Obsequian computador portátil a Bendicto XVI

Obsequian computador portátil al Papa Benedicto XVI para que siga escribiendo

VATICANO, 20 Jul. 09 / 09:46 am (ACI)

La firma Olivetti obsequió al Papa Benedicto XVI un computador portátil de última generación para que pueda seguir escribiendo, explican algunos medios, la segunda parte de su libro «Jesús de Nazareth»; y así superar el impedimento que le supone el yeso que tiene en la mano derecha tras la leve fractura que sufrió el viernes pasado.

El regalo fue entregado al Santo Padre ayer en la localidad de Romano Canavese, en donde presidió el Ángelus dominical, de manos del administrador delegado de Telecom Italia, Franco Bernabé, y el Presidente de Olivetti, Francesco Forlenza.

En la computadora, explican, se instaló además un slideshow de fotografías de algunos Papas como Pío XII y Juan XXIII, que también visitaron pastoralmente esta localidad.

De otro lado, el Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, comentó que «el Papa está bien y sereno. Hoy es una jornada tranquila tras la bella jornada de ayer». En la tarde el Santo Padre paseará junto con su secretario para rezar el rosario. En cuanto al computador portátil, el sacerdote indicó que hasta el momento, el Pontífice «todavía no lo ha experimentado ya que no está habituado. No es tan tecnológica. Él crea con la escritura y le gusta escribir con el bolígrafo».

Asimismo explicó que en estos días Benedicto XVI se reunirá con el Cardenal Bertone para tratar algunos temas de la marcha de la Santa Sede. Además se indicó que el P. Lombardi se quedará algunos días en el chalet vecino al del Papa para seguir de cerca la recuperación del Pontífice.

Una mirada verdadera siempre llega a la belleza

Dorothea Lange. Los años decisivos

Javier Restán

20/07/2009

Para quienes hayan visto Las uvas de la ira, de John Ford, la exposición de Dorothea Lange que se puede visitar todavía hasta el final de julio en la Fundación ICO en Madrid tendrá un aire familiar. Y por tanto también para quienes hayan leído la novela de John Steinbeck, del mismo título, sobre la que se basó Ford para hacer su película. Aunque no se conoce que haya existido influencia mutua, el modo de aproximarse a la realidad de John Ford y de la fotógrafa de New Jersey tiene una frescura similar, una sinceridad última y también, digamos desde el principio la palabra clave, un mismo amor por las personas que encuentran o las vicisitudes humanas que afrontan desde la fotografía o el cine respectivamente.

El festival PHotoEspaña que se celebra en Madrid desde hace ya doce años, de junio a septiembre, reserva siempre alguna joya histórica para deleite de quienes gozan del verdadero arte de la fotografía. El año pasado fue la escueta pero significativa exposición de Bill Brandt, The Home, su colección de fotografía sobre la vida cotidiana y familiar del proletariado inglés de principios del siglo XX.  Y este año, la joya es sin duda Dorothea Lange, Los años decisivos, que muestra una amplia serie de fotografías cuyo tema central es la Gran Depresión americana y la sequía que asoló gran parte del oeste americano. Años decisivos que dejaron un rastro de paro, miseria y desplazamientos masivos de familias empobrecidas que buscaban una nueva oportunidad, sobre todo en California.

Dorothea Lange trabajó para el gobierno de los Estados Unidos al igual que otros de los grandes fotógrafos norteamericanos de aquella «época dorada» de la fotografía, como muchos la han llamado. Entre ellos estaba Walker Evans (de quien este año hemos podido también ver una magnífica exposición en Madrid). Fueron enviados por la Farm Security Administration, un ente público creado como parte del New Deal del presidente Roosvelt, dentro del cual crearon una sección de documentación histórica con la que pretendían transmitir al conjunto de la población norteamericana la situación de sus conciudadanos.

La exposición Dorothea Lange. Los años decisivos consta de tres partes: una introducción con sus primeras fotografías tomadas directamente en la calle, que documentan las consecuencias de la terrible crisis que puso contra las cuerdas a un sector importante de la clase media americana. Colas para pedir subsidios, colas para pedir comida, huelgas y manifestaciones, hombres serios, hombres siempre, a la espera de un trabajo, de un nuevo comienzo. La parte central de la exposición lo constituye la colección de fotos que documentan la pobreza rural y el gran éxodo de miles de familias hacia California desde las grandes llanuras agrícolas del centro de Estados Unidos arruinadas por la sequía y las tormentas de arena que asolaron el país. Por fin, una larga serie de fotografías sobre las deportaciones de japoneses residentes en Estados Unidos durante la II Guerra Mundial.

Dorothea Lange había aprendido el rigor de la observación durante los quince años en los que trabajó como retratista de familias y eventos familiares en un estudio de San Francisco. Fue un tiempo fructífero del que, como ella misma reconocía, aprendió mucho de la naturaleza humana. Cuando da el gran salto a la fotografía documental Dorothea lleva consigo esta pasión por comprender a quien tiene delante. Y la certeza de que es posible y necesario llegar a la verdad de las cosas: «¡Las cosas son así!  Míralas. ¡Mira!». Y precisamente mirando en estas fotografías de Dorothea Lange nos vemos arrastrados por una ola de simpatía hacia las personas que fotografía, y por los cielos inmensos del oeste americano.

Al convertirse en una fotógrafa documental Dorothea no abandonó sus orígenes. Siguió siendo, esencialmente, una retratista. Esta exposición nos permite contemplar rostros verdaderamente hermosos, llenos de seriedad, de entereza frente a las dificultades, de nostalgia, sin un rastro de rabia. Como ese hombre vigoroso retratado bajo el título Refugiado de la tormenta de polvo en California, a quien no puede arrancar la sonrisa ni la pobreza ni el éxodo. Pero tal vez lo mejor de esta exposición sean los múltiples retratos de mujeres. Y no sólo por el famosísimo de Florence Owen, un icono de la Gran Depresión americana, sino también por tantos otros, como la Madre de 18 años oriunda de Oklahoma o Hija de un minero migratorio de Tennessee o la mirada limpia, inolvidable, de esa adolescente de Oklahoma con su hermanito detrás de la rueda de repuesto del coche familiar en el que emigran hacia un destino desconocido. Tantas y tantas miradas que de golpe suscitan respeto, admiración por la dignidad y la capacidad de lucha de estas familias, deseo de abrazarles como lo hace Dorothea Lange con su cámara fotográfica, un abrazo que mantiene una distancia llena de pregunta sobre cada uno de ellos. Tanto es así que antes de fotografiarles les pedía permiso para hacerlo, no quería «robarles el alma», necesitaba que ellos estuviesen allí presentes en el momento de hacer la fotografía. Era uno de los modos de expresar su respeto, su deseo de caminar con ellos y no de poseerles.

Su misión era elaborar un documento gráfico que dejase constancia histórica de aquella gran tragedia nacional. Y la cumplió con creces. Pero su obra en conjunto y concretamente las fotografías que se exponen en Madrid son mucho más. Son una indagación en el misterio humano, «con la mente bien abierta». Dorothea Lange se movía con una pregunta dentro. Como ella misma afirmó, su preocupación como fotógrafa no era tanto que alguien al mirar sus fotos preguntase: «¿Cómo lo has hecho?», sino «¿Cómo puede ser eso?». Ésta era la pregunta que ella llevaba dentro. «Al buscar la verdad, todo se ve distinto», dirá reflexionando sobre su obra al final de su vida.

Y junto a esta sincera búsqueda de la verdad, una gran pasión por la realidad que la hizo decir que usaba la cámara «como si al día siguiente fuera a perder la vista». Pasión y apertura que llevaron a Dorothea a emprender otras aventuras artísticas, como su preciosa serie fotográfica sobre Irlanda o sus largos viajes a Oriente Medio y varios países de Asia, de la que quedó fascinada. Dorothea Lange es una de los grandes de la historia de la fotografía. No se puede desperdiciar la oportunidad de contemplar esta espléndida exposición, que conmueve y llena de admiración.

Dorothea Lange. Los años decisivos

Fundación ICO Madrid

Calle Zorrilla, 3

Comisaria Oliva María Rubio

Abierta hasta el 26 de julio

No hay desarrollo sin Cristo

Caritas in Veritate

Aldo Trento (Asunción, Paraguay)

17/07/2009

En su hermosa encíclica Caritas in veritate Benedicto XVI  nos recuerda la afirmación de Pablo VI en la Populorum Progressio: «El anuncio de Cristo es el primero y principal factor del desarrollo». Algo conmovedor y estupendo que me hizo «llorar» de la emoción, porque no existe cosa más bella, verdadera y grande que esta afirmación.

Amigos, ¿percibimos qué significa en la misma Iglesia esta verdad después de años en que hemos confundido el desarrollo de los pueblos con lo económico, con lo político, con el asistencialismo, con el compromiso unilateral a nivel social?

Los líderes mundiales, los economistas y también el mundo eclesial en sus «fuerzas especializadas», como los pastores y religiosos en particular, están gastando todas sus energías buscando soluciones a la crisis mundial que nos afecta, con análisis, discernimientos, congresos, pero sin resultados. Y ahora un hombre de una inteligencia y una fe única, experto en humanidad como pocos, afirma que la crisis tienen un único camino de solución: la verdad en la caridad. Este hombre, Benedicto XVI, propone con fuerza que el desarrollo se consigue mediante el encuentro con Cristo.

En nosotros, que hemos sido elegidos en Cristo desde la eternidad para ser testimonio del amor de Dios y colaboradores en su obra de salvación, esta certeza nos alegra y alienta, nos empuja a ser como recuerda «Aparecida»: testigos y misioneros del Señor en un mundo que ha perdido el sentido de la vida. La pobreza de nuestro continente es la falta de Cristo y por consiguiente el riesgo de las utopías como la del socialismo del siglo XXI.

Con la afirmación de que el nombre del desarrollo se llama Cristo, el Papa reconduce todo al corazón de la cuestión: la urgencia de una nueva evangelización, de un nuevo compromiso con Cristo porque si Cristo no se transforma en el criterio del vivir, no existe un anuncio posible y adecuado. El hombre necesita de Cristo y por eso de pastores, de hombres enamorados de Cristo, capaces de ofrecer Su Presencia como única respuesta a la pobreza que todos vivimos.

Pobreza, afirma el Papa, que coincide, antes que nada, no con el hambre, la falta de vestido, etc., sino con la falta de un sentido en la vida, en la pérdida del rumbo que conduce al objetivo último de la vida.  Benedicto XVI también nos recuerda que en el origen de esta pobreza está la soledad que vive el hombre, debida al «rechazo del amor de Dios».

Es como si el Papa nos pusiera en alerta continuamente respecto al hecho de que cualquier problema social nunca se acabará en modo completo y equilibrado si el hombre prescinde de la relación con Dios. Factor importantísimo sobre todo porque nos ayuda a superar la famosa división tanto exaltada en el eslogan de los católicos de los años 70: «Evangelización y promoción humana».

Ahora finalmente, gracias a Benedicto XVI, «la evangelización es formación humana». Se acaban las posturas dualistas: «primero formamos el hombre y después al cristiano». El hombre no está completo si no es cristiano y el cristiano es el hombre completo. O «no es suficiente la caridad, se necesita primero la justicia». ¿Cuántas veces lo hemos escuchado? Como si la caridad pudiera ser injusta y la justicia fuera algo que el hombre puede darse por sí mismo.

Es necesario partir de Cristo para que el hombre se encuentre a sí mismo, su rostro humano y por consiguiente para que pueda vivir una solidaridad con los demás. Sin esta postura que define la ontología del ser humano no existe una estética y, por consiguiente, una ética, un comportamiento solidario entre los hombres.

La relación estrecha con la primera encíclica, Deus caritas est, es lo que impresiona desde los primeros párrafos. También en aquella encíclica el Papa hablaba de la caridad profundamente unida a la verdad. Benedicto XVI definiendo la caridad como verdad elimina cualquier posible reducción de tipo moralístico.

Leyendo esta encíclica, recuerdo un lema de Juan Pablo II: «la verdad es la fuerza de la paz».  Fundar la caridad sobre la verdad significa reconducirla al aspecto propio de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Mientras que la palabra caridad desarticulada de la verdad puede ser reducida a una simple generosidad, a una bondad incapaz de ofrecer alguna esperanza cierta al hombre de hoy.

En la encíclica, el Papa habla de amor, pero como amor al destino del hombre. Para Benedicto XVI, el punto de partida del amor al hombre es ontológico y no ético. Es decir, nace de la conciencia, del reconocimiento del hombre como creatura divina, como relación con el Misterio, porque sólo reconociendo la verdad última de hombre, su destino final, es posible amar al hombre. Ontología y conocimiento son los dos aspectos esenciales de la relación entre los hombres porque, justamente, parten de lo que el hombre es. Y el hombre es relación con el Infinito, de la cual deriva su dignidad y la de los demás.

Conocer significa poseer y uno posee al otro sólo cuando afirma lo que ontológicamente es. Sin esta postura no existe desarrollo humano porque no existe pasión por lo humano. Una verdad que nos toca vivir a diario con la utopía del socialismo del siglo XXI o con las fantasías de nuestro presidente uruguayo, lejanas, a años luz de esta conciencia reclamada por el Papa.

Toda la ideología de los valores, contenido de la educación actual, ha fracasado precisamente porque no tiene raíces, una ontología y, por consiguiente, víctima de la ceguera del idealismo, de la abstracción. El desastre humano es evidente a nivel juvenil. Los valores separados de una experiencia humana e histórica que tiene su origen en Cristo, en la Verdad, se transforman en lo contrario porque es Cristo quien cumple el destino del hombre. Un tema que aparece a menudo en toda la encíclica.

El Papa, continuando el magisterio de Pablo VI subraya, de manera clara, la relación entre el anuncio de Cristo, la persona y la sociedad. También afirma muchas veces que la Iglesia es el verdadero punto de referencia del progreso humano. En efecto, poniendo el tema de caridad en la verdad, el Vicario de Cristo afirma que «En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de Su Persona» y que la Iglesia proclama esta concepción de la realidad.

El Papa habla de la doctrina social afirmando que la misma brota del Acontecimiento cristiano. Gracias su santidad por este don de su magisterio.