En memoria de un padre objetor

En memoria de Julio, padre objetor


Hace año y medio fallecía Julio Gómez-Pastrana, padre objetor entregado a la causa de evitar que la Educación para la Ciudadanía se impusiera en España. Con este motivo el semanario ALBA recoge una semblanza suya escrita por Luis Losada Pescador que reproduce Hazte Oir. La transcribimos íntegramente en homenaje a un hombre generoso.

“Iba a todas partes en muletas, literalmente arrastrándose; ha sido un testimonio ejemplar”, destaca Leonor Tamayo, coordinadora de la campaña de EpC de PPE; su mujer le pedía que descansase, pero él le respondía: “Es un problema de todos, es un mal extendido más allá de nuestros hijos”.

REDACCIÓN HO / ALBA, Por Luis Losada Pescador.- Julio Gómez-Pastrana estaba enfermo de cáncer cuando empezó a movilizar el Puerto de Santa María contra EpC. Comenzó en el instituto de sus hijos y consiguió que objetara el 80% de los alumnos. Todavía hoy es el colegio con mayor número de objetores de toda España.

¿Cómo lo hizo? Repartió guías, recogió firmas exigiendo a la dirección que respetara la objeción, analizó los libros de texto. “Cuando Julio comenzó con todo esto éramos cuatro gatos, la gente veía EpC como ‘ya se verá’”, relata su mujer, Teresa Alva Núñez. Hoy las cosas son diferentes. Su mujer reconoce estar feliz porque la gente “ha despertado, tiene ganas de luchar; juntos lo podemos conseguir”.

“Iba a todas partes en muletas, literalmente arrastrándose; ha sido un testimonio ejemplar”, explica Leonor Tamayo,coordinadora de las plataforma de EpC de Profesionales por la Etica (PPE). Su mujer le pedía que descansara. “Soy testigo de cómo Julio con 39 de fiebre se quedaba hasta las 3 de la mañana estudiando los libros de texto de las editoriales para hablar con propiedad”, relata su mujer. No sólo estudiaba, llamaba a otras plataformas para coordinarse y trataba de involucrar a otros padres. “También fui testigo de cuando la directora del instituto lo expulsó del centro argumentando que ahí no se podía informar; con un sol de justicia lo mandó a la calle”, relata Alba Nuñez. Julio tenía metástasis en las costillas, vértebras, brazos, piernas y pulmones. “Yo sufría viendo eso, le dije mil veces que abandonara esa batalla”, relata emocionada la mujer. Además, el matrimonio ya había encontrado plaza en Guadalete y Grazalema para sus hijos. “Yo sabía que le quedaba poco de vida y quería que estuviera tranquilo sus últimos meses”.

Pero él seguía adelante. No se trataba sólo de sus hijos, argumentaba. “Es un problema de todos; es un mal extendido más allá de nuestros hijos”, respondía. Luchador hasta el final. Atentos a la anécdota. Un día quedaron en el Puerto para recoger unos carteles. Tras una noche toledana, su mujer se ofreció para sustituirle. El le respondió que se había reservado la morfina para la mañana y acudió a la cita. “Repartimos carteles, él pegó por todas partes; yo le reñía porque no podía soportar ver esa imagen, con la muleta y la cara de dolor”, señala su mujer.

¿Por qué tanto esfuerzo? Por supuesto, los hijos. ¿Pero no estaban ya resguardados en buenos colegios? “Nuestros hijos no son de Guadalete o de Grazalema, son de la sociedad, de una sociedad que querían modelar por medio de EpC; cuando a nuestro hijo le guste una chica, no le preguntara si es de Grazalema; cuando nuestra hija pida cita con el ginecólogo, no preguntará si es de Guadalete”, le decía a su mujer. “Yo tengo más prisa que nadie porque cuando lleguen esos momentos yo no estará ahí”, concluía.

Así de sereno afrontaba la muerte. “No le daba miedo morir porque creía en Dios y estaba preparado”. Sin pensar un segundo en sí mismo. Sin la angustia de partir antes de lo que marcan las estadísticas. Tan sólo tenía miedo de dejar una viuda de 41 años con tres hijos en edades complicadas: 14, 11 y 9 años. “Le daba miedo, porque la sociedad me lo estaba poniendo muy difícil y me advirtió que no me rindiera, que luchara; él me confiaba a mí la educación moral de sus hijos”, señala su mujer. Nadie más debería educar a sus hijos. “Ni Zapatero, ni Rajoy ni Aznar”.

Lamentablemente, el cáncer se lo llevó el pasado mes de abril de 2008. Pero deja una herencia sin precio posible: el compromiso por sus hijos y por el bien de sus conciudadanos hasta el último minuto, hasta el último aliento. “El me confío la educación de sus hijos; es lo único que me pidió y lucharé como él; lo vamos a conseguir; ni un paso atrás. Él desde arriba, nos está ayudando. Ánimo y gracias a todos por la colaboración; ‘Ni un paso atrás’; juntos podemos”, arenga su mujer, Teresa Alva Núñez.

“¡Señor, Tu sufriste más!”

Julio Gómez Pastrana ofreció todos sus sufrimientos. “¡Señor, Tú sufriste más que yo!”. Era su continúa jaculatoria. Todo unido a una asfixia agobiante, relata su mujer, Teresa Alba Nuñez. La última semana, su mujer pidió a la doctora que lo ingresaran. “Mis hijos ya habían visto bastante y no quería que muriera con ellos en casa”. La psicóloga aconsejo que los niños fueran al hospital a despedirse de su padre. Al mayor, le dijo: “se un hombre”; al segundo, “¡campeón!”; y a la última: “cuida siempre a mamá”. Esa noche, su mujer se metió en la cama con él para hacerle cosquillas. “Me dijo que me quería, yo también se lo decía a él”. Al día siguiente, partió para la Casa del Padre.

Las últimas horas fueron muy duras. “No quería ni una gota de sedación, quería sufrir todo lo que Dios le mandara; para fue muy duro no dar mi consentimiento para los calmantes”.

Los últimos minutos llegó toda la familia. Julio se empeñó en rezar el rosario. “Yo sólo quería despedirme de él”. Pero él seguí rezando. “Yo me equivocaba de misterio, pero él me corregía”. Después comunión y unción de enfermos. Genio y figura. A tiempo y a destiempo. Con las prioridades bien puestas.

© 2009, Diario de un padre objetor. Todos los derechos reservados. Este texto puede ser citado siempre que se indique su procedencia y se enlace con su origen.

Educación sexual: Científicamente errónea

Educación sexual: además de adoctrinadora, científicamente errónea


Que la Ley sobre Salud Sexual y Reproductiva e Interrupción Voluntaria del Embarazo va a introducir en todos los niveles educativos una educación sexual adoctrinadora siguiendo el proyecto ideológico del gobierno, lo hemos denunciado desde que salió a la luz el borrador del Decreto.

Lo que no se ha comentado es que, los textos que hasta ahora formaban a los alumnos en contenidos relativos a la sexualidad contienen, en su práctica totalidad, contenidos científicamente erróneos o, como mínimo, cuestionables. O sea, que va a llover sobre mojado. La educación sexual en este país no va a ser ni científica ni neutra.

Apañados vamos si no es científicamente correcta. Porque su neutralidad es imposible desde el momento en que se propone impartirla en la escuela tratándose de una materia que conlleva una indudable carga moral, que hace imposible su docencia en condiciones de neutralidad ideológica.

Ante tamaña dificultad, quizá sea hora de abandonar por un momento la dificultosa construcción de una asignatura aceptable por todos (el famoso “mínimo común ético“, tan “mínimo” que nadie parece encontrarlo) y considerar la propuesta que muchos padres defendemos y un especialista en salud pública, Jokin de Irala, propone: “la responsabilidad de la educación afectivo-sexual es de los padres“.

“La obligatoriedad de impartir educación sexual en la escuela plantea un problema: que se pretendan imponer planteamientos sin fundamento en las evidencias científicas actuales; cuestiones muchas veces opinables e incluso contrarias al interés general”, afirma Jokin de Irala, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra. El tema cobra actualidad ante la aprobación en el Congreso de los diputados de la nueva ley del aborto, en cuyos primeros artículos se establece la educación sexual de los niños a cargo del Estado.

Según este experto, “la responsabilidad de la educación afectivo-sexual es de los padres. Los legisladores deben garantizarles que puedan formar a sus hijos según sus valores y que todo el sistema educativo respete la diversidad de convicciones”.

En este sentido, reivindicó una sana educación sexual y afectiva de padres y madres, apoyados por los docentes: “Ellos son quienes mejor conocen a sus hijos y quienes desde el amor, la cercanía y el trato diario pueden ayudar mejor a un joven a educar su carácter y prepararse para el amor”. Para ello, apostó por que los progenitores actualicen su formación para responder así a los retos educativos actuales: “Por ejemplo, a través de la lectura de textos fundamentados en la medicina basada en evidencias, la participación en escuelas de padres o la realización de cursos de formación presencial o a través de Internet”.

El profesor de la Facultad de Medicina aseguró que “la juventud recibe mucha información sobre sexualidad. Sin embargo, esta característica coexiste con cierto analfabetismo afectivo, sensación de infelicidad y fracaso en cuestiones relacionadas con amor”. En su opinión, es el resultado de insistir en los aspectos biológicos de la información sobre sexualidad sin ayudar a los jóvenes a desarrollarse como personas capaces de amar: “Una educación sexual sin valores es una llamada a la experimentación sexual. Y la experimentación sexual, con o sin preservativos, está llena de riesgos”.

La obligatoriedad de impartir una asignatura de educación sexual puede imponer planteamientos sin fundamento científico, Universidad de Navarra

En estos tiempos que vivimos lo obvio sorprende y hasta hay que justificarlo, pero permítanme que me pregunte ¿tan mal lo hemos hecho las familias durante millones de años formando a nuestros hijos en la sexualidad? ¿O no será, más bien, que lo que se pretende enseñar, por novedoso, sea algo distinto a lo que siempre hemos considerado sexualidad?

© 2009, Diario de un padre objetor. Todos los derechos reservados. Este texto puede ser citado siempre que se indique su procedencia y se enlace con su origen.

Lorca, antes de morir, rezó el «Señor Mío Jesucristo»

RECHAZÓ CONFESARSE, PERO LUEGO SE ARREPINTIÓ

Lorca, antes de morir, rezó el «Señor Mío Jesucristo» con el falangista Jover


La noche previa a su ejecución, el poeta rechazó confesarse con el párroco Crovetto. Poco después, pidió a su acompañante que le recordara alguna oración de las que la madre del escritor le había enseñado.

Actualizado 5 enero 2010

«En la noche del 18, en dos coches, uno de ellos conducido posiblemente por un tal García Jímenez», cuenta el informe, «es conducido Federico García Lorca a Víznar, custodiado por unos cuantos guardias, por Juan Tres Castros y Jiménez Calleja El Pajarero, miembro también de la «escuadra» de Ruiz Alonso y algún otro. Se detienen en la plaza del pueblo y uno de ellos, parece que Tres Castros, se entrevista con el capitán Nestares, dándole cuenta de la presencia del detenido e indicando que urge terminar con él.

Nestares lo envía a ´La Colonia´ y encarga de la acción al cabo Ayllon».   Federico, al llegar a «La Colonia» es tratado con mucha consideración y por eso al principio no teme por su vida. Incluso, ante algunos miembros de la bandera que hablan con él, hace cábalas sobre la posibilidad de representar sus obras y obtener dinero para los gastos de la guerra.

«El tiempo va pasando y la realidad va abriéndose camino. El cabo Ayllón ha formado el pelotón, como lo hizo en muchas ocasiones, con guardias de asalto y espera, como es también tradicional, las primeras luces del día próximo».

El falangista José Jover Tripaldi fue testigo de los últimos momentos y le dio la triste noticia a Federico de su inminente ejecución. A pesar de que Lorca no era fumador, pidió tabaco y Jover se lo ofreció. El poeta pasó sus últimas horas fumando cigarillos, uno tras otro y, cuenta el informe, «con marcado nerviosismo, pero sin descomponerse».

Las últimas horas

Jover preguntó a Federico si quería confesarse. En la época confesaba a los condenados un padre capuchino que era el párrroco del pueblo, José Crovetto Ballesteros.

El poeta no quiso. Pero más tarde, cuando se acercaba la hora fatídica, Lorca recapacitó y pidió un cura para confesarse. Como ya era tarde y no estaba el párroco rezó el Señor mío Jesucristo. Jover lo rezó con él porque el poeta, a pesar de que todas las oraciones se las había enseñado su madre de pequeño, no recordaba ninguna.

Relata el informe que «cuando terminaron la oración, unas lágrimas aparecieron en el rostro de Federico e inmediatamente el cabo Ayllón se dispuso a cumplir su deber». Otros dos o tres salieron de «La Colonia», uno posiblemente el maestro de Pulianas llamado Diascoro, al que le faltaba una pierna. En una camioneta, seguida de un coche se trasladaron al lugar elegido.

Una vez ante el piquete, Federico quiso regalar a Jover su encendedor de plata, pero éste lo rechazó. Ya muerto el poeta, un tal Cano (no es seguro) se apoderó del encendedor, como solían hacer con los objetos de valor que llevaban.

«Españoles patriotas»

La mayoría procedía de los Obreros Católicos que funcionaba paralelamente a la CEDA de Gil Robles. Entre ellos se formaban «escuadras», calificadas de «negras» por su actuación, dedicadas principalmente a la localización, detención y ejecución de elementos sospechosos.

Figuraban como activistas de estas escuadras Ramón Ruiz Alonso (ex diputado de la CEDA), Julio Moreno (diputado de la CEDA), Garci Alix, el abogado Juan Tres Castros y Federico Jimenez el pajarero. Muchos de ellos se pasaron a la CEDA por ofrecerles mejor campo para sus actividades contra el Frente Popular.

Otros como Paco el motrilero, Martínez el motorista, Pepe el panadero, Hernandez, Cano, etc. eran verdaderos pistoleros. Había por tanto dos clases de escuadras claramente diferenciadas.

«Falange Española»

Antonio Robles Jimenez era el jefe provincial y dos de los hermanos Rosales Camacho figuraban como jefes de centuria, excepto Antonio que era tesorero. «Ninguno de ellos militó en la Bandera Nestares y los militantes de la Falange Española eran minoría absoluta, privando siempre la CEDA».

«Una pintoresca bandera de Falange», llama el informe a la Bandera de Nestares,  ya que «la mayoría  eran gentes que huían del acoso rojo en diferentes pueblos y otros izquierdistas, que temían por sus vidas y así hallaron seguridad». Esta bandera residía en Víznar y Nestares obligaba a todas las mujeres jóvenes a vestir camisas más o menos azules y a practicar la instrucción militar en el patio del «Palacio», cuartel general del capitán.

«Entre ellas no había ideología política en general y menos aún de la Falange que les era completamente desconocida. Actuaban y acataban las órdenes, presas de un miedo insuperable».   Al atardecer, formaban en la plaza del pueblo para cantar el Cara al sol. Ahora bien, a estas «falangistas» se les cortaba el pelo al cero ante cualquier indisciplina o falta de impuntualidad, lo que demuestra la escasa simpatía que por ellas sentían, pareciendo más bien que se trataba de hacer un escarnio a la Falange.

Existe otro dato revelador en el documento, no descubierto, según parece, por los numerosísimos investigadores españoles y extranjeros, sobre el caso de Federico García Lorca: «En la puerta principal del Palacio de Víznar, cuartel general del capitán Nestares y por lo tanto cabecera de la titulada “bandera de Falange”, no figuraba, junto al “todo por la patria” ningún símbolo falangista, sin embargo aún puede leerse en rojo estas letras: “J.A. VIVA OBLES”, lo que puede traducrise con toda exactitud por “J.A.P. (Juventud de Acción Popular) Y VIVA GIL ROBLES».

«He ahí un dato harto elocuente del “falangismo” que imperaba en aquella bandera, en cuya cabecera se exaltaba la figura de un personaje que no se distinguió precisamente por su simpatía hacia la falange española, como tampoco Falange española sentía el menor agrado por él, por la CEDA y por sus milicias juveniles JAP».

Su única intención era la de abrazar al Pontífice

La chica aseguró que su única intención era la de abrazar al Pontífice

El Papa podría recibir a la joven que lo tiró al suelo en Nochebuena

Se lo habría prometido el secretario del Papa a Susanna Maiolo

Redacción, 04 de enero de 2010 a las 19:15

El Papa Benedicto XVI podría recibir en el Vaticano a Susanna Maiolo, la joven suiza que sufre un desequilibrio mental y que el pasado 24 de diciembre se lanzó sobre él, tirándole al suelo, poco antes de que empezara la Misa de Gallo, según ha publicado el diario italiano ‘Corriere della Sera’.

La chica y sus familiares podrían mantener un breve encuentro con el Pontífice con ocasión de una de las audiencias generales que se celebran en el Vaticano todos los miércoles, detalló el diario. Esto es lo que el secretario personal del Papa, monseñor Georg Gaenswein, habría dejado entender a la mujer durante el encuentro que mantuvo con ella el pasado 31 de diciembre.

Gaenswein visitó a la chica en el centro sanitario de Subiaco (cerca de Roma), donde fue ingresada a raíz de la agresión. A pesar del ímpetu con el que se abalanzó sobre el Papa, Maiolo aseguró que su única intención era la de abrazar al Pontífice.

El episodio, que tuvo lugar durante la procesión inicial de la Misa de Navidad, en el interior de la Basílica de San Pedro, generó el pánico entre los fieles que presenciaron la escena. Aun con todo, después de la caída, Benedicto XVI se levantó y celebró la Misa como si nada hubiera pasado.

Aunque la magistratura vaticana está llevando a cabo una investigación, lo más probable es que el proceso termine con la simple recomendación de ingresar a la enferma en un centro especializado en su país de origen, según indican los expertos.(RD/Ep)

Revelaciones de la Beata Ana Catalina Emmerick

Revelaciones de la Beata Ana Catalina Emmerick sobre los Reyes Magos

Actualizado 4 enero 2010

Vi la caravana de los tres Reyes llegando a una puerta situada hacia el Sur.
Un grupo de hombres los siguió hasta un arroyo que hay delante de la ciudad, volviéndose luego. Cuando hubieron pasado el arroyo, se detuvieron un momento para buscar la estrella en el cielo. Habiéndola divisado dieron un grito de alegría y continuaron su marcha cantando. La estrella no los conducía en línea recta, sino por un camino que se desviaba un poco al Oeste.
Pasaron delante de una ciudad pequeña, que conozco bien, detrás de la cual los vi que se detenían y oraban en dirección al Sur, en un sitio agradable al lado de un caserío. En este lugar, y delante de ellos, surgió un manantial de la tierra, lo que los llenó de regocijo. Bajaron y cavaron para esta fuente un pilón que rodearon de arena, piedras y césped. Acamparon allí durante varias horas, abrevaron y dieron de comer a sus animales, y tomaron ellos también un poco de alimento, pues en Jerusalén no habían podido descansar a consecuencia de sus diversas preocupaciones. Más tarde, vi a Nuestro Señor detenerse varias veces cerca de esta fuente, con sus discípulos.

La estrella, que brillaba durante la noche como un globo de fuego, se parecía ahora a la luna vista durante el día; no era perfectamente redonda, sino como recortada; a menudo la vi oculta por las nubes.
Sobre el camino directo de Belén a Jerusalén había gran movimiento de viajeros, con equipajes y asnos. Probablemente eran gentes que volvían de Belén después de haber pagado el impuesto, o que iban a Jerusalén al mercado o para visitar el Templo. El camino que seguían los Reyes era solitario, y Dios los llevaba sin duda por allí para que pudieran llegar a Belén durante la noche, sin llamar demasiado la atención.
Los vi ponerse en camino cuando ya el sol se hallaba muy bajo. Iban en el mismo orden, en que habían venido ; Ménsor, el más joven, iba delante; luego venía Saír, el cetrino, y por fin Teóceno, el blanco, que era también el de más edad.
Hoy a la hora del crepúsculo, vi el cortejo de los santos Reyes llegando ante Belén, cerca del mismo edificio en el que José y María se habían hecho inscribir y que era la casa solariega de la familia de David. Sólo quedan algunos restos de muros. Había pertenecido a los padres de San José. Era un gran edificio rodeado por otros más pequeños, con un patio cerrado, delante del cual había una plaza plantada de árboles con una fuente.
En esta plaza vi a unos soldados romanos, porque la casa era como una oficina para el cobro de impuestos. Cuando llegó el cortejo, cierto número de curiosos se agrupó a su alrededor.
Habiendo desaparecido la estrella, los Reyes sentían alguna inquietud. Se les aproximaron algunos hombres y los interrogaron. Ellos echaron pie a tierra, y unos empleados vinieron desde la casa a su encuentro con ramas en la mano, y les ofrecieron algunos refrescos. Ésta era la costumbre para dar la bienvenida a extranjeros distinguidos. Yo, entonces, pienso : «son mucho más amables con ellos que con el pobre San José, tan sólo porque han distribuido pequeñas piezas de oro».

Les hablaron del valle de los pastores como de un buen lugar para levantar sus carpas. Ellos se quedaron durante largo rato indecisos. Yo no les oí preguntar nada acerca del rey de los judíos recién nacido. Sabían que Belén era el sitio designado por la profecía; pero, a causa de lo que Herodes les había dicho, temían llamar la atención.

Pronto vieron brillar en el cielo, sobre un lado de Belén, un meteoro semejante a la luna cuando aparece; montaron entonces nuevamente en sus cabalgaduras, y costeando un foso y unos muros ruinosos, dieron la vuelta a Belén, por el Sur, y se dirigieron al Oriente hacia la gruta del Pesebre, que abordaron por el costado de la llanura donde los ángeles se habían aparecido a los pastores.
Cuando hubieron llegado cerca de la tumba de Maraha, en el valle que está detrás de la gruta del Pesebre, se apearon. Sus gentes deshicieron muchos envoltorios, levantaron una gran carpa que llevaban e hicieron otros arreglos, con ayuda de algunos pastores que les indicaron los sitios más convenientes.
El campamento se hallaba en parte arreglado, cuando los Reyes vieron aparecer la estrella, clara y brillante, sobre la colina del Pesebre, dirigiendo hacia ella perpendicularmente sus rayos de luz. La estrella pareció crecer mucho y derramó una cantidad extraordinaria de luz.

Yo los vi mirando primero todo con un aire de gran asombro. Estaba oscuro; no veían ninguna casa sino tan sólo la forma de una colina semejante a una muralla. De pronto sintieron un gran júbilo, pues vieron en medio de la luz la figura resplandeciente de un niño.
Todos se destocaron para demostrar su respeto; luego los tres Reyes fueron hacia la colina y encontraron la puerta de la gruta. Ménsor la abrió, viéndola llena de una luz celeste, y al fondo a la Virgen, sentada, sosteniendo al Niño, tal como él y sus compañeros la habían visto en sus visiones.
Volvió sobre sus pasos para contar a los otros lo que acababa de ver.

Entonces José salió de la gruta, acompañado por un viejo pastor, para ir a su encuentro. Los tres Reyes le dijeron con toda sencillez cómo habían venido para adorar al rey recién nacido de los judíos, cuya estrella habían visto, y para ofrecerle sus presentes. José los acogió muy afectuosamente, y el anciano pastor los acompañó hasta su séquito y los ayudó en sus arreglos, junto con otros pastores que se encontraban allí.
Ellos mismos se prepararon como para una ceremonia solemne.
Los vi ponerse unos grandes mantos, blancos con una cola que tocaba el suelo. Tenían un reflejo brillante, como si fueran de seda natural; eran muy hermosos y flotaban ligeramente a su alrededor. Eran éstas las vestiduras ordinarias para las ceremonias religiosas. En la cintura llevaban unas bolsas y unas cajas de oro colgadas de cadenas, cubriendo todo esto con sus amplios mantos. Cada uno de los Reyes venía seguido por cuatro personas de su familia, además de algunos servidores de Ménsor que llevaban una mesa pequeña, una carpeta con flecos y otros objetos.

Los Reyes siguieron a San José, y al llegar bajo el alero que estaba delante de la gruta, cubrieron la mesa con la carpeta y cada uno de ellos puso encima las cajas de oro y los vasos que desprendieron de su cintura : eran los presentes que ofrecían entre todos.
Ménsor y los demás se quitaron las sandalias, y José abrió la puerta de la gruta. Dos jóvenes del séquito de Ménsor iban delante de él; tendieron una tela sobre el piso de la gruta, retirándose luego hacia atrás ; otros dos los siguieron con la mesa, sobre la que estaban los presentes.
Una vez llegado delante de la Santísima Virgen, Ménsor los tomó, y poniendo una rodilla en tierra, los depositó respetuosamente a sus plantas. Detrás de Ménsor se hallaban los cuatro hombres de su familia que se inclinaban con humildad. Saír y Teóceno, con sus acompañantes, se habían quedado atrás, cerca de la entrada.
Cuando se adelantaron, estaban como ebrios de alegría y de emoción, e inundados por la luz que llenaba la gruta. Sin embargo, allí sólo había una luz : la Luz del mundo.

María, apoyada sobre un brazo, se hallaba más bien recostada que sentada sobre una especie de alfombra, a la izquierda del Niño Jesús, el cual estaba acostado dentro de una gamella cubierta con una carpeta y colocada sobre una tarima, en el lugar en que había nacido; pero en el momento en que ellos entraron, la Santísima Virgen se sentó, se cubrió con su velo y tomó entre sus brazos al Niño Jesús, cubierto también por su amplio velo.
Ménsor se arrodilló, y colocando los presentes ante él, pronunció palabras conmovedoras rindiéndole homenaje, cruzando las manos sobre el pecho e inclinando su cabeza descubierta.
Entre tanto, María había desnudado el busto del Niño, el cual miraba con semblante amable desde el centro del velo en que se hallaba envuelto; su madre sostenía su cabecita con uno de sus brazos y lo rodeaba con el otro. Tenía sus manitas juntas sobre el pecho, y a menudo las tendía graciosamente a su alrededor.
¡Oh, qué felices se sentían de adorar al Niño Rey aquellos buenos hombres venidos de Oriente!

Viendo esto me decía a mí misma: «Sus corazones son puros y sin mancha, llenos de ternura y de inocencia como corazones de niños piadosos. No hay nada violento en ellos, y sin embargo están llenos de fuego y de amor. Yo estoy muerta, yo no soy ya más que un espíritu; de otro modo no podría ver esto, pues esto no existe ahora, y sin embargo existe ahora; pero no existe en el tiempo; en Dios no hay tiempo; en Dios todo es presente; yo estoy muerta, ya no soy más que un espíritu». Mientras me asaltaban aquellos pensamientos tan extraños, escuché una voz que me decía : «¿Qué te puede importar eso? Mira y ataba al Señor, que es eterno y en quien todo es eterno».

Vi entonces a Ménsor que sacaba de una bolsa, colgada de su cintura, un puñado de pequeñas barras compactas, pesadas, del largo de un dedo, afiladas en la extremidad y brillantes como el oro; era su regalo, que colocó humildemente sobre las rodillas de la Santísima Virgen al lado del Niño Jesús. Ella lo tomó con un agradecimiento lleno de gracia y lo cubrió con un extremo de su manto. Ménsor dio aquellas pequeñas barras de oro, virgen porque era muy sincero y caritativo, y buscaba la verdad con un ardor constante e inquebrantable.

Después se retiro, retrocediendo con sus cuatro acompañantes, y Saír, el Rey cetrino, se adelanto con los suyos y se arrodilló con una profunda humildad, ofreciendo su presente con palabras conmovedoras. Era un vaso de oro para poner el incienso, lleno de pequeños granos resinosos, de color verdoso; lo puso sobre la mesa delante del Niño Jesús. Saír dio el incienso, porque era un hombre que se conformaba respetuosamente y desde el fondo de su corazón, a la voluntad de Dios y la seguía con amor. Se quedó largo rato arrodillado con un gran fervor antes de retirarse.
Luego vino Teóceno, el mayor de los tres. Tenía mucha edad; sus miembros estaban endurecidos, no siéndole posible arrodillarse; pero se puso de pie, profundamente inclinado, y colocó sobre la mesa un vaso de oro con una hermosa planta verde. Era un precioso arbusto de tallo recto, con pequeños ramos crespos coronados por lindas flores blancas: era la mirra. Ofreció la mirra, por ser el símbolo de la mortificación y de la victoria sobre las pasiones, pues este hombre excelente había sostenido perseverante lucha contra la idolatría, la poligamia y las costumbres violentas de sus compatriotas. En su emoción, se quedó durante tanto tiempo con sus cuatro acompañantes ante el Niño Jesús, que tuve lástima de los otros criados que estaban fuera de la gruta, y que habían esperado tanto para ver al Niño.
Las palabras de los Reyes y de todos sus acompañantes eran llenas de simplicidad y siempre muy conmovedoras. En el momento de prosternarse y al ofrecer sus presentes, se expresaban más o menos en estos términos: «Hemos visto su estrella; sabemos que Él es el Rey de todos los reyes; venimos a adorarlo y a ofrecerle nuestro homenaje y nuestros presentes». Y así sucesivamente.

Estaban como en éxtasis, y en sus oraciones inocentes y afectuosas, recomendaban al Niño Jesús sus propias personas, sus familias, su país, sus bienes y todo lo que tenía algún valor para ellos sobre la tierra. Ofrecían al Rey recién nacido sus corazones, sus almas, sus pensamientos y sus acciones. Le pedían que les diera una clara inteligencia, virtud, felicidad, paz y amor. Se mostraban inflamados de amor y derramaban lágrimas de alegría, que caían sobre sus mejillas y sus barbas. Se hallaban en plena felicidad. Creían haber llegado ellos mismos hasta aquella estrella hacia la cual, desde miles de años atrás, sus antepasados habían dirigido sus miradas y suspiros, con un deseo tan constante. Todo el regocijo de la promesa realizada después de tantos siglos estaba en ellos.

La madre de Dios aceptó todo con humilde acción de gracias; al principio no dijo nada, pero un simple movimiento bajo su velo expresaba su piadosa emoción. El cuerpecito del Niño se mostraba brillante entre los pliegues de su manto.
Por fin, Ella dijo a cada uno algunas. palabras humildes y llenas de gracia, y echó un poco su velo hacia atrás. Allí pude recibir una nueva lección. Pensé: «con qué dulce y amable gratitud recibe cada presente! Ella, que no tiene necesidad de nada, que posee a Jesús, acoge con humildad todos los dones de la caridad. Yo también, en lo futuro, recibiré humildemente y con agradecimiento todas las dádivas caritativas» ¡ Cuánta bondad en María y en José ! No guardaban casi nada para ellos, y distribuían todo entre los pobres.

Cuando los Reyes hubieron abandonado la gruta con sus, acompañantes, volviéndose a sus carpas, sus criados entraron a su vez. Habían levantado las tiendas, descargado los animales, puesto todo en orden, y esperaban delante de la puerta, llenos de paciencia y de humildad. Eran más de treinta, y estaba también con ellos un grupo de niños que llevaban solamente un paño ceñido a los riñones y un pequeño manto.
Los criados entraron de cinco en cinco, conducidos por uno de los personajes principales bajo cuyas órdenes servían. Se arrodillaban alrededor del Niño y lo honraban en silencio. Finalmente, entraron los niños todos juntos, se pusieron de rodillas y adoraron a Jesús con una alegría inocente y cándida.
Los servidores no se quedaron mucho tiempo en la gruta del Pesebre, pues los Reyes volvieron a entrar solemnemente. Se habían puesto otros mantos largos y flotantes; llevaban en la mano unos incensarios, y con ellos incensaron con gran respeto al Niño, a la Santísima Virgen, a José y a toda la gruta. Luego se retiraron, después de haberse inclinado profundamente.

Ésta era una de las formas de adorar que tenía aquel pueblo.
Durante todo este tiempo, María y José se hallaban penetrados por la más dulce alegría. Jamás los había visto así; lágrimas de ternura corrían a menudo por sus mejillas. Los honores solemnes rendidos al Niño Jesús, a quien ellos se veían obligados a alojar tan pobremente, y cuya dignidad suprema quedaba escondida en sus corazones, los consolaba infinitamente. Veían que la Providencia todopoderosa de Dios, a pesar de la ceguera de los hombres, había preparado para el Niño de la Promesa, y le había enviado desde las regiones más lejanas, lo que ellos por sí no podían darle: la adoración debida a su dignidad, y ofrecida por los poderosos de la tierra con una santa magnificencia. Adoraban a Jesús con los santos Reyes. Los homenajes ofrecidos los hacían muy felices.

Las tiendas estaban levantadas en el valle situado detrás de la gruta del Pesebre, hasta la gruta de la tumba de Maraha ; los animales se hallaban puestos en filas y atados a estacas, y separados por medio de cuerdas. Cerca de la carpa grande que estaba al lado de la colina del Pesebre, había un espacio cubierto con esteras, donde estaba depositada una porción del equipaje; sin embargo, la mayor parte fue llevada a la gruta de la tumba de Maraha.
Cuando todos hubieron abandonado el Pesebre, ya se habían levantado las estrellas. Se reunieron en círculo cerca del viejo terebinto que se alzaba sobre la gruta de Maraha, y entonaron cantos solemnes en presencia de las estrellas. No me es posible decir la emoción de aquellos cantos que resonaban en medio del valle silencioso. ¡Durante tantos siglos sus antepasados habían mirado los astros, rezado, cantado, y he aquí que ahora todos sus deseos habían sido escuchados ! Cantaban como ebrios de alegría y de agradecimiento.

Entre tanto, José, con la ayuda de dos viejos pastores, había preparado una comida frugal en la tienda de los tres Reyes. Trajeron pan, frutas, panales de miel, algunas hierbas y frascos de bálsamo, poniéndolo todo sobre una mesa baja, cubierta con una carpeta. José había conseguido estas cosas desde la mañana para recibir a los Reyes, cuya venida le había sido anunciada de antemano por la Santísima Virgen.
Cuando los Reyes volvieron a su carpa, vi que San José los recibía muy cordialmente, y les rogaba, que siendo sus huéspedes, se dignaran aceptar la sencilla comida que les ofrecía. Se ubicó al lado de ellos junto a la mesa, y luego empezaron a comer.
San José no mostraba timidez alguna; hallábase tan contento que derramaba lágrimas de alegría.

( Cuando vi esto, pensé en mi difunto padre, el pobre campesino, que en ocasión de mi toma de hábito en el convento, se vio obligado a sentarse a la mesa en compañía de muchas personas distinguidas. En su sencillez y su humildad, al principio había sentido mucho miedo; luego, púsose tan contento que hasta derramó lágrimas de alegría. Sin querer, ocupaba el primer lugar en la fiesta. )

Después de aquella pequeña comida, José los dejó. Algunas de las personas más importantes de la caravana fueron a una posada de Belén; las otras se echaron sobre sus lechos, que estaban preparados formando un círculo bajo la carpa grande, y en ellos reposaron. José, que había vuelto a la gruta, puso todos los presentes a la derecha del Pesebre, en un rincón en el cual había colocado un tabique, de manera que no se pudiera ver lo que había detrás.

La criada de Ana, que después de la partida de esta se había quedado al lado de la Santísima Virgen, se había mantenido oculta en una gruta lateral durante toda la ceremonia, no volviendo a aparecer hasta que todos se hubieron marchado. Era una mujer inteligente y de espíritu grave. No vi a la Sagrada Familia, ni a esta criada mirando los presentes de los Reyes con satisfacción mundana; todo fue aceptado con humilde agradecimiento y casi de inmediato distribuido caritativamente.
Esta noche, vi en Belén un poco de agitación con motivo de la llegada de la caravana a la casa en que se pagaba el impuesto; más tarde hubo muchas idas y venidas en la ciudad. Las gentes que habían seguido el cortejo hasta el valle de los pastores, no habían tardado en volver. Luego, mientras los tres Reyes, llenos de alegría y de fervor, adoraban y depositaban sus presentes en la gruta del Pesebre, vi a algunos judíos rondando por los alrededores, a cierta distancia, que espiaban y murmuraban en voz baja. Más tarde, los vi ir y venir dentro de Belén, y presentar diversos informes.

No pude dejar de llorar amargamente por estos desgraciados. Sufro mucho viendo a estas malas personas que entonces, y todavía ahora, cuando el Salvador se acerca a los hombres, se ponen a murmurar y a observar, y luego, arrastrados por su malicia, propagan mentiras. ¡Cuán dignos de compasión me parecían aquellos desgraciados ! Tienen la salvación tan cerca de ellos, y la rechazan, mientras que estos buenos Reyes, guiados por s fe sincera en la Promesa, han venido desde tan lejos han encontrado la salvación. ¡Ay! ¡Con cuánto dolor lloro por estos hombres endurecidos y ciegos !

En Jerusalén vi hoy, durante el día, a Herodes leyendo todavía unos rollos en compañía de unos escribas, y hablando de lo que habían dicho los tres Reyes. Después todo entro nuevamente en calma, como si se hubiera querido acallar este asunto.
Hoy por la mañana temprano vi a los Reyes y a algunas personas de su séquito, visitando sucesivamente a la Sagrada Familia. Los vi también, durante el día, cerca de su campamento y de sus bestias de carga, ocupados en hacer diversas distribuciones. Estaban llenos de júbilo y de felicidad, y repartían muchos regalos. Vi que entonces, se solía siempre hacer esto, en ocasión de acontecimientos felices.

Los pastores que habían prestado servicios al séquito de los Reyes, recibieron valiosas gratificaciones; también a muchos pobres les fueron ofrecidos presentes. Vi que ponían unos chales sobre los hombros de algunas pobres viejitas encorvadas que habían ido allí.
Entre las personas del séquito de los tres Reyes, había algunas que se encontraban a gusto en el valle cerca de los pastores y que deseaban quedarse allí para vivir junto a ellos. Dieron a conocer su deseos a los Reyes, y obtuvieron el permiso de quedarse, habiendo recibido además muy ricos regalos, entre otros, colchas, vestidos, oro en grano, y además los asnos en los que habían montado. Viendo a los Reyes que distribuían también muchos trozos de pan, me pregunté al principio dónde podían haberlo conseguido; pero luego recordé haberlos visto varias veces, en los sitios en que establecían su campamento, preparar, gracias a su provisión de harina, dentro de moldes de hierro que llevaban, pequeños panes chatos, parecidos a las galletas, que ponían sobre sus bestias de carga, amontonados dentro de livianas cajas de cuero. Hoy vinieron también muchas personas de Belén que se agrupaban alrededor de ellos, para conseguir algunos obsequios, bajo diferentes pretextos.

Por la noche, fueron al Pesebre para despedirse. Primero fue sólo Ménsor.
María le puso al Niño Jesús en los brazos; él lloraba y resplandecía de alegría.
Luego vinieron los otros dos, y derramaron lágrimas al despedirse. Trajeron todavía muchos presentes; piezas de tejidos diversos, entre los cuales algunos que parecían de seda sin teñir, y otros de color rojo o floreados; también trajeron muy hermosas colchas. Quisieron además dejar sus grandes mantos de color amarillo pálido, que parecían hechos con una lana extremadamente fina; eran muy livianos y el menor soplo de aire los agitaba. Traían también varias copas, puestas las unas sobre las otras, cajas llenas de granos, y en una cesta, unos tiestos donde había hermosos ramos de una planta verde con lindas flores blancas. Aquellos tiestos se hallaban colocados unos encima de otros dentro de la canasta. Era mirra. Dieron igualmente a José unos jaulones llenos de pájaros, que habían traído en gran cantidad sobre sus dromedarios para alimentarse con ellos.

Cuando se separaron de María y del Niño, todos derramaron muchas lágrimas. Vi a la Santísima Virgen de pie junto a ellos en el momento de despedirse. Llevaba sobre su brazo al Niño Jesús envuelto en su velo, y dio algunos pasos para acompañar a los Reyes hasta la puerta de la gruta ; allí se detuvo en silencio, y para dar un recuerdo a aquellos hombres excelentes, desprendió de su cabeza el gran velo transparente de tejido amarillo que la envolvía, así como al Niño Jesús, y lo puso en las manos de Ménsor. Los Reyes recibieron aquel presente inclinándose profundamente, y un júbilo lleno de respeto hizo palpitar sus_ corazones, cuando vieron ante ellos a la Santísima Virgen sin velo, teniendo al pequeño Jesús. ¡Cuántas dulces lágrimas derramaron al abandonar la gruta ! El velo fue para ellos desde entonces la más santa de las reliquias que poseían.

La Santísima Virgen, recibiendo los presentes, no parecía darles gran valor; y sin embargo, en su conmovedora humildad, mostraba un verdadero agradecimiento a la persona que los ofrecía. Durante esta maravillosa visita no vi en Ella ningún sentimiento de complacencia para consigo misma; solamente al principio, por amor hacia el Niño Jesús y por compasión hacia San José, se dejó llevar con naturalidad por la esperanza de que en adelante, San José y el Niño encontrarían quizás un poco de simpatía en Belén, y que ya no serían tratados con tanto desprecio como lo fueron a su llegada, pues la tristeza y la inquietud de San José la habían afligido mucho.

Cuando los Reyes se despidieron, la lámpara estaba ya encendida en la gruta. Todo estaba oscuro, y ellos se fueron enseguida con sus acompañantes debajo del gran terebinto que había encima de la tumba de Maraha, para celebrar allí, como en la víspera por la noche, las ceremonias de su culto. Debajo del árbol había una lámpara encendida. Cuando las estrellas aparecieron, se pusieron a rezar y a entonar melodiosos cantos. Las voces de los niños producían un efecto muy agradable en aquel coro. Luego, se dirigieron todos a la carpa en la que José había preparado de nuevo una ligera comida. Después de esto, algunos se volvieron a su posada de Belén, mientras otros iban a descansar bajo la carpa.

Hacia la medianoche, tuve de pronto una visión. Vi a los Reyes descansando en su carpa sobre unas colchas tendidas en el suelo, y cerca de ellos percibí a un hombre joven y resplandeciente. Era un ángel que los despertaba y les decía que debían partir de inmediato, sin volver por Jerusalén, sino a través del desierto, siguiendo las orillas del Mar Muerto.
Los Reyes se levantaron en seguida de sus lechos, y todo su séquito pronto estuvo en pie. Uno de ellos fue al Pesebre a despertar a San José, quien corrió a Belén para advertir a los que allí se habían hospedado; pero los encontró en el camino, pues ellos habían tenido la misma aparición. Plegaron la carpa, cargaron el fardaje y todo fue envuelto y preparado con una asombrosa rapidez. Mientras los Reyes se despedían en forma conmovedora de San José una vez más delante de la gruta del Pesebre, su séquito partía en destacamentos separados para tomar la delantera, y se dirigía hacia el Sur con el fin de costear el Mar Muerto atravesando el desierto de Engaddi.
Los Reyes instaron a la Sagrada Familia a que partiera con ellos, porque sin duda alguna un gran peligro la, amenazaba; luego aconsejaron a María que se ocultara con el pequeño Jesús, para no ser molestada a causa de ellos. Lloraron entonces como niños, y abrazaron a San José diciéndole palabras conmovedoras; luego montaron sus dromedarios, ligeramente cargados, y se alejaron a través del desierto. Vi al ángel cerca de ellos, en la llanura, señalarles el camino. Pronto desaparecieron. Seguían rutas separadas, a un cuarto de legua unos de otros, dirigiéndose durante una legua hacia el Oriente, y enseguida hacia el Sur, en el desierto.

Beata Ana Catalina Emmerick
Nacimiento e infancia de Jesús
Edit. Edibesa, Madrid. Pág. 88 y ss.

Pidió el bautismo antes de morir en un accidente

HOY SE CUMPLEN 50 AÑOS DE SU DESAPARICIÓN

Albert Camus, ateo y existencialista, pidió el bautismo antes de morir en un accidente


Un cuatro de enero de 1960, Albert Camus, moría en un accidente de coche con el sobrino de su editor, Michel Gallimard. Aparece ahora en español un documento inédito que narra el acercamiento a Cristo del Nobel francés, considerado como una referencia del existencialismo.

Actualizado 4 enero 2010

«Soy un hombre desilusionado y exhausto. He perdido la fe, he perdido la esperanza. (…). Es imposible vivir una vida sin sentido». Eso decía Albert Camus, hace ya 50 años, en París, al reverendo Howard Mumma, con quién entabló una profunda amistad. El nobel francés añoraba una trascendencia que alejase al mundo del sinsentido, y en su búsqueda puso en juego toda la racionalidad que desplegó en sus obras.

Conversaciones en busca de respuestas
¿El padre del existencialismo, un ateo irredente, quería ser cristiano? Así es. Mumma recogió esas conversaciones en un libro que ahora ve la luz en castellano: El existencialista hastiado (Vozdepapel), en dónde traslucen los extensos y profundos diálogos con Camus y Sartre, y muestra hasta qué punto un existencialista hastiado luchó por alcanzar una fe que le diese aquello que el mundo no le daba.

Camus tenía inquietudes religiosas
Editado por primera vez en castellano, el extraordinario testimonio de Mumma recoge extensos y profundos diálogos con Camus, y muestra hasta qué punto un existencialista hastiado luchó por alcanzar una fe que le diese aquello que el mundo no le daba.

«Soy un hombre desilusionado»
El relato de este proceso de inquietud por conocer la respuesta que ofrece la fe cristiana a los interrogantes más profundos del ser humano, nos desvela a un escritor derrotado por el éxito e insatisfecho por la imposibilidad de encontrar en la lucha política por la justicia una solución a los problemas del mundo. “Soy un hombre exhausto y desilusionado. Es imposible vivir sin sentido”.

Desconcertante en él buscar el sentido de la vida. Las conversaciones de Mumma vienen precedidas por un estudio de la obra literaria y filosófica de Albert Camus, en el que el profesor universitario José Ángel Agejas recorre las distintas etapas creativas del escritor.

¿Una respuesta al sentido de la vida?
Lo más interesante de este análisis es comprobar cómo Albert Camus se planteó siempre desde la honestidad intelectual que su obra literaria no era una respuesta a la cuestión del sentido de la vida, sino una reflexión en voz alta sobre la incapacidad del mundo para dar una respuesta satisfactoria.

Camus no se consideraba un existencialista
Camus sufrió siempre la incomprensión de quienes le consideraban un existencialista, etiqueta que él rechazó. Su obra no era una defensa del absurdo de la existencia, sino un testimonio de que el mundo sólo responde con el absurdo a la inquietud del corazón humano por encontrar el sentido.

«Voy a seguir luchando por alcanzar la fe»
Del ateísmo a la creencia. La despedida de Mumma y Camus concluyó con la fase más desconcertante del relato para quienes siguen viendo en el Nobel francés a un defensor del agnosticismo: “Amigo mío, ¡voy a seguir luchando por alcanzar la fe!”.

Fallece Leon Yao Liang

SU FIDELIDAD AL PAPA, ÚNICA «ACUSACIÓN»

Fallece Leon Yao Liang, el obispo chino que pasó 28 años en la cárcel con trabajos forzados


El obispo auxiliar de Xiwanzi, en la provincia china de Hebei, monseñor Leon Yao Liang, falleció el pasado 30 de diciembre a los 87 años de edad, y que fue conocido por haber pasado 28 años entre la cárcel y campos de trabajos forzados al ser condenado por el Gobierno chino debido a su fidelidad al Papa y a la Iglesia católica.

Actualizado 5 enero 2010

Según informó ´The Cardinal Kung Foundation´, todavía no se conoce cuándo se celebrará el entierro a causa de que la noticia de su muerte «está siendo fuertemente controlada por las autoridades chinas».
El obispo nació en 1923 en La ciudad de Gonghui, en el condado de Zhagbei. Fue ordenado sacerdote en 1946, y tras ésta, le fueron encomendadas varias parroquias como coadjutor. Posteriormente, el régimen comunista limitó su trabajo pastoral en la región de Xiwanzi y subsistió cultivando hortalizas y vendiendo madera para hacer fuego.
En 1956, fue obligado a entrar en un campo de trabajos forzados y, dos años después, condenado a cadena perpetua. Según detalla la fundación, «su crimen fue estar en comunión con el Papa y con la Iglesia católica universal». Finalmente, en 1984, fue puesto en libertad y en 2002 ordenado obispo por mandato del Vaticano, informa Europa Press.
Entretanto, ´The Cardinal Kung Foundation´ también denuncia la desaparición de tres sacerdotes de la Iglesia católica clandestina (así es como se denomina a la que es fiel al Papa). Según detalla el presidente de esta institución, Joseph Kung, los religiosos habrían desaparecido en junio del pasado año, hecho que no se conoció hasta ayer. Además, recoge que los testimonios de los feligreses apuntan al Gobierno como causante del secuestro.
Finalmente, Kung denuncia que el obispo de Xuanhua, en Hebei, está arrestado por autoridades judiciales, y que miembros de la Iglesia Patriótica (la Iglesia católica que domina el Gobierno) presionan a sacerdotes de la clandestina para unirse a sus filas.

Visita de Schönborn a Medjugorge

CREE QUE HA ACTUADO DE FORMA IMPRUDENTE

El obispo de Mostar expresa su malestar por la visita de Schönborn a Medjugorge


El obispo de Mostar-Duvno (Bosnia-Herzegovina), monseñor Ratko Peric;, explicó que la reciente visita del Arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn, a Medjugorge, no significa el reconocimiento de la «autenticidad» de las apariciones marianas y que, lamentablemente, podría ser interpretada como un apoyo a unos católicos «en desobediencia eclesiástica».

Actualizado 5 enero 2010

En un texto firmado por monseñor Perić, el Prelado explica que la reciente visita pública del Cardenal a finales de diciembre, así como sus expresiones sobre el hecho que las apariciones «no son obra humana», y su visita a la «vidente» Marija Lunetti, lo han dejado «no poco sorprendido».   Esta sorpresa, explica el Prelado bajo cuya jurisdicción se encuentra Medjugorge -cuya autenticidad aún no ha sido declarada oficialmente por la Iglesia- se debe a que «existe entre nosotros los obispos cierto protocolo eclesiástico: el obispo o el cardenal que desea venir de otra diócesis y aparecer públicamente, se anuncia en primer lugar al obispo local, hecho sugerido también por la prudencia eclesial. Considero además que tal prudencia eclesial y tal regla habitual han debido aplicarse especialmente en este caso».

«Estoy sorprendido porque de la oficina del cardenal Schönborn hasta la publicación de esta declaración no se ha anunciado nada y supongo que el cardenal conoce la actitud de la Iglesia en Medjugorje, actitud basada en las investigaciones y las conclusiones, de que no se puede afirmar que se trata de ‘apariciones’ o ‘revelaciones sobrenaturales’», informa Aci.

Seguidamente explica que su visita al «cenáculo» y a una disidente «quien, además, como religiosa no tiene permiso de operar en el territorio de esta diócesis, se podría interpretar también como apoyo a ella. No solo a ella, sino también a un conspicuo número de nuevas comunidades y asociaciones de fieles desobedientes, en Medjugorje, que en la visita del Cardenal pueden leer un aliento a su desobediencia eclesiástica».

El obispo da cuenta luego de algunos «hechos dolorosos» en la Iglesia local que involucran a diversos ex franciscanos, ahora disidentes, como «Tomislav Vlašić, quien fuera dimitido de los frailes menores el año pasado y que la Santa Sede ha liberado de toda obligación sacerdotal, y fray Jozo Zovko, privado de todo ejercicio sacerdotal en el territorio de esta diócesis desde 2004, quien, según noticias de los diarios, fue retirado por sus superiores religiosos del territorio de Herzegovina, y al que se le ha prohibido todo contacto con Medjugorje».   El obispo de Mostar-Duvno concluye su declaración informando a «los fieles que la visita del cardenal Christoph Schönborn no significa algún tipo de reconocimiento de la autenticidad de las apariciones ligadas a Medjugorje. Lamento que el Cardenal, con su visita y declaraciones haya añadido más sufrimiento a la Iglesia local que no contribuyen a su paz y unidad que se hacen tan necesarias».

Otras alternativas al aborto

Javier Santamaría, director de El Hijo de las Estrellas

«Al Gobierno no le interesa mostrar otras alternativas al aborto»


El documental muestra una «opción de vida» a quién quiera abortar


Miguel Pato, 04 de enero de 2010 a las 18:44

Ahora que la Reforma de la Ley del Aborto ya ha sido aprobada por el Congreso nacen iniciativas que tratarán de promover alternativas a una opción que consideran «un genocidio«. Antes del verano estará listo el nuevo documental de Javier Santamaría, El hijo de las Estrellas, cuyo mensaje será ofrecer «una opción de vida» a las mujeres que piensen interrumpir su embarazo.

«La familia es la única opción para que el sistema funcione. Si nos cargamos la familia (con el aborto, la retirada de los crucifijos de las escuelas…) se minará el sistema social actual».

Santamaría, que lleva a su espalda una docena de peliculas documentales desde Piedras Perdidas emitida actualmente por Canal Historia hasta su última producción en África donde pasó más de tres meses siguiendo la obra de la Fundación Bangassou, no quiere hablar de imposiciones en un sentido o en otro. La película-documental en la que trabaja quiere contrarrestar la desinformación que reina en el Gobierno.

«Nosotros queremos informar, aportar otras opciones y fomentar las ayudas estatales e institucionales para que no aborten miles de mujeres que no encuentran otra salida.»

A los políticos que, aun siendo católicos, hayan apoyado esta reforma de Ley se les debe retirar la comunión. Esta premisa impuesta por la Conferencia Episcopal es secundada por Santamaría quien añade que «el aborto es un genocidio». Razón por la cual se deduce que la comunión es incompatible con la fe católica.

A través de la web de El Hijo de las Estrellas toda persona que esté interesada en este tema puede, no sólo empezar a informarse, convertirse en productor de este documental. El objetivo es que en el mes de septiembre se estrene en cines y se pueda acceder a su visionado en plataformas como Internet.