Pinceladas de un sacerdote

Hecho para la alegría, acostumbrado al sufrimiento, ajeno a la envidia, transparente en sus pensamientos, sincero en sus palabras, amigo de la paz, enemigo de la pereza.
Pinceladas de un sacerdote

El Papa Benedicto XVI, después de concluido el «año Paulino» donde tuvimos el gran regalo de gustar las «cartas de San Pablo», inició el «Año del Sacerdote». Es otro regalo, es un tesoro que comenzó el 19 de junio y terminará el 11 de junio de 2010

Quiso que este «año sacerdotal» tuviera como Patrón al «cura de Ars» como es más conocido San Juan María Bautista Vianney.

¿Y quién es Juan María Bautista Vianney o el «cura de Ars»? Tal vez un poderoso y conocido hombre de la Iglesia, un arzobispo, un gran predicador, un eminente y sabio teólogo…. pues no.

Veamos un poco quién fue este hombre….¿quién fue el «cura de Ars»? Unas pequeñas pinceladas de quién el Papa Benedicto XVI quiso poner como ejemplo de maravillosa sencillez, humildad y vida santa.

Juan María Bautista Vianney, nació en Dardilly no lejos de Lión, Francia, el 8 de mayo de 1786. Quiso ser sacerdote pero el latín se le dificultaba a este joven campesino lleno de bondad y de fe pero no muy brillante para el estudio. Juan María fue llamado al servicio militar. Cayó enfermo y pasó por dos hospitales pero su destino era ir a combatir a España. Se encontraba muy débil y no pudo llegar para unirse a sus compañeros. Quedó solo, enfermo. Se encontró con otro joven que lo invitó a seguirle y es así que se convirtió en desertor. Pasaron más de dos años ocultos en las montañas y por fin una amnistía le permitió volver a su pueblo. Su madre muere un poco después de su regreso y Juan María prosigue sus estudios para ser sacerdote. Saca poco provecho de sus estudios pues el latín se le dificulta y es despedido del seminario a pesar de su admirable conducta.

El Padre Balley le da todo el apoyo y lo prepara muy bien y se ordena a los 29 años. Nadie lo acompaña en su primer Misa pero él se siente feliz por haber logrado su gran sueño.

Y tiempo después se le encarga el pequeño pueblo de Ars.

Allí fue Juan María el 9 de febrero de 1818 y prácticamente no volvió a salir de Ars. Se consagró enteramente a sus feligreses. Vida de asombrosas penitencias, de intensa oración, de gran caridad. No le faltaron calumnias y persecuciones… pero el pueblecito de Ars tuvo una notable transformación. Florecieron las vocaciones, se practicaba la caridad, ya no había vicios, se hacía oración en todas las casas y se santificaba el trabajo.

Y la fama de lo que era el «cura de Ars» hacía llegar a miles de personas de todas las clases sociales buscando sus consejos y arrepentimiento y Juan María, olvidando comer, pasaba horas y horas en el confesonario. Así su vida. Total entrega, breve comida, escaso sueño y su labor incansable de confesar y darse con plenitud a quién lo buscara.

Se fue a los brazos del Señor el 4 de agosto de1859.

Y este sencillo, humilde y entregado sacerdote, hoy SAN JUAN MARÍA «el cura de Ars» resplandece como Patrón y para ejemplo de todos los sacerdotes del mundo.

Tango en mis manos un manuscrito del medioevo y al leerlo pienso que bien se le podía aplicar a la figura de San Juan María, lo que encontramos en este escrito con el título de:

UN SACERDOTE DEBE DE SER…

Muy grande y a la vez muy pequeño,
de espíritu noble como si llevara sangre real y sencillo como un labriego,
héroe por haber triunfado de sí mismo,
fuente inagotable de santidad,
señor de sus propios deseos y servidor de los débiles y vacilantes,
uno que jamás se doblegó ante los poderosos y se inclina, no obstante, ante los más pequeños, dócil discípulo de su maestro y caudillo de poderosos combatientes,
pordiosero de manos suplicantes y mensajero que distribuye oro a manos llenas,
animoso soldado en el campo de batalla y madre tierna a la cabecera del enfermo,
anciano por la prudencia de sus consejos y niño por su confianza en los demás,
alguien que aspira siempre a lo más alto y amante de lo más humilde.
Hecho para la alegría, acostumbrado al sufrimiento, ajeno a la envidia, transparente en sus pensamientos, sincero en sus palabras, amigo de la paz, enemigo de la pereza, seguro de sí mismo.

Y él diría: «Completamente distinto a mí «…. como comentó humildemente el amanuense, pero todos los que lo conocieron dirían que sí, que así era «El cura de Ars».

Es el «Año del sacerdote», roguemos por ellos. Que cada vez se esfuercen más en dar con el ejemplo de sus vidas ánimo y valor a los fieles, a todos los que componemos el gran ejército de la Santa Madre, la Iglesia Católica.

Autor: Moral y Luces

Moral y Luces

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