Fe y razón

Por SIC el 9 de Agosto de 2009

Por José María Gil Tamayo /

Anque hoy es domingo, se celebra en el santoral cristiano la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, una monja carmelita. Quizá con este nombre a edith-stein3algunos no les recuerda a nadie, pero si les digo su nombre original puede que sí hayan oído hablar de ella: se trata de Edith Stein, una filósofa alemana de origen judío, militante feminista un tiempo, y discípula y ayudante del gran filósofo Helmund Husserl, quien dirigió su tesis doctoral, que se convirtió al catolicismo y murió tal día como hoy en 1942, como una auténtica mártir de la fe y digna hija del pueblo hebreo, a manos de los nazis en las cámaras de gas de Auschwitz..
De ella dijo el anterior Papa Juan Pablo II que poseía “una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis… de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios”.
Ustedes me van a disculpar pero no me voy a fijar en lo heroico de su martirio, sino en la condición de gran intelectual y mujer de su tiempo de Edith Stein, apasionada buscadora de la verdad, autora de numerosos libros de filosofía y espiritualidad. Ella es todo un ejemplo de la sincera búsqueda del sentido de la vida y de la armonía de la fe y de la razón en el creyente, que por serlo no ha de renunciar al uso de la inteligencia, o como decía con fino humor inglés el escritor Chesterton, converso también al catolicismo y del que Edith tradujo muchas de sus obras al alemán: “Dios al entrar en la Iglesia nos pide que nos quitemos el sombrero, no que nos quitemos la cabeza”. O sea, se nos pide que seamos creyentes pero no crédulos.
Les digo esto porque en muchos se percibe más lo último que lo primero. Se trata de una vivencia de la fe en la que el ingrediente sentimental religioso -por esencia pasajero- tiene más peso que la consciente adhesión personal. Es una fe ayuna de doctrina, falta de la contribución de la razón y por ello más dada al entusiasmo momentáneo que al compromiso de vida. Es una creencia sin consecuencias. Entre sus manifestaciones se encuentran devociones superficiales, nacidas más de una necesidad apremiante que de la gracia de Dios, al que el ser humano ha de responder consciente y libremente, como hizo Edith Stein.
La patología de la fe y también de la razón que es la credulidad lleva a las personas a tomar los derroteros de la superstición y si no ahí está la triste actualidad que ha cobrado hoy en día la multitud de adivinos, echadores de cartas…
A ello ha contribuido paradójicamente la filosofía contemporánea, la cual ha hecho que se produzca una desconfianza en la capacidad de la razón de llegar a la verdad y por tanto que puedan existir certezas. La razón se siente incapacitada para dar respuesta a las grandes preguntas del sentido de la vida, y por eso mismo muchos lo buscan por caminos equivocados, irracionales. Todo ello consecuencia de la oposición que la modernidad ha establecido entre fe y razón. Cuando ello ocurre ambas salen perjudicadas.
Como ha señalado el recordado Juan Pablo II, “la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo (FR, n.1).
Ya lo saben, amigos: en el ascenso a Dios no vuelen solamente con un motor.

Autor: Moral y Luces

Moral y Luces

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