranza eterna, ser rechazado por Cristo, oír de él aquellas palabras: No os conozco” (42).

Es que la pena de sentido, por muy grande que sea, es finita, mientras que la pena de daño es infinita. Enseña Santo Tomás: “La pena es proporcionada al pecado. En el pecado hay que distinguir dos aspectos. El primero es la aversión del bien imperecedero, que es infinito; y por este motivo el pecado es también infinito. El segundo es la conversión desordenada a un bien perecedero; y en este sentido el pecado es finito, tanto por parte del objeto al que se convierte, que es finito, como por el acto pecaminoso en sí mismo, ya que los actos de la creatura no pueden ser infinitos. Por consiguiente, por parte de la aversión le corresponde al pecado la pena de daño, que es infinita, ya que es la pérdida de un bien infinito, como es el mismo Dios. Y por parte de la conversión desordenada a la criatura, le corresponde la pena de sentido, que es finita” (43).

Por muy difícil que sea a la sensibilidad del hombre moderno, lo que está revelado, revelado está. Y no hay forma cuerda de evadir esa realidad. Un autor después de afirmar la existencia del fuego material y corpóreo -aunque no como el nuestro- nada menos que … ¡lo identifica con el Espíritu Santo!: “¡El fuego del infierno es, de algún modo, el mismo Dios! Es la misma llama de amor viva -que es el Espíritu Santo- que purifica en esta vida y en el purgatorio y atormenta eternamente en el infierno” (44).

Padres exhaustos, hijos hiperprotegidos

El exceso de proteccionismo sobre los hijos está creando una generación de padres exhaustos que han de ingeniárselas para llegar a todo. Da la impresión de que educar bien a un hijo es llenar cada minuto de su tiempo libre.

Hace unos años, en las escuelas de Estados Unidos triunfó el concepto de los “padres helicóptero”, llamados así porque se lanzaban en picado al mínimo problema (cfr. Aceprensa, 29-03-2006). Bastaba que un chaval se presentara en casa con un suspenso imprevisto, un arañazo o una cara larga para que los padres aterrizasen en el colegio a pedir explicaciones. Pese a su buena voluntad, lo cierto es que los “padres helicóptero” llegaron a ser muy temidos por los docentes.

Contra el exceso de proteccionismo se han rebelado Gever Tulley y Julie Spigler, fundadores de Tinkering School. Se trata de una escuela de verano que pretende fomentar la creatividad de los chavales. Allí aprenden a hacer manualidades e inventos. También hay tiempo para realizar actividades de riesgo, supervisadas siempre por monitores.

Pese a las dificultades que han tenido para encontrar editor, Tulley y Spigler han recogido en un libro algunas de esas experiencias. Escrito con una buena dosis de provocación, Fifty Dangerous Things (you should let your children do) es una guía de juegos “peligrosos” que ofrecen alternativas de ocio a la televisión y los videojuegos.

En realidad, los juegos no son más peligrosos que aquellos a los que seguramente jugaron muchos de los padres de estos chavales: encender una hoguera con una lupa, trepar por un árbol, jugar al fútbol bajo una granizada, etc.

Para desdramatizar el asunto, los autores han optado por un estilo humorístico. Los títulos de los capítulos son deliberadamente provocativos: “Fabrica un explosivo”, “Súbete a un tejado”, “Aprende a jugar con fuego” (“eso sí, fuera de casa”, advierten)…

Al libro no le faltan ideas disparatadas. Pero, al menos, tiene el mérito de poner el dedo en una de las llagas contemporáneas: la obsesión por la seguridad y por evitar a los hijos cualquier mal rato.

El culto al niño

En Gran Bretaña también se está hablando estos días sobre la protección de los hijos. Pero aquí el debate ha comenzado con mal pie. Ante el aumento del vandalismo callejero, a Sir Al Aynsley-Green –comisario de la infancia– se le ocurrió echar la culpa a los padres. Pero no a los padres de los jóvenes que delinquen, sino al resto.

La tesis de Aynsley-Green es que Gran Bretaña es uno de los países del mundo donde la gente se preocupa menos por los hijos de los demás. A su juicio, si un adolescente quema un contenedor o rompe una ventana es porque los adultos del barrio no se implican lo suficiente.

La columnista Judith Woods cree que este reproche es injusto. “¿Cómo vamos a ocuparnos de otros niños, si estamos agotados de cuidar a los nuestros?”, se pregunta en el Daily Telegraph (4-02-2010).

“Nuestra preocupación por los niños roza la histeria. Los padres que conozco tratan a sus hijos como si fueran diosecillos. Los mimamos a cuerpo de rey, alimentamos cuidadosamente sus egos, los llevamos de aquí para allá en Volvos repletos de dispositivos de seguridad…”.

Woods recuerda con agradecimiento el margen de libertad que le daban sus padres: “La diversión era un asunto que debíamos resolver mis cuatro hermanas y yo, normalmente en el jardín. A veces fabricábamos deslumbrantes pelucas con las hojas de los árboles; otras veces, vestíamos al gato; y otras, simplemente nos peleábamos”.

Woods se lamenta de no haber seguido los pasos de sus padres. “Ahora me dedico –admite– a cuidar de mis dos hijos como una loca”. Además de acabar exhausta, se pregunta si eso es lo mejor: “El día de mañana, ¿me querrán más mis hijos por mi dedicación?”

“Me gustaría pensar que sí, pero tengo mis dudas. Lo que las generaciones anteriores veían como un maravilloso privilegio –que los adultos te hagan caso, que se preocupen por ti, que te apoyen–, nuestros hijos lo ven como derechos innegociables. Y así es difícil agradecer las cosas”.

La protección razonable

Cuando se habla sobre los excesos de la hiperprotección, cabe el riesgo de pasarse al extremo contrario: la indiferencia olímpica. No se trata de eso. La prudencia llevará a discernir, en cada caso, lo que de verdad representa una amenaza para los hijos y lo que no lo es.

No deja de ser una imprudencia, por ejemplo, dejar a un niño o a un adolescente que pasen un fin de semana en casa de otro amigo sin enterarse antes del plan (real) que van a hacer o si los padres van a estar en casa. Lo cual exigirá, en la mayoría de los casos, una breve llamada a los padres del amigo anfitrión.

También es razonable enterarse de lo que hacen los hijos en Internet. Además de establecer filtros, los expertos recomiendan a los padres que supervisen el empleo que hacen los niños de las redes sociales (cfr. Aceprensa, 19-01-2009). En la misma línea, es útil aconsejarles que no faciliten datos personales ni difundan sus fotos por la red. Según una encuesta de la Anti-Bullying Alliance de Gran Bretaña, el 20,5% de los niños de 10-11 años han sufrido hostigamiento, amenazas o insultos a través de Internet o del teléfono móvil. En el caso de la red, la vía principal fue las redes sociales, que son usadas por el 59% de los niños (cfr. Aceprensa, 20-11-2009).

La televisión es otro campo para ejercitar una protección razonable. Tras analizar diversos estudios que revelan los efectos que el exceso de televisión produce en niños y adolescentes, la Academia de Pediatría Americana lleva años recomendando entretenimientos alternativos. Asimismo, ha desaconsejado que haya aparatos de televisión en las habitaciones de los niños (cfr. Aceprensa, 5-09-2007).

Algunos padres creen que estas medidas son exageradas. A su juicio, es preferible que los chavales tengan autonomía suficiente para experimentar y equivocarse, también en estos ámbitos. Así, aprenderán a discernir lo bueno de lo malo, lo conveniente de lo que no lo es.

Cuando se trata de proteger a los hijos, hay que saber que hay ámbitos donde los padres tendrán que implicarse más y otros en los que habrán de quitarse de en medio.

Contra la sexualización

Esta es una de las ideas que está detrás de la propuesta realizada por David Cameron, líder del Partido Conservador británico, para proteger a los niños de la creciente oleada de contenidos sexuales en la televisión o en la red.

Cameron, padre de dos hijos, no es ingenuo. Sabe que es muy difícil impedir que los niños tropiecen de pronto con reclamos eróticos. Lo que sí es posible, dice, es adoptar medidas concretas para ayudar a los padres a proteger a sus hijos en este terreno.

“Deberíamos ser capaces –dice Cameron– de garantizar que nuestros hijos viven de verdad la infancia. No queremos que estén expuestos desde pequeños a una innecesaria e inapropiada publicidad ni a la sexualización”.

De momento, el líder tory ha propuesto dos medidas. La primera consiste en penalizar a las empresas publicitarias acusadas de hacer anuncios inapropiados para niños, negándoles la posibilidad de contratar con la Administración durante tres años.

La segunda es crear mecanismos de denuncia on line para que los padres protesten por anuncios o programas con contenido sexual. Además, la nueva web permitiría ver las quejas de los demás padres. “De esta forma –concluye Cameron–, comprobarán que no están solos en esta batalla”.

Maestro en rescatar bebés

domingo, 21 de febrero de 2010
Raquel Ibáñez


Misión

Blanca tiene cita para abortar. La decisión la tomó al saber que la despedirían si continuaba con su embarazo. Pero a las puertas del centro se encuentra con el “equipo de rescate”, que le plantea otras opciones y le pone en contacto con instituciones como la Fundación Madrina Almudi.org - Jesús  Povedaque, entre otras muchas asistencias, tiene bolsas de trabajo específicas para embarazadas. Finalmente, Blanca decide tener a su hijo.

Jesús Poveda fue el responsable de poner en marcha el pasado mes de Abril la Escuela de Rescate. Desde entonces, un grupo de personas se reúne cada sábado frente a la madrileña clínica abortista Dator para salvar vidas en el último momento, como la del futuro hijo de Blanca.

“Tras muchos años de protestar frente a este centro, decidimos adoptar un planteamiento mucho más constructivo y positivo; si los que están de puertas para adentro hacen lo que les parece, nosotros, de puertas para fuera, vamos a intentar ofrecer alternativas a las mujeres que vienen a abortar”, explica Jesús.

Además, cada tarde, este médico psiquiatra y profesor de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid, ofrece clases para aprender a ayudar a las mujeres embarazadas que acuden a abortar: cómo hablarles con respeto, cómo presentarse, cómo contactar con los centros de acogida, etc. En cada acción se encuentra, por encima de todo, la firme voluntad de ayudar y el respeto a la mujer, decida lo que decida.

Pero lo más duro para el equipo es ver a mujeres que realmente no quieren abortar y vienen arrastradas a la clínica por sus parejas. “El aborto se ha convertido en algo muy fácil, en la primera opción cuando hay problemas; pero realmente hay muchas más, pero se conocen mucho menos”, afirma Jesús Poveda.

Del lado positivo, hay que decir que su labor comienza a dar sus frutos: en enero han nacido los primeros bebés rescatados por este equipo de voluntarios. Jesús nos explica que su objetivo es ayudar en cada caso concreto, a cada persona individualmente, convirtiendo esta iniciativa en la última oportunidad de aquellos bebés que, si nadie lo remedia, serán abortados (más de 10.000 al año sólo en este centro).

Sois lo mejor de nosotros

VI Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo

Alfa y Omega

Sois lo mejor de nosotros

La ciudad de Salamanca, en su día cuna de la primera formulación de los derechos humanos, ha sido el escenario del VI Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo, que se celebró la semana pasada. Organizado por el Observatorio de Víctimas del Terrorismo, de la Fundación San Pablo CEU, ha servido, sobre todo, para intentar saldar la inmensa deuda que tiene la democracia con las víctimas del terror
Han sido tres días de emociones intensas y de reflexiones sólidas, sobre el fin del terrorismo y la necesidad de justicia, sobre el perdón y la paz. Sobre todo, han sido tres días de encuentros y de abrazos, en el que los protagonistas han sido, sobre todo, aquellos que han sufrido el zarpazo del terror. En este VI Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo, organizado por el Observatorio Internacional de Víctimas, de la Fundación San Pablo CEU, las víctimas han tenido la oportunidad de constatar que no están solas. Y no sólo eso; también han podido recibir el mensaje de que son necesarias para una sociedad que las necesita para regenerar la propia democracia. Don Cayetano González, Director del Congreso, recogiendo el espíritu de las seis ediciones anteriores, lo expresaba así: «Que este foro sirva para que se oiga alto y claro la voz de las víctimas. Ellos tienen mucho que enseñarnos, y nosotros mucho que aprender. Que sientan el afecto y la solidaridad de todos. Somos muchos los que siempre estaremos a vuestro lado. No os vamos a fallar».

Don Alfredo Dagnino, Presidente de la Fundación San Pablo CEU, recogió el sentir general al expresar «la gratitud y el reconocimiento de toda la sociedad hacia las víctimas del terrorismo», al tiempo que pidió «perdón por los años en que ha tardado en llegar este reconocimiento». Por ello, el Congreso apunta una doble dirección: «Dar voz a las víctimas, y expresar el cariño de toda la sociedad hacia ellas». Al mismo tiempo, enmarcó la organización del Congreso dentro de la misión de la familia del CEU de «formar hombres en el gozo de buscar la verdad, del servicio a los demás, del amor al prójimo. Este compromiso con la sociedad significa apoyar también a las víctimas del terrorismo». Así, definió a las víctimas como «un referente moral imprescindible para la sociedad, conciencia viva de nuestra comunidad», y se dirigió a ellas con palabras de esperanza: «No hay mal del que Dios no obtenga un bien más grande. Vuestro dolor supone una fuente de amor para nuestra sociedad».

La palabra clave: justicia

En los primeros pasos de este encuentro, doña Maite Pagazaurtundúa, Presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, recordó a los tres cooperantes españoles secuestrados en el Magreb por Al Qaeda, y sentó las bases de una correcta comprensión del fenómeno terrorista: «Los terroristas aspiran a la inmunidad jurídica, política y social. Pero, ¿es justo pedir a las víctimas que renuncien al derecho a la justicia en aras de la tranquilidad general? En una democracia, a nadie se le ocurriría pedir algo así». Habló también de los modos de poner fin al terrorismo que se han dado en otros países, como las amnistías o las leyes de punto final: «El fin del terrorismo es el espejo del corazón del sistema democrático. En una democracia debe primar la igualdad ante la ley, la aplicación de las mismas leyes para todos, el que nadie esté por encima de la ley. Aquí, la palabra clave para las víctimas es justicia. Si estamos unidos, los terroristas ni vencerán ni convencerán».
Pilar esencial de la sociedad

El encargado de inaugurar el Congreso fue el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, quien definió el terrorismo como «el mayor enemigo de la democracia y de la paz» y «una de las más deleznables expresiones del totalitarismo, del odio y de la intolerancia». Para combatirlo, el papel de las víctimas «resulta fundamental, pues su testimonio de dignidad personal es un referente moral para todos. Las víctimas son símbolo de la fortaleza de nuestros principios y valores». Por ello, el Príncipe destacó la labor de las asociaciones de víctimas, que «son un pilar esencial del compromiso de nuestra sociedad hacia ellas y sus familias, y contribuyen a sensibilizar a la sociedad en su rechazo del fanatismo y la violencia».

«Sois lo mejor de nosotros»: así se dirigió a las víctimas don Carlos Dívar, Presidente del Tribunal Supremo, al comenzar su intervención en el Congreso. Y continuó: «Es nuestro deber dar gracias siempre a las víctimas del terrorismo. Sois una reacción social ejemplar, ejemplo de esperanza en el dolor y de dulzura ante la adversidad». Frente a quienes ven en el terrorismo una forma de idealismo, manifestó que «existen intereses políticos, pero también económicos, ya que hay personas interesadas en el terror, de modo que alimente el tráfico de armas, el negocio más caro y el que más beneficios da». El Presidente del Tribunal Supremo dio a sus palabras una mirada trascendente, al pedir a las víctimas que no dejen que «el terror os amargue la vida. Pensad en lo Alto, en una Justicia superior a la que podamos tener nosotros. El alma humana es capaz de lo más horrible, pero también de la grandeza más absoluta». Y así acabó hablando del perdón: «A veces tiene que existir el perdón, lo que no quiere decir que se renuncie a aplicar la justicia. Perdón tampoco es olvido. Es paz en medio del dolor. Como decía Jacinto Benavente: Cuando el amor no sienta a la justicia en su trono, el odio la sustituye por la venganza». Palabras que fueron refrendadas con más de un minuto de aplausos de todos los participantes.

Democracia: luces y sombras

El papel de las asociaciones de víctimas del terrorismo quedó reflejado en la mesa redonda sobre Víctimas del terrorismo en España: memoria, dignidad y justicia. Según don Ángel Altuna, de Covite, «las asociaciones han ayudado a recuperar la confianza de las víctimas en el ser humano y a consolidar la democracia en nuestro país. En ocasiones, nos hemos convertido también en víctimas de la democracia, pero hemos respondido denunciando las desviaciones en el sistema democrático». Y finalizó dando gracias «especialmente a vosotras, mujeres, madres, hermanas, hijas…, que tanto habéis sufrido y a las que ningún Instituto de la mujer ni nada parecido ha reconocido». Don Joaquín Vidal, de la Federación de Asociaciones de Víctimas del Terrorismo, abogó por «la unidad de todas las víctimas; unidos, seremos capaces de ser más solidarios y eficaces. Unidos, los terroristas sabrán que no tienen sitio en nuestra sociedad. Somos los baluartes de la democracia». En su intervención, doña Ángeles Domínguez, de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, denunció que «las víctimas de este atentado todavía desconocemos los nombres de sus autores. Ni el Parlamento ni la justicia han desvelado las incógnitas. Han existido graves irregularidades en la investigación, y no podemos afirmar a día de hoy que se haya hecho justicia. La justicia ha fracasado en el 11-M. Hasta que no se sepa la verdad, la democracia y la libertad estarán secuestradas en España». Y doña Ángeles Pedraza, Vicepresidenta de la AVT, quien perdió a su hija en el 11-M, subrayó: «Hay que dejar claro que no todos somos víctimas, como se quiere hacer ver. Aquí hay víctimas y verdugos».

En una mesa redonda posterior, don Eduardo Fungairiño, que fue fiscal de la Audiencia Nacional, defendió «el derecho de las asociaciones a discrepar del Gobierno, porque ellas representan a las víctimas». Y en cuanto a las Administraciones autonómicas, el escultor Agustín Ibarrola denunció que «los nacionalistas parecen haberse apropiado del País Vasco, por lo que el terrorismo no ha estado mal visto». Con él coincidió el director de cine Iñaki Arteta, quien pidió «aportar a la memoria de este país la voz de las víctimas. ¡Qué menos que las víctimas puedan contar su historia! Con el tiempo vamos a compensar este olvido, y podremos dejar su memoria a las próximas generaciones». En este mismo sentido habló María San Gil, quien subrayó que «las víctimas no pueden caer en el olvido», así como «la dignidad que han mostrado con su ejemplo: han devuelto bien por mal».
¡Se puede salir adelante!

Una de las mesas redondas del Congreso

La puerta a la esperanza la abrió Irene Villa, quien analizó el llamado síndrome de estrés postraumático con un optimismo arrollador: «Las víctimas hemos aprendido a dar la vuelta a la tortilla, gracias a todo el amor y el cariño que recibimos». También destacó la importancia del perdón: «A mi madre y a mí nos ayudó mucho el perdonar. Es una decisión muy personal, pero vivir con odio es muy difícil. Y hay que decir que sí, que se puede salir adelante». También don Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, habló de «la necesidad de la vida espiritual» para seguir viviendo con optimismo la vida.

En el acto de clausura, la Presidenta del Parlamento vasco, doña Arancha Quiroga, habló de las víctimas como «el principal referente de cordura en medio de la barbarie». Y denunció a cierta clase política «que no ha estado a la altura de las circunstancias. Los políticos no hemos sido capaces de dar a las víctimas nuestro unánime respaldo». También aludió a uno de los últimos informes del Defensor del Pueblo Vasco, que denunciaba el alto grado de tolerancia de los jóvenes ante el terrorismo. Así, doña Arancha Quiroga alertó sobre «el lavado de cerebro constante al que está sometida la juventud. Los jóvenes están aprendiendo a odiar. La justificación de ETA nace en el seno de la familia. Todo se aprende en casa; los colegios tienen aquí sólo un papel complementario. Hay que educar para la paz, y ello comienza en cada uno de nuestros hogares».

En este recorrido de los Congresos Internacionales de Víctimas, la próxima parada es Nueva York, donde se espera que se celebre la próxima edición, el próximo año, coincidiendo con el décimo aniversario del 11-S. Una fecha que traerá a la memoria uno de los momentos más horribles que ha provocado el terrorismo a la Humanidad, pero también una ocasión para mirar adelante y ser conscientes del reto que supone la lucha contra este fenómeno. Como afirma el Manifiesto que se leyó en la Plaza Mayor de Salamanca, en uno de los actos más emotivos del Congreso, «las víctimas del terrorismo no queremos ni venganza ni revancha. Las víctimas del terrorismo sólo queremos que las generaciones futuras no tengan que padecer lo que, desgraciadamente, hemos padecido de manera directa o indirecta tantas personas que un día nos convertimos en víctimas por la crueldad de unos criminales. Y estamos convencidas de que todos juntos, gobernantes y ciudadanos anónimos, podremos con nuestro esfuerzo y trabajo conjunto evitar que el dolor se perpetúe y darle vida a la esperanza de un mundo mejor».

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

El Opus Dei y yo

Actualizado 20 febrero 2010

Soy hijo de Dios, y soy hijo de la Iglesia Católica, Su mística Esposa. Hijo de Dios. En estas tres maravillosas palabras se desarrolla mi existencia, en ellas está todo lo que yo pudiera desear. No tiene parangón con nada. Nacimiento, sentido y horizonte. Es mi filiación divina la razón de ser de mi vida. Con mi específica personalidad (que es la que es), con la caligrafía propia de mi alma, con mis defectos y huídas, con mi innata sed de belleza y este afán de literatura que en fin. Sangre de Su Sangre: hijo. Bautizado por Él, confirmado y comulgado por Él. Soy hijo de Dios. Lo leo y no me lo creo, pero así es. Y lo escribo de nuevo para ser más consciente de ello (voy a ponerlo en negrita): hijo de Dios. Y la Providencia de su Amor me va educando, me protege y aúpa cuando me caigo -¡tantas veces!- o cuando me ve triste o en estado de melancolía. Siempre lo mismo: un niño al que le cuesta aprender. Pues me despisto enseguida, me gusta ir a lo mío y me rebelo con facilidad si me llevan la contraria. ¡Qué paciencia tiene Dios conmigo!

Y en esas estábamos cuando un día de diciembre de hace ya unos cuantos años Dios se me acercó al oído. Barrunté que el acento era distinto, como si quisiera darme a entender algo más especial, una noticia que era (y sigue siendo) para mí. ¡Una exclusiva! Confieso que tenía que estudiar bastante y que me entraron las prisas (cuando Dios nos habla -y todos sabemos cuándo nos habla- nos entra una prisa de lo más repentina, además del consabido canguelo). Yo no estaba en Galilea, ni había por allí ninguna orilla de ningún mar o lago. Pero Dios no me hablaba precisamente en arameo. “Ven y sígueme”. Era un español divino. La cosa no era que comenzara a seguirle. Bien que mal ahí estaba, y aunque ya por entonces me gustaba más leer o rebozarme de musarañas que rezar o estudiar (me decían que mi estudio debía de ser mi oración, sin chapuzas) era buen chaval, creo. Noté el amor de Dios como nunca. Y no era un alborozo juvenil que se queda en nada o una mera psicofonía sentimental. Era Dios, era Su cercanía, era Su llamada. ¡Precisamente a mí!

Y dije que sí. Serviam. Y hasta ahora, que estamos a mediados de febrero del año 2010. Seguirle más de cerca según el espíritu del Opus Dei, cuyo quicio es la filiación divina, el panorama de abrir el corazón en abanico a los demás y santificarse en el cansancio de la jornada. Hacer de la prosa diaria verso heroico. San Josemaría Escrivá lo decía desde 1928. Y luego lo proclamó el Concilio Vaticano II: la llamada universal a la santidad. Enamorarme de Dios por encima de todo. O mejor: a través de todo lo que pudiera sucederme. Sin excusas pueriles. En lo de todos los días, embebido de mundo -sin ser mundano-, con mis alegrías y penas, con mis amigos y libros, y con esas tapas y esas películas de John Ford o Billy Wilder. Luego llegó la que sería (y es) mi mujer y musa y vida. Y desde entonces nos estamos mirando a los ojos y haciendo acopio de besos y de ternura. Y un poco más tarde llegaron mis hijos, que no han dejado nunca de darme ideas para el alma. ¡Qué milagro el del amor humano! ¡Qué sobrenaturales son sus caricias!

Ecce ego quia vocasti me . Aquí estoy, porque un día Dios me dijo que adelante, que venga, que vale la pena. Si me daba la gana y aceptaba paladear sin remilgos el ciento por uno. En Su Opus Dei: desde entonces mi familia. Vocación, llamada. En esta parte de Su Iglesia, mi Madre. Algo he aprendido. (Y no es que Se lo esté poniendo demasiado fácil). Sobre todo he aprendido a querer. A querer querer. A querer lo que Él quiera. Sin desanimarme y sin hacer alardes de nada. A escanciar en mi vida un poco de Su intimidad infinita y a levantarme las veces que haga falta. Y uno es fiel a pesar de uno mismo. Es el amor de Dios, es la pujanza de la gracia que transforma todo lo que encuentra a su paso. Es mi libre decisión de seguirle. Y tan contento.

El próximo mes sabrá el sexo del bebé

Una mujer que amenazó con cuchillo a otra pro vida desiste de abortar gracias a ella

Lograr que alguien no pierda la vida es una de las mejores cosas que se pueden hacer en este mundo. Pero hacerlo con el hijo de quien te ha amenazado con un cuchillo en la garganta, lo es mucho más. Es la historia de Mechelle y Leah.

Actualizado 20 febrero 2010

Una mujer embarazada, que amenazó con un cuchillo a una activista pro-vida que se manifestaba pacíficamente en las afueras de una clínica abortista en Duluth, Minnesota (Estados Unidos), explicó que fue gracias a la valiente intervención de la joven que desistió de abortar y conservar a su bebé.

Los hechos ocurrieron el pasado 24 de noviembre de 2009 pero no fue sino hasta ahora, en el juicio que se le sigue por esta agresión, que se conoció el desistimiento de abortar de Mechelle Hall, una mujer de 26 años que amenazó con un cuchillo en la garganta a Leah Winandy, de 21 años de edad.

Ella, su madre Sarah Winandy y otros activistas se manifestaban pacíficamente en las afueras de una clínica abortista tratando de convencer a las mujeres para que no aborten a sus bebés. «Gracias por estar allí. Si no hubieras estado allí, probablemente hubiera seguido adelante y me hubiera arrepentido el resto de mi vida. Probablemente hubiera seguido otro camino (el aborto). Estoy verdaderamente apenada por lo que le hice a ella», declaró Hall telefónicamente al ser consultada sobre lo que piensa de Winandy, informa Aci.

Por su parte, Leah Winandy desde Wisconsin comentó que «estaba allí para pedirle a las madres que no maten a sus bebés en la clínica abortista. Ella (Hall) caminaba hacia mí. Sacó un cuchillo y lo blandía mientras me decía “no te me acerques”. Yo le dije “por favor no mates a tu bebé. Teme a Dios”. Me acerqué un poco más y le dije: “Mira y escucha tu ultrasonido”. Se abalanzó sobre mí y puso el cuchillo en mi garganta».

La oficina del fiscal que sigue el caso contactó a Leah Winandy y le preguntó si estaba de acuerdo con que a Mechelle Hall se le diera solamente libertad condicional en vez de mandarla a prisión. Ella accedió. «Perdono a Mechelle por lo que hizo y lo hago porque Dios me ha dado el perdón en mi corazón por ella», agregó.

Mechelle Hall explicó que sabrá el sexo del bebé, que lleva en su seno desde noviembre, el próximo mes de marzo.

Por su parte, el Director Nacional de Priests for Life (Sacerdotes por la Vida), P. Frank Pavone, dijo que este caso muestra «lo que es verdad sobre quienes buscan abortar e incluso sobre quienes hacen los abortos: están confundidos y son ambivalentes. Pese a sus esfuerzos por aparecer seguros de lo que hacen, no lo están. Pese a la retórica sobre la “libertad de elegir”, se vuelcan al aborto porque sienten que no tienen libertad ni opción».

«Y la lección para los activistas pro-vida es que lo que con frecuencia se presenta como ira y disgusto es el primer paso para la conversión. No debemos temerle a estas reacciones», concluyó.

La beatificación de Juan Pablo II pierde fuerza

TRAS EL ANUNCIO DE SEIS NUEVAS CANONIZACIONES

La especulación sobre la beatificación de Juan Pablo II en octubre pierde fuerza


El Vaticano ha anunciado que canonizará a seis nuevos santos, entre ellos una española y la primera australiana, el próximo 17 de octubre, lo que pone en seras dudas las especulaciones sobrela beatificación de Juan Pablo II para el próximo mes de octubre, como se había a puntado en las últimas fechas, tras la declaración de venerable por Benedicto XVI.

Actualizado 20 febrero 2010

El Vaticano hizo púiblico ayer que el Papa Benedicto XVI declarará seis nuevos santos el próximo 17 de octubre y con ello podría haber echado por tierra las especulaciones sobre una posible beatificación de Juan Pablo II en esa fecha. La sala de prensa de la Sede Apostólica comunicó el resultado de un Consistorio Ordinario Público que estableció que todos los beatos serán canonizados en una misma ceremonia presidida por el Papa.

Los futuros santos son Stanislaw Soltys (1433-1489), polaco sacerdote de los Canónicos Regulares Lateranenses; André Bessette (1845-1937), canadiense religioso de la Congregación de la Santa Cruz y Giulia Salzano (1846-1929), y la italiana fundadora de la Congregación de las Hermanas Catequistas del Sagrado Corazón.

Además, también será canonizada la española Cándida María de Jesús Ciprita y Barriola, fundadora de la Congregación de las Hijas de Jesús (1845-1912) y la italiana Battista Camilla Varano (1458-1524), monja del Orden de Santa Clara.

El mismo 17 de octubre también será elevada al honor de los altares la primera santa australiana, Mary Helen MacKillop, virgen y fundadora de la Congregación de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón.

Desde finales de 2009 se especula sobre la fecha de beatificación de Juan Pablo II, sobre todo después del 19 de diciembre cuando Benedicto XVI reconociera las «virtudes heroicas» de Karol Wojtyla otorgándole el título de «venerable siervo de Dios».