Una católica regresa del Infierno

La médico colombiana Gloria Polo

 

Lucia Rivera. Gloria Polo, médico colombiana, fue alcanzada por un rayo y vivió la experiencia de la muerte tras tres días de coma profundo. Asistía a misa los domingos e incluso rezaba el rosario, aunque con afán económico, pero el veredicto inapelable de Jesucristo al traspasar la frontera de la muerte fue: “destino: el Infierno”. Sólo la oración de intercesión de un campesino robó a Dios la gracia de devolverla a la vida y le mostró como había transgredido los 10 mandamientos.

Su testimonio, es ahora para nosotros, un grave aviso. Algunos de los pecados que el divino juez le pidió que repitiera al mundo mil veces mil, para que escarmentáramos en cabeza ajena habían sido: dedicaba media hora a Dios el domingo mientras visitaba el gimnasio a diario, y gastaba fortunas en dietas, tratamientos corporales y salidas nocturnas, dando en Misa unas pocas monedas. Criticaba y mentía. Se quedó embarazada en su primera experiencia sexual, y abortó. Posteriormente se implantó una “T” de cobre como anticonceptivo con los consiguientes microabortos. Era partidaria de la eutanasia y del divorcio y costeó algunos abortos. Un día se quedó con un cambio erróneo considerable en un supermercado. Aunque no había materializado el adulterio, sí había provocado deseos impuros en los hombres con su forma de vestir. Comulgaba sacrílegamente, pues la única confesión bien hecha fue la de su primera comunión. Quizá hayan muchas Glorias, seguras de su salvación por el hecho de asistir a Misa, católicos abiertos reacios a examinar su conciencia, poco amigos de la Confesión que se llevarán una desagradable sorpresa.

El demonio existe y actúa

Intereconomía Televisión emitió este programa especial, dirigido por Gonzalo Altozano, subdirector de ALBA, sobre la realidad de la existencia del demonio y su papel en la Historia. El documental ‘El diablo, la posesión del maligno’, va seguido de un interesante coloquio sobre el tema.

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“Los atléticos nunca hemos estado en el infierno”

Hablemos de Dios con José María Villalón, médico del Atlético de Madrid

07/09/2009 | Gonzalo Altozano

La entrevista es en la clínica que ocupa uno de los bajos del Calderón. En la sala de espera, el ciudadano despistado encontrará caras que le suenan mucho de la parte final del telediario. Villalón le pide a Álex Malmierca, el dentista del club, que le acompañe para dar así testimonio conjunto de su fe católica y rojiblanca. Y aunque Malmierca está presente, le cede el protagonismo a Villalón, de quien todos a los que preguntes -por ejemplo, Petón- dirán que es tan buen médico como hombre.

-Javier Clemente, por ejemplo, no reza para que gane su equipo. Teresa Rivero, en cambio, sí. ¿Y usted?

-Sí. Es un tema humano por el que también se puede pedir. ¿Por qué no?

Supongo entonces que se hartó de rezar las dos temporadas que el Atleti jugó en segunda.

-Aquello no fue, ni muchísimo menos, el fin del mundo. Es evidente que, desde el punto de vista de los intereses de un club, no es lo mejor. Pero de todo se aprende.

-¿Qué lecciones sacaron?

-Humildad. Nos tocó ir a campos que muchas veces no reunían las condiciones a las que el equipo estaba acostumbrado. Fue, ya digo, un periodo de reflexión que nos vino bien en todos los sentidos.

-O sea, que hablar de infierno es exagerar.

-Del infierno no se sale, y nosotros salimos de aquello; después de dos temporadas, pero salimos. Yo hablaría de purgatorio. Está mejor expresado.

-Ése, dicen, es el estado normal de un colchonero.

-Bueno, siempre nos han llamado los ‘pupas’. Y en ese sentido, sí, purgamos. Pero no me quejo.

-¿Por qué?

-Me gusta mi trabajo. El médico, como muchos otros profesionales, está constantemente formándose. Y eso es muy gratificante. Como también lo es ejercer mi especialidad: la medicina deportiva.

-¿En qué sentido?

-Desde el punto de vista social, el fútbol está -no sé si justa o injustamente- muy bien considerado, lo cual te permite conocer a una gran cantidad de personas.

-¿Y desde el punto de vista médico?

-Llevas casos de deportistas, que suelen ser gente joven, sana, disciplinada, alegre, que hace lo que le gusta. Por decirlo de alguna forma, una buena materia prima con una pronta recuperación.

-Eso no le evitará enfrentarse a situaciones de dolor. ¿O sí?

-El sufrimiento siempre está ahí.

-¿Y sirve para algo?

-Para hacernos recapacitar: tenemos que aceptar nuestra cruz y llevarla a cuestas, como hizo Cristo.

-Dice Aquilino Polaino que es sencillo ver a Cristo en los enfermos.

-Los médicos tenemos una industria humana muy sencilla: encomendar al ángel de la guarda al paciente que entra por la puerta de la consulta. Tratar de ayudarle, incluso cuando no hay cura posible, es una forma de ejercer la caridad.

-¿No le molesta que se atribuya a un milagro lo que puede ser fruto de la pericia profesional del médico?

-La intervención divina muchas veces se da, y es la que permite salir a la gente adelante. En ocasiones hay que reconocer que el médico es sólo un medio para preservar la salud de las personas.

-Se nota en sus respuestas: le gusta su trabajo.

-Por él doy gracias a Dios cada día.

-¿Por qué más? Porque usted reza, ¿no?

-Eso intento. Y de la mejor manera posible. ¿Que por qué más estoy agradecido? Por no haber tenido grandes altibajos en mi vida de fe.

-¿A qué lo atribuye?

-A la educación que recibí en casa y en la etapa escolar.

-Los colegios a los que asistió, ¿eran religiosos?

-La dirección espiritual la llevaba el Opus Dei.

-Al que usted pertenece. Aparte de san Josemaría, ¿algún otro santo de su devoción?

-Le rezo a la Virgen de la Fuencisla, quizás por tradición familiar.

-Como miembro de la Obra, ¿cuál es la base de su vida con Dios?

-La Eucaristía. Si no fuera por la misa, que es de donde saco la fuerza interior, la dinámica del día a día me arrollaría más de lo que ya lo hace.

-A su vocación profesional y a la del Opus Dei, hay que añadir una tercera: la de padre de familia.

-Son vocaciones diferentes, pero magníficas.

Por cierto, ¿por qué hijo va ya? Se lo pregunto porque las biografías breves que de usted manejan las agencias de prensa no se ponen de acuerdo.

-Por el doce.

-Con ese ‘panorama’ en casa, uno no debe de tenerle miedo a nada, ni siquiera a hablar de Dios, ¿no?.

-Dios es un tema siempre presente, siempre de actualidad. Y los cristianos tenemos que dar testimonio de Él.

Muere el popular sacerdote, Jesús Urteaga

Muere en Madrid el popular sacerdote, escritor y periodista, Jesús Urteaga fundador de la revista “Mundo Cristiano”.

Redacción / Análisis Digital.

PERTENECIA A LA PRELATURA DEL OPUS DEI.

El pasado domingo falleció en Madrid el sacerdote de la prelatura del Opus Dei, escritor y periodista, Don Jesús Urteaga Lloidi a la edad de 87 años, Jesus Urteaga Lloididespués de una larga enfermedad. Fundador y director de la revista “Mundo Cristiano” así como de numerosas colecciones de la editorial “Palabra”, periodista y escritor de diversas obras de espiritualidad, alcanzó gran popularidad en los años sesenta por sus apariciones en televisión donde ofreció un continuo ejemplo de humanidad y sentido cristiano para afrontar las adversidades de la vida.

El actual director de “Mundo Cristiano” Darío Chimeno, comentaba ayer a diversos medios de comunicación que don Jesús desarrolló su trabajo en el ámbito sacerdotal que le era propio, es decir, el pastoral, la prensa, la televisión y como escritor de libros espirituales. Su faceta periodística –era miembros de la Unión Católica de Informadores y Periodistas desde su refundación- comenzó en la televisión en septiembre de 1960 cuando fue contratado por TVE para participar en la emisión religiosa de “El día del Señor”.

Un año después se hizo cargo del programa para adolescentes “Sólo para menores de 16 años”, más conocido por el lema “Siempre alegres para hacer felices a los demás”, que se mantuvo semanalmente en pantalla hasta septiembre de 1966. Además, hasta 1970, realizó el espacio “Habla contigo Jesús Urteaga”. Fue conocido en aquellos años como “el cura de la tele” y en 1965 le fue otorgado el Premio Nacional de Televisión Española.

En 1963, fundó la revista “Mundo Cristiano”, un mensual de información general con inspiración cristiana al que ha estado vinculado prácticamente hasta el día de su muerte con asesor después de haber sido su director. Es famosa su página de opinión en esta revista “Escribe Jesús Urteaga”, en la que daba consejos humanos y espirituales, con visión positiva y cristiana de la existencia humana.

En el campo editorial, también fundó y dirigió en Ediciones Palabra las colecciones de libros Folletos mc Juvenil mc, Libros mc, Documentos mc, Biografías mc, Testimonios mc, Estudios Palabra, Mundo y Cristianismo, así como con la colección más completa que se ha hecho en España sobre la familia, llamada “Hacer Familia”.

Como escritor, además de ser autor de numerosísimos artículos publicados en distintas revistas y periódicos de nuestro país, es conocido por libros como “El valor divino de lo humano”, “Dios y los hijos”, “Siempre alegres para hacer felices a los demás”, “Cartas a los hombres”, “Los defectos de los santos”, “Nunc coepi; ¡Ahora comienzo!”, “Dios y la familia” y “Sí”. Estos libros, publicados en la editorial Palabra y Rialp, tienen un número elevado de reediciones, y varias de sus obras han sido traducidas al francés, inglés, italiano, portugués, polaco y chino.

Su labor pastoral la inició cuando fue ordenado sacerdote a los 26 años en 1948. Durante dos años fue consiliario de la Juventud universitaria de Acción Católica de Madrid. En 1951 se hizo cargo de la dirección espiritual del Colegio Gaztelueta, en Las Arenas (Vizcaya), primer colegio del Opus Dei en España. De 1959 a 1966, desempeñó el cargo de vicerrector de la Basílica Pontificia de San Miguel, en Madrid. Fue representante de la Santa Sede en el Congreso Unión Internacional de los Organismos Familiares (Madrid 1961).

Realizó una intensa labor sacerdotal, predicando a gente de toda condición social, dando conferencias y cursos de retiro, y dedicando mucho tiempo a impartir dirección espiritual a quienes –de todas las edades- acudían a él.

Jesús Urteaga Lloidi nació en San Sebastián el 7 de diciembre de 1921. Era licenciado en Derecho, doctor en Derecho Civil por la Universidad de Madrid en 1953, y doctor en Sagrada Teología en 1957, en la Universidad Lateranense de Roma.

Las romerías ayudan a superar enfermedades

Un estudio asegura que las romerías ayudan a superar enfermedades.

JOSÉ A. MAS / Diario Información de Alicante.

La tesis de María Teresa Pinedo se apoya en cinco celebraciones ilicitanas.

Una tesis doctoral ha estudiado los beneficios que aportan a las personas 2009-09-14_img_2009-09-07_01-41-30__l0801elcheenfermas la participación en las diferentes romerías ilicitanas. Su autora, la enfermera María Teresa Pinedo, ya empezó a estudiar este tema con la última visita de la Dama de Elche, que le dio para publicar el libro “Una dama muy especial”.

La publicación sólo fue el principio de lo que ha terminado siendo una tesis que ha realizado en la Universidad de Alicante. María Teresa Pinedo ha analizado las consecuencias y los beneficios que las personas obtienen al ir en romería, a la vez que establece un análisis más profundo sobre la influencia que tienen las creencias espirituales de las personas en su salud.

El trabajo profundiza en el conocimiento de un proceso espiritual que se pone de manifiesto en escenarios concretos de estas celebraciones ilicitanas.

María Teresa Pinedo indicó que “el estudio pretende conocer y comprender uno de los principales objetos de estudio de la Enfermería, las respuestas humanas, desde la propia perspectiva de los sujetos, es decir, conocer el significado que para las personas tienen sus creencias espirituales”.

El propósito final de esta investigación es crear un registro para Enfermería con el que poder, según explicó Pinedo, “reconocer el peso que para un determinado paciente tienen sus creencias, cuantificando de algún modo la vivencia del bienestar que le producen y relacionar esas emociones con su estado de salud”.

María Teresa Pinedo ha estudiado factores metodológicos cualitativos, de interrelación, ambientales y contextuales durante la celebración de cinco romerías ilicitanas, la de San Antón, San Crispín, El Rocío, la Venida de la Virgen y Santa Ana.

Los principales resultados obtenidos constatan que “la fe tiene un efecto energético en las personas creyentes que les infunde fuerza para luchar contra un problema de salud”. También se ha extraído que “las convicciones religiosas son utilizadas como herramienta para una descarga emocional” y, finalmente, se deduce que “en los primeros momentos de un diagnóstico nefasto, frente al dolor y la confusión inicial sentida, la persona actúa refugiándose en sus creencias como herramienta de consuelo y de esperanza que le anime a encontrar una salida”.

El hombre sin fe está enfermo de muerte

Petrus Paulus Mariae Silva / Infocatolica.

El Evangelio de ayer domingo XXIII nos presentó una de las curaciones milagrosas obradas por Jesús en Galilea. «Le presentan un sordo arrepentidoque, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él» (Mc 7,32). Se trata de un hombre enfermo, incapacitado para escuchar y comunicarse, al que Jesús devuelve su integridad original. Y lo hace por medio de su palabra omnipotente, igual que en el momento de la creación: «Levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: ‘Effatá’, que quiere decir: ‘¡Ábrete!’. Se abrieron sus oídos y, al instante, se le soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente» (Mc 7,35). La interpretación de este hecho está dada por la lectura del profeta Isaías que nos presenta la liturgia de la Palabra: «Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán… la lengua del mudo cantará» (Is 35,4-6). De este modo, el milagro realizado por Jesús indica que esa profecía tiene cumplimiento en Él. A la vista de sus discípulos y de los demás presentes, Jesús habría podido decir: «Hoy se ha cumplido esta Escritura», como declaró en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,21). «Si no me creéis a mí, creed por las obras» (Jn 10,38).

A partir de esta lectura, quisiera hacer una breve y sencilla reflexión sobre el sentido de las curaciones milagrosas que hizo Cristo en la tierra. ¿Realmente ocurrieron, o son imágenes de una realidad espiritual? ¿Qué lugar ocupan dentro de su plan salvífico? ¿Qué verdad nos comunica hoy la curación del sordomudo?

Milagro, realidad histórica.

De más está decir que los milagros pertenecen a la historia evangélica, es decir que son acontecimientos históricos reales, como son también el nacimiento, el padecimiento y la resurrección del Señor. Está claro que el verdadero obstáculo para aceptarlos como hechos reales, radica en el prejuicio naturalista, presente sobre todo en el pensamiento modernista y progresista liberal condenado por San Pío X (cf. Encíclica Pascendi) y en sus antecedentes protestantes. Este prejuicio consiste en querer limitar el poder de Dios o restringirlo al orden natural de las cosas, intentando a toda costa dar explicaciones naturales a los hechos sobrenaturales narrados en la Escritura. Pero esta concepción choca contra la más elemental idea filosófica y teológica de Dios, Ser infinito, subsistente y omnipotente, que en la línea del ser, no tiene límites en su obrar. El tiene, sin duda alguna, capacidad para curar enfermos, para expulsar demonios, para abrir las aguas del mar rojo, etc.

Manifestación de la divinidad.

En relación con lo anterior, vemos como los milagros son signos de credibilidad, es decir, una revelación clarísima de la divinidad de Cristo. En efecto, vemos como el Señor, con una sola palabra, un solo gesto, un solo acto de su voluntad, cura a los cojos, hace andar a los paralíticos, multiplica los panes, amansa las olas, lanza los demonios y resucita los muertos. Su poder es tan grande, que vendrá sobre las nubes a juzgar a toda criatura; pues el Padre le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra (Mt 28,18). Estas palabras nos muestran a Jesús igual a Dios, copartícipe del soberano poder de la divinidad, de sus prerrogativas esenciales, de su infinita dignidad.

La gran misión de Jesús, en especial durante su vida pública fue manifestar su divinidad al mundo. Toda su enseñanza, su vida, sus milagros y principalmente su resurrección propenden a grabar esta verdad en el espíritu de sus oyentes. Nuestro Señor va poco a poco insinuando esta verdad, pero de un modo admirable lo encauza todo hacia esa manifestación de su filiación divina: La Persona de Jesús es el Verbo engendrado desde siempre por el Padre.

De ahí que esta fe en la divinidad de su Hijo es, según la palabra misma de Jesús, la obra por excelencia de Dios en nosotros: «La obra de Dios es que vosotros creáis en aquel que Él ha enviado» (Jn 6,29). Esta fe consigue la curación de muchos enfermos. Esta fe, además, nos hace nacer hijos de Dios: «A los que creen en su Nombre les da el poder de llegar a ser hijos de Dios» (Jn 1,12); disipa las tinieblas de la muerte: «Para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna» (Jn 3,15); nos comunica la vida divina, porque «Dios amó tanto al mundo que entrego a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga la Vida eterna»(Jn 3,16). Por tanto, el que no cree en Jesús, Hijo único de Dios, está ya desde ahora juzgado y condenado: «El que no cree en Él, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios» (Jn 3,18). Vemos, pues, cómo todo se compendia en la fe en Jesucristo, Hijo eterno del Padre; ella es la base de toda nuestra vida espiritual, la raíz profundísima de toda justificación, la condición esencial de todo progreso, el medio seguro para llegar a la cumbre esencial de toda santidad.

Manifestación del amor misericordioso.

Junto con manifestar su divinidad, los milagros de Cristo son una epifanía del amor misericordioso de Dios hacia el hombre, particularmente hacia el hombre que sufre, que tiene necesidad, que implora la curación, el perdón, la piedad. Especialmente, la lectura del Evangelio nos hace comprender que los milagros de Jesús tienen su fuente en el corazón amoroso y misericordioso de Dios que vive en su mismo corazón humano. Jesús los realiza para superar toda clase de mal existente en el mundo: el mal físico, el mal moral, es decir, el pecado, y, finalmente, a aquél que es «padre de la mentira»: a Satanás. Los milagros, por tanto, son obras de Jesús que, en armonía con la finalidad redentora de su misión, restablecen el bien allí donde se anida el mal. Quienes los reciben se dan cuenta de este hecho, de tal modo que, según San Marcos, sobremanera se admiraban, diciendo: «Todo lo ha hecho bien; a los sordos hace oír y a los mudos hablar» (Mc 7, 37).

El hombre moderno, un sordomudo ante Dios, enfermo de muerte.

Sin duda alguna, el mayor milagro que el Verbo de Dios opera en las almas es darle el don de la fe. Los milagros físicos son consecuencia e imagen del primero. Y es precisamente el milagro que necesita el mundo de hoy: la fe, que sane su mudez y su sordera, aquél lamentable estado al que lo ha reducido la apostasía personal y sociológica.

En efecto, nos encontramos hoy en un mundo de sordomudos; que no se entiende a sí mismo ni se hace entender. El hombre moderno, con su enorme capacidad de comunicación, es un incomunicado. Disimula el vacío interior con una cantidad de bullicio enfermizo que lo envuelve en una más impenetrable soledad. En especial, la vida contemporánea exhibe una sordera casi total cuando se trata de la Palabra de Dios. Por utilizar un lenguaje querido de muchos aunque no muy acertado, el hombre de hoy está «cerrado» a la verdad fundamental de la existencia de Dios. La tristeza, que marca sombríamente los rostros de muchos hombres de nuestra sociedad, responde a esa equivocada visión de la vida. La ausencia de Dios, por ateísmo teórico o práctico, da lugar a la tristeza del alma y vacía de sentido los momentos más importantes de la existencia. Se deduce que la ausencia de Dios contraría la naturaleza humana y la llena de abatimiento y vacío, y no puede ser de otro modo. La vida sin Dios en el pecado es ya un preludio del infierno.

¿Qué podemos hacer?

Detrás de todo esto se esconde un gran misterio, y una interrogante que hoy quisiera plantear ¿Por qué algunas personas no conceden al Evangelio predicado por la Iglesia -al menos- la misma oportunidad que dan a las novedades y a las falsas opiniones de quienes se expresan con sospechosa libertad? ¿Qué se puede hacer ante la inexpugnable barrera que cierra hoy el corazón de tantos hombres, sobre todo de tantos jóvenes, al mensaje redentor, salvífico y tan maravilloso de la fe católica? Solo el encuentro con Cristo es capaz de sanar al sordo mudo, al ciego, al cojo, al leproso y a cada uno de nosotros, permitiendo la audición y el habla, la visión de la realidad, la capacidad de andar, la pureza del cuerpo y del alma. La facultad de escuchar, que Jesús otorga al hombre sordomudo, se refiere a la Verdad que le ofrece generosamente y de la que estamos tan necesitados. Él sigue llamándonos al recogimiento, para devolvernos la capacidad de escuchar la Verdad, revelada en su misma persona. Acerquémonos a Él con corazón humilde y reverente, suplicándole que nos sane del todo.

Pidamos a María Santísima,ella que vivió en la oscuridad de la fe en la Pasión de su Hijo Jesús, que nos conceda volver a la fe cristalina y ortodoxa de la Iglesia católica, en donde el hombre encuentra “su ser”, “su casa”, “su vida” y su felicidad ya en este mundo y la alegría eterna en el cielo. Amén.

Deja la ingeniería por el sacerdocio de Cristo

Diego Pérez Gondar deja la ingeniería por el sacerdocio de Cristo

«Si de mi ordenación dependiera que un alma atormentada se convirtiese y se confesase, ya habría valido la pena todo»

No estaba en los planes de Diego Pérez Gondar ordenarse sacerdote, pero sí en los de Dios. La vida de este ingeniero, miembro del Opus Dei, discurría entre la enseñanza universitaria y la atención a jóvenes de un club, cuando decidió estudiar teología en Pamplona. El pasado 6 de septiembre, fue ordenado sacerdote en el Santuario de Torreciudad por el Prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, junto con otro ingeniero, José Ramón Alba, ingeniero de la empresa de automóviles SEAT. Tras la ceremonia, a la que asistieron familiares, amigos y alumnos de Diego, su abuelo Juan, de 92 años dijo que «nunca soñé con tener un nieto sacerdote, pero estoy muy orgulloso de tenerlo», y su abuela Parisina se sintió muy emocionada sobre todo «pensando en lo recibido por mi nieto, que es lo más grande».

Publicado el 2009-09-07 02:54:00

(VigoMetropolitano/InfoCatólica)

Nacido el 15 de noviembre de1974 en Dena, Pontevedra, Diego Pérez diegoperezgondarestudió ingeniería industrial, en la especialidad de electronica y automática, llegando a ser profesor del  departamento de Ingeniería Mecánica de la Escuela de Ingenieros de Vigo (área de Mecánica de Fluidos). Tras recibir la vocación al sacerdocio, del 2005 al 2009 realizó estudios de Teología en la Universidad de Navarra, obteniendo el doctorado con la tesis «Caín y Abel en Génesis 4,16 y su recepción en la Iglesia Primitiva».

– ¿Qué recuerdos tiene de su no tan lejana época de docencia en la Universidad y en el colegio?

– Me lo pasé en grande en los laboratorios de la Escuela, automatizando bancos de pruebas y haciendo ensayos con los alumnos, por ejemplo en el tunel de viento. El último curso en el colegio, antes de ir a la universidad, es un momento muy interesante de la vida de la gente joven. He disfrutado mucho con esa gente tan estupenda que he tenido en mis clases, enseñando, exigiendo, animando y aprendiendo.

– ¿Cómo conoció el Opus Dei?

– Conocí la Obra en mi Parroquia (San Pablo en Vigo) gracias al párroco, Daniel Bermúdez y  empecé a ir al club Albeiro (un Club juvenil del Opus Dei) con un compañero de clase en el Instituto que ya iba por allí. Allí descubrí un mundo de respuestas a mis inquietudes humanas y sobrenaturales.

– ¿Qué le ha movido a ordenarse sacerdote?

– No estaba en mis planes, pero Dios me hizo entender que ese era su plan. Esto ha surgido de la oración frecuente, ya que suelo -desde hace años- dedicar dos ratos de media hora a hablar con Dios. También ha influido mucho el la vida ejemplar de muchos sacerdotes que se han cruzado en mi vida. Curas que se pasan horas en el confesonario y que están muy entregados, como el Santo Cura de Ars, que la Iglesia ahora celebra su centenario.

– Pero ¿usted ya era del Opus Dei antes de ordenarse?

– Efectivamente, no se entendería nada del paso que he dado si no se comprende que lo radical fue mi decisión de ser de la Obra en 1991. Desde ese año he procurado luchar por vivir a tope la vocación cristiana a la santidad. La ordenación que acabo de recibir es una nueva concreción del plan de Dios para mí. No es un cambio de camino.

– ¿Hacen falta sacerdotes en la Iglesia y en concreto en Galicia?

– Supongo que sí y muy santos. En general, en la Iglesia, pienso que Dios manda en función de las necesidades de los fieles. Si los fieles dan poco trabajo, enviará pocos. Pero, no podemos olvidar que al mismo tiempo, la situación de los fieles dependen, en buena medida de cómo estén los sacerdotes. Como es un don de Dios el sacerdocio, estoy convencido de que a la Iglesia nunca le faltarán sacerdotes, aunque, por otro lado, hay que poner los medios para que los que sean llamados por Dios puedan decir que sí, y estén bien preparados

– ¿Qué perfil debe tener el sacerdote en el siglo XXI?

– Le contesto como a mí me han ayudado a prepararme: con cultura y formación, que sean normales, gente con virtudes y sean muy piadosos.

– ¿Son rentables para la sociedad los sacerdotes?

– Hombre yo opino que sí. Por la formación que ha recibido, puede ayudar mucho a sus hermanos, que se encuentran un poco desconectados de Dios. En la carrera estudié mucho los superconductores, que son materiales con propiedades para transmitir sin que haya pérdidas. Pues esto es lo que tiene que ser el sacerdote: un superconductor que comunica la gracia de Dios sin pérdidas. En este sentido el  sacerdote, es la persona designada por Dios para reconectar a la mujer y al hombre con Dios. Esto lo hará mejor si es fiel al Magisterio de la Iglesia, si obedece a lo que esta dispone.

– Antes aludía al cura de Ars que ahora la Iglesia lo conmemora ¿Le sugiere algo esta coincidencia?

– Me da mucha alegría pero como dice usted es pura coincidencia o mejor dicho, es pura providencia divina. Me ayuda mucho pensar en la figura de este gran santo y espero que me ayude a ser un buen confesor, como lo era él, que pasaba muchas horas sentado en el confesonario. Aunque, el modelo de sacerdote que intentaré seguir es el de San Josemaría, el fundador del Opus Dei.

– ¿Dónde ejercerá su ministerio?

– En Vigo y respecto a mi futuro lejano le digo la verdad, me da igual. Tengo claro que si de mi ordenación dependiera que un alma atormentada se convirtiese y se confesase…, ya habría valido la pena todo.

– Perdón por la pregunta, ¿vivirá como un cura?

– Yo nací en el 74 y por tanto no sé qué significa esa expresión. Intentaré vivir sirviendo a las mujeres y hombres que pidan mi asistencia. Y con esto no creo que me sobre tiempo. Además soy consciente que debo seguir estudiando y formándome, porque la Verdad hay que saberla transmitir de manera que se entienda. De hecho, lo único que sé hacer bien es estudiar, porque lo llevo haciendo toda la vida. El estudio es fundamental para un sacerdote en los tiempos que corren.

– ¿Qué nos enseñan algunos comportamientos escandalosos que salen a la luz a veces dentro de la Iglesia?

– Pienso que el pueblo, como he dicho antes, necesita sacerdotes santos. El sacerdocio no es un estatus social ni un puesto de funcionario: una persona que cumple un servicio con horarios, porque nadie le reclama más que eso. Los cristianos laicos tienen que hacerles trabajar, porque para eso nos hemos ordenado. Por otra parte, sólo deben llegar a él los que sean llamados y se hayan preparado bien. Sin olvidar tampoco que la Iglesia es de Dios, pero está formada por pecadores. Por eso yo me confieso todas las semanas.

– ¿Cómo han reaccionado su familia, amigos y colegas?

– Difícil saberlo: son casi todos gallegos… Lógicamente todos se han alegrado mucho. Cuando se lo comuniqué a mi abuela, me bendijo con la mano y me dijo que era la mayor alegría de toda su vida. Con los amigos, hubo algunos que se sorprendieron al principio, y otros me dijeron que había tirado por la borda toda mi formación profesional de tantos años y tan valiosa. Pero, al ser amigos, se alegraron mucho.

El Papa llama a entregarse a la educación de los hijos

Evoca ejemplos de familias de santos

31/08/2009 | ALBAdigital

En el Ángelus de este domingo, el Papa Benedicto XVI ha evocado la figura de santa Mónica, madre de san Agustín, ante numerosos fieles

El Santo Padre, en su residencia de Castelgandolfo
El Santo Padre, en su residencia de Castelgandolfo

presentes en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo.
Santa Mónica es modelo y patrona de las madres cristianas por su total abnegación, ya que esta mujer rezó siempre por la conversión de su hijo. En realidad, ha recordado el Santo Padre, san Agustín no sólo se acabó convirtiendo, sino que abrazó la vida monástica y, de vuelta a África, fundó él mismo una comunidad religiosa.

En su intervención, el Pontífice ha evocado las conmovedoras y edificantes palabras espirituales entre él y su madre en la quietud de su casa en la localidad romana de Ostia a la espera de embarcar para África. Porque santa Mónica se había convertido para su hijo, “más que en una madre, en el manantial de su cristianismo”, ha destacado. En este sentido, san Agustín repetía que su madre lo había “generado dos veces”.

Santa Mónica falleció el 27 de agosto del año 387, a los 56 años de edad, tras haber pedido a sus hijos que la recordaran, allá donde se encontrara, en el altar del Señor.

La historia del cristianismo está llena de innumerables ejemplos de padres santos y de auténticas familias cristianas, que han acompañado la vida de generosos sacerdotes y pastores de la Iglesia. Así, el Papa ha evocado las figuras de los santos Basilio Magno y Gregorio Nazianzeno, ambos pertenecientes a familias de santos.

Benedicto XVI ha señalado también al matrimonio de Luigi Beltrame Quattrocchi y Maria Corsini, que vivieron a finales del siglo XIX, beatificados por Juan Pablo II en 2001, coincidiendo con los veinte años de la Exhortación Apostólica Familiaris consortio.

Éste documento, además de ilustrar el valor del matrimonio y los deberes de la familia, solicita a los esposos, un compromiso particular en el camino de santidad, que, inspirado en la gracia y la fuerza del sacramento del matrimonio, les acompañe durante toda su existencia.

“Cuando el matrimonio se dedica generosamente a la educación de los hijos, guiando y orientándoles hacia el descubrimiento del diseño de amor de Dios, preparan ese fértil terreno espiritual donde maduran las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Se revela de este modo, cuánto están íntimamente unidos y se iluminan uno al otro, el matrimonio y la virginidad, a partir de su raíz común en el amor esponsal de Cristo”.

El Santo Padre ha finalizado su alocución previa al tradicional rezo mariano pidiendo que en este Año Sacerdotal, recemos para que “por la intercesión del santo Cura de Ars, las familias cristianas se transformen en pequeñas iglesias, en la que todas las vocaciones y todos los carismas donados por el Espíritu Santo, puedan ser acogidos y valorados”.

“Gracias al cáncer soy una persona distinta”

Historia publicada en el núm. 179 del semanario ALBA

04/09/2009 | Rosa Cuervas-Mons.

Durante décadas su voz ha llevado la actualidad deportiva a muchos hogares

José Mª García y Carmen García-Pumariño.
José Mª García y Carmen García-Pumariño.

españoles. Por eso, después de tantos goles, ojos al dato y saludos cordiales, resulta extraño escuchar a José Mª García hablar de sufrimiento, de superación y de prioridades vitales. Oír hablar de cáncer siempre es duro, pero el libro ‘Coraje frente al cáncer’,  del periodista Pablo Álvarez, revela, además del sufrimiento que conlleva esta enfermedad, historias de amor, de valor y de optimismo en las que la fe en Dios tiene mucho que ver. Testimonios de héroes anónimos y conocidos que confirman que, hoy en día, cáncer no es sinónimo de muerte.

La enfermedad de un periodista famoso

Fue en mayo de 2005. Una llamada telefónica le dio la mala noticia: tiene cáncer. José María García comenzó entonces una lucha encarnizada para superar la enfermedad. Dios, “que me ha dado una familia que no merezco”, su familia y el equipo médico fueron sus armas en la batalla. “Me operaron y me dieron quimioterapia y radioterapia. La quimioterapia fue terrible, terrible, terrible. Como si te pasara por encima un trolebús. (…) Cuando te dicen que tienes cáncer, se te cae el mundo encima. Lo que ocurre es que soy católico practicante y Dios me ayudó a reaccionar bien. (…)Me acompañaba mi familia. Si no llega a ser por ellos, no me doy la segunda tanda de quimioterapia”. El periodista deportivo describe así su experiencia con esta dura enfermedad, que asegura le ha convertido en otra persona. “Doy gracias a Dios porque me ha mandado el cáncer. Soy otro, lo que antes no tenía demasiada importancia ahora es vital”: un segundo de paz, de tranquilidad; todo cobra una importancia distinta, explica García, que agradece además que sus compañeros de profesión que conocían la noticia no publicaran nada, lo que le permitió vivir el proceso con mucha tranquilidad.

El testimonio de José María García, un héroe conocido, no es aislado. Como él, hay muchos héroes anónimos que han luchado contra la enfermedad con un optimismo casi increíble. Ellos, que se consideran parte de un club, saben mejor que nadie lo importante que es comprobar que al cáncer se le puede vencer. Ninguno de ellos sabía cuánto valor residía en su interior, pero todos coinciden al afirmar que la capacidad de sacrificio y de superación del ser humano es mucho mayor de lo que imaginamos.

Enferma de cáncer a los 15 años

Con 15 años se enteró de que tenía cáncer. Hoy, con 21, Carmen García-Pumariño estudia Derecho y quiere ser juez. Ahora celebra dos cumpleaños, el del día de su nacimiento y el aniversario de su curación. Sus principales apoyos en la lucha contra el cáncer fueron sus padres, su familia, sus amigas y la fe. “Siempre estuve convencida de que las cosas irían bien. Intenté dar ánimos a mis padres. Nunca lloré delante de ellos, ni ellos delante de mí. (…) Creo que el 60 por ciento del éxito es la mentalidad y el 40 por ciento el tratamiento“. “Mis amigos dicen que les ayudo a ver la vida de otra forma y eso da sentido a lo que pasé. Si ahora me dan a elegir entre haber tenido cáncer y no haberlo tenido,me quedo con la enfermedad“. Carmen -que descubrió que no se puede aplazar la felicidad sino ser feliz en el presente- vivió sus peores momentos cuando se dio cuenta de lo cerca que tenía la muerte. “Entonces sólo me quedó rezar. (…) Esto ocurrió cuando se murió el mejor amigo de mi padre a causa de los efectos de la quimioterapia. Otro día me di pena a mí misma y aprendí que lo peor en los enfermos de cáncer es la autocompasión”. Para luchar contra esta tentación de compadecerse de uno mismo, contra el avance de la enfermedad y contra el miedo al sufrimiento trabajan los psicólogos, médicos y enfermeras que pueblan los servicios de oncología. Ellos también libran su propia batalla, y su participación en el libro Coraje frente al cáncer pretende dar respuesta a los interrogantes de enfermos y familiares: ¿Cómo ayudar?, ¿es bueno conocer siempre el diagnóstico? En este sentido no caben las generalizaciones, pero todos afirman que el optimismo es esencial a la hora de plantar cara al cáncer.

Por eso, y aunque en el libro se recogen casos de enfermedades con desenlace fatal, se han destacado aquí dos historias con final feliz, dos victorias que puedan animar a los combatientes a ganar su particular batalla.

Vocación

Por SIC el 7 de Septiembre de 2009

Por José María Gil Tamayo /

Empiezo pidiéndoles disculpa por anticipado, ya que voy a tomar como sacerdotes_clip_image001punto de partida para esta colaboración algo personal: hoy hace 29 años que fui ordenado sacerdote, lo que convierte para mí en muy especial esta fecha –sobre todo en este Año Sacerdotal- en la que no tengo más que motivos para dar gracias a Dios por el inmenso don recibido con el sacerdocio, en el que, a pesar de mis defectos innegables, se me ha confiado nada más y nada menos la misión de hacer presente a Cristo en medio de los hombres.
Como comprenderán ha sido una tarea que siempre me ha sobrepasado y, sin falsas humildades, también sobrecogido por lo que me traía entre manos –nunca mejor dicho- así como por el cariño y respeto que continuamente he percibido en la gente hacia lo que yo representaba. Les aseguro además con toda sinceridad -créanme- que, en estas casi tres décadas transcurridas desde mi ordenación, no he dejado nunca de sentirme feliz, lo cual no significa que no haya tenido dificultades: las tiene todo cristiano, cómo no las va a tener un cura en un mundo cada vez más secularizado.
En el fondo de toda plena realización personal está la percepción de entender el trabajo y la misma opción de vida como una vocación, como ocurre en la religión. Una llamada de Dios a realizar una función en la Iglesia y en el mundo y, a la vez, como una respuesta personal madurada y responsable. En definitiva saberse colocado por Dios en la existencia con una misión que cumplir.
Cuando una persona, ayudada por la gracia de Dios y el consejo de los demás, acierta a encontrar su sitio, aquello para lo que ha sido creado, tiene aptitudes, y lo asume con libertad y responsabilidad, es plenamente feliz. Y esto no ocurre solamente en el ámbito religioso en el que Dios, por una parte, nos llama a los bautizados a la común vocación cristiana a la santidad, a identificarnos con Jesucristo, nuestro maestro y modelo, y por otra nos asigna también una vocación específica dentro de su Iglesia: ya sea a cumplir una función ministerial o a un estado de vida concreto en beneficio de los demás: como sacerdote, como padre o madre de familia, religioso o religiosa, seglar, catequista, etc.
Dios también nos ha dado a cada uno una vocación en la vida, pues no somos unos personajes absurdos de una novela idiota, ni unos versos sueltos a la deriva de cualquier pretensión de sentido. Estoy plenamente convencido que nuestra vocación humana forma parte también del querer de Dios y se nos va mostrando en nuestra historia personal por unas aptitudes o cualidades naturales y profesionales que nos llevan hacia opciones concretas en el campo laboral, familiar, etc…
Considero que entender nuestra existencia en clave vocacional, formando parte no de la casualidad o de un ciego azar, sino de la causalidad providente de Dios, enlazados de su trama sobre el mundo o la historia, nos llevará a ser más responsables y seguro que más felices e ilusionados con nuestra propia historia y circunstancias, con nuestro quehacer de cada día, con nuestro trabajo que ahora retomamos tras la vacaciones estivales. Les sugiero que prueben a verlo así hoy. Ya verán como son más felices, se “realizarán”.