La receta para ser santo

Acababa de estrenarse el verano. Aquel 24 de junio de 1855, Don Bosco tuvo la convicción de que aquel adolescente tenía algo especial. Los meses comparti­dos en Valdocco le habían ido confirmando sus prime­ras impresiones: Domingo era excepcional, no se con­formaba con la mediocridad, no andaba con medias tintas, tenía una mirada larga y anhelaba horizontes más anchos para su vida.

Así lo narra Don Bosco a propósito de un episodio sucedido con motivo de la fiesta de San Juan, su ono­mástico. La tarde anterior, en las buenas noches, dijo sonriendo a sus muchachos: «Mañana queréis hacer fiesta conmigo y os lo agradezco. Por mi parte, quiero haceros el regalo que más deseéis. Así que, cada uno cogerá un pedazo de papel y escribirá en él el regalo que desea. No soy rico, pero si no me pedís el Palacio real, haré todo lo que pueda para contentaros».

Es fácil imaginar las peticiones más estrambóticas es­critas en aquellos papeles entregados a Don Bosco ¡Hubo quien pidió hasta cien kilos de turrón para te­ner todo el año! Pero fue sorprendente la petición de Domingo. Sobre su papel, con una mirada de asom­bro, Don Bosco leyó: «Ayúdeme a hacerme santo».

Don Bosco tomó en serio la petición de Domingo. Lo llamó y le dijo: «Cuando tu madre hace una tarta, usa una receta que indica varios ingredientes para mezclar: el azúcar, la harina, los huevos, la levadura… también para ser santos se necesita una receta, y yo te la quiero regalar. Está formada por tres ingredientes que hay que mezclar juntos.

  • Primero: alegría. Lo que te inquieta y te quita la paz no le gusta al Señor. Déjalo a un lado.
  • Segundo: tus responsabilidades de estudio y de oración. Atención en clase, esfuerzo en el estudio, orar con gusto cuando seas invitado a hacerlo.
  • Tercero: hacer el bien a los demás. Ayuda a tus compa­ñeros cuando te necesiten, aunque te cueste un poco de molestia o de cansancio

La receta de la santidad está toda aquí».

Domingo, desde aquel día, lo intentó de veras.

Salir de la mediocridad. He aquí la propuesta. Releer estas páginas de la vida de Domingo Savio y saber traducirlas a nuestra vida es asumir el compromiso de no quedarnos en medianías, no vivir ramplonamente la rutina de cada día dejándonos llevar por lo que va saliendo sin terminar de asumir un proyecto de vida creativo y entusiasta.

Hablar hoy de santidad entre los jóvenes -y entre los adultos- puede resultar una extraña paradoja. Sin embargo, es posible vivir de forma más auténtica y liberadora nuestro día a día. Ser «santo», no es más que tratar de vivir con profundidad nuestro compro­miso con el Evangelio y hacer que éste ilumine cada rincón de nuestra vida transformándola.

Domingo apunta alto. No se conforma con una exis­tencia a medio gas ni con un cristianismo lánguido. La propuesta de Don Bosco marca pautas certeras que él asumirá en un proyecto de vida expresado en la autenticidad, la coherencia y el testimonio. Es una propuesta para todos.

Autor: Moral y Luces

Moral y Luces

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