¿Por qué yo, Daniel Gerez, vengo a misa?
Por Carmen Pérez Rodríguez
Verán, lo que voy a leerles lo he recibido en un correo electrónico, viene de Madrid. «Ahora que estoy en el despacho me da tiempo a ir a misa a las 8 en un convento de monjas que está aquí al lado. Esta mañana, cuando estaba en misa me asaltó el siguiente pensamiento: ¿Por qué yo, Daniel Gerez, vengo a misa aquí todos los días cuando el resto de la gente ya está trabajando, o preparándose para ir a trabajar, llevando a los niños al colegio, en el metro, en el coche, …, en definitiva haciendo «sus cosas», o cuando podría dormir media hora más? Ciertamente me parecía extraño, porque no es muy común que una persona soltera con 32 años se dedique a este tipo de cosas hoy en día. Pero aunque seguía pensando que efectivamente sí era raro (y lo sigo pensando una hora y media después) al mismo tiempo me daba cuenta de que aquello por lo que iba a misa salva mi vida llenándola de densidad, verdad y esperanza sorprendentes; cosa que tampoco creo que sea muy común hoy en día. ¡Qué paradoja! En el página 1 del último Huellas,( es la revista de Comunión y Liberación), Luigi Giusani dice, al principio, en un momento dado: «no hay suspiro del alma ni sentimiento del corazón que no obtenga energía y consistencia en él.» ¿Cómo no voy a ir a misa si Cristo ha sido el único ante el cual hasta el último pliego de mi corazón ha sido abrazado? Un abrazo. Dani.
¿Por qué Dani Gérez me cuenta esto?, ¿Por qué Juan, Andrés, (y Juan y Andrés son los discípulos de Jesús), le cuentan a Pedro que han encontrado a Jesús? Sencillamente hechos como estos son realidades concretas que te abren los ojos y el corazón. Esta es la Historia de la Redención. Como Dani, estamos en la misma situación que los que vivieron codo a codo con Jesucristo. La historia de la Redención, para realizarse tiene que empezar con cada uno de nosotros. Sabemos los años que tenemos, qué día nacimos, nos gusta incluso saber la hora. Pero realmente ¿qué sabemos de nuestra propia historia de salvación? ¿Ha empezado realmente? ¿Cuándo empezó? No es algo que ocurrió siglos antes de nacer nosotros. No podemos beneficiarnos de la obra de Cristo sin nuestra cooperación. Cristo tiene que formarse en nosotros y sacarnos de la oscuridad a la luz. Si no la venida de Dios, de Jesucristo, no será para nosotros más que un privilegio despreciado, maltratado. Dani lo ha visto. El tiene, todos tenemos, la misma naturaleza que tenían Juan, Andrés, Pedro, la cananea, la samaritana y tenemos que empezar cada uno a darnos cuenta, como Dani, de qué es lo que salva nuestra vida llenándola de densidad, de verdad, y esperanza sorprendentes. Y de que no hay suspiro del alma, ni sentimiento del corazón que no obtenga energía y consistencia fuera de Cristo. ¿Cuándo podremos decir, porque nos lo grita nuestra experiencia, que Cristo es el único ante le cual hasta el último pliego de nuestro corazón ha sido abrazado? Es toda nuestra vida, nuestro trabajo, nuestros proyectos, nuestros sufrimientos, esfuerzos, los que son abrazados.
Nosotros podemos gozarnos del encuentro con Cristo, de la plena luz del Evangelio y de la plena gracia de los sacramentos. Jesús no fue más el camino, la verdad y la vida para los apóstoles que para nosotros. Dios es Padre nuestro igual que lo fue para ellos, para Teresa de Calcuta, o para la persona que más consideremos y respetemos.
Deberíamos alcanzar lo mismo que todos a los que llamamos apóstoles, santos. No hay otra razón para no alcanzarlo más que nuestra falta de fe, nuestra debilidad, nuestro despiste, nuestra pereza, nuestra superficialidad. Cierto, no hay otra razón más que nosotros mismos. Bueno, cada uno sabe su única razón para no seguir a Cristo. Ignoramos que oportunidades han tenido los demás. Puede que sean miles y miles en este mundo nuestro los que nunca hayan oído íntegramente la voz de Cristo a través de quien sea y de lo que sea. Tampoco conocemos el corazón de nadie, ni podemos decir en qué medida han hecho fructificar sus talentos. Que cada uno se mire a sí mismo. Desde luego la Iglesia no es una masa de gente manejada por un líder lejano. Es un pueblo, una familia. Y como en los pueblos y familias, todo depende de cada uno. Las relaciones con Jesús son personales. Nos conoce y nos llama a cada uno por nuestro nombre propio. Es nuestra vida entera, tal como es, nuestra individualidad intransferible la que entra en relación con El y es salvada. Dios no «trabaja» en serie, Jesucristo no se relaciona en serie. Hoy muchos, pero mejor uno a uno de los que nos ha llegado tu experiencia, te damos las gracias. Dani. Aquello por lo que voy a misa salva mi vida llenándola de densidad, verdad y esperanza sorprendentes. Cristo ha sido el único ante el cual hasta el último pliego de mi corazón ha sido abrazado.