Erotismo y cristianismo

El erotismo es algo santo y santificable, algo que nos ha sido regalado para un bien mayor. El erotismo de verdad está lejos del egoísmo y de la lujuria

Me preguntas sobre qué hace el cristianismo con el erotismo. Pues mira, te voy a decir lo que pienso. De entrada dotarlo de una ternura y profundidad como jamás ha conocido. El erotismo no es un «pecado mortal» dentro de la vida cristiana. Es más, es parte fundamentalísima del sacramento del matrimonio y del sostén de los sentimientos. El erotismo es parte del hombre, de su humanidad. Es un bien querido por Dios para afianzar la comunión conyugal. Insisto: el erotismo es la ternura del amor, la atracción de los sexos que germina en los hijos, sí, pero también en un amor de Dios más agradecido y de impronta mística.

El cristianismo ha dignificado el erotismo, lo ha elevado a lo que realmente es: una maravilla más de la creación. Porque el cristianismo es una religión que se funda en el amor y en la entrega, en la generosidad y en la sensibilidad. El erotismo es algo santo y santificable, algo que nos ha sido regalado para un bien mayor. El erotismo de verdad está lejos del egoísmo y de la lujuria. El erotismo es nuestra propia donación a la mujer o al marido. El erotismo está muy lejos del placer por el placer, de esa concupiscencia que nos deforma el amor y la felicidad.

Los que están lejos del cristianismo o se burlan de él, piensan que somos los cristianos una panda de mequetrefes reprimidos por los curas. Y que con respecto a la sexualidad -erotismo incluido- consideramos que todo es pecado. Craso error. Y no es que yo vaya de laxo por la vida. Sencillamente es que tengo sentido común y una conciencia lo suficientemente formada como para distinguir lo que está bien de lo que está mal, la maravilla de la tontería.

El erotismo es un don de Dios, pero no una obsesión patológica. Es un don de Dios, pero no nuestro único «dios». Hacer del erotismo y del sexo el eje central de una vida es tener muy desenfocada el alma, y demasiado desnortado el corazón. ¿El erotismo? Es una de las muchas caricias divinas. Yo me hago santo haciendo el amor con mi mujer. Sin morbos ni mentalidad obscena. No sé los demás, pero leo con frecuencia a mis clásicos. Y entre ellos está El cantar de los cantares o la Poesía de San Juan de la Cruz.

Debemos los cristianos aprender a no escandalizarnos de las realidades humanas, que son un querer explícito de Dios. Y en el erotismo debemos encontrar esa ternura, esa felicidad. Aunque a algunos les pueda parecer extraño no hay nada más sobrenatural que esa intimidad de carne. Poniendo en ella toda el alma y todo el cariño. «Amada en el Amado transformada».

Comentarios al autor: guilleurbizu@hotmail.com

Impasibles ante la explotación sexual de la mujer

«No podemos quedarnos impasibles ante la explotación sexual de la mujer»

La Asociación Comunidad Papa Juan XXIII pide una lucha «seria» contra la prostitución

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 19 de junio de 2008 (ZENIT.org) Los gobiernos deben afrontar seriamente el problema de la prostitución con medidas encaminadas a la supresión de este fenómeno, afirma el responsable general de la Asociación Comunidad Papa Juan XXIII, Giovanni Paolo Ramonda.

En un artículo publicado en L’Osservatore Romano, Ramonda afirma que «en el tercer milenio, la mercantilización de la persona es un fenómeno que aún hay que combatir», y ante el cual los cristianos «no podemos quedarnos impasibles y resignados».

«A las mujeres esclavizadas por la prostitución no hay que consolarlas ni asistirlas, hay que liberarlas», afirma.

La explotación sexual de la mujer, afirma Ramonda, no supone «el encuentro de dos libertades, la de la prostituta y la del cliente» sino que es «consecuencia directa de sistemas injustos en los que las víctimas, para mejorar sus condiciones de vida o simplemente para sobrevivir, se convierten en mercancía fácil para traficantes sin escrúpulos».

Para el responsable de la asociación, la situación se ha agravado con la inmigración masiva al Occidente rico que ofrece el bienestar fácil, con lo que «intermediarios y explotadores han organizado verdaderas bandas a costa de las mujeres más indefensas, alimentando un incremento de violencias y crueldades».

Recordando las condenas expresadas por los dos últimos Papas, Ramonda pide a los Gobiernos que actúen de forma determinante contra la prostitución como una forma de violencia sexual. «El respeto por el prójimo no es sólo la regla fundante de nuestra religión, sino una conquista imprescindible en el plano de la cultura y de la civilización».

«Don Oreste Benzi, fundador de nuestra asociación, sostenía que ninguna mujer nace prostituta, pero que siempre hay alguien que la hace serlo».

Más penas a los traficantes

Para acabar con este fenómeno, Ramonda cree que no caben soluciones «tolerantes»: no es posible, afirma, «hacer pasar por legítimo lo que es expresión de mera posesión de la persona reducida a objeto, de ofensa a la dignidad y a la libertad de las conciencias. Un acto injusto sigue siéndolo más allá de las situaciones que lo condicionan»

«Es desconcertante la tesis de quienes piensan poder resolver el problema circunscribiéndolo a áreas urbanas con luces rojas, o dando el negocio en gestión a cooperativas. ¿Cómo es posible contrarrestar un mal delimitándolo geográficamente o regulándolo con normas? También el robo es un mal, como tantas otras formas de abuso que niegan el sentido del prójimo, pero nunca se ha pensado combatirlo disciplinándolo o regularizándolo para concederle apariencia de legitimidad».

La solución es que los gobiernos aprueben instrumentos legislativos apropiados que «permitan la represión del fenómeno actuando contra los responsables de las bandas, agravando los controles y las penas».

Este endurecimiento debe ser acompañado de una regeneración de los valores, «indispensable para permitir a los jóvenes crecer en una sociedad más sana y menos hipócrita».

«Un Estado atento y prudente debe ser vigilante en la salvaguardia del bien común si quiere promover el verdadero crecimiento humano y cultural de sus ciudadanos, en lugar de someterse a soluciones hipócritas y rápidas, que son útiles a los ‘listos’ sin escrúpulos de siempre».

La Asociación Comunidad Papa Juan XXIII fue fundada en 1968 en Italia por el sacerdote Oreste Benzi (fallecido el pasado 2 de noviembre), y se dedica a la recuperación de ex drogadictos, personas con minusvalías, menores marginados y ex prostitutas. Está presente en veintisiete países de Europa, África, Asia y América Latina.

La Asociación hasta ahora, ha ayudado a cerca de 6.000 chicas a abandonar la prostitución.

Más información: www.apg23.org

El fin de Europa

miércoles, 18 de junio de 2008
Juan Manuel de Prada


ABC

Andan los europeístas mohínos con el resultado de ese referéndum irlandés; pero, a la vez que lloran por las esquinas, andan ya maquinando planes alternativos que les permitan «seguir construyendo Europa». Los encontrarán, sin duda; no uno ni dos, sino cincuenta, y hasta cincuenta mil, pero todos ellos se revelarán igualmente infructuosos, pues Almudi.org - Juan Manuel de Prada-como nos recuerda el salmista- «si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles». Y, como la Unión Europea es una casa sostenida sobre cimientos de arena, todos los tratados y ratificaciones que los europeístas se saquen del magín serán a la postre aspavientos desesperados.

Nuestra época ha dado en la demencia de querer levantar, mediante la acción de la mera política, un Paraíso en la tierra; y la construcción de la Unión Europea correrá el mismo destino que en su día corrió la torre de Babel, que es el fin que corresponde a todo proyecto de fraternidad universal que prescinde de una paternidad común.

A los albañiles de la casa europea les subleva que Irlanda, al parecer el país más beneficiado en el reparto de ayudas y subvenciones comunitarias, muestre ahora -cuando su crecimiento económico es el mayor de la Unión Europea- su egoísmo de modo tan descarnado. Olvidan que el egoísmo es un atavismo que subsiste en todas las naciones; y es fruto de la desconfianza natural que todo hombre profesa a su vecino, en quien ve un enemigo.

Contra este atavismo se alzó, allá en el Sermón de la Montaña, el precepto del «amor al enemigo», que sólo se puede cumplir con ayuda sobrenatural, según nos recuerda el gran Leonardo Castellani en un sermón sobre la parábola del Buen Samaritano que acabo de escuchar en internet.

Los judíos eran enemigos encarnizados de los samaritanos; pero el samaritano de la parábola socorre al judío que ha sido desvalijado y malamente herido por unos ladrones porque lo asiste una fuerza sobrehumana que viene del cielo. A las naciones les ocurre como a judíos y samaritanos: son enemigas por naturaleza; y, mientras lo sobrenatural no interviene, su amistad se sostiene sobre cimientos falsos: búsqueda del interés recíproco, componenda política, etcétera.

Pero los cimientos falsos tarde o temprano (más temprano que tarde) se resquebrajan; y entonces asoma el egoísmo descarnado, que en esta fase democrática de la Historia se traduce en «euroescepticismo».

A las naciones sólo las puede mantener unidas la amistad, esto es, el amor; pero el amor es justamente lo contrario del contubernio político y del toma y daca de favores económicos, que es la bazofia utilitaria sobre la que se sostiene la Unión Europea. El amor a las naciones vecinas es a la postre amor al extranjero, amor al bárbaro, amor al enemigo; forma extrema de amor que no se puede alcanzar mediante el mero concurso de fuerzas humanas.

Los albañiles de la Unión Europea podrán seguir urdiendo remedios que dilaten el derrumbamiento; pero mientras el Señor no construya la casa, seguirán trabajando en vano.

Los fundadores de aquel sueño de fraternidad europea -Monnet, Schuman, Adenauer, De Gasperi- que hoy ha degenerado en la Europa de los mercaderes y los burócratas eran cristianos convencidos; y sabían, como Bergson, que sólo la religión puede trasponer las fronteras y actuar de amalgama entre los pueblos.

Sabían, en fin, que no hay fraternidad posible entre las naciones sin el reconocimiento de una paternidad común; cuando el reconocimiento de esa paternidad común decae, las naciones se embarullan y enviscan unas contra otras, porque la fraternidad se reduce a un «amor por interés».

Aquel sueño fundacional ha degenerado hoy en una construcción artificiosa que, como el escorpión acorralado, se inocula el veneno del suicidio, renegando de su aliento cristiano. Así, en el suicidio, concluyen todos los intentos que en el mundo han sido por edificar el Paraíso en la tierra. Pues a los hombres que edifican sobre el vacío, el vacío acaba engulléndolos en su seno. Podrán dilatar su fin diez o cien años; pero todos sus afanes por dilatarlo no son sino «verduras de las eras», que diría Jorge Manrique.

Estamos padeciendo cuatro crisis

jueves, 19 de junio de 2008
Ignacio Sánchez Cámara


Gaceta de los Negocios

Es cosa curiosa esto de las crisis. Basta con que exista la creencia generalizada de que la hay, para que la haya. Creer que se está en crisis es estarlo ya. Es frecuente despreciar la relevancia de un problema despachándola como mera «cuestión de palabras». No es mi caso. A veces nada es tan grave como una cuestión de palabras, pues las palabras designan conceptos e ideas, y, como afirmó Unamuno, el idioma es la sangre del espíritu.

No despreciemos, pues, con las palabras, al espíritu que anida en ellas. Con los diccionarios cabe hacerAlmudi.org - Ignacio Sánchez Cámara muchas cosas; entre ellas, darles patadas y consultarlos. Es verdad que el significado de las palabras varía y que los diccionarios cambian, pero no a base de patadas. Apremiado por las alertas de crisis, acudo al Diccionario de la Academia. Siempre es preferible a patearlo.

La cosa, como casi siempre, viene del latín y del griego. Como el vocablo es femenino, queda libre de toda sospecha sexista. La primera acepción, la básica, reza así: «Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente». También se incluyen, entre otras, «mutación importante», «situación dificultosa o complicada» y «escasez, carestía».

¿Estamos en crisis? Parece que sí. Al menos, en la acepción de situación dificultosa o complicada. Incluso parece diagnóstico benigno. Pero creo que cuadra también la primera, si no en lo del cambio brusco, sí en lo de la enfermedad. Y no sólo estamos en crisis, sino que, si no yerro, padecemos cuatro, no una ni dos. La primera es la económica, aunque se disfrace o disimule. Dejo a los expertos el dictamen, pero podemos convenir en que hay carestía y, para los que más la padecen, también escasez. Puede que no para el Gobierno, pero para la Real Academia, estamos en crisis económica.

La segunda aqueja al Gobierno. Padecemos una crisis de Gobierno porque la gestión es muy deficiente. El Ejecutivo, por lo demás muy precario intelectualmente, no deja lugar a dudas. Cada vez escasean más los hombres prudentes que lo aplauden. También está en crisis la oposición. Es esto tan patente y tan palmario que no requiere de prolijas argumentaciones.

Con ser graves estas tres crisis, apenas provocarían algo más que una prudente inquietud esperanzada, si no fuera por la existencia de otra. Aquí reside, a mi juicio, la clave de la enfermedad social. Me refiero a la crisis intelectual y moral que padece la sociedad española, que provoca su atonía y su agónica falta de pulso ante la situación política, adjetiva y superficial, como lo es siempre la política. Lo peor no es la crisis económica, ni la gubernamental, ni la de la oposición, sino la anemia espiritual que padece la sociedad española, que no le permite reaccionar debidamente ante lo que le están arrebatando. Creo que la más precisa expresión sería «anemia moral».

Existe otra acepción: la histórica, que se refiere al cambio en el sistema de las creencias vigentes en una sociedad. En ellas, hay un momento en el que las viejas creencias ya no están vigentes y aún no lo están las nuevas. Podría ser el caso. Hay crisis de cambio, de crecimiento y de decadencia. Pero la verdad es que la anemia moral no augura ninguno de los casos más leves. La verdadera crisis, la única alarmante, es la cuarta. Y es la más grave, entre otras razones, porque es la más difícil de reconocer y, por lo tanto, de tratar.

Ignacio Sánchez Cámara es catedrático de Filosofía del Derecho.

Juan Pablo II patrón nuevo estadio de Polonia

Nuevo estadio de Polonia para Eurocopa 2012 tendría como patrón a Juan Pablo II

VARSOVIA, 16 Jun. 08 / 10:36 pm (ACI).- El Diputado del partido de oposición polaco Ley y Justicia (PiS), Artur Górski, pidió al Ministro de Deporte de Polonia, Tomas Lipiec, que el Siervo de Dios Juan Pablo II sea el patrón del Estadio Nacional que se construirá en Varsovia y donde se jugarán los partidos de la Eurocopa 2012.

En una reciente rueda de prensa, Górski indicó que «la figura del Santo Padre recordará a los aficionados su obligación de comportarse correctamente durante los eventos deportivos y no alborotar».

«No podría señalar a una figura más importante que Juan Pablo II», reconoció el Diputado PiS, cuyo partido pretende que el estadio se llame Juan Pablo II y que el Pontífice se convierta en el protector de las instalaciones, según informó la agencia EFE.

Los trabajos de construcción del nuevo estadio aún no han comenzado, aunque cual las autoridades de Varsovia confían en que todo esté preparado para la Eurocopa 2012 que organizan polacos y ucranianos conjuntamente.